viernes, 3 de febrero de 2017

MÉTODO TEOLÓGICO EXISTENCIAL

MÉTODO TEOLÓGICO EXISTENCIAL






























INTRODUCCIÓN

A
pesar de las discrepancias entre sus principales representantes
y de
la disparidad en los énfasis de cada uno de ellos, incluimos en esta sección,
como un todo, aunque debidamente diferenciados, los sistemas de pensamiento
teológico que coincidían en un punto común: la necesidad de situar nuevamente
la Escritura fuera
y por encima del predominio
del método histórico-crítico, devolviendo a la teología el lugar que le
corresponde. Esta es la razón por la que al nuevo movimiento se le ha dado el
nombre de «Neoortodoxia», aunque a juicio de muchos no pasa de ser una forma de
«neoliberalismo».
Analizaremos
el método teológico-existencial a través de sus figuras más prominentes
y sus
escuelas respectivas.

KARL BARTH

Es
reconocido sin discusión como el teólogo más sólido del siglo xx. Su famoso
comentario a la carta de Pablo a los Romanos
y su
Dogmática monumental son suficientes para justificar su gran prestigio. Para
muchos de sus contemporáneos fue portavoz de un mensaje renovador; los salvó de
la influencia enervante del liberalismo de los dos siglos anteriores y les
permitió vivir una experiencia de fe auténtica. La exaltación de la soberanía
de Dios
y la incapacidad del hombre para llegar a conocerle parte de
su compleja dialéctica mostraba la necesidad de la revelación divina.
«Solamente
el mismo Dios puede hablar de Dios». Pero Dios ha hablado. Su Palabra llega a
nosotros con una fuerza que supera a todas las especulaciones humanas; y nos
llega a través de la Escritura.
Sus
conceptos de revelación y de inspiración de la Biblia difieren notablemente de
los de un teólogo conservador. Admite la existencia de errores de diversa
índole en la Escritura, por lo que no acepta la inerrancia de ésta en el
sentido «evangélico». La Biblia en sí no es revelación, sino testimonio de la
revelación. No es la Palabra de Dios, aunque detrás de sus palabras está la
Palabra.
Sin
embargo, sobre todo en la práctica, el respeto de Barth hacia la Escritura fue
superior a lo que algunos creen.
En
lo que concierne a la interpretación de la Biblia, como hace notar Kurt Frór,
«Karl Barth no ha creado ninguna teoría hermenéutica conclusa.· Lo que sobre
hermenéutica general y bíblica tiene que decir es una parte constitutiva de su
doctrina sobre la Palabra de Dios y de la Escritura como testimonio de la
revelación».
Su
enseñanza relativa a la Escritura está en gran parte basada en la analogía de
la persona de Cristo como evento (Christus-Geschehen).
Como
en Cristo acontece la comunicación que Dios en su gracia hace de sí mismo, así
la Escritura se convierte en acontecimiento por el que la Palabra de Dios se
hace presente mediante la palabra humana de los profetas y de los apóstoles.
Como en la persona de Cristo, tan significativa es en la Biblia la distinción
entre lo divinal lo humano como su unidad. No podemos soslayar la humanidad de
la Escritura, como no podemos pasar por alto la humanidad de Jesús.
Esto
justifica el uso del método histórico crítico en el estudio de la Biblia. Pero
lo que realmente importa es oír la voz de Dios a través del texto en actitud de
fe. Esto es lo que Karla Barth describe como «exégesis teológica».
De
este modo, Barth no rechaza el método histórico-crítico, pero lo relativiza.
Reacciona decididamente contra la pretensión de que la crítica histórica sea el
único camino para llegar al sentido original de los textos bíblicos. Como
confirma en el prólogo de su comentario a la epístola a los Romanos, la
finalidad de la interpretación de la Escritura es «ver a través de los
elementos históricos el espíritu de la Biblia, el cual es el Espíritu eterno».
La
gran preocupación de Barth en lo que se refiere a la tarea hermenéutica frente
a los esclavos de la crítica histórica es atinadamente expuesta por René Marlé:
«Lo que le afecta es ver cómo algunos hombres se hacen incapaces de oír y de
transmitir la plenitud inagotable de la Palabra divina de revelación, reducen
sus riquezas, en nombre de pretendidas exigencias de inteligibilidad, en nombre
de una hermenéutica que, en lugar de dejarse enseñar por su objeto y de
encontrar en él sus verdaderas capacidades de compresión, así como su soberana
libertad, encoge desde el principio su poder de recepción y, pensando actuar en
una necesaria autonomía, se somete de hecho a ídolos tiránicos y voraces.»
En
el enjuiciamiento de Karl Barth, aun disintiendo de algunas de sus
conclusiones, debe hacerse honor a su «realismo bíblico», a su esfuerzo
innegable por reincorporar con la debida dignidad el elemento teológico en la
interpretación de la Biblia.
En
este enfoque teológico de la exégesis bíblica destacó el principio
cristológico: Jesucristo en la Palabra de Dios al hombre.
La
aplicación de este principio en la «neoortodoxia» supedita el valor de
cualquier texto bíblico a su calidad testimonial respecto a Cristo. Lo que no
está en armonía con Jesucristo no es válido.
Esta
actitud podía ser un resurgimiento del criterio de Lutero, quien determinaba la
significación de los libros de la Biblia por la relación de su contenido con
Cristo, médula de la Escritura, que da sentido a cada uno de los textos
bíblicos, y con los grandes principios que de la cristología se derivan: Sola gratia, sola fides.
Tal
criterio era la piedra de toque para aquilatar el valor de un texto o de un
libro de la Biblia. De ahí la crítica negativa de Lutero acerca de la carta de
Santiago.
Es
evidente lo mucho que de sano tiene el principio cristológica, pues da
coherencia al conjunto de las Escrituras; pero su aplicación no siempre es
correcta. No lo es cuando devalúa determinadas partes de la Escritura o les
niega el carácter de inspiradas y útiles que, según su propio testimonio --como
vimos, poseen.
El
principio de totalidad es asimismo propugnado por los neoortodoxos. Ninguna
doctrina debe ser aceptada como realmente bíblica por el hecho de que pueda
apoyarse en uno o varios textos sueltos de la Biblia. Una doctrina sólo merece
reconocimiento cuando encaja en la perspectiva global de la Escritura.
Este
principio concuerda con el de la interpretación según el tenor general de las
Escrituras, del que trataremos en su debido lugar, y es aconsejable en tanto no
se use demasiado restrictivamente.
Pero
cuando se entrelaza con el principio cristológico, tal como lo entienden los
teólogos neoortodoxos, gran parte de la Biblia puede ser sometida a una
interpretación que en poco o nada se distingue de la inspirada en la teología
liberal. Sirvan de ilustración las afirmaciones de E. Brunner, quien únicamente
ve una posibilidad de formular adecuadamente la doctrina de la creación y del
hombre partiendo no de los primeros capítulos del Génesis, sino del prólogo del
evangelio de Juan. De este modo, «las dificultades causadas por la idea de la
creación en seis días, la idea del estado primitivo y de un "Adán en el
paraíso" se desvanecen en el aire»"
Sin
duda, Barth y sus colaboradores han abierto a la hermenéutica perspectivas
nuevas y prometedoras; pero las conclusiones exegéticas a que han llegado en la
aplicación de sus principios no responden a lo que habría cabido esperar de una
auténtica renovación bíblico-teológica.
Paralelamente
a la exaltación del principio teológico en el movimiento neoortodoxo, emerge
con creciente relieve el principio existencial, del que podría considerarse
precursor a Sóren Kierkegaard por su énfasis
en la
adecuada disposición espiritual para la lectura de la Biblia. Esta -según él
debería ser leída como una carta de amor.
W.
Eichrodt, en su crítica de las teorías evolucionistas de Fosdick sobre las
ideas religiosas del Antiguo Testamento, aboga por un enfoque existencialista
del estudio bíblico. Y el erudito Oepke sugiere que el método histórico-crítico
usado por los teólogos liberales estérilmente debe ser sustituido por un método
suprahistórica: el existencial, con una apropiación personal de la bendición que
de la lectura de la Biblia se deriva para el alma.
Una
explicitación de este concepto aplicado a la hermenéutica nos la ofrece R. M.
Grant: «La más profunda interpretación de la Escritura es la que concierne a
las situaciones "existenciales": la vida y la muerte, el amor y el
odio, el pecado y la gracia, el bien y el mal, Dios y el mundo.» ' Pero el
método existencial como tal ha adquirido su mayor relieve con las obras de otro
gran teólogo del siglo xx. De él nos ocupamos a continuación.

RUDOLF BULTMANN

Perteneciente
a la misma generación que
Karl Barth y formado bajo análogas influencias, Bultmann coincide con él en la
necesidad de apear la crítica histórica «objetiva» del lugar supremo a que en
el campo de la exégesis se había encumbrado, ya que no se puede explicar un
texto sino cuando se tiene una relación interna con el contenido real (Sache) del mismo.
También
para Bultmann el verdadero objeto del Nuevo Testamento, al que dedica su
atención preferente, es la comunicación
de la Palabra de Dios. Pero disiente del afamado teólogo suizo al no
compartir el
menosprecio que
este
sentía hacia la investigación histórica llevado de su «biblicismo»
acrítico.
Probablemente
la causa de las mayores diferencias entre ambos se debe a que Barth parte de
una gran preocupación teológica, mientras que el punto de partida de Bultmann
es la hermenéutica.
Le
preocupa, sobre todo, «oír» el texto adecuadamente a fin de «traducirlo» con la
máxima fidelidad y de modo que resulte comprensible para el hombre moderno.
Esta inquietud no podía ser más laudable, pero los métodos que usó para
realizar su aspiración le condujeron a formular un sistema teológico-exegético que
ha provocado fuertes y fundadas objeciones.
En
la obra de Bultmann se advierte la influencia de los más diversos elementos:
las enseñanzas liberales de sus profesores Adolf van Harnack
y Wilhelm Herrmann, la
filosofía neokantiana, el luteranismo del siglo XIX, la escuela de la historia
de las religiones, la teología dialéctica y muy especialmente la filosofía de
Heidegger, por lo que su obra resulta compleja y no siempre de fácil comprensión.
Ante la imposibilidad de analizar, ni siquiera esquemáticamente, el pensamiento
de Bultmann, nos limitamos a entresacar los puntos que de modo más directo
tienen que ver con su concepción de la hermenéutica.
Su adhesión al principio crítico. Los
conceptos del Nuevo Testamento, así como su forma de expresión, han de ser
determinados científicamente mediante el estudio del fondo lingüístico,
histórico, social, cultural y religioso que subyace en cada texto, lo que
permite discernir los diferentes elementos que contribuyeron a moldear el
pensamiento de los escritores bíblicos.
Entre
tales elementos se advierte la apropiación de conceptos filosóficos y
religiosos de la época que nada tenían que ver con una revelación.
En
su tarea crítica, Bultmann hizo especial uso de la «historia de las formas» (Formgeschichte), la cual tiene por
objeto clasificar los libros de la Biblia y sus partes según su género
literario y analizar las unidades de su material de acuerdo con la «forma» que tomaron
durante el periodo preliterario de la tradición oral.
Los
trabajos realizados por algunos eruditos en este tipo de crítica han resultado
útiles para la clasificación y mejor comprensión de determinadas partes de la
Escritura, especia mente de libros poéticos y proféticos. Pero otros
especialistas Bultmann en primer lugar han sido hipercríticos en sus análisis
de las «formas», negando
credibilidad histórica a múltiples narraciones bíblicas, que son incluidas en
las categorías de la leyenda o del mito. Bultmann, partidario del tratamiento
crítico de la Escritura, no vio en éste la finalidad última de la hermenéutica.
Más
importante que la crítica de las formas, era, a su modo de ver, la «crítica del
contenido» (Sachkritik). El
contenido (Sache) de un
documento y lo que éste trata de comunicar es su esencia misma. Pero Bultmann
contempla la Sachkritik desde
una perspectiva sorprendente.
Hace
distinción
entre lo que el Nuevo Testamento dice y lo que el Nuevo Testamento
enseña. Y esto, lo que el Nuevo Testamento realmente enseña, es
decidido por el juicio valorativo del intérprete en conformidad con
principios
filosóficos más que bíblico teológicos. Y, por supuesto, otorgando
importancia
decisiva al principio por excelencia:
El principio existencial. Para
Bultmann la referencia a la existencia es la condición indispensable de todo
lenguaje religioso. En el trabajo de exégesis, la realidad existencial es «la
relación vital del intérprete con la realidad (Sache) que se halla, directamente o indirectamente, expresada
en el texto.
Bultmann
se esfuerza por compaginar historia y existencia humana con el fin de hacer
resaltar la eterna revelación de Dios. La historia tiene una estructura
existencial en la que se halla integrado el hombre. En su opinión, según Ulrich
Wilckens, «todo ser humano es por esencia una actitud ante sí mismo que se
pregunta, se decide, se proyecta o se pierde en el futuro y recae en su pasado:
en esto es "histórico".
Por
eso los documentos históricos no pueden realmente entenderse hasta que la
comprensión de la existencia que en ellos se expresa ha sido entendida y
aceptada en la propia existencia del intérprete»! Lo esencial de la existencia consiste
en la capacidad de decisión del hombre para la gracia en respuesta al kerygma, proclamado por la Iglesia
primitiva y recogido en el Nuevo Testamento, por el que se hace perceptible el llamamiento siempre renovado
de Dios. Sin embargo, ni la explicación del contenido del kerygma ni la razón de su autoridad
resultan demasiado claras o convincentes de los escritos de Bultmann.
Tampoco
resultan muy luminosas sus disquisiciones sobre la existencia del hombre, «cosa
tan singular como Dios mismo», razón por la que es tan imposible hablar de ella
como hablar de Él.  Bajo la preocupación
de una interpretación existencial del Nuevo Testamento, Bultmann hace resaltar
la distinción y el contraste radical entre la historia objetiva del pasado (Historie) y la historia con
significación para el presente (Geschichte).
Esta última es la realmente importante. Lo que debe captar nuestro
interés como fundamento de la fe no es el hecho histórico en sí, ya perdido en
el pasado, sino su significado, de valor permanente.
Esto
explica --dejando aparte la desmitologización que Bultmann no sienta
prácticamente ninguna inquietud ante el impacto del radicalismo histórico
crítico sobre la imagen de Jesús presentada por los evangelios. El vano empeño de conocer a «Cristo según la
carne» de poco sirve, según Bultmann, para conocer al Cristo verdadero de la
fe.
La
dimensión existencial se extiende aún más en la hermenéutica bultmanniana. No
sólo la importancia en la historia objetiva se minimiza, sino que todos los
principios religiosos o morales contenidos en el Nuevo Testamento pierden el
rango normativo que en el mismo se les atribuye. Siguiendo la línea de la
escuela de la historia de las religiones y aludiendo a sus representantes, escribe:
«La importancia del Nuevo Testamento vieron ellos no radica en sus enseñanzas
sobre religión y ética, sino en su religión
y piedad reales.
En
comparación con esto todos los dogmas que contiene y toda la imaginería mitológica (Vorstellungen) con su
aparente objetividad son de
importancia secundaria o completamente
desatendible. La esencia del
Nuevo Testamento consiste en la vida religiosa que describe.»
Estrechamente
vinculado al principio existencial aparece en la obra de Bultmann el de la
«desmitologización»; pero de él nos ocuparemos en el capítulo siguiente.
No
sólo a los teólogos y exegetas conservadores les resultan inaceptables estas
afirmaciones de Bultmann. Cualquier pensador imparcial encontrará serias
dificultades para reconocer auténtica autoridad al mensaje del Nuevo Testamento
si se prescinde de la objetividad de su fundamento histórico. Eruditos tan
prominentes en nuestros días como Wolfang Pannenberg han reaccionado contra el
insostenible dualismo establecido por Bultmann entre el hecho y su valor, entre
el evento y su interpretación. «Contra esto hemos de reafirmar hoy la unidad
original de los hechos y su significado.»  
Y
todavía resuenan con fuerza las palabras del obispo anglicano Stephen Neill
pronunciadas en una de las conferencias Firth en la Universidad de Nottingham
en noviembre de 1962: «Por supuesto, es un hecho que nadie se salva por creer
en ciertos acontecimientos que ocurrieron hace mucho tiempo; pero hay mucho trecho
entre esta creencia ingenua y la dulce afirmación de que sólo la idea es lo que
importa, que el revestimiento histórico de la idea es en cierta medida
fortuito, y que la validez de la idea permanecerá aun cuando se demostrara que
jamás ha ocurrido ninguno de los acontecimientos históricos que se han
considerado como el fundamento de la fe cristiana. Si la encamación de
Jesucristo es el gran acto de Dios en la historia, entonces sí que depende
mucho de la medida y veracidad de nuestra evidencia histórica de lo que aconteció.»
El
intérprete puede sacar provecho de los elementos positivos que nos brinda el
movimiento teológico-existencial en la evolución de la hermenéutica; pero nunca
debe imponer sus presupuestos filosóficos hasta el punto de desnaturalizar los
textos que es llamado a interpretar.

LA «DESMITOLOGIZACIÓN»

Aunque
suele asociarse estrechamente con Bultmann, el estudio del mito como factor
hermenéutico antecede a la obra del teólogo alemán. Por tal motivo, nos
ocupamos del tema por separado en esta sección, bien que en ella Bultmann
volverá a ocupar el lugar más prominente.

CONCEPTO DEL MITO Y SU
UTILIZACIÓN

El
primer problema que se plantea al tratar cuestiones relativas al mito es un
problema de definición. ¿Qué es? ¿Cuál es su verdad? ¿Cuál es su función?
Entre
los antiguos griegos el término mythos
no mantuvo un significado invariable. Homero lo usó para expresar todo
tipo de lenguaje y podía referirse tanto a un relato verdadero como a uno falso.
No había ninguna distinción entre mythos
y logos. Pero en Píndaro
ya se observa una distinción clara; al logos
corresponden hechos reales (o el pensamiento racional), mientras que el mythos equivale a narración de una
ficción.
Así
el mythos llegó
a ser en griego clásico el vocablo técnico para expresar la trama de una tragedia
o de una comedia, producto de la fantasía de su autor.
En
este sentido se interpretó el término en la Europa heredera de la cultura
greco-romana y, hasta el siglo XIX, mítico era sinónimo de irreal. Pero en el
siglo XIX, y aún más en el xx, crece el interés por el estudio del mito en los
más variados campos (antropológico, psicológico, sociológico y religioso) y el
énfasis se desplaza de la veracidad histórica a la funcionalidad.
El
mito es considerado como una conceptualización primitiva, precientífica, de la
realidad; pero al mismo tiempo como
el medio
más apropiado para expresar verdades o valores universales, sentimientos
alojados en lo más profundo de la conciencia humana o tipos de experiencia tan
antiguos como el hombre mismo.
Sin
embargo, las discrepancias en cuanto a su naturaleza e interpretación por parte
de quienes se dedican a su estudio impiden el uso de un concepto
único, lo
que dificulta
cualquier aplicación del mismo en los trabajos exegéticos. Pese a ello, y con
la consiguiente diversidad de enfoques, la
categoría del
mito ha ocupado un lugar especia] en la interpretación de la Biblia durante los
dos últimos siglos.
Las
ideas de
C. G. Heyne (1729-1812), quien trató de demostrar que el mito representa un
elemento necesario en el desarrollo del espíritu
humano, pronto
fueron aplicadas a la investigación bíblica: J .. J. Eichhorn,
alumno de Heyne, en
su Urgeschichte (Historia primitiva),
micra la utilización sistemática de la categoría mítica en los estudios de la
Escritura y llega a crearse una «Escuela del mito». A partir de los trabajos de
esta escuela, G.
L. Bauer escribe s~ Proyecto de Hermenéutica, complementado
con otra obra posterior: Mitología
hebraica del Antiguo y Nuevo Testamento.
Como
ya
vimos al
referirnos
al liberalismo teológico, también F. Straus?, utilizó
sistemáticamente el concepto de mito en la interpretación del nuevo Testamento.
Y, en la primera mitad del siglo XIX, W. de Wette ve en las narraciones míticas
un modo esencial de expresar la verdad religiosa. Por eso el mito no debe ser eliminado,
sino analizado críticamente para descubrir el elemento positivo que contiene.
Estas ideas se impusieron en la escuela de la historia de las religiones e
influyeron decisivamente en Bultmann, quien asumió y desarrolló la tradición ya
existente.

BULTMANN Y LA
DESMITIFICACIÓN

Los
trabajos de
Bultmann en torno al elemento mítico, que, a su Juicio,
constituye el
ropaje del Nuevo Testamento, responden a su preocupación por un problema fundamental:
la incompatibilidad del pensamiento neotestamentario, míticamente expresado con
el pensamiento
moderno, «irrevocablemente modelado por
la ciencia». «No
se puede utilizar la luz eléctrica y un aparato de radio, en caso de enfermedad
recurrir a los procedimientos médicos y clínicos modernos, y al mismo tiempo
creer en el mundo de espíritus y de milagros del Nuevo Testamento.»
La
«imagen del mundo»
presentada
por el Nuevo Testamento no corresponde a la Imagen científica,
por lo que debe ser desechada. No es posible se
guir pensando
en un universo dividido en tres «pisos» o planos: el cielo, la tierra y «el
mundo de abajo», ni en la tierra como el escenario en el que actúan seres o
fuerzas sobrenaturales: Dios y sus ángeles, Satanás
y sus
demonios.
Tampoco
puede admitirse, sin previa desmitificación, la representación de los
acontecimientos salvadores: encarnación del Hijo, ser divino preexistente, su
muerte en expiación por los pecados del mundo, su resurrección, su ascensión y
su parusía. Toda esta mitología es esencialmente una incorporación al Nuevo
Testamento de la apocalíptica judía y del mito gnóstico de redención.
Sus
narraciones en modo alguno pueden ser interpretadas como testimonio de hechos
verdaderos desde el punto de vista objetivamente histórico. Esto equivaldría a
un sacrificio intelectual (sacrificium
intellectus).
Frente
a las concepciones mitológicas del Nuevo Testamento, cabría una posibilidad, la
de prescindir completamente de ellas y seleccionar aquellas que no sean motivo
de tropiezo para el hombre moderno, especialmente la predicación ética de
Jesús. Pero esta posibilidad no tienta a Bultmann. La solución del problema no
estriba en la eliminación del mito, sino en una adecuada explicación.
«Nos
hemos de preguntar si la predicción escatológica y los enunciados mitológicos
en su conjunto no contienen una significación más profunda encubierta por la
mitología. Si es así, hemos de abandonar las concepciones mitológicas
precisamente porque queremos conservar su más profunda significación.
Este
método de interpretación del Nuevo Testamento, que trata de redescubrir la
significación más honda detrás de las concepciones mitológicas, yo lo llamo desmitologización -palabra realmente poco
satisfactoria. No se propone eliminar los enunciados mitológicos, sino
interpretarlos. Es un método hermenéutico.»
Para
Bultmann el mito es un modo de hablar «del otro mundo en términos de este
mundo» y de los dioses en términos derivados de la vida humana. Por otro lado,
el mito explica fenómenos insólitos o sorprendentes en forma de invasión de
fuerzas sobrenaturales.
En
tercer lugar, «el propósito real del mito no es presentar un cuadro objetivo
del mundo (Weltbild) tal como
es, sino expresar la comprensión que el hombre tiene de sí mismo en el mundo en
que vive. El mito no debe ser interpretado cosmológicamente, sino
antropológicamente, o mejor aún, existencialmente»."
Aun
los hechos centrales del Nuevo Testamento, la muerte y resurrección de Jesús,
pierden su valor objetivo. Su único valor es el del mensaje que encierran y
que, al ser proclamado, se convierte en evento salvador aquí y ahora mediante
el encuentro existencial con el kerygma.
«Creer en la cruz de Cristo no significa que hayamos de preocuparnos de
un proceso mítico efectuado fuera de nosotros y de nuestro mundo, o de un
acontecimiento objetivo usado por Dios en beneficio nuestro, sino más bien que
hemos de hacer nuestra la cruz de Cristo, que hemos de ser crucificados con Él.»
«La verdadera fe pascual es fe en la palabra de la predicación, que es
iluminadora.»
No
menos subjetiva es la pretensión de Bultmann de avalar su acción
desmitificadora mediante unos antecedentes que él cree
encontrar en
el Nuevo
Testamento mismo. «La predicación escatológica de
Jesús fue
conservada y continuada por la primitiva comunidad cristiana en su forma
mitológica. Pero pronto empezó el proceso de desmitologización, parcialmente
con Pablo, y radicalmente con Juan.»
Aunque
Pablo esperaba el fin del mundo en forma de drama cósmico que incluiría la
parusía de Cristo, la resurrección de los muertos y el juicio final, el hecho
escatológico fundamental -la resurrección de Cristo- ya había acontecido.
El
tránsito del mundo viejo al nuevo no era cuestión futura sino que se había
realizado con la venida de Jesucristo. Y Juan según Bultmann- es más radical en
su desmitificación de la escatología.
Varios textos
de su evangelio (Jn. 3: 18-19, 36; 11: 25, 26 y 1,2: 31) indican claramente
que, en opinión de Juan, la resu
rrección
de Jesus,
Pentecostés
y la parusía son un solo y mismo acontecimiento La
deducción de Bultmann es que si la desmitificación empezó en el Nuevo
Testamento, nuestra labor desmitificadora de hoy será justificada.

EL MITO Y LA
ESCRITURA

Es
evidente que los criterios de Bultmann y sus predeceso
res relativos
al lugar del
mito en
el Nuevo Testamento -yen la

Biblia entera- discrepan abiertamente de los conceptos
apostólicos:
Pablo,
en sus cartas pastorales hace mención de mitos (mythois, esa es la palabra que usa en 1 Ti. 1: 4; 4: 7; 2 Ti. 4:
4; y Tít. 1:14), refiriéndose a fantasías
judaicas asociadas con genealogías y
especulaciones hueras y tal vez con elementos de la mitología helénica. Pero tales mitos son
incompatibles con la verdad del Evangelio.
Lucas,
en el prólogo de su evangelio, recalca la objetividad histórica de su obra. Y
en 2 P. 1:16 se acentúa el énfasis en la veracidad del testimonio personal dado
por quienes habían visto la majestad del Señor Jesucristo, con un rechazo
absoluto del uso de «fábulas ingeniosas» (sesofismenois
mythois).
Aunque
hasta el final del periodo clásico griego a menudo se entrelazaban historia y
mito, debemos recordar la antítesis generalizada en tiempos del nuevo
Testamento -a la que ya nos hemos referido- entre mythos y logos, entre
ficción y verdad. Y en el Nuevo Testamento la verdad (aletheia) halla su plena expresión no en unos conceptos
abstractos, sino en un acontecimiento histórico la encarnación del Hijo de
Dios.
Es
en tomo al Verbo hecho carne a su carácter, sus hechos portentosos, su muerte, su
resurrección y su ascensión hasta su segunda venida que gira toda la predicación
apostólica y todo el contenido del Nuevo Testamento.
Puede
admitirse que los autores de los evangelios no escribieron con una finalidad
meramente histórica o biográfica, sino didáctica.
Puede
incluso reconocerse en los escritos neotestamentarios la influencia de la fe de
la Iglesia primitiva que exalta y adora a su Señor. Pero pensar, ignorando la
sobriedad literaria de los evangelistas, que no sólo los perfiles de la personalidad
de Jesús, sino también sus obras narradas en los evangelios son producto de una
fe que vuela en alas de una fantasía enfervorizada ¿no es volar aún más alto en
alas de prejuicios filosóficos?
En
cuanto a la pretendida presencia de conceptos mitológicos en el Nuevo
Testamento, especialmente en los escritos de Pablo y de Juan, nada puede
probarse satisfactoriamente. Entra dentro de lo normal que los apóstoles
hicieran uso de determinados conceptos, figuras y expresiones comunes en su
época con objeto de hacer más comprensible su mensaje. Pero hablar de inserción
de la apocalíptica judía y de la mitología griega en sus escritos es una hipótesis
gratuita.
Si
en algún momento se observan ciertas analogías, ello no significa que el Nuevo
Testamento se haya apropiado de una herencia cultural ajena y extraña a la
propia esencia del Evangelio. Como recalca G. Stáhlin, «una cosa es firme
y clara.
Para
los apóstoles, al igual que para los evangelistas, todo estaba basado en la
historia. Predicaron la poderosa realidad de Cristo, no como seguidores de
mitos compuestos artificiosamente, sino como epoptai (testigos oculares)»
En
cualquier caso, las analogías entre las formulaciones apocalípticas o
mitológicas y determinados textos del Nuevo Testamento siempre están sometidas
a la superioridad de éste, por cuanto testifica de una realidad a la que
aquéllas habían apuntado en los planos de la imaginación, del anhelo o de la
esperanza, nunca en el de la realidad. Salustio dijo del mito de Atis: «Esto nunca
sucedió, pero siempre es.» Comentando esta cita, James D. C. Dunn escribe con
agudeza: «En directa antítesis, los escritores del Nuevo Testamento proclaman:
"Esto sí aconteció" (la vida, muerte y resurrección de Jesús) y sólo
de este modo puede el deseo vehemente del mundo judío y helénico convertirse en
realización histórica a favor del hombre ahora y en el futuro.»
Lo
dicho sobre el Nuevo Testamento puede aplicarse al Antiguo.
Con
las debidas matizaciones y teniendo en cuenta la naturaleza de cada uno de los
géneros literarios, puede afirmarse que el contenido esencial de sus
narraciones es histórico, bien que en determinados textos lo histórico no
coincida necesariamente con lo literal.
Tal
vez pueden detectarse algunas alusiones míticas en los libros poéticos (Job, por
ejemplo) y en algunos de los profetas (Is. 14 y Ez. 29). Pero examinado el
Antiguo Testamento en su conjunto, se observa la oposición de los hagiógrafos a
todo tipo de mitología, generalmente saturada de politeísmo y a menudo de inmoralidad.
De
todo lo expuesto se deduce que cualquier exégesis basada en el supuesto
carácter mitológico de muchos textos de la Biblia ni hace justicia a la
naturaleza de éstos ni conduce a una interpretación correcta. La
desmitificación, sea cual sea la línea que siga, siempre equivale a una
desfiguración o a un proceso de sustracción en el que se eliminan bloques
enteros de datos o enseñanzas que en la Escritura aparecen en lugares
prominentes. El resultado final es, como han hecho notar algunos críticos de
Bultmann, un mensaje notablemente recortado, víctima de la más deplorable depauperación.

CUESTIONARIO

1. ¿Cómo explicaría el método teológico-existencial?
2. ¿Cómo se originó?
3. Resuma y haga una crítica del pensamiento de Karl
Barth relativo a la Escritura.
4. ¿Qué
juicio le merece la teología de Bultmann? Mencione tanto Los
elementos positivos de la
misma como los negativos.
5. Exponga los diferentes conceptos de «mito» y el
sentido en que se ha aplicado a la hermenéutica bíblica.
6. A la luz de la Escritura, ¿qué conclusiones pueden
sacarse respecto a la «desmitologización»?



















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CONSIDERACIONES FUNDAMENTALES

La importancia de la Biblia está fuera de toda discusión.











INTRODUCCIÓN

Todo
hermeneuta, antes de iniciar su labor, ha de tener una idea clara de
las características del texto que ha de interpretar, pues si bien es
cierto que hay unos principios básicos aplicables a la exégesis de toda
clase de escritos, no es menos cierto que la naturaleza y contenido de











INTRODUCCIÓN

En toda labor de investigación, los resultados dependen en gran parte de los sistemas o métodos de trabajo que se emplean.











INTRODUCCIÓN

Surge
este método dentro del liberalismo teológico que tuvo sus inicios a
mediados del siglo XVIII, se desarrolló en diversas fases y mantuvo su
primacía en amplios sectores protestantes hasta bien entrado el siglo
xx.











INTRODUCCIÓN

A
pesar de las discrepancias entre sus principales representantes y de la
disparidad en los énfasis de cada uno de ellos, incluimos en esta
sección, como un todo, aunque debidamente diferenciados, los sistemas de
pensamiento teológico que coincidían en un punto común: la necesidad de
s











INTRODUCCIÓN

Más que un método, es una nueva concepción de la interpretación bíblica.



















INTRODUCCIÓN

Hemos
reservado para este método el último lugar no por ser en la historia de
la hermenéutica el más próximo a nosotros, sino porque la primacía que
sobre todos los demás le corresponde le hace acreedor a una atención y
un espacio superiores.











INTRODUCCIÓN

Una
vez tenemos ante nosotros el texto bíblico en la forma más depurada
posible, hemos de penetrar en él con objeto de descubrir su significado.
¿Cómo? En primer lugar, mediante el estudio de sus elementos
lingüísticos.











INTRODUCCIÓN

Hemos
de reiterar aquí lo dicho al tratar del estudio de las palabras y de
sus relaciones gramaticales. El examen del contexto no sigue a tal
estudio; más bien lo precede y lo acompaña en una relación de mutua
influencia.











INTRODUCCIÓN

Aunque
algunos autores incluyen el estudio de las figuras de lenguaje en la
hermenéutica especial, creemos que tal estudio no debe separarse
demasiado del lugar que le corresponde como parte del análisis
lingüístico.











INTRODUCCIÓN

Es
discutible la inclusión de la tipología y la simbología en este lugar
de nuestra obra! como si se tratara de una parte del estudio del
lenguaje figurado. Por sus características propias y por su entidad
tendrían un lugar justificado -y quizá más lógico en la hermenéutica
especial.











INTRODUCCIÓN

El análisis lingüístico del texto ha de completarse con el de su contexto histórico.



















INTRODUCCIÓN

Cuando
el proceso del análisis gramático histórico de un texto se ha
completado, ¿puede decirse que el intérprete ha llegado al fin de su
labor y que está en condiciones de fijar sus conclusiones exegéticas?
Esto puede suceder en algunos casos, pero no siempre.











INTRODUCCIÓN

Repetidamente
a lo largo de esta obra nos hemos referido a la diversidad del material
bíblico, que ha de ser tomado en consideración sin menoscabo de la
unidad esencial de la Escritura. Esa diversidad se pone inmediatamente
de manifiesto al comparar el Antiguo Testamento con el Nuevo.











INTRODUCCIÓN

El
material de carácter narrativo es muy abundante en el Antiguo
Testamento. Incluye más de la mitad del Pentateuco, la totalidad de los
llamados libros históricos y buena parte de los proféticos.

SU CONTENIDO SE DISTINGUE POR LA EXPOSICIÓN DE UNOS HECHOS.











INTRODUCCIÓN

Por
su extensión y por lo significativo de su contenido, los textos
proféticos exigen un estudio especial que nos permita interpretarlos con
un mínimo de objetividad.











INTRODUCCIÓN

LA POESÍA OCUPA UN LUGAR DE PRIMER ORDEN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

No
solamente los libros de los Salmos, Proverbios, Job (con excepción del
prólogo y del epílogo) y el Cantar de los Cantares son poéticos. Lo son
también numerosos pasajes de los profetas.











INTRODUCCIÓN

El
género sapiencial aparece en el Antiguo Testamento entrelazado con la
poesía y constituye lo esencial de tres libros: Job, Proverbios y
Eclesiastés, bien que en otros hallamos pasajes del mismo carácter en
forma de máximas, refranes, acertijos, parábolas, etc. (Jue.



















INTRODUCCIÓN

Como
su propio título indica, el Nuevo Testamento presupone obviamente la
existencia de un «testamento» anterior, pero también el hecho de que
entre el uno y el otro existen unas disimilitudes importantes que ya
hicimos notar-, las cuales justifican que aquél sea considerado como
disti











INTRODUCCIÓN

Constituyen
un género literario singular, tan único como la persona que lo originó.
Ninguno de ellos es, en sentido estricto, una biografía de Jesús,
aunque los cuatro abundan en datos biográficos.








































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