Estudio bíblico de Miqueas 1:13-2:1
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Estudio bíblico de Miqueas 1:13-2:1
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Miqueas 1:13 - 2:1
Continuamos hoy, amigo oyente, viajando por el libro del profeta Miqueas. Estamos todavía en el capítulo 1, y si usted tiene su Biblia a mano, juntos podemos continuar nuestro estudio comenzando con el versículo 13, y uniremos los temas tratados en el programa anterior con los que nos tocan en los versículos que nos quedan para finalizar el capítulo uno de este breve pero profundo libro del profeta Miqueas. La breve profecía de Miqueas ha sido muchas veces poco comprendida, o malentendida, porque comienza con juicio en sus tres primeros capítulos. No creemos que el tema de los juicios sea el mensaje más importante en este libro, a pesar de que el libro comienza de esta manera. Debemos recalcar que observamos que los temas principales son "juicio y redención", y "juicio y salvación". Creemos que estas dos cosas necesitan ser colocadas juntas: el juicio y la redención de Dios. Aun en el capítulo 2, en el cual vamos a entrar hoy, podemos encontrar más de estos sorprendentes pasajes que miran hacia el futuro, y nos hablan de la liberación que vendrá. Pero el profeta Miqueas fue un hombre muy parecido en personalidad y carácter al profeta Jeremías, como indicamos en nuestro pasado programa. El mensaje que Miqueas proclamó de parte de Dios quebrantó primero su propio corazón. Esta actitud y sensibilidad nos demuestra que no era, simplemente, un religioso profesional, sino que fue un hombre seleccionado por Dios, para ejercer como su portavoz, como profeta del Dios Altísimo. Esta elección nos revela el sensible y amante corazón de Dios, como así mismo, Su mente y pensamientos, cuando Miqueas lamenta y llora debido al mensaje que tiene que presentar.
En este primer capítulo, el mensaje fue en su gran mayoría dirigido como un juicio a las áreas urbanas. Y existían en ese entonces diez centros urbanos diferentes cuyos nombres quedaron registrados aquí, comenzando con Samaria, la capital del reino del norte; y Jerusalén, la capital del reino del sur. Estas dos ciudades, estos dos grandes centros de población fueron los que en realidad llevaron a las dos naciones a la idolatría. Y junto con la idolatría se cometió la peor clase de abominación, no sólo de sacrificios humanos, sino también pecados de inmoralidad extrema, que quedaron asociados a estos lugares altos y a la idolatría.
En nuestro programa anterior, dijimos que se mencionaban varios lugares, varias ciudades, y cada una de ellas tenía un significado en particular. La lista de ciudades comenzó con Samaria, y luego continuó hacia el sur y llegó a Jerusalén. Y en el versículo 13 llegamos a la ciudad de Laquis.
Leamos ahora este versículo 13 de este primer capítulo de Miqueas:
"Uncid al carro bestias veloces, moradores de Laquis. Allí comenzó el pecado de la hija de Sión, porque en vosotros se hallaron las rebeliones de Israel."
"Laquis" era la Ciudad de los Caballos. Allí había grandes establos para los caballos. Era una ciudad situada al sureste de Jerusalén, cerca del país de los Filisteos, el lugar donde la idolatría se introdujo por primera vez en el reino del sur o de Judá. Aparentemente, Laquis era el vínculo de idolatría entre los reinos de Israel y Judá.
La frase "uncid al carro bestias veloces" es una referencia a los caballos, y sabemos que éste era al lugar en el cual se guardaban los caballos que se utilizaban en la adoración al sol. Recordemos que los Griegos tenían a su Apolo conduciendo un carruaje a través del cielo en relación con su adoración al sol. Dios estaba condenando a Laquis porque esta ciudad introdujo la idolatría en Judá, que era el reino del sur. Continuemos leyendo el versículo 14:
"Por tanto, darás dones a Moreset-gat; las casas de Aczib servirán de trampa a los reyes de Israel."
Moreset-gat era, por supuesto, la ciudad natal del profeta Miqueas. Estaba situada en Judá, el reino del sur.
Destacamos ahora la frase "las casas de Aczib servirían de trampa a los reyes de Israel". "Aczib" significa "ciudad de la mentira". Aczib, como todos estos pueblos, hacía honor a su nombre. Sus habitantes se caracterizaban por sus mentiras. El nombre Aczib es la palabra Hebrea para un arroyo de invierno o para la mentira. Los arroyos que existen en Israel son muy similares a los de cualquier otra zona un poco montañosa. En algunas zonas hay ríos, o arroyos, que durante la época de verano o en durante una sequía, sólo puede verse un lecho seco; pero cuando comienza a llover, el caudal de agua crece mucho y parecen verdaderos ríos. Pues, bien, Israel tiene muchos de esos lechos secos. Uno puede ver que en cierto tiempo el agua corría por ellos y ante una inundación repentina se convierten en torrentes de agua. Esto nos explica mejor por qué la palabra Hebrea "aczib" significa "arroyo de invierno" o "mentira". Y la ciudad de Aczib era una ciudad entregada a la mentira porque sus habitantes habían prometido ayudar al reino del norte, pero en realidad, no le prestaron ninguna ayuda en absoluto. Eran impredecibles, inestables y cambiaban de condición ante condiciones externas. Por ello este versículo finaliza diciendo que "las casas de Aczib servirían de trampa a los reyes de Israel". Leamos ahora el versículo 15 de este primer capítulo de Miqueas.
"Aun os enviaré un nuevo conquistador, moradores de Maresa, y la gloria de Israel huirá hasta Adulam."
Y este lugar se encuentra cerca de Adulam. Ésa es la cueva, usted recuerda, en la cual se ocultó David. Allí hay árboles y palmeras y es una zona muy fértil; hasta hay cascadas, porque existe allí un manantial situado a unos 125 metros sobre el nivel del oasis, en un rincón muy hermoso. Es llamado En-gadi, y así era conocido en los tiempos del Antiguo Testamento.
Aquí tenemos una sugerencia de que podría venir ayuda para ellos, pero no en aquel momento. Pero la sugerencia, más bien débil, es que la frase "la gloria de Israel", se refería a un heredero de la línea de descendencia de David que vendría, y el Señor Jesucristo es el único que encaja con esta descripción. Y uno de sus nombres era Fiel. Fiel y verdadero. Y Éste llegaría para librarles. Él no vendrá de la ciudad de la mentira, con toda seguridad. Sin embargo, en los días del profeta Miqueas, el pueblo de Israel fue engañado, totalmente engañado y no recibieron ninguna ayuda cuando el ejército Asirio descendió desde el norte e invadió sus tierras. Entonces, el profeta los llamó para que se lamentaran como nación. Y en el versículo 16, leemos:
"Arráncate los cabellos, córtalos, por los hijos que tanto amas; hazte calvo como el buitre, porque van al cautiverio lejos de ti."
Es decir, que cuando Asiria invadió Israel por primera vez, se apoderó de los jóvenes y los llevó al cautiverio, el pueblo fue llamado a lamentarse por aquella tragedia. El arrancarse los cabellos era una muestra de aflicción. Aunque en la ley de Moisés se les dijo que no debían recortarse la barba ni afeitar su cabeza, en aquel momento, a causa del pecado que se había introducido en la nación, se les dijo que expresaran su aflicción de esta manera.
El profeta Isaías, que fue contemporáneo del profeta Miqueas, tuvo algo que decir acerca de esta costumbre. En Isaías 15:2 leemos lo siguiente: "Subió a Bayit y a Dibón, lugares altos, a llorar; sobre Nebo y sobre Medeba aullará Moab; toda cabeza de ella será rapada y toda barba rasurada". Este versículo describe un gran lloro y lamentaciones. Ellos habían perdido a sus hijos. Éste fue el juicio de Dios sobre ellos. Y así llegamos al:
Miqueas 2 - Segundo mensaje del profeta
Descripción de pecados específicos
En este capítulo el profeta Miqueas describió los pecados específicos del pueblo. El juicio cayó sobre este pueblo porque había caído en la idolatría con todo lo que ello implicaba. La idolatría de aquellos tiempos representaba la práctica de una gran inmoralidad, y el pago de una ramera hacía posible el funcionamiento de "los lugares altos". La prostitución constituía la fuente de ingresos para la religión, ya que el sexo estaba asociado con la idolatría. Encontramos que las mismas condiciones se dan en la actualidad en el ocultismo y en la adoración de Satanás. Creemos que existe una conexión hoy entre el ocultismo de nuestro tiempo y la idolatría de los tiempos de Miqueas. El sexo desempeña una posición prominente en ambas épocas. En ambos casos se ve una revelación del hombre quebrantando el mandamiento de Dios. El pecado sexual y la idolatría parecen ir juntos. Estos pecados destruyen el hogar, así como la tierna relación entre un hombre y una mujer en el matrimonio. Cuando el sexo se mantiene dentro de la relación matrimonial, puede convertirse en la experiencia más hermosa y agradable del mundo. Cuando un pueblo o una sociedad remueve el sexo fuera de este contexto y promueve el sexo ilícito en el nombre de la religión de una moral progresista, se pone en evidencia el hecho de que ese pueblo o sociedad se encuentran en un proceso de decadencia y han emprendido el camino que los apartará del protagonismo histórico que les corresponde.
Los pecados que el profeta Miqueas denunciaría en este capítulo eran pecados cometidos por personas entre sí, pecados en contra de la humanidad, mientras que el primer capítulo los pecados del pueblo tenían que ver con su relación con Dios. Es que cuando una persona no se encuentra en una buena relación con Dios, no puede mantener una buena relación con sus semejantes. Y cuando una persona se encuentra en una buena relación con Dios puede, aunque no siempre escoja esa actitud, mantener una relación armoniosa con sus semejantes. Ésa es la razón por la cual ciertos movimientos juveniles idealistas que promovían la amistad, y una convivencia solidaria generalizada al funcionar independientemente de los principios éticos de la Biblia, se desviaron hacia una práctica abierta de una inmoralidad total, a la vez que malograron las vidas de muchos jóvenes. Estimado oyente, cuando usted no tiene una relación adecuada con Dios, no puede tenerla con otras personas.
En un sentido, el capítulo 2, a primera vista no parecerá una experiencia lectura agradable. Usted probablemente no lo considere uno de los capítulos más placenteros de la Palabra de Dios. Pero no obstante revela el pecado de una nación que causó su destrucción. Sería conveniente que nosotros, como pueblo de Dios, y que nuestra sociedad escuchemos el mensaje del profeta Miqueas y despertemos a esta realidad. Demos comienzo a nuestra lectura del capítulo 2 leyendo el primer versículo, que dice:
"¡Ay de los que en sus camas piensan iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en sus manos el poder!"
Aunque las palabras de este versículo podrían incluir la práctica del sexo ilícito, se refieren principalmente a otro tipo de males. Se refieren a personas que cuando se acuestan por la noche, no se disponen a descansar, sino que yacen en sus lechos, dedicándose a concebir ideas y a planear acciones malvadas, y hasta es posible que, al mismo tiempo, ya estén implicadas en tales acciones.
Este tipo de conducta, que suele convertirse en un hábito, puede dar origen a conflictos en el seno de la familia en general, y entre cónyuges en particular, ya que aísla a los miembros de una pareja, interrumpiendo una comunicación abierta entre ellos y, como consecuencia, un motivo de separación, ya que la expresión del amor conyugal queda malograda y, en última instancia, comienza a desaparecer. Por supuesto, esta situación afecta a los hijos quienes, aunque no lo parezca, perciben elementos destructivos para la convivencia familiar.
Y el versículo 1 continúa diciendo "y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque tienen en sus manos el poder". Es decir, que son capaces o están en condiciones de ejecutar lo que han planeado. Esta situación se hace realidad en nuestra sociedad contemporánea, en la cual el pecador y el malvado suelen tener éxito. La riqueza de un país, de un pueblo, no suele estar bajo el control de gente buena, aunque en algunas épocas haya sido así. El dinero otorga poder y los malvados pueden o tienen los medios necesarios para cumplir sus propósitos y realizar malas acciones. Ésa suele ser la razón principal, que explica por qué algunos pueblos sufren aprietos económicos que disminuyen su calidad de vida, situación que produce los inevitables conflictos sociales y laborales. Así que el problema principal no es la escasez de recursos naturales o energéticos, ni la incapacidad del partido político que ocupa el gobierno. Esta influencia social de la maldad explica por qué países que poseen inmensos recursos naturales y energéticos, y cuya población podría disfrutar de una alta calidad de vida, se encuentran sumidos constantemente en la incertidumbre, y tienen a un segmento considerable de la población bajo el umbral de la pobreza. La raíz del problema está en que el poder real se encuentra controlado por personas malvadas, que carecen de principios éticos y de escrúpulos. Por supuesto esta dinámica de tensiones produce inseguridad en los gobernantes y conduce a una paulatina supresión de las libertades y derechos de los ciudadanos y, con creciente frecuencia, limitaciones al ejercicio de la libertad de expresión, y de la libertad religiosa. Precisamente éste fue el mismo pecado que produjo la decadencia y posterior caída del pueblo de Israel. El profeta Miqueas, como ya hemos observado, presentó una filosofía de gobierno humano que Dios aprobaba. Amigo oyente, si usted tiene dudas al respecto, puede leer la historia de la decadencia y caída de grandes naciones. Hay ciertas leyes que se cumplen inevitablemente en todos los pueblos y sociedades de esta tierra y que trasciende los factores raciales y culturales propios de cada pueblo. Cuando la riqueza y el poder caen en manos de unas pocas personas sin principios morales, no éticos ni religiosos, Dios comienza a actuar con juicio.
En los versículos siguientes veremos que el profeta Miqueas estaba hablando de aquellas personas de su época, cuyas vidas se caracterizaban por practicar el mal a toda hora. A partir de este punto del texto, el profeta sería más específico.
Esta tendencia a maquinar el mal, el aprovecharse del poder para obtener beneficios personales, aunque esas acciones perjudiquen a otras personas, surge espontáneamente de toda naturaleza humana que no haya sido regenerada por Dios bajo la acción de Su Espíritu. El escritor del libro de Proverbios dijo en su tercer capítulo, versículos 27 y 28: "Si tienes poder para hacer el bien, no te rehúses a hacérselo a quien lo necesite; no digas a tu prójimo: Vuelve de nuevo, mañana te daré, cuando tengas contigo qué darle". Hay personas que tienen dinero y lo utilizan mal, dedicándolo a gastos innecesarios o a satisfacer gustos superfluos o placeres que realmente no podrán disfrutar por mucho tiempo y que no están incluidos en los planes de Dios. Amigo oyente, como acabamos de leer, el escritor del libro de Proverbios dijo: "Si tienes poder para hacer el bien, no te rehúses a hacérselo a quien lo necesite". Así es que, siendo hijos de Dios, la nueva naturaleza que Él nos dio nos provee la capacidad para hacer el bien y nos sensibiliza ante las condiciones de vida de los demás. Porque el poder para hacer el mal ya está en las manos de los malvados, y ellos carecen de esa capacidad y de esa sensibilidad espiritual para percibir la voluntad de Dios. Y en realidad, ésa es la razón por la cual algunos de esos programas que se llevan a cabo por parte de personas que niegan o desconocen a Dios, proyectos que se diseñan para ayudar a los pobres, tanto a nivel local como internacional, caen con frecuencia en las más variadas formas de la gestión deshonesta del dinero. ¿Por qué? Por esta misma razón. Es imposible lograr que personas deshonestas, que sean propensas a ceder ante la tentación del dinero y del poder, hagan bien a los demás. No sabemos por qué a veces pensamos que estas buenas acciones se pueden lograr aparte de la acción de Dios obrando a través de Sus hijos, recordemos que el Señor Jesucristo mismo dijo: "¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?" (Mateo 7:16). Usted está perdiendo su tiempo si está tratando de conseguir frutos de plantas que por su naturaleza no están capacitadas para obtener frutos. No hay medio humano para lograr algo que sea antinatural, ya sea en el reino vegetal, animal o en el de los seres humanos. Sólo el poder de Dios actuando por Su Espíritu en personas redimidas, puede producir los buenos frutos que adornan y satisfacen la vida de un individuo y pueden dar origen a buenos deseos, buenas intenciones y buenas acciones que promuevan el bien de sus semejantes.
Bien, amigo oyente, vamos a detenernos aquí por hoy porque nuestro tiempo ha llegado a su fin. Continuaremos con nuestro estudio en nuestro próximo programa. Le agradecemos la atención prestada a este estudio del profeta Miqueas y, como esperamos contar con su participación en nuestro próximo encuentro, le sugerimos que lea por sí mismo, anticipándose a nuestra próxima lectura, al menos hasta el versículo 11 de este segundo capítulo, para estar mejor informado del contenido del mismo. Así pues, le esperamos en nuestro próximo estudio, para recorrer juntos una etapa más de este largo viaje que estamos realizando "a través de la Biblia".
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