lunes, 24 de octubre de 2016

EL OCEANO DE LA TEOSOFIA

EL OCEANO DE LA TEOSOFIA



EL OCEANO DE LA TEOSOFIA

Por
WILLIAM Q. JUDGE

Traducción al Castellano por Bermúdez y Polanco

Para traducir al inglés



SUMARIO

CAPITULO I


CAPITULO I - continuación
LA TEOSOFIA Y LOS MAESTROS

La Teosofía definida generalmente. Existencia de hombres altamente desarrollados en el Universo. Estos hombres son Mahatmas, Iniciados, Hermanos, Adeptos. Cómo ellos trabajan y el porqué permanecen ocultos. Su Logia. Son hombres perfeccionados desde otros períodos de evolución. Han aparecido bajo varios nombres. Apolonio, Moisés, Salomón y otros fueron miembros de esta fraternidad. Ellos tienen una sola doctrina. Son posibles porque el hombre puede al final llegar a ser como uno de ellos. Ellos guardan la verdadera doctrina y causan su reaparición a su debido tiempo.

CAPITULO II
PRINCIPIOS GENERALES

Una visión de las leyes generales que gobiernan el Cosmos. Subdivisión septenaria del sistema. La verdadera materia es invisible y ésto siempre ha sido conocido por la Logia. La Mente, la parte inteligente del Cosmos. En la Mente Universal está contenido el plan septenario del Cosmos. La Evolución sigue el plan de la Mente Universal. Los Períodos de Evolución llegan a su final; ésta es la Noche de Brahma. La versión Mosaica de la cosmogonía ha empequeñecido los conceptos modernos. Los judíos poseían tan sólo una porción de la doctrina tomada de los antiguos egipcios. La doctrina concuerda con el significado interno de El Génesis. La longitud de los períodos de Evolución. La misma doctrina de Herbert Spencer. La antigua cronología hindú provee los detalles. La historia del Templo de Salomón es la de la evolución del hombre. La doctrina es mucho más antigua que la Cristiana. La verdadera edad del mundo. El hombre tiene más de 18,000,000 de años. La Evolución efectuada sólo por los Egos interiores que al fin se convierten en usuarios de las formas humanas. Cada uno de los siete principios del hombre derivado de una de las siete grandes divisiones del Universo.

CAPITULO III
LA CADENA TERRESTRE

La doctrina con respecto a la Tierra. También septenaria. Es uno de siete planetas de la cadena que corresponde al hombre. Los siete no están separados en la cadena, sino que se interpenetran. La cadena terrestre es la reencarnación de una cadena anterior ya muerta. Esta cadena anterior fue una de la que nuestra luna es el representante visible. La luna ahora muerta y en contracción. Venus, Marte, etc., son miembros vivos de otras cadenas similares a la nuestra. Una masa de Egos por cada cadena. El número de Egos es finito aunque incalculable. El curso de su evolución a través de los siete globos. En cada uno se desarrolla una cierta parte de nuestra naturaleza. En el cuarto globo el proceso de condensación comienza y alcanza su límite.

CAPITULO IV
LA CONSTITUCION SEPTENARIA DEL HOMBRE

La constitución del hombre. Cómo la doctrina difiere de la Cristiana común. La doctrina real conocida en los primeros siglos de esta era, pero intencionalmente retirada de una nación incapaz de sostenerla. El peligro si la doctrina no hubiera sido retirada. La división septenaria. Los principios clasificados. Las subdivisiones concuerdan con la cadena de siete globos. El hombre inferior es un ser compuesto. Su trinidad superior. Sus cuatro principios inferiores, transitorios y perecederos. La Muerte hace de la trinidad la única parte imperecedera en nosotros. Lo que el hombre físico es, y lo que es el resto invisible del hombre mortal. El otro hombre físico no visible pero mortal. Los sentidos pertenecen al hombre invisible y no al visible.

CAPITULO V
CUERPO FISICO Y CUERPO ASTRAL

El cuerpo físico y el principio vital. El misterio de la vida. El sueño y la muerte debidos al exceso de vida no soportada por el organismo. El cuerpo, una ilusión. Lo que es la célula. La vida es universal. No es el resultado del organismo. El cuerpo astral. De lo que está hecho. Sus poderes y funciones. El modelo del cuerpo físico. Lo tienen todos los reinos de la Naturaleza. Su capacidad de proyectarse. Los verdaderos centros de los sentidos están en el cuerpo astral. El papel del cuerpo astral en las sesiones espiritistas. El cuerpo astral explica la telepatía, la clarividencia, la clariaudencia y demás fenómenos similares.

CAPITULO VI
KAMA - DESEO

El cuarto principio. Kama-Rupa. En nuestro idioma, Pasiones y Deseos. Kama-Rupa no es producido por el cuerpo físico sino que es la causa de éste. Es el principio medio de los siete. Es la base de acción e impulsador de la voluntad. Deseo recto conduce a la acción recta. Este principio tiene un aspecto superior y uno inferior. Reside en el cuerpo astral. Durante la muerte coalesce en unión con el cuerpo astral y hace un "cascarón" del hombre. Tiene poderes propios de una naturaleza mecánica. Este cascarón es el llamado "espíritu" de las sesiones espiritistas. No hay alma o conciencia allí. Suicidas y criminales ejecutados dejan cascarones muy coherentes. El principio de Deseos es común a todos los reinos organizados. Es la parte bruta del hombre. El hombre es ahora un cuaternario completamente desarrollado, con sus principios superiores en desarrollo parcial.

CAPITULO VII
MANAS

Manas el quinto principio. El primero del hombre real. El principio pensante y no el producto del cerebro. El cerebro es tan sólo su instrumento. Cómo la luz de la mente fue dada a los hombres sin mente: Hombres perfeccionados durante anteriores sistemas nos la dieron como ellos la recibieron de sus predecesores. Manas, el almacén de todos los pensamientos. Manas es el vidente. Si la conexión entre Manas y el cerebro es roto, la persona no puede conocerse. Los órganos del cuerpo no pueden conocer nada. Manas dividido en superior e inferior. Sus cuatro características. Buda, Jesús y otros, tenían a Manas totalmente desarrollado. Atma el Ego Divino. La invidualidad permanente. Esta individualidad permanente ha conocido toda clase de experiencias en numerosos cuerpos. Manas y la materia tienen ahora mayor facilidad de acción que en tiempos pasados. Manas atado por el deseo, y ésto hace de la reencarnación una necesidad.

CAPITULO VIII
SOBRE LA REENCARNACION

¿Por qué es el hombre como es y de dónde vino? Cuál es el propósito del Universo. La Evolución Espiritual y la física requieren la reencarnación. La reencarnación en el plano físico es reincorporación o cambio de formas. La masa total del planeta será un día hombres de un lejano porvenir. La doctrina conocida desde la antigüedad. Sostenida por los primeros Cristianos. Enseñada por Jesús. Qué es lo que reencarna. Los misterios de la vida surgen de la encarnación incompleta de los principios superiores. No hay transmigración a formas inferiores. Explicación del Manú sobre ésto.

CAPITULO IX
CONTINUACION SOBRE LA REENCARNACION

Objeciones. El deseo no puede alterar la ley. Tempranos arribos al cielo. ¿Han de esperar ellos por nosotros? Reconocimiento del alma no depende de objetividad. La herencia no crea una objeción. Lo que la herencia de veras significa. Divergencias no reconocidas sobre la herencia. La historia va contra la herencia. La reencarnación no es injusta. ¿Cuál es la verdadera justicia? No sufrimos por los hechos de otros sino por los nuestros. La memoria. Porqué no recordamos otras vidas. ¿Quién recuerda? Cómo explicar los aumentos de la población mundial.

CAPITULO X
ARGUMENTOS QUE APOYAN LA REENCARNACION

Desde el punto de vista de la naturaleza del alma. De las leyes de la mente y del alma. De las diferencias de carácter. De la necesidad de disciplina y evolución. Diferencias de capacidad y origen en la vida, desde la cuna. La identidad individual la confirman. El probable objeto de la vida la hace necesaria. Una vida es insuficiente para llevar a cabo los propósitos de la Naturaleza. De por sí la muerte no confiere ningún progreso. Una escuela después de la vida es ilógica. La persistencia del salvajismo y la decadencia de las naciones le da apoyo a la reencarnación. La aparición de genios debida a ello. Las ideas inherentes comunes al hombre la demuestran. Oposición a la doctrina basada solamente en prejuicio.

CAPITULO XI
KARMA

Definición de la palabra. Un término poco familiar. Una ley beneficiente. La vida presente es afectada por pasadas acciones de otras vidas. Cada acción tiene un pensamiento en su raíz. A través de Manas ellas reaccionan en cada existencia personal. Porqué nace gente deforme o en malas circunstancias. Las tres clases de Karma y sus tres campos de operación. Karma nacional y racial. Infelicidad individual y felicidad. Las palabras del Maestro sobre el Karma.

CAPITULO XII
KAMA-LOKA

El primer estado después de la muerte. Dónde están y qué son el cielo y el infierno. La muerte del cuerpo, tan sólo el primer paso de la muerte. Una segunda muerte. Separación de los siete principios en tres clases. ¿Qué es el Kama-loca? Origen del purgatorio Cristiano. Es esfera astral con varios niveles. Los skandas. El cascarón astral del hombre en Kama-loca. Este carece de alma, mente, y conciencia. Es el "espíritu" de las sesiones espiritistas. Clasificación de cascarones en el Kama-loca. Magos negros allí. Suerte de los suicidas y otros. Conciencia pre-devachánica.

CAPITULO XIII
DEVACHAN

Significado del término. Un estado de Atma-Buddhi-Manas. Operación del Karma en Devachán. La necesidad de Devachán. Es otra forma de pensar sin un cuerpo que la aprisione. Sólo dos campos para la operación de causas subjetiva y objetiva. El Devachán es uno. Allí no existe el tiempo para el alma. Largo de la estadía. Las matemáticas de alma. Promedio de estadía, unos 1500 años. Depende de impulsos psíquicos generados durante la vida. Su uso y propósito. El Devachán definido por los últimos pensamientos antes de morir. El Devachán no carece de significado. ¿Veremos a los que dejamos atrás? Traemos sus imágenes con nosotros. Entidades en el Devachán tienen poder de ayudar aquéllos a quienes aman. Los médiums no pueden llegar al Devachán excepto en raros casos de persona muy pura. Sólo los adeptos pueden ayudar a aquéllos en el Devachán.

CAPITULO XIV
CICLOS

Una de las más importantes doctrinas. Palabras equivalentes en Sánscrito. Pocos ciclos conocidos en Occidente. Causan la reaparición de antiguos personajes. Afectan la vida y la evolución. ¿Cuándo ocurrió el primer instante? La primera medida vibratoria determina las subsiguientes. Cuando el hombre abandona el globo las fuerzas mueren. Convulsiones y cataclismos. La reencarnación y el Karma entremezclados con la ley cíclica. Civilizaciones reaparecen por ciclos. La vida de los Avatares. Krishna, Buda y otros, surgen con los ciclos. Personajes menores y grandes líderes. Intersección de ciclos causan convulsiones. La luna, el sol, y los ciclos siderales. Ciclos individuales y el de la reencarnación. El curso a través de las constelaciones; el significado de la historia de Jonás. El Reloj Zodiacal. Cómo las ideas son registradas y preservadas por las naciones. Causas de terremotos. Fuego Cósmico, Eras Glaciales y Diluvios. Los Ciclos Brahmánicos.

CAPITULO XV
DIFERENCIACION DE LAS ESPECIES -
ESLABONES PERDIDOS

El verdadero origen del hombre es imposible de descubrir. El hombre no se deriva de una simple pareja; tampoco de los animales. Siete razas de hombres aparecieron simultáneamente sobre el globo. Están ahora amalgamadas y se diferenciarán. Los Monos Antropoides. Su origen. Provienen del hombre. Son descendientes de criaturas producidas por unión innatural en las tercera y cuarta rondas. Las Razas Retardadas. Los libros secretos sobre ésto. Explicación de rasgos humanos en ciertos monos. Los reinos inferiores llegaron de otros planetas. Su diferenciación por interferencia inteligente de los Dhyanis. El punto medio de la evolución. Formas astrales de antiguas rondas solidificaron en rondas físicas. Eslabones perdidos; lo que son y el porqué la ciencia no puede descubrirlos. El propósito de la Naturaleza en todo su trabajo.

CAPITULO XVI
LEYES PSIQUICAS, FUERZAS Y FENOMENOS

No hay verdadera psicología en Occidente. Existe en Oriente. El hombre refleja todas fuerzas y poderes. La gravitación es sólo la mitad de una ley. La importancia de la polaridad y la cohesión. Haciendo objetos invisibles. La imaginación es todopoderosa. Telegrafía mental. Leer otras mentes es un hurto. Aportación, clarividencia, clariaudiencia, vista secundaria. Imágenes en la Luz Astral. Sueños y Visiones. Apariciones. Verdadera clarividencia. Estímulo interno crea la impresión externa. La Luz Astral, Registro universal.

CAPITULO XVII
FENOMENOS PSIQUICOS Y EL ESPIRITISMO

El espiritismo, nombre inapropiado. Debería llamarse necromancia y culto de los muertos. Este culto no se originó en las Américas. Conocido de viejo en la India. Los hechos registrados merecen su análisis. Los Teósofos aceptan los hechos pero los interpretan diferente que los espiritistas. La cuestión de si los muertos regresan. Los muertos no regresan así. la mayoría de las comunicaciones son con el cascarón astral del hombre. Objeciones a las pretensiones de los médiums. Los anales justifican el ridículo de parte de los científicos. La materialización y lo que ello es. Materia electro-magnética con una imagen impresa desde la Luz Astral. El brazo astral del médium extendido desde su cuerpo. Las leyes han de ser conocidas antes de que se comprendan los fenómenos. El timbre de la "voz independiente". La importancia del reino astral. Los peligros de la mediumnidad. Intento de obtener tales poderes por lucro o propósitos egoístas es también peligroso. La ley cíclica ordena la debilitación de esta fuerza ahora. El propósito de la Logia.




Sumario
CAPITULO I
LA TEOSOFIA Y LOS MAESTROS

La Teosofía es ese océano de conocimientos que se extiende desde una orilla de la evolución de los seres conscientes a la otra; insondable en sus partes más profundas, ofrece a las mentes más eminentes la esfera de acción de mayor ámbito y alcance, y, sin embargo, poco profunda en sus orillas, no abrumará la comprensión de un niño. La Teosofía es sabiduría concerniente a Dios para aquéllos que creen que El está en todas las cosas y en todo, y sabiduría tocante a la naturaleza, para el hombre que acepta la declaración de la Biblia Cristiana de que Dios no puede ser medido ni descubierto y que las sombras envuelven su pabellón. Aunque el vocablo Teosofía contiene etimológicamente el término Dios, y a primera vista aparenta abarcar sólo la religión, no por ello descuida la ciencia, porque la Teosofía es la ciencia de las ciencias y por lo tanto ha sido llamada la Religión-Sabiduría. Puesto que ninguna ciencia es completa si excluye un solo aspecto de la naturaleza, ya sea visible o invisible, asimismo toda religión que dependiendo simplemente de una supuesta revelación se desvía de las cosas y las leyes que las gobiernan, no es sino una ilusión, un enemigo del progreso, un obstáculo en la marcha progresiva del hombre hacia la felicidad. Abarcando ambos, lo científico y lo religioso, la Teosofía es una religión científica y una ciencia religiosa.

No es una creencia ni un dogma formulado o inventado por los hombres, sino un conocimiento de las leyes que gobiernan la evolución de los constituyentes físicos, astrales, psíquicos e intelectuales de la naturaleza y del hombre. La religión de hoy no es sino una serie de dogmas promulgados por los hombres y sin fundamento científico hacia los mismos principios éticos que ella enseña; mientras tanto nuestra ciencia hasta ahora ignora lo invisible y rehusando admitir la existencia en el hombre de una completa serie de facultades interiores de percepción, queda excluída del inmenso y verdadero campo de experiencia que yace dentro de los mundos visibles y tangibles. La Teosofía sabe que el todo está constituído por lo visible y lo invisible; y comprendiendo que las cosas y objetos externos son sólo transitorios, ésta percibe los hechos reales de la naturaleza, tanto externos como internos. Por tanto, la Teosofía es completa en sí misma y no percibe en ninguna parte misterio alguno sin solución; por ello elimina la palabra coincidencia de su vocabulario y proclama el reino de la ley en todas las cosas y en todas las circunstancias.

Que el hombre posee un alma inmortal es una creencia común de la humanidad; a ésto la Teosofía le añade que el hombre es un alma, y aún más, que toda la naturaleza es consciente, que la inmensa variedad de objetos y hombres no son simples agregados de átomos accidentalmente acumulados, y por tanto sin ley que desarrolle ley, sino que hasta el más ínfimo átomo es alma y espíritu perpetuamente evolucionando bajo el dominio de una ley inherente en todo. La enseñanza Teosófica es idéntica a la de la antigüedad que dice que la marcha de la evolución es el drama del alma y que la naturaleza no existe con ningún otro fin que el de servir para la experiencia del alma.

El Teósofo está de acuerdo con el Profesor Huxley 1 en su declaración de que deben existir seres en el universo cuya inteligencia se halla tan avanzada en relación a la nuestra como la nuestra a la del escarabajo; que tales seres toman parte activa en el gobierno del orden natural de las cosas. Avanzando todavía más a la luz de la confianza que él deposita en sus maestros, el Teósofo añade que tales inteligencias fueron una vez humanas y que al igual que nosotros, ellos también vinieron de previos mundos en donde era dable adquirir una experiencia tan diversificada como es posible de ser adquirida en este globo. Por lo tanto, nosotros no estamos apareciendo por primera vez cuando descendemos a este planeta, sino que hemos seguido un largo e inconmensurable curso de actividad y percepción inteligente en otros sistemas de globos, algunos de los cuales fueron destruídos edades antes de la condensación del sistema solar. Este alcance inmenso de sistema evolucionario significa, pues, que este planeta en el cual nos encontramos es el resultado de la actividad y evolución de algún otro planeta que desapareció hace mucho tiempo, dejando tras sí sus energías que habrían de ser utilizadas en inducir la formación de la tierra, y que a su vez los habitantes de la misma vinieron de algún mundo anterior para proceder aquí con su labor asignada en la materia. Los planetas más brillantes, tales comoVenus, son la residencia de entidades aún más avanzadas, una vez tan humildes como nosotros, ahora elevadas a un grado de gloria incomprensible a nuestro intelecto.

El ser más inteligente del universo -el hombre- jamás ha estado entonces sin un amigo; más bien tiene una rama de hermanos mayores que velan contínuamente por el progreso de los menos adelantados; que conservan el conocimiento adquirido a través de eones de ensayo y experiencia, e incesantemente buscan las oportunidades de inducir la inteligencia en desarrollo de la raza, en éste o en otros globos, a considerar las grandes verdades que conciernen al destino del alma. Estos hermanos mayores también guardan el conocimiento que ellos mismos han adquirido de las leyes de la naturaleza en todos sus departamentos, y se encuentran siempre dispuestos a usarlo, cuando lo permita la ley cíclica, para el provecho de la humanidad. Ellos siempre han existido como un cuerpo o asociación, todos conociéndose unos a otros, sin importar la parte del mundo en que puedan encontrarse, y todos trabajando por la raza humana en diferentes formas. En algunas épocas llegan a ser bien conocidos por la gente y circulan dentro de núcleos de hombres comunes, siempre que la oranización social, la virtud, y el grado de desarrollo de los pueblos lo permitan. Porque si se dieran a conocer públicamente en todas partes, serían venerados como dioses por unos y perseguidos como demonios por otros. En esos períodos en que ellos se manifiestan, algunos de sus miembros se convierten en gobernantes de los hombres, otros en instructores y unos cuantos en grandes filósofos, mientras que otros permanecen aún desconocidos, excepto para los miembros más avanzados de su grupo.

Sería subversivo a los fines que ellos contemplan, que llegaran a hacerse conocidos en esta civilización, la cual está casi totalmente basada en el dinero, la fama, la gloria y la personalidad. Porque esta era, según ha declarado uno de ellos "es una era de transición", cuando todo sistema de pensamiento, de ciencia, de religión, de gobierno y de sociedad está en proceso de cambio, y las mentes de los hombres están solamente preparándose para un cambio hacia aquel estado que permitirá a la raza avanzar hasta el grado propicio en que estos hermanos mayores puedan introducir sus actuales presencias en nuestra escena. Ellos pueden de veras ser llamados los porta-antorcha de la verdad a través de las edades; investigan todas las cosas y todos los seres; conocen lo que es el hombre en lo más recóndito e íntimo de su naturaleza, y aún lo que son sus poderes y su destino, su estado antes del nacimiento y los estados a través de los cuales él pasa después de la muerte del cuerpo; ellos han velado junto a la cuna de las naciones y han visto los grandes logros de los antepasados; han velado con tristeza la decadencia de aquéllos que carecieron de fuerza para resistir la ley cíclica del ascenso y la caída; y mientras los cataclismos parecían traer una total destrucción del arte, la arquitectura, la religión y la filosofía, ellos han conservado los archivos y registros completos en lugares salvos de ser destruídos por los hombres o por el tiempo. Ellos han efctuado minuciosas observaciones, a través de miembros de su hermandad psíquicamente entrenados en los reinos invisibles de la naturaleza y de la mente. Estas observaciones fueron registradas y los anales conservados. Han llegado al completo dominio de los misterios del sonido y del color, a través de los cuales únicamente puede llegarse a la comunicación con los seres elementales que están tras el velo de la materia, y así pueden estos Hermanos Mayores explicar el porqué cae la lluvia y con qué objeto cae; si la tierra es hueca o no; qué hace soplar al viento y brillar la luz, y la hazaña aún más importante de todas - una que requiere el conocimiento del fundamento mismo de la naturaleza - , saben cuáles son las subdivisiones últimas del tiempo y cuáles el significado y la duración de los ciclos.

Pero, pregunta ahora el hombre de negocios del siglo, que lee los periódicos y que cree en el "progreso moderno", si tales hermanos mayores fuesen realmente todo lo que usted pretende que ellos sean, ¿cómo es que no han dejado traza alguna en la historia ni congregaron otros hombres a su alrededor? A ésto, la propia respuesta de ellos, publicada hace tiempo por el señor A. P. Sinnett, es mejor que cualquier otra que yo pudiera ofrecer:

"Si le place discutiremos primeramente lo que se refiere al supuesto fracaso de la 'Fraternidad' en dejar indicio alguno en la historia del mundo. Según ustedes piensan, ellos, con sus ventajas extraordinarias, deberían haber sido capaces de atraer a su escuela un número considerable de las mentes más cultas de cada raza. ¿Cómo sabría usted que no han logrado tal cosa? ¿Está usted enterado de sus esfuerzos, sus éxitos y fracasos? ¿Posee usted alguna sumaria contra ellos para procesarlos? ¿Cómo sería posible recopilar pruebas de los hechos de esos hombres que han mantenido asiduamente cerrado todo acceso posible a través del cual el curioso pudiera espiarlos? La condición precisa de su éxito es que ellos jamás fueran supervisados u obstaculizados; lo que han llevado a cabo, ellos lo saben; lo único que los que se han encontrado fuera de su círculo podrían percibir serían los resultados, cuyas causas quedarían siempre ocultas y fuera de alcance. Para explicar tales resultados, muchos hombres en distintas épocas inventaron teorías de la intervención de dioses, providencias especiales, destinos e influencias benéficas o maléficas de los astros. Jamás ha existido una época dentro o fuera del supuesto período histórico, dentro de la cual estos predecesores nuestros no estuvieran amoldando los eventos y "haciendo historia", cuya realidad y hechos fueron subsecuente e invariablemente torcidos por los historiadores para ajustarlos a prejuicios contemporáneos. ¿Está usted bien seguro de que los heróicos personajes visibles en los sucesivos dramas, no eran a menudo sino sus máscaras o títeres? Nosotros jamás pretendimos ser capaces de arrastrar las naciones en masa a una u otra crisis, a despecho de la tendencia general de las relaciones cósmicas del mundo. Los ciclos tienen que recorrer sus rondas. Los períodos de claridad y obscuridad mental y moral se suceden unos a otros lo mismo que el día a la noche. Los yugas, o ciclos mayores y menores tienen que llevarse a cabo de acuerdo con el régimen establecido de las cosas. Y nosotros, nacidos dentro de la corriente majestuosa, apenas podemos modificar y dirigir algunas de sus corrientes secundarias" 2.

Es en virtud de la ley cíclica y durante un período de ignorancia en la historia de la mente, que la filosofía verdadera desaparece por un tiempo; pero es esta misma ley la que causa su reaparición, tan segura como la salida del sol ante la faz de la inteligencia humana que se encuentra presente para contemplarla. Pero hay algunas tareas que solamente pueden ser cumplidas o ejecutadas por el Maestro, mientras que otros trabajos requieren la ayuda de los compañeros. Es el deber del Maestro el preservar la filosofía verdadera, pero se requiere la ayuda de los compañeros para redescubrirla y promulgarla. Nuevamente los Hermanos Mayores han indicado en dónde puede ser encontrada la verdad - La Teosofía - , y los compañeros por todas partes del mundo se ocupan en ponerla de mnifiesto para su mayor circulación y propagación.

Los Hermanos Mayores de la Humanidad son hombres que fueron perfeccionados en anteriores períodos de evolución. Estos períodos de manifestación son desconocidos a los evolucionistas modernos en lo que a su número concierne, aunque por largo tiempo sí han sido reconocidos no solamente por los hindúes antiguos, sino también por aquellas grandes inteligencias y hombres eminentes que instituyeron y continuaron la forma originalmente pura e inadulterada de los Misterios de la Grecia Antigua. Los períodos de manifestación de los universos visibles que surgen del Gran Desconocido son eternos en sus idas y venidas, y se alternan con períodos equivalentes de silencio y reposo, de vuelta a lo Desconocido. El objeto de estas majestuosas oleadas es la producción del hombre perfecto, la evolución del alma, y estas olas siempre resultan en el crecimiento del número de Hermanos Mayores; la vida del más insignificante de los hombres los refleja en el día y la noche, la vigilia y el sueño, el nacimiento y la muerte, "porque estos dos, la luz y la obscuridad, el día y la noche, son los senderos eternos del mundo" 3.

En toda edad y en la complea historia de las naciones, se les ha dado a estos hombres de gran poderío y compasión, distintas designaciones. Ellos han sido llamados Iniciados, Adeptos, Magos, Hierofantes, Reyes del Oriente, Sabios, Hermanos y varios otros nombres. Pero en el idioma Sánscrito hay una palabra que cuando se le aplica a ellos, inmediata y completamente los identifica con la humanidad. Ese nombre es el de Mahatma. Esta palabra se compone de "Maha", gran, y "Atma", alma, y por lo tanto significa gran alma; y puesto que todos los hombres poseen almas, lo que distingue al Mahatma es su grandeza. El uso del término Mahatma, se ha extendido mayormente a través de la Sociedad Teosófica por el hecho de que la Sra. H. P. Blavatsky constantemente se refería a los Mahatmas como sus Maestros, quienes la favorecieron con el conocimiento que ella poseía. Ellos fueron primeramente conocidos como los Hermanos, pero más adelante, al acudir muchos hindúes al movimiento Teosófico, el nombre de Mahatma fue introducido por razón de que este título tiene tras sí una solidez inmensa en la tradición y literatura de la India. En distintas ocasiones algunos enemigos sin escrúpulos de la Sociedad Teosófica llegaron a decir que aún el mismo nombre de Mahatma había sido inventado, y que tales seres eran desconocidos entre los hindúes y en su literatura. Pero estas aseveraciones han sido hechas simplemente para desacreditar, si fuese posible, un movimiento filosófico que amenaza trastornar completamente los erróneos dogmas teológicos que prevalecen hoy en día. Porque a través de la literatura hindú se hace referencia a los Mahatmas y en partes del Norte de la India el término es de uso común. En el antiguo poema de Bhagavad-Gita, reverenciado por todas las sectas y aceptado por los críticos occidentales por ser tan noble como hermoso, hay un verso que dice, "Semejante Mahatma es difícil de encontrar". 4

Pero independientemente de toda disputa acerca de términos específicos, existen amplios argumentos y pruebas para demostrar que una fraternidad de hombres poseedores del maravilloso conocimiento delineado anteriormente, ha existido siempre y probablemente exista hoy. Los antiguos misterios contínuamente hacen referencia a ellos. Egipto antiguo los tuvo en sus grandes Reyes - Iniciados, hijos del sol y amigos de los grandes dioses. Existe una tendencia a menospreciar las ideas de los antiguos, lo cual es en sí denigrante a la humanidad actual. Aún el cristiano que habla con reverencia de Abraham como "el amigo de Dios", considerará desdeñosamente las pretensiones de los soberanos egipcios, de gozar de la misma amistad, como tan solo una pretensión puerile de nobleza y rango. Pero la realidad es que estos grandes egipcios eran Iniciados, miembros de una gran logia única, la cual abarca todas las otras, de cualquier grado que sean sus actividades. Los más recientes y decadentes egipcios, desde luego, deben haber imitado a sus predecesores, pero ésto fué ya cuando la doctrina verdadera estaba comenzando una vez más a ser obscurecida con motivo de la ascendencia del dogma y del sacerdocio.

La historia de Apolonio de Tyana se refiere a un miembro de una de estas mismas fraternidades antiguas, que aparecieron entre los hombres durante un ciclo descendente y con el sólo propósito de mantener un testigo en la escena para las generaciones venideras.

Abraham y Moisés entre los Judíos son otros dos Iniciados, Adeptos, quienes tenían que efectuar su tarea entre cierto pueblo, y es en la historia de Abraham que nos encontramos con Melquisíades, quien era aún más grande que Abraham, puesto que tenía el derecho de conferirle a éste un rango, un privilegio o una bendición. El mismo capítulo de la historia humana que contiene los nombres de Moisés y de Abraham, está iluminado con el de Salomón. Estos tres componen una gran Tríada de Adeptos, los anales de cuyos hechos no pueden echarse a un lado como una fantasía ni como faltos de fundamento.

Moisés fue instruído por los egipcios y en el país de Madián; de ambos adquirió considerables conocimientos ocultos, y todo estudiante avanzado de la gran Masonería Universal puede percibir a través de todos los textos de Moisés, la mano, el plan y la obra de un maestro. Abraham por otra parte conocía todas las artes y mucho de los poderes psíquicos que eran practicados en su época, o de lo contrario él no se hubiera asociado con reyes ni habría sido "el amigo de Dios"; y tan sólo la referencia a sus diálogos con el Todopoderoso en relación con la destrucción de ciudades, demuestra que él fue un Adepto, quien por muy largo tiempo había transcendido la necesidad del ceremonial u otras ayudas adventicias. Salomón completa esta tríada y se destaca en caracteres de fuego. Alrededor suyo se agrupa tal volumen de leyenda y de historias acerca de sus manipulaciones de los poderes elementales y sus facultades mágicas, que uno tendría que condenar todo el mundo de la antigüedad como una camarilla de necios creadores de mentiras por pura diversión, si se niega que él fue un gran personaje, un ejemplar maravilloso de la encarnación de un poderoso Adepto entre los hombres. Nosotros no estamos obligados a aceptar el nombre de Salomón ni a creer que él gobernó a los judíos; pero sí tenemos que admitir el hecho de que en algún lugar, durante los nebulosos tiempos a los cuales se refieren los anales judáicos, un hombre, que era un Adepto, vivió y luchó entre los hombres de la tierra, y a quien tiempo después se le dio el nombre de Salomón Los críticos peripatéticos pueden aparentar no ver en la universal y prevalesciente tradición, sino tan sólo la evidencia de su credulidad humana y de su habilidad de imitar, pero el verdadero estudiante de la naturaleza humana y de la vida, sabe que las universales tradiciones son verídicas y surgen de hechos verídicos en la historia del hombre.

Dirigiendo nuestra atención hacia la India, por largo tiempo olvidada e ignorada por el lascivo, egoísta, combatiente y comercializado mundo occidental, la encontramos repleta de una gran erudición referencte a estos hombres maravillosos, entre los cuales Noé, Abraham, Moisés y Salomón, son tan sólo ejemplos. Los habitantes de la India están preparados, por razón de su temperamento y su clima, para ser los conservadores de las joyas filosóficas, éticas y psíquicas que hubiéramos perdido para siempre, si las mismas hubieran sido abandonadas al saqueo de los Godos y de los Vándalos, como lo fueron las naciones occidentales en los tempranos días de sus luchas en pro de la cultura y de la civilización. Si los hombres que desenfrenadamente quemaron inmensos montones de tesoros históricos y etnológicos, encontrados por los esbirros de los soberanos católicos de España en la América Central y del Sur, hubieran logrado localizar los libros y los documentos escritos en hojas de palma en la India, antes de que el escudo protector de Inglaterra se levantase contra ellos, los hubieran destruído de la misma manera que arruinaron los anales de los Americanos, tal como sus predecesores intentaron hacer con la Biblioteca de Alejandría. Afortunadamente, los sucesos se desarrollaron de otra manera.

A través de la extensa literatura indostánica encontramos docenas de grandes Adeptos, bien conocidos de la gente, que enseñaron la misma doctrina - la epopeya del alma humana. Sus nombres no son familiares al oído occidental, pero los testimonios de sus pensamientos, sus obras y sus poderes aún viven. Todavía más, en el apacible e inmutable Oriente existen hoy en día por centenares, personas que saben por su propio conocimiento que la Gran Logia existe aún y tiene sus Mahatmas, Adeptos, Iniciados o Hermanos. Y aún más, en ese país hay tal número de hombres expertos en la aplicación práctica de un poder menor, pero aún maravilloso, sobre la naturaleza y sus fuerzas, que tenemos un volumen innegable de evidencia humana para probar nuestra tesis.

Y si la Teosofía - la enseñanza de esa Gran Logia - es como se dijo científica y religiosa, entonces, desde el punto de vista ético tenemos aún más pruebas. Una poderosa Triada actuando con y por medio de los principios éticos, la forman Buda, Confucio y Jesús. El primero, un hindú, establece una religión que hoy abarca mucho más prosélitos que el Cristianismo, enseñando, centurias antes de Jesús, la misma ética que éste enseñó y que había sido ya promulgada siglos antes de Buda. Jusús, que viene a reformar a su pueblo, repite esta ética antigua, y Confucio hace lo mismo en la antigua y honorable China.

1 Essays on Some Controverted Questions. Londres 1891.

2 El Mundo Oculto. Londres 1881.

3 Bhagavad-Gita, Capítulo VIII.

4 Bhagavad-Gita, Capítulo VII.


Sumario
CAPITULO Icontinuación
LA TEOSOFIA Y LOS MAESTROS



El Teósofo afirma que todos estos grandes nombres representan miembros de una misma doctrina. Que tales caracteres extraordinarios que aparecen de cuando en cuando dentro de la civilización occidental, como San Germán, Jacobo Boehm, Cagliostro, Paracelso, Mesmer, el Conde de San Martín y la señora H. P. Blavatsky, fueron agentes encargados de cumplir en el momento propicio el trabajo de la Gran Logia. Es cierto que ellos son genralmente ultrajados y calificados como impostores, aunque nadie puede decir por qué lo son, ya que generalmente ellos confieren beneficios y trazan proyecciones o hacen descubrimientos que resultan de gran valor para la ciencia después de su muerte. Pero el mismo Jesús sería tildado hoy de impostor, si apareciese en una iglesia de la Quinta Avenida de Nueva York reprochando a los profesos cristianos. Paracelso fue el creador de valiosos métodos y tratamientos médicos, ahora universalmente adoptados. Mesmer enseñó el hipnotismo bajo otro nombre. Madame Blavatsky introdujo una vez más a la atención de Occidente el sistema más importante, por mucho tiempo conocido por la Gran Logia, referente al hombre, su naturaleza y su destino. Pero todos ellos por igual son calificados de impostores por gentes que no tienen ninguna filosofía original propia, y cuyas clases mendicantes y criinales exceden en grado de miseria y en número a los de cualquier otra civilización de la tierra.

No será raro de parte de casi todos los lectores occidentales el maravillarse de que hay seres humanos que pueden saber tanto y poseer tal poderío sobre las operaciones de la ley natural, como he atribuído a los Iniciados, ahora conocidos como Mahatmas. En la India, en China y en otras tierras Orientales este hecho no asombraría a nadie, porque allí, a pesar de que todo lo concerniente a la civilización materialista está ahora en un estado de atraso, jamás han perdido la creencia en la naturaleza interior del hombre, y en el poder que él puede ejercer si tal es su voluntad. Por consiguiente, ejemplares vivientes de esos poderes y capacidades jamás han estado ausentes de esos pueblos. Pero en Occidente, una civilización materialista que ha surgido a base de la negación de la vida y naturaleza del alma a consecuencia de una reacción a un dogmatismo ilógico, no ha habido ninguna investigación sobre estos asuntos y, hasta hace poco, el público en general no ha creído en la posibilidad de que un ser humano, excepto un supuesto Dios, poseyese tal poderío.

Un Mahatma dotado de poderes sobre espacio, tiempo, mente y materia, es ciertamene una posibilidad, precisamente porque él es un homre perfeccionado. Cada ser humano posee en gérmen todos los poderes atribuídos a estos grandes Iniciados; la diferencia yace únicamente en el hecho de que, en general, nosotros no hemos desarrollado aquellos que poseemos en gérmen, mientras que el Mahatma ha pasado a través de tales disciplinas y experiencias que han ocasionado el desarollo de todos los poderes humanos ocultos en él, y ha conferido dones que aparecen como divinos a los ojos de sus hermanos menos avanzados.

La Telepatía, la facultad de leer el pensamiento, y el hipnotismo, conocidos por la Teosofía por mucho tiempo, demuestran la existencia en el hombre, de planos de conciencia, funciones y facultades hasta la fecha no soñadas. La lectura del pensamiento y el influir a distancia sobre la mente del sujeto hipnotizado, prueban la existencia de una mente que no está totalmente subordinada al cerebro, y que existe un medio por el cual el pensamiento influyente puede ser transmitido. Basándose en el dominio de la ley, los Iniciados pueden comunicarse entre sí a cualquier distancia. La exposición razonada de esta facultad, aún no admitida por las escuelas de hipnotismo, es que si las dos mentes vibran al unísono o pasan al mismo estado, ambas pensarán de igual manera; o en otras palabras, el que ha de percibir a larga distancia, recibe la onda o impresión transmitida por el otro. En la misma forma ocurren los demás poderes o facultades, no importa cuán extraordinarios sean. Esos poderes son naturales aunque ahora raros, al igual que una gran habilidad musical es natural aunque no sea un fenómeno común. Si un Iniciado puede hacer mover un objeto sólido sin tocarlo, es porque tiene comprensión de las dos leyes, de atracción y repulsión, de las cuales la gravedad es sólo una de ellas; si él es capaz de precipitar del aire invisible el carbón que nosotros sabemos se oculta en el mismo, y de convertir ese carbón en frases redactadas sobre el papel, es por medio de su conocimiento de la química oculta superior y el ejercicio de una disciplinada y poderosa facultad de imaginación creadora que cada ser humano posee. Si el Iniciado lee los pensamientos de uno con facilidad, eso es el resultado del uso de los poderes internos y reales de la visión, que no requieren la ayuda de una retina para ver la finísima malla de la imagen que el vibrante cerebro del hombre teje frente a sí mismo. Todo lo que el Mahatma puede hacer es natual al hombre perfeccionado; pero si esos poderes aún no nos han sido revelados, es porque la raza es todavía del todo egoísta y aún vive para lo presente y lo transitorio.

Repito, pues, que aunque la verdadera doctrina desaparece de en medio por un tiempo, la misma está llamada a reaparecer, porque, primeramente, está grabada en el imperecedero centro de la naturaleza del hombre, y segundo, la Logia por siempre la conserva, no solamente en archivos reales u objetivos, sino también dentro de los inteligentes y totalmente autoconscientes hombres que después de atravesar con éxito los muchos períodos de evolución que antecedieron a éste en el cual nos encontramos, no pueden perder los valiosos conocimientos que han adquirido. Y en razón de que los Hermanos Mayores representan el más elevado producto de la evolución, por medio de quienes únicamente y en cooperación con toda la familia humana, la realización regular y perfectamente laboriosa de los planes del Gran Arquitecto del Universo puede ser continuada, he creído muy justo hacer referencia a ellos y su Logia Universal, antes de emprender la exposición de otros aspectos de la materia.


Sumario
CAPITULO II
PRINCIPIOS GENERALES

Las Enseñanzas Teosóficas actuales tratan principalmente de nuestro planeta, aunque su alcance se extiende a todos los mundos, puesto que ninguna porción del Universo manifestado queda fuera del sistema único de leyes que nos gobiernan. Nuestra tierra, siendo uno de los globos del sistema solar, está sin duda relacionada con Venus, Júpiter y otros planetas; pero como la evolución de la gran familia humana tiene que permanecer eslabonada a su vehículo - la tierra - hasta que todos los componentes de la Raza que están preparados alcancen la perfección, la evolución de la familia humana es de la mayor importancia para sus miembros. Algunas particularidades relativas a los otros planetas serán expuestas más adelante. Comenzaremos por dar una idea general de las leyes que gobiernan al Universo.

El Universo se desarrolla de lo Desconocido, dentro de lo cual ningún hombre ni inteligencia alguna, por grande que fuese, puede penetrar; dentro de siete planos o siete modos o métodos en todos los mundos, y esta diferenciación septenaria causa a su vez la constitución septenaria de todos los mundos dentro del Universo, así como de los seres que en ellos residen. Como fue enseñado desde la antigüedad, los mundos pequeños y grandes son las copias del conjunto o el todo, y el insecto más minúsculo así como el ser más altamente desarrollado, son ambos réplicas en pequeño o en grande del vasto original, que lo incluye todo. De aquí se deriva el proverbio de los antiguos filósofos, "Como es arriba así es abajo".

Las divisiones del Universo septenario se pueden describir aproximadamente como: El Absoluto, el Espíritu, la Mente, la Materia, la Volición, el Akasha o Eter, y la Vida. Podemos usar la palabra Espacio en lugar de "El Absoluto", porque el Espacio es lo que siempre es y dentro de lo cual toda manifestación debe producirse. El término Akasha, tomado del Sánscrito, se usa en lugar del Eter porque nuestro idioma no ha generado aún una palabra adecuada para designar propiamente ese estado tenue o sutil de la materia, el cual es algunas veces llamado Eter por los científicos modernos. Con respecto al Absoluto, nosotros solamente podemos decir que Es. Ninguno de los grandes instructores de la Escuela atribuye cualidades al Absoluto, aunque todas las cualidades existen en El. Nuestro conocimiento comienza con la diferenciación, y todos los objetos, seres o poderes manifestados, no son sino diferenciaciones del Gran Desconocido. Lo más que puede decirse es que lo Absoluto, periódicamente se diferencia a sí mismo, y también periódicamente retrae dentro de sí mismo lo que ha sido diferenciado.

La primera diferenciación - hablando metafísicamente con respecto a tiempo - es el Espíritu, con el que aparecen la Materia y la Mente. Akasha es el producto de la Materia y del Espíritu; la Voluntad o fenómeno de la Voluntad es la fuerza del Espíritu en acción, y la Vida es el resultante de la acción del Akasha impulsado por el Espíritu de la Materia.

Pero la Materia aquí aludida no es la misma que vulgarmente se conoce bajo ese nombre; se trata de la materia real, que permanece siempre invisible y a la que a veces se le ha llamado Materia Primordial. En el sistema Brahmánico se le denomina Mulaprakriti. La enseñanza antigua mantuvo siempre - y hoy lo admite la ciencia - que nosotros solamente vemos o percibimos el fenómeno pero no la esencial naturaleza, cuerpo, o ser de la materia.

La Mente es la parte inteligente del Cosmos y en el conjunto de las siete diferenciaciones superficialmente delineadas anteriormente, la Mente es aquello en lo cual el plan del Cosmos está contenido o fijado. Este plan proviene de un período anterior de manifestación, el cual incrementó el siempre creciente perfeccionamiento, y ningún límite puede fijarse a sus posibilidades evolutivas de perfeccionamiento, porque las manifestaciones periódicas del Absoluto jamás tuvieron un comienzo y nunca tendrán un fin, sino que eternamente continuarán las apariciones y las reabsorciones dentro del seno de lo Desconocido.

Dondequiera que se encuentre un mundo, o que un sistema de mundos en evolución esté en desarrollo, el plan ha sido trazado en la mente universal; la fuerza original viene del espíritu; lo que sirve de base es la materia, la cual es de hecho invisible; la vida sostiene todas las formas que requieran vida y el Akasha es el lazo que conecta la materia de una parte, y el espíritu-mente de la otra.

Cuando un mundo o un sistema de mundos llega al final de ciertos grandes ciclos, se registra un cataclismo en la historia o en la tradición. Estas tradiciones abundan entre los judíos, con su diluvio; entre los babilonios con el suyo; en los papiros egipcios; en la cosmología hindú; y ninguna de ellas es una mera confirmación de la tradición judáica, sino que todas ellas señalan una enseñanza antigua, como también la tenue reminiscencia de las destrucciones y renovaciones periódicas. La historia hebrea no es sino un pequeño fragmento desprendido del pavimento del Templo de la Verdad. Así como periódicamente hay cataclismos menores, o destrucciones parciales, de la misma manera la doctrina mantiene que también existen la evolución y la involución universales. El Gran Aliento surge y retorna eternamente. Cuando El procede a exteriorizarse, cosas, mundos y hombres aparecen; cuando se retira, todo desaparece dentro de la fuente original.

Esta es la vigilia y el sueño del Gran Ser, el Día y la Noche de Brahma; el prototipo o modelo de nuestros días de vigilia y noches de sueño como humanos; de nuestra desaparición de la escena al final de una corta vida humana, y nuestro retorno para emprender nuevamente el trabajo que quedó inconcluso, en una nueva vida y un nuevo día.

La verdadera edad del mundo ha estado envuelta en dudas por mucho tiempo para los investigadores occidentales, quienes hasta el presente han mostrado una singular renuencia a seguir indicaciones de los anales del mundo Oriental, que es de mayor edad que el mundo Occidental. Sin embargo, los Orientales saben la verdad sobre el asunto. Está admitido que la civilización egipcia floreció hace muchos siglos, y puesto que no hay en existencia escuelas egipcias de enseñanza antigua para ofender el orgullo moderno, y quizás porque los Judíos "salieron de Egipto" para imponer sobre el progreso moderno una mal comprendida tradición mosáica, las inscripciones cinceladas en las rocas y escritas sobre papiro obtienen un poco más de crédito hoy que el pensamiento viviente y los anales de los hindúes. Porque estos últimos aún viven entre nosotros y no sería dable admitir que una raza pobre y conquistada poseyera conocimientos con respecto a la edad del hombre y del mundo, que la flor de los hombres cultivados, guerreros y conquistadores de Occidente, ignoran por completo. Desde que los frailes ignorantes y los teólogos de Asia Menor y de Europa lograron imponer la narración mosaica del génesis de la tierra y del hombre sobre la surgiente evolución occidental, los más sabios de nuestros hombres de ciencia han permanecido atemorizados frente a los años que han transcurrido desde Adán, o han sido deformados en su pensamiento y percepción cada vez que han vuelto sus ojos hacia cualquier otra cronología diferente a la de unas cuantas tribus de los hijos de Jacob. Aún la noble, antigua y silenciosa pirámide de Giza, vigilada por la Esfinge y el Memnon de piedra, ha sido degradada por Piazzi-Smyth y otros, al pretender ver en ella la prueba de que la pulgada inglesa debe prevalecer y que el "Domingo Continental" contraviene las leyes del Supremo, y sin embargo, en la narración mosáica, en donde uno esperaría encontrar una referencia a tal prueba como la de la pirámide, no podemos hallar ningún indicio de ella y sólo es mencionada la construcción, por el Rey Salomón, de un templo acerca del cual jamás ha habido una huella.

Pero el Teósofo sabe por qué la tradición hebraica llegó a ser así un aparente atraso en la mente de Occidente; él conoce la relación entre el Judío y el Egipcio, lo que es y lo que va a ser la resurrección de los antiguos constructores de la pirámide del Valle del Nio, en donde han sido escondidos de los ojos profanos, los planos de esos antiguos maestros constructores, hasta que el retorno del ciclo permita su reaparición. Los judíos simplemente conservaron una parte de la sabiduría de Egipto, oculta bajo la letra de los libros de Moisés, y allí se encuentra aún hoy día en lo que ellos llaman la interpretación cabalística u oculta de las Escrituras. Pero las almas egipcias que colaboraron en el planeamiento de la pirámide de Giza, que tomaron parte en el gobierno egipcio, en su teología, su ciencia y su civilización, abandonaron su antigua raza; esa raza se extinguió y los antiguos egipcios continuaron su tarea en las surgientes razas de Occidente, especialmente en aquéllas que están ahora repoblando el continente americano. Cuando Egipto y la India eran más jóvenes había un constante intercambio entre ellos. En la opinión del Teósofo, ambas naciones pensaban similarmente, pero el destino dictó que de las dos, sólo los hindúes debían conservar las antiguas ideas entre los pueblos vivientes. Por lo tanto, tomaré de los anales Brahmánicos del Indostán la doctrina acerca de los días, las noches y los años de la vida de Brahma, quien representa el universo y los mundos.

Esta doctrina de inmediato trastorna la interpretación por tan largo tiempo dada a la tradición mosáica, pero de pleno coincide con la narración evidente en el Génesis de otras y previas "creaciones", así como con la interpretación cabalística del versículo en el Viejo Testamento acerca de los Reyes de Edom, quienes ahí representan previos períodos de evolución, anteriores al que comenzó con Adán, y también coinciden con la creencia sostenida por algunos de los antiguos Padres Cristianos, quienes informaron a sus hermanos acerca de maravillosos mundos y creaciones anteriores.

Se dice que el Día de Brahma dura mil años y que su Noche es de igual duración. En la Biblia Cristiana hay un verso que dice que: "un día le es al Señor como mil años, y mil años, como un día". Esta afirmación ha sido usada generalmente para glorificar el poderío de Jehová, pero tiene una semejanza sospechosa con la más antigua doctrina sobre la duración del día y la noche de Brahma. Ello sería de mayor valor si se le interpretara como una declaración relativa a la aparición periódica de los grandes Días y Noches, de igual duración, del universo de mundos manifestados.

Un día de los mortales se calcula por el sol y consta sólo de doce horas de duración. En Mercurio sería diferente, y en Saturno o Urano tardaría aun más. Pero un día de Brahma se compone de lo que ha sido denominado Manvántara - o período entre dos humanidades - catorce en número. Estos Manvántaras comprenden cuatro billones y trescientos veinte millones de años solares o terrestres y equivalen a un día de Brahma.

Cuando se inaugura este día, la evolución cósmica, en lo que a este sistema solar concierne, comienza, y se toma de uno a dos billones de años en desarrollar la etérea materia primordial, antes de que los reinos astrales del mineral, el vegetal, el animal y el humano sean posibles. Este segundo intervalo toma unos trescientos millones de años y, aún entonces, procedimientos más materiales marchan hacia adelante hasta efectuar la producción de los reinos tangibles de la naturaleza incluyendo al hombre. Esto abarca más de un billón y medio de años. El número de años solares incluídos en el presente período "humano" es de más de dieciocho millones.

Esto es precisamente lo que Herbert Spencer designa como el gradual advenimiento de lo conocido y heterogéneo desde lo desconocido y homogéneo. Porque los antiguos filósofos egipcios e hinduístas nunca admitieron una creación salida de la nada, sino que enérgicamente insistieron simpre en el hecho de la evolución or etapas graduales, de lo heterogéneo y lo diferenciado siempre procedente de lo homogéneo y lo no diferenciado. Ninguna mente puede comprender qué es lo Desconocido, Infinito y Absoluto; ésto es, que no tiene comienzo y que no tendrá fin; que es a la vez el último y el primero, porque, ya sea diferenciado o reabsorbido en Sí mismo, Ello siempre Es. Este es el Dios a que se refiere la Biblia Cristiana, como el Dios alrededor de cuyo pabellón reinan las sombras.

Esta cronología cósmica y humana de los Hindúes es ridiculizada por los orientalistas occidentales, aunque ellos no pueden proveer nada mejor y continuamente están en desacuerdo sobre este mismo tema. En la traducción literaria del Vishnu Purana, de Wilson, éste lo califica de ficción sin fundamento, y de ostentación infantil. Pero los Francmasones, aunque inactivos sobre este asunto, deberían saber algo más sobre éso. Ellos podrían encontrar en la narración de la construcción del templo de Salomón, con materiales heterogéneos traídos de todas partes, y en su erección sin que se oyera el ruido de una herramienta, un acuerdo con esas ideas de sus hermanos egipcios e hindúes, pues el Templo de Salomón simboliza al hombre, cuya estructura es construída, perfeccionada y decorada en silencio y sin que se haga el menos ruido, pero los materiales tuvieron que ser encontrados, acumulados y moldeados en lugares diversos y distantes. Estos son los períodos a que nos referimos anteriormente, muy distantes y muy silenciosos. El hombre no podía tener un templo corporal en el cual residir, hasta que toda la materia en su mundo y a su alrededor no hubiera sido encontrada por el Maestro, que es el hombre interno; y cuando esa materia fue encontrada, los planos para construir el templo requirieron ser elaborados, teniendo después que ser llevados a cabo con minuciosos detalles, hasta que todas las partes estuviesen perfectamente disponibles y ajustadas para incorporarlas a la estructura final. Así pues, en el vasto intervalo de tiempo que comenzó después que la primera casi intangible materia había sido recolectada y amasada, los reinos mineral y vegetal tuvieron sobre la tierra absoluta posesión aquí, con el Maestro - el hombre - quien estaba oculto, invisible en el interior llevando hacia adelante los planes para la fundación del templo humano. Todo ésto requiere muchísimas edades, puesto que sabemos que la naturaleza jamás avanza a saltos. Después que el trabajo rudimentario fue terminado y el templo humano erigido, muchas más edades serían necesarias para que los servidores, sacerdotes y consejeros aprendiesen perfectamente sus funciones, con el fin de que el hombre, el Maestro, pudiera ser capaz de usar el templo para sus mejores y más elevados propósitos.

La doctrina antigua del origen es mucho más noble que la doctrina religiosa Cristiana, o la de la escuela puramente científica. Los religiosos ofrecen una teoría que está en conflicto con la razón y con los hechos, mientras que la ciencia no puede dar a los hechos que observa ninguna razón noble o enaltecedora. Sólo la Teosofía, englobando todos los sistemas y todas las experiencias, da la llave, el plan, la doctrina y la verdad.

La Teosofía afirma que la edad verídica del mundo es casi incalculable y que la del hombre en su desarrollo actual es de más de dieciocho millones de años. Pero lo que al final ha venido a convertirse en el hombre es de una edad vastamente mayor, porque antes de la aparición de los dos sexos, tales como existen actualmente, la criatura humana tenía algunas veces una forma y otras veces otra, hasta que el plan entero, completamente procesado, produjo nuestra presente forma, función y capacidad. Sobre ésto se encuentra una referencia en los antiguos libros, escrita para el profano, en donde se dice que el hombre fue en una época de forma globular. Esto ocurrió en una época en que las condiciones favorecían tal forma y, desde luego, de eso hace más de dieciocho millones de años. Cuando esta forma globular era la norma, los sexos (tal como los conocemos) no se habían diferenciado aún y por lo tanto no había sino un solo sexo, o si se prefiere, ningún sexo.

Durante todas estas épocas, antes de que el hombre viniera a ser lo que es, la evoución iba llevando a cabo el trabajo de perfeccionar diversos poderes o facultades que hoy están en nuestra posesión. Esto fue realizado por el Ego o el hombre verdadero, pasando a través de diversas condiciones de materia, todas diferentes las unas de las otras, y el mismo plan general era y es seguido según prevalece con respecto a la evolución general del Universo, a la cual se hizo alusión anteriormente. Esto quiere decir que los detalles fueron primeramente elaborados en esferas de existencia muy etéreas, en realidad metafísicas. El paso siguiente consistió en traer estos mismos detalles a ser procesados en un plano de materia un poco más denso, hasta que por último se pudo efectuar en nuestro plano actual lo que llamamos impropiamente materia bruta. En estos estados anteriores los sentidos existían más bien en gérmen o en idea, hasta que el plano astral, que es el más próximo a nuestro plano, fue alcanzado, y entonces los sentidos se concentraron hasta convertirse en los sentidos actuales que empleamos ahora por medio de los diferentes órganos externos. Estos órganos exteriores de la vista, el tacto, el oído y el gusto, son muy a menudo erróneamente tomados por el ignorante o el insensato por los verdaderos órganos y sentidos; pero aquél que se detenga y piense, tendrá que reconocer que los órganos exteriores no son sino los intermediarios entre el universo visible y el verdadero Percibidor interior.

Todos estos diversos poderes y potencialidades, al ser finalmente elaborados en este lento pero infalible proceso, al fin introducen en la escena al hombre como un ser septenario, así como también el universo y la tierra misma son septenarios. Cada uno de los siete principios del hombre se deriva de una de las siete originales grades divisiones, y cada uno se relaciona con un planeta o escena de evolución y con una raza en la cual esa evolución fue desarrollada. Así pues, es importante que la primera diferenciación septenaria se tenga presente, puesto que ésta es la base de todo lo que sigue. Así como la evolución universal es septenaria, la evolución de la humanidad es septenaria en su constitución y se lleva a cabo sobre una Tierra también septenaria. A ésto se le denomina en la literatura teosófica la Cadena Planetaria Séptuple, y está íntimamente conectada con la evolución particular del Hombre.


Sumario
CAPITULO III
LA CADENA TERRESTRE

Refiriendonos ahora a nuestra Tierra, el panorama presentado por la Teosofía acerca de su génesis, su evolución y la evolución de las Mónadas Humanas, animales, y otras, es bien diferente a las ideas modernas y en ciertas cosas contrario a teorías que prevalecen. Pero las teorías de hoy no son estables. Estas van cambiando don cada siglo, mientras que la doctrina Teosófica nunca es alterada, porque en la opinión de esos Hermanos Mayores, que la han promulgado de nuevo y han señalado su verificación en los textos antiguos, la Teosofía no es sino una exposición de hechos en la naturaleza. La teoría moderna es, por el contrario, siempre especulativa, cambiante y constantemente modificada.

Continuando el plan general trazado en las páginas anteriores, la Tierra es septenaria. La Tierra es una entidad y no una simple masa de materia bruta. Y siendo por consiguiente una entidad de una naturaleza septenaria, deben existir otros seis globos que ruedan con ella en el espacio. Este grupo de siete globos ha sido denominado la "Cadena Terrestre", la "Cadena Planetaria". En la obra "Budismo Esotérico" esto está claramente expresado, pero en ese libro se da una interpretación más bien materialista, que lleva al lector a pensar que la doctrina habla de siete globos distintos, todos separados aunque conectados los unos a los otros. Uno se ve forzado a sacar en conclusión que el autor quiso decir que el globo Tierra es tan distinto de los otros seis como Venus es de Marte.

Esta no es la doctrina. La Tierra es uno de los siete globos con respecto a la conciencia del hombre solamente, porque cuando el hombre funciona en uno de los siete, él lo percibe como un globo distinto sin alcanzar a ver los otros seis. Esto está en perfecta correspondencia con el hombre mismo, quien posee otros seis constituyentes, de los cuales solamente el cuerpo físico es visible porque se encuentra ahora funcionando sobre la Tierra, o sea, el cuarto globo, y su cuerpo comprende y representa a la Tierra. Los siete "globos" constituyen una sola masa o un gran globo y todos ellos se interpenetran los unos con los otros; y tenemos que decir "globo", porque la forma última es globular o esférica. Si uno confía ciegamente en la interpretación dada por Mr. Sinnett, entonces se podría suponer que los globos no se interpenetran entre sí, sino que están enlazados por corrientes o líneas de fuerza magnética. También, si se presta demasiada atención a los diagramas usados en la "Doctrina Secreta" para ilustrar el sistema, sin prestar la debida atención a las explicaciones y precauciones dadas por H. P. Blavatsky, puede incurrirse en el mismo error. Pero tanto ella como sus instructores Adeptos han dicho que los siete globos de nuestra cadena están en "coadunación" entre sí, pero no en consubstancialidad 1. Esto está además reiterado por precauciones de no confiar en las estadísticas o en los diagramas de superficie plana, sino más bien contemplar el aspecto metafísico y espiritual de la doctrina según ha sido expresada en inglés. Así, pues, de la misma fuente de donde proviene el libro del señor Sinnett, nosotros tenemos la aseveración de que estos globos están unidos en una sola masa aunque difieran los unos de los otros en substancia, y que esa diferencia de substancia se debe a un cambio del centro de conciencia.

La Cadena Terrestre de siete globos, según se ha explicado, es la reencarnación directa de una cadena anterior de siete globos, y esa familia anterior de siete globos fue la Cadena Lunar, siendo la Luna misma el representante visible del cuarto globo de la vieja cadena. Cuando esa vasta entidad anterior compuesta de la Luna y de otros seis globos más, todos unidos en una masa, llegaron al límite final de su vida, esta cadena lunar murió lo mismo que mueren todos los seres. Cada uno de los siete globos lanzó sus energías al espacio, impartiendo al polvo cósmico - materia - una vida o vibración similar, y la fuerza cohesiva del conjunto total mantuvo ligadas las siete energías. Esto dio por resultado el desarrollo de la actual Cadena Terrestre, compuesta de siete centros de energía o de evolución, consolidados en una sola masa. Como la Luna fue el cuarto globo - físico - de la serie antigua, se encuentra en el mismo plano de percepción que la Tierra, y como nosotros estamos ahora confinados en nuestra conciencia mayormente a la Tierra no podemos ver sino únicamente uno de los siete globos anteriores, o sea, nuestra Luna o cuarto globo de la Cadena Lunar. Cuando nosotros funcionamos en cualquiera de nuestros siete globos, veremos en nuestro cielo el correspondiente viejo cadáver del globo, el cual será siempre una Luna, pero no estaremos viendo más la Luna actual. Venus, Marte, Mercurio y los otros planetas visibles, son todos globos del cuarto plano de distintas masas planetarias, y por esa razón son visibles a nuestros ojos, mientras que los otros seis centros de energía y de conciencia que los acompañan nos son invisibles. Todos los diagramas sobre superficies planas solamente obscurecerán la teoría, porque desgraciadamente un diagrama necesita divisiones lineales.

La corriente o masa de Egos que evoluciona sobre los siete globos de nuestra cadena es limitada en número; sin embargo, la cantidad es enorme, porque aunque el universo es ilimitado e infinito, aún así, en cualquier porción particular del Cosmos, en donde la manifestación y la evolución han comenzado, hay un límite para la extensión de la manifestación, y para el número de Egos comprometidos en la misma, y el número total de Mónadas que ahora marchan a través de la evolución en nuestra Cadena Terrestre, vino de los siete planetas o globos antiguos que ya he descrito. En el Budismo Esotérico a esta masa de Egos se la denomina una "oleada de vida", que significa la corriente de Mónadas. Esos Egos alcanzaron esta masa planetaria, representada a nuestra percepción por el foco central: Nuestra Tierra, y comenzó su evolución por el Globo A o No. 1, descendiendo como un ejército o un río. El primer contingente comenzó sobre el Globo A y pasó allí a través de una larga evolución, con cuerpos apropiados a tal estado de materia; entonces pasó al Globo B, y así sucesivamente, a través de todos los siete grandes estados de conciencia a los cuales se ha llamado globos. Cuando el primer contingente dejó el Globo A, otros prosiguieron en suguimiento al mismo curso, avanzando el ejército entero con regularidad a lo largo de la ruta septenaria.

Esta jornada prosiguió durante cuatro revoluciones alrededor del todo; para entonces, el contingente completo o corriente de Egos había llegado de la antigua Cadena Lunar, y estando ya completa, ningún Ego más pudo entrar después de la mitad de la cuarta ronda. Todas estas clases que arribaron en períodos diferentes, continúan el mismo proceso circular hasta que completen siete Rondas a través de los siete centros planetarios de conciencia; cuando las siete sean terminadas, habrá sido adquirida tanta perfección como la que es posible en ese inmenso período de evolución, y entonces esta Cadena o masa septenaria de "globos" morirá en su oportunidad para dar nacimiento a otras series de Cadenas.

Cada uno de estos globos es usado por la ley evolutiva para el desarrollo de Siete Razas y de los sentidos, facultades y poderes propios a ese estado de materia: la experiencia de los siete globos es necesaria para alcanzar un desarrollo perfecto. Esta es la razón por la que tenemos las Rondas y las Razas. La Ronda es un recorrido a través de los siete centros de conciencia planetaria; la raza es determinada por la aparición de caracteres permanentes en los grupos de Egos evolucionantes en cada uno de esos siete centros. Hay siete razas para cada globo, pero finalmente el total de cuarentinueve razas sólo suman siete Grandes Razas. La particular septena de razas sobre cada globo o centro planetario, no forma en realidad sino una raza de siete constituyentes o peculiaridades especiales en cuanto a facultades y poderes.

Y como ninguna raza completa podría evolucionar en un instante sobre ninguno de los globos, los lentos y ordenados procesos de la naturaleza, que no permiten saltos, deben proceder por medios apropiados. Por lo tanto, las sub-razas tienen que ser desarrolladas una después de otra antes de que la Raza-raíz perfecta sea formada, y entonces esa Raza-raíz proyecta sus vástagos mientras está en el proceso de declinación, preparándose para el advenimiento de la futura gran-raza.

Para ilustrar esta tesis se ha enseñado claramente que en estas Américas evolucionará la nueva - sexta - raza; y aquí todas las razas de la tierra están actualmente ocupadas en un gran proceso de amalgamación, de lo cual resultará una sub-raza altamente desarrollada, después de la cual otras razas serán desarrolladas por procesos similares, hasta que la nueva raza esté completa.

Entre el fin de una gran raza y el comienzo de otra, hay un período de reposo en lo que al globo concierne, porque entonces la corriente de Egos hermanos parte para otro globo de la cadena, con el fin de seguir adelante con la evolución de otros poderes y de otras facultades. Pero cuando la última, la séptima raza ha aparecido y se ha perfeccionado plenamente, una gran disolución sobreviene, similar a la que se ha descrito brevemente, como la que antecedió al nacimiento de la Cadena Terrestre, y entonces el mundo desaparece como una cosa tangible, y en lo que al oído humano concierne allí reina sólo el silencio. Se dice que éste es el origen de la creencia tan común de que el mundo llegará a un final, que también habrá el día del juicio, o que han habido diluvios o conflagraciones universales.

Al considerar la evolución en la Tierra, se ha dicho que la corriente de Mónadas comienza primeramente a trabajar o laborar la masa total de materia que se encuentra en el llamado estado elemental cuando todo es gaseoso o ígneo; porque la antigua y verdadera teoría es que ninguna evolución es posible sin la Mónada como agente vivificador. En esta primera etapa no existe todavía lo animal, ni lo vegetal. Entonces aparece el mineral, cuando la masa completa endurece, siendo las Mónadas aprisionadas dentro de la misma. Luego, las primeras Mónadas emergen dentro de la forma vegetal, que ellas mismas construyen. El reino animal aún no ha aparecido. Después, la primera clase de Mónadas emerge del vegetal y produce el animal, luego el modelo humano, astral e indefinido, y ya entonces tenemos los minerales, los vegetales, los animales y los futuros hombres, pues la segunda y subsecuentes clases están aún desarrollándose en los reinos inferiores. Cuando llega la mitad de la Cuarta Ronda, no entran más Mónadas en el escenario humano, ni entrarán más hasta que una nueva masa planetaria, reencarnada de la nuestra, entre en manifestación. Este es el proceso completo superficialmente expuesto, excluyendo muchos detalles, ya que en una de las Rondas el hombre aparece antes que los animales. Pero este detalle no debe llevarnos a confusión alguna.

Expresándolo en otras palabras, el plan aparece primeramente en la mente universl, después de lo cual el modelo o base astral es formado, y cuando ese modelo astral queda terminado, el proceso entero se repite con el fin de condensar la materia hasta la mitad de la Cuarta Ronda. Subsecuente a eso, lo cual será nuestro porvenir, la masa entera se espiritualiza, dotada de plena conciencia y todo el grupo de globos es elevado a un plano superior de desarrollo. En el proceso de condensación anteriormente citado, hay un cambio con respecto al momento de la aparición del hombre sobre el planeta. Pero con respecto a estos detalles, los Maestros sólo han dicho "que en la Segunda Ronda el plan varía, pero que la variación no se le dará a conocer a esta generación". Por lo tanto, a mí no me es posible darla, pero no hay ambigüedad sobre el hecho de que siete grandes razas tienen que desarrollarse aquí sobre este planeta y que la colección entera de las razas tiene que cursar siete veces alrededor de la serie completa de los siete globos.

Los seres humanos no aparecieron primeramente sobre la tierra separados en dos sexos. Los primeros fueron asexuales, luego fueron transformados en hermafroditas y finalmente se separaron en macho y hembra. Esta separación de los seres humanos en femenino y masculino tuvo lugar hace más de dieciocho millones de años. Por esa razón, en las antiguas escuelas se asignó a nuestra humanidad la edad de dieciocho millones de años, y un poco más.

1 Doctrina Secreta, Vol I, Pág. 166. Primera edición.


Sumario
CAPITULO IV
LA CONSTITUCION SEPTENARIA DEL HOMBRE

Con respecto a la naturaleza del hombre, en los círculos religiosos Cristianos nos encontramos dos ideas prevalecientes: una es la enseñanza y la otra es su común aceptación. La primera ciertamente no es ningún secreto dentro de la Iglesia, pero es tan raramente divulgada a los laicos que parece ser casi un arcano para las muchedumbres. La gran mayoría de las personas creen tener un alma y un cuerpo y ahí terminan sus pesquisas. Lo que en realidad el alma es y si ésta es o no la persona verdadera, o si tiene poderes propios, no es algo que se investiga; los predicadores generalmente se limitan a tratar sobre su salvación o condenación. Y al hablar así del alma, como si fuera una cosa diferente de uno mismo, la gente ha adquirido una idea subyacente de que ellos no son almas, ya que pueden perder tal alma. De ésto ha devenido una tendencia hacia el materialismo, que induce a los hombres a prestar mayor atención al cuerpo que al alma, siendo esta última abandonada a la tierna misericordia de los sacerdotes; y entre los disidentes, el cuidado del alma es muy frecuentemente diferido hasta el día de la muerte. Pero cuando la verdadera doctrina se comprende se podrá ver que el cuidado del alma, que es el Yo impersonal o superior, es un asunto vital que requiere atención de día a día y que no puede ser diferido sin causar un penoso daño al hombre completo: cuerpo y alma.

La enseñanza Cristiana, sustentada por San Pablo, puesto que en él descansa en efecto el Cristianismo dogmático, es que el hombre está compuesto de cuerpo, alma y espíritu. Esta es la constitución trina del hombre en la que creen los teólogos, pero ocultada en el trasfondo porque su investigación podría resultar en la readopción de puntos de vista considerados como ortodoxos en el pasado, pero que ahora son heréticos; porque cuando colocamos el alma entre el espíritu y el cuerpo, estamos muy próximos a la necesidad de examinar el problema de la responsabilidad de esa alma, ya que el cuerpo mismo no puede tener ninguna responsabilidad. Y con el fin de hacer responsable al alma de los actos cometidos, debemos asumir que el alma posee poderes y facultades. A partir de ésto, es fácil tomar la actitud de que el alma puede ser racional o irracional, igual que pensaron los griegos algunas veces, y entonces ya no queda sino un paso para subsecuentes proposiciones teosóficas.

Esta concepción tríptica de la naturaleza del hombre contiene, en efecto, la enseñanza Teosófica de la constitución septenaria, porque las otras cuatro divisiones que faltan en la clasificación, se pueden encontrar en los poderes y facultades del cuerpo y del alma, según procuraré demostrar más adelante. Esta convicción, de que el hombre es de constitución septenaria y no simplemente una dualidad, fue sostenida desde hace largo tiempo y claramente inculcada a cada individuo en el pasado con las correspondientes demostraciones; pero lo mismo que otras doctrinas filosóficas, esta convicción se perdió de vista, pues fue gradualmente retirada en la época en que la moral degeneraba en la Europa Oriental, antes de que el materialismo hubiera adquirido completa prepoderancia en unión del escepticismo, su hermano gemelo. A su retiro, quedó dentro del Cristianismo la actual doctrina de cuerpo, alma y espíritu. La razón de tal encubrimiento y de su rejuvenecimiento en este siglo, está muy bien expresada por la señora H. P. Blavatsky en su Doctrina Secreta. En respuesta a la declaración "no podemos comprender cómo el más mínimo peligro pudiera surgir de la revelación de una doctrina tan puramente filosófica como la de la evolución de la cadena planetaria", ella dice:

El peligro era éste: Tales doctrinas, como la de la cadena planetaria y de las siete razas, de inmediato dan una pauta de la naturaleza septenaria del hombre, porque cada principio está correlacionado con un plano, un planeta y una raza, y los principios humanos están en cada plano en correlación con las séptuples fuerzas ocultas; esas fuerzas de los planos superiores poseen un poder oculto formidable, el abuso del cual causaría a la humanidad males incalculables. Esta es una pista que quizás no sea tomada como tal por la generación actual, especialmente los occidentales, protegidos como están por su misma ceguera y su incredulidad ignorante y materialista, pero una pista que no obstante, sería muy verídica en los primeros siglos de la era cristiana, para pueblos plenamente convencidos de la realidad del ocultismo y entrando en un ciclo de degradación que los preparaba para el abuso de los poderes ocultos, y una hechicería de la peor descripción.

El señor A. P. Sinnett, en un tiempo funcionario del gobierno de la India 1, fue el primero en bosquejar en esta época la verdadera naturaleza y constitución del hombre en su libro "El Budismo Esotérico", el cual fue recopilado de informaciones transmitidas a él por H. P. Blavatsky directamente desde la Gran Logia de Iniciados a la que ya se ha hecho referencia. Y así, al presentar la antigua doctrina ante la civilización occidental, él le confirió un gran beneficio a su generación y ayudó considerablemente a la causa de la Teosofía. Esa clasificación fue:

1) Cuerpo Físico, o Rupa
2) Vitalidad, o Prana-Jiva
3) Cuerpo Astral, o Linga-Sarira
4) Alma Animal, o Kama-Rupa
5) Alma Humana, o Manas
6) Alma Espiritual, o Kama-Rupa
7) Espíritu, o Atma

Las palabras en letra bastardilla, en el idioma Sánscrito, son los equivalentes de los términos adoptados en inglés por él. Esta clasificación continúa en pie en nuestros días para todos los usos prácticos, pero es susceptible de modificación y extensión. Por ejemplo, una modificación ulterior, que coloca el cuerpo astral en segundo lugar en vez del tercero, no altera substancialmente la clasificación. Esta clasificación da inmediatamente una idea de lo que es el hombre, que es muy distinta a la vaga descripción expresada con las palabras "cuerpo y alma", y también reta audazmente el concepto materialista de que la mente es el producto del cerebro, o sea, una parte del cuerpo. No se tiene la pretensión de que estos príncipios fueran desconocidos hasta ahora, porque han sido conocidos de diferentes maneras, no solamente por los hindúes sino también por muchos europeos; sin embaro, la simple presentación de la constitución séptuble del hombre, en combinación íntima con la constitución septenaria de una cadena de globos a través de la cual el ser evoluciona, no había sido dada. El abate francés Eliphas Levi, escribió sobre el reino astral y el cuerpo astral, pero evidentemente no tenía conocimientos del resto de la doctrina, y aún cuando los hindúes poseían los otros términos en su idioma y filosofía, no usaban una clasificación septenaria, sino que dependían mayormente de una clasificación cuádruple y sin duda ocultaban (si es que tenían conocimiento de ello) la doctrina acerca de una cadena de siete globos, incluyendo la tierra. Por cierto, un hindú erudito, Subba Row, ya fallecido, afirmaba que ellos sabían de una clasificación septenaria, pero que tal clasificación no había sido ni sería divulgada.

Considerando estos constituyentes del hombre desde otro punto de vista, nosotros diríamos que el hombre inferior es un ser compuesto, pero en su naturaleza real es una unidad o un ser inmortal, incluyendo una trinidad compuesta de Espíritu, Discernimiento y Mente, la cual requiere cuatro instrumentos inferiores y mortales para poder trabajar en la materia y obtener la experiencia que la naturaleza confiere.

A esta Trinidad se le denomina Atma-Buddhi-Manas en el idioma Sánscrito, términos difíciles de traducir al castellano.

Atma es el Espíritu; Buddhi, es la facultad más elevada del intelecto, aquello que discierne y juzga; Manas, es la mente. Esta triple combinación es el hombre real, y sin duda alguna esta doctrina es el origen de la enseñanza teológica acerca de la Trinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Los cuatro instrumentos o vehículos inferiores se bosquejan a continuación:



Atma,
Buddhi,
Manas, Pasiones y Deseos,
Principio de Vida,
Cuerpo Astral,
Cuerpo Físico

Estos cuatro constituyentes inferiores y materiales son transitorios y por su naturaleza están sujetos de por sí a ser desintegrados, así como también a separarse los unos de los otros. Cuando llega la hora de comenzar su separación, la combinación de los cuatro no puede mantenerse por más tiempo, el cuerpo físico muere, los átomos que componen cada uno de los cuatro comienzan a separarse unos de otros, y la combinación completa, al ser desarticulada, ya no es capaz de servir de instrumento al hombre verdadero. Esto es lo que entre nosotros los mortales se denomina "muerte"; pero no es muerte para el hombre real, porque éste es imperecedero, persistente, inmortal. El es, por esta razón, llamado la Triada o la Trinidad indestructible, mientras que los otros instrumentos son conocidos como el Cuaternario, o los Cuatro Mortales.

Este cuaternario u hombre inferior es un producto de la substancia y de las leyes cósmicas o físicas, y ha sido desarrollado durante el transcurso de las edades partiendo de la substancia cósmica, lo mismo que cualquier otro objeto físico, y por consiguiente está sujeto a las leyes físicas, fisiológicas y psíquicas que gobiernan el conjunto de la raza humana. Por lo tanto, su posible período de duración puede ser calculado lo mismo que un ingeniero puede calcular el esfuerzo de tensión de los metales usados en la construcción de puentes. Cualquier agregado en la forma humana, integrada por estos constituyentes, está por lo tanto limitado en duración por las leyes del período evolutivo durante el cual existen. Hoy en día es generalmente de unos setenta a cien años, pero su posible duración es más larga. Así, en la historia hay casos de personas ordinarias que han vivido hasta la edad de doscientos años; y por medio de un conocimiento de las leyes ocultas de la naturaleza, el límite posible de duración puede ser extendido a cuatrocientos años aproximadamente.



El hombre
físico
visible se
compone de: Cerebro,
Nervios,
Sangre,
Huesos,
Linfa,
Músculos,
Organos de Sensación y Acción, y piel
El hombre
físico
invisible se
compone de: Cuerpo Astral,
Pasiones y deseos,
El Principio de Vida (llamado prana o jiva)

Por ésto se notará que la parte física de nuestra naturaleza se extiende a una segunda división, que aunque invisible a los ojos externos, es sin embargo material y está sujeta a la desintegración. Por razón de que la gente en general ha estado acostumbrada a admitir como real solamente lo que puede ver con los ojos físicos, la generalidad de los hombres ha llegado por último a suponer que lo invisible no es ni real ni material. Pero ellos se olvidan de que aún sobre el plano terrestre hay gases nocivos que son invisibles aunque reales y poderosamente materiales, o de que el agua puede existir en forma invisible suspendida en el aire, hasta que las condiciones atmosféricas la alteran y causan su precipitación.

Recapitulemos, pues, antes de entrar en detalles. El Hombre Real es la Trinidad de Atma-Buddhi-Manas, o Espíritu, Alma y Mente, y emplea ciertos agentes e instrumentos para ponerse en contacto con la naturaleza, a fin de conocerse a sí mismo. Estos instrumentos y estos agentes se encuentran en los Cuatro constituyentes inferiores, o Cuaternario. Cada uno de los principios es en sí mismo un centro de percepción para la particular experiencia que corresponde a su propio campo de acción, siendo el cuerpo físico el más inferior, el menos importante y el más transitorio de toda la serie. Porque cuando nosotros llegamos al cuerpo, procediendo de la Mente Superior, puede demostrarse que los órganos de aquél, privados del hombre interior, son en sí mismos insensibles e inútiles. La vista, el oído, el tacto, el gusto y el olfato no pertenecen al cuerpo, sino al segundo e invisible hombre físico. Los verdaderos órganos que sirven para el ejercicio de esas facultades se encuentran en el Cuerpo Astral, y esos órganos en el cuerpo físico no son sino los instrumentos mecánicos exteriores de coordinación entre la naturaleza y los verdaderos órganos interiores.

1 El señor Sinnet fue el editor del Pioneer de Allahabad, el órgano oficial del Gobierno de la India.


Sumario
CAPITULO V
CUERPO FISICO Y CUERPO ASTRAL

El cuerpo, considerado como un conjunto de carne, huesos, músculos, nervios, sustancia cerebral, bilis, mucosidades, sangre y piel, es objeto de un cuidado exclusivo para un excesivo número de personas, quienes hacen de él un dios porque han llegado a identificarse a sí mismos con él, refiriéndose únicamente al cuerpo cuando dicen "yo". Cuando es abandonado, el cuerpo queda exento de sensación y en tal caso actúa únicamente por acción refleja e impulso automático. Esto lo observamos durante el sueño, porque entonces el cuerpo asume actitudes y efecuta movimientos sin el consentimiento del hombre despierto. El cuerpo se asemeja a nuestra madre tierra, en que está formado por un número de "vidas" infinitesimales. Cada una de estas vidas es un punto de sensitividad. No hay allí tan sólo microbios, bacilos y bacterias, sino que éstas están compuestas de otras vidas y ésas de otras aún más diminutas. Estas vidas no son las células del cuerpo, sino que forman dichas células, manteniéndose siempre dentro de los límites asignados a la célula por la evolución. Estas vidas están siempre en rotación y moviéndose conjuntamente por todo el cuerpo, encontrándose tanto en espacios aparentemente vacíos, como también en donde se ve carne, membranas, huesos y sangre. Se extienden igualmente hasta una distancia determinada, más allá de los límites exteriores actuales del cuerpo.

Uno de los misterios de la vida física yace oculto entre esas "vidas". Su acción, impelida por la Energía Vital - denominada Prana o Jiva - explicará la existencia activa y la muerte física. Esas vidas están divididas en dos clases: una, los destructores, la otra, los preservadores, y estas dos luchan entre sí desde el nacimiento hasta el triunfo de los destructores. En esta lucha la Energía Vital misma pone fin al conflicto, porque la vida es la que mata. Esto puede parecer heterodoxo, pero en la filosofía Teosófica se le considera como un hecho. Porque según se dice, el infante vive porque la combinación de sus órganos perfectamente sanos es capaz de absorber la vida en que está sumergido y que le rodea en el espacio, y es llevado al sueño cada noche por la abrumadora fuerza de la corriente de vida, puesto que los preservadores entre las células del cuerpo juvenil no están aún dominados por los destructores. Estos procesos del sueño y de la vigilia, son simple y únicamente el restablecimiento del equilibrio durante el sueño y la acción producida por la ruptura de tal equilibrio cuando se está despierto. Esto puede ser comparado con la luz del arco voltáico, en que el arco radiante de luz al punto de resistencia es el símbolo del hombre activo y en vela. Así, en el sueño nosotros continuamos absorbiendo y no resistiendo la Energía Vital; cuando estamos despiertos estamos expeliendo esa energía, pero existiendo la Energía Vital a nuestro alrededor como un océano en el cual nadamos, nuestro poder para expelerla es necesariamente limitado. En el momento en que despertamos estamos en equilibrio en lo que toca a nuestros órganos y a la vida; cuando nos quedamos dormidos estamos aún más llenos de vida de lo que estábamos al despertar en la mañana; la Energía Vital nos ha agotado; ella finalmente mata al cuerpo. Tal contienda no podría ser sostenida por siempre, puesto que el peso de la vida de todo el sistema solar está en oposición directa al poder de resistencia enmarcado en una pequeña forma humana.

Los Maestros de Sabiduría consideran que el cuerpo es el más transitorio, inestable e ilusorio de toda la serie de constituyentes del hombre. El cuerpo no permanece igual ni por un instante. En perpetua transformación, en contínuo movimiento por todas partes, el cuerpo, aunque tangible, no está nunca en realidad terminado o concluído. Los antiguos percibieron ésto perfectamente, porque elaboraron una doctrina denominada Nitya Pralaya, o el contínuo cambio de las cosas materiales: la contínua destrucción. Esto es conocido ahora por la ciencia en su doctrina del metabolismo y de que el cuerpo sufre una completa alteración y renovación cada siete años. Al concluir los primeros siete años, el cuerpo no es el mismo que fue al nacer. Al final de nuestros días el cuerpo ha cambiado siete o quizás más veces y sin embargo presenta la misma apariencia general y fisonómica desde la madurez hasta la muerte, así como también permanece en una misma forma humana desde el nacimiento hasta la madurez. Este es un misterio que la ciencia no puede explicar; es un asunto atinente a las células y a los medios por los cuales la forma humana en general se conserva.

La "célula" es una ilusión; no es sino una mera palabra y no tiene existencia como una cosa material, porque cada célula se compone de otras partes. ¿Qué es entonces una célula? La célula es la forma ideal dentro de la cual los actuales átomos físicos - formados de "vidas" - se organizan entre sí. Ya que se ha admitido que las moléculas físicas están constantemente abandonando el cuerpo, las mismas han de estar abandonando las células a cada instante. Por lo tanto, no hay tal célula física, sino tan sólo los límites privativos de una célula, las paredes ideales y la forma general. Las moléculas asumen su posición dentro de la forma ideal, de acuerdo con las leyes de la naturaleza, y abandonan ésta a su vez casi inmediatamente para abrirle campo a otros átomos. Y como ocurre con el cuerpo, lo mismo acontece con la tierra y con el sistema solar. Esto también sucede con todos los objetos materiales, aunque en una medida más lenta. Estos están todos en constante moción y cambio. Esta es la sabiduría moderna y también la sabiduría antigua; es la explicación física de la clarividencia, la clariaudiencia, la telepatía y la lectura del pensamiento. Esto ayuda a demostrar cuán alucinadora e insatisfactoria cosa es nuestro cuerpo.

Aunque estrictamente el Cuerpo Astral (Linga Sarira, en Sánscrito) es el segundo constituyente del hombre, nosotros examinaremos la Energía Vital (Prana y Jiva, en Sánscrito) en conjunto con el Cuerpo Astral, porque a nuestra observación, el fenómeno de la vida se muestra más claramente en relación con el cuerpo.

La vida no es el resultado del funcionamiento de los órganos, ni tampoco cesa o se pierde cuando el cuerpo se disuelve. La vida es un principio universalmente interpenetrante; es el océano dentro del cual flota la tierra, e igualmente interpenetra nuestro globo y todos los seres y objetos que en él se encuentran. La vida labora incesantemente sobre nosotros y a nuestro alrededor, latiendo contra y a través de nosotros eternamente. Cuando ocupamos el cuerpo, empleamos simplemente un instrumento más especializado que cualquier otro para tratar con ambos, Prana y Jiva. Estrictamente hablando, Prana es aliento, y puesto que el aliento es necesario para el sostenimiento de la vida en el mecanismo humano, aliento es la palabra más aceptable. Jiva, significa "vida" y también se aplica al alma viviente, porque la vida en general se deriva de la misma Vida Suprema. Jiva, por lo tanto, se presta a una aplicación general, mientras que Prana es más específica. No se puede decir que uno posea una cantidad determinada de esa Energía Vital, ya que ésta regresaría a su fuente original si el cuerpo fuese incinerado, sino más bien debería decirse que esa Energía trabaja con cualquiera que sea el volumen de materia en él; nosotros, por decirlo así, secretamos o usamos esta Energía Vital mientras vivimos, porque, estemos vivos o muertos la Energía Vital está siempre allí: durante la vida, entre nuestros órganos, sosteniéndolos; en la muerte, entre las innumerables criaturas que surgen de nuestra destrucción corporal. Nos sería tan imposible deshacernos de esa Energía Vital como lo sería el erradicar el aire en que flota el pájaro, y lo mismo que el aire, ella también ocupa todos los espacios del planeta, de modo que en ninguna parte podemos perder su beneficio ni tampoco evadir su aplastante poder final. Pero para obrar sobre el cuerpo físico, esta vida - Prana - necesita un vehículo, un instrumento o un conductor, y este vehículo es el cuerpo astral.

Existen muchos nombres para designar al Cuerpo Astral; he aquí unos cuantos: Linga Sarira, término Sánscrito que significa cuerpo-diseño y el cual es probablemente su mejor definición; doble etéreo, fantasma, espectro, aparición, doppelganger, hombre personal, alma irracional, alma animal, Bhuta, elementario, aparecido, diablo, demonio. Algunos de estos títulos solamente se aplican al cuerpo astral cuando carece del cuerpo físico después de la muerte. Bhuta, diablo y elementario son casi sinónimos; el primero es Sánscrito. Los hindúes designan por Bhuta al Cuerpo Astral, cuando con la muerte es liberado del cuerpo y de la mente, y por estar así separado de la conciencia es como un diablo en su estimación. No están muy equivocados, siempre que nosotros podamos abolir la noción tradicional de que el diablo es un angel caído del cielo, porque este diablo corporal es una cosa que emana de la tierra.

Se podría objetar que el término Cuerpo Astral no es el apropiado para este propósito. Esta objeción surge en razón de la naturaleza y el génesis de nuestros idiomas. Así es que en la búsqueda de palabras para describir el cuerpo interior en nuestro idioma, únicamente fueron encontradas las de "cuerpo astral". Este término se aproxima estrechamente a lo real, puesto que la substancia de esta forma se deriva de la materia cósmica o materia estelar. Pero la antigua palabra Sánscrita - Linga Sarira, el cuerpo diseño - lo describe con exactitud, porque éste es el diseño o modelo del cuerpo físico. Ese término es preferible al de "cuerpo etéreo", porque este último podría sugerir la idea de ser subsecuente al físico, cuando en realidad el cuerpo astral antecede al material.

El cuerpo astral está formado de materia de un tejido muy fino y sutil si se le compara con el del cuerpo visible, y tiene una gran resistencia tensoria, de manera que cambia poco durante el curso de una vida, mientras que el cuerpo físico cambia a cada instante. El Astral no solamente tiene esta fuerza de tensión inmensa, sino que también posee una elasticidad que le permite extenderse a una distancia considerable. Es flexible, plástico, extensible y fuerte. La materia de que se compone es eléctrica y magnética en su esencia, exactamente la misma de que el mundo entero estaba compuesto en el ignoto pasado, cuando el proceso de la evolución no había llegado aún al momento de producir el cuerpo material para el hombre. Pero ésta no es materia bruta ni cruda. Habiendo pasado por un vasto período de evolución, y sufrido incalculables procesos de purificación, su naturaleza ha sido refinada a un grado mucho más allá de los groseros elementos físicos que nosotros vemos y palpamos con los ojos y las manos físicas.

El cuerpo astral es el modelo guía del físico, y todos los otros reinos tienen igualmente un modelo astral. Los vegetales, minerales y animales tienen un doble etéreo y ésta es la única teoría que responderá a la incógnita de por qué la semilla reproduce su misma especie y los seres conscientes procrean otros seres semejantes. Los biólogos únicamente pueden decir que los hechos son tales como se les conoce, pero no pueden dar razón de porqué la bellota nunca podrá producir otra cosa sino una encina excepto que jamás se ha sabido algo diferente. La doctrina verdadera era conocida en las escuelas de antaño, y esa doctrina ha sido promulgada nuevamente en Occidente, gracias a los esfuerzos de H. P. Blavatsky y de aquéllos que han sido inspirados por sus obras.

Esta doctrina nos dice que en épocas primitivas de la evolución de este globo, los diferentes reinos de la naturaleza fueron delineados primeramente como plan o en forma ideal, y después la materia astral comenzó a trabajar sobre este plan con la ayuda del principio Vital, hasta que al cabo de largas edades la forma astral humana completó su evolución y perfeccionamiento. Esta es, pues, la primera forma que la raza humana tuvo, y en cierto sentido corresponde a la alegoría de la condición del hombre en el Jardín del Edén. Después de otros largos períodos, durante los cuales el ciclo del continuo descenso iba ayanzando, la forma astral al fin se cubrió con una "vestidura de piel" y la forma física actual se introdujo en la escena. Esta es la explicación del verso en el libro del Génesis que describe cómo a Adán y a Eva les fueron dadas vestiduras de piel. Esta es la caída final en la materia, porque a partir de ese momento el hombre interior se esfuerza en elevar la masa entera de materia física a un nivel superior y animarla con influencias espirituales, con el fin de que ésta pueda estar preparada para continuar aún más adelante durante el próximo gran período de evolución, después que el actual finalece.

En la presente época, el modelo por el cual la criatura se desarrolla en el útero es el cuerpo astral, cuya forma está ya perfecta antes del nacimiento del niño. Es sobre este modelo que las moléculas se organizan por sí mismas, hasta que el niño queda completamente formado, y la presencia del etéreo cuerpo-diseño explicará cómo la forma se desarrolla morfológicamente, hasta producir los contornos y figura; cómo los globos oculares se impulsan por sí mismos del interior hacia la superficie de la cara, y muchas otras cosas misteriosas de la embriología, que los médicos pasan por alto con una mera descripción pero sin poder explicarlas. Esto explicará mejor que toda otra teoría, las marcas de nacimiento del feto en el útero, negadas a veces por los médicos pero bien conocidas por aquéllos que se toman el trabajo de observar, como siendo un hecho que ocurre frecuentemente. La forma corporal en desarrollo está sujeta al modelo astral, y conectado con la imaginación de la madre por órganos físicos y psíquicos. La madre proyecta una fuerte imagen por horror, temor o cualquier otra emoción, y el modelo astral es afectado entonces similarmente. En el caso de un niño que nace naturalmente sin piernas, las ideas y la potente imaginación de la madre amputan e inhiben la pierna astral, lo que trae por resultado que las moléculas, no teniendo el modelo astral morfológico de la pierna sobre el cual alinearse y trabajar, no estructuran pierna corporal alguna, y así similarmente en otros casos. Por el contario, dondequiera que nos encontramos a un hombre que aún siente la pierna que el cirujano le ha amputado, o percibe dedos que le fueron cortados, ahí entonces el miembro astral no ha sido afectado, y por lo tanto, el hombre tiene la sensación de que los miembros estuvieran aún unidos a su ser. Pues ni el bisturí ni los ácidos jamás dañarán el modelo astral ya formado, pero en las primeras fases de su desarrollo, las ideas y la imaginación, sí tienen el poder del ácido o del acero afilado.

En el hombre ordinario, que no ha sido disciplinado en ocultismo práctico o que carece de esta facultad por nacimiento, el cuerpo astral no puede retirarse del cuerpo físico a una distancia mayor de unos pocos pies, pues es parte de éste, lo sostiene y está incorporado en él como las fibras del mango que penetran la pulpa de la fruta. Pero también hay quienes a consecuencia de prácticas seguidas en pasadas encarnaciones sobre la tierra, poseen desde su nacimiento la facultad de proyectar inconscientemente el cuerpo astral. Estos son los mediums, algunos videntes y muchas personas histéricas, catalépticas y escrofulosas. Aquéllas que se han entrenado a sí mismas durante un curso prolongado en una disciplina excesivamente severa, que alcanza la naturaleza moral y mental bastante más allá del poder del hombre ordinario de esta época, pueden hacer uso de la forma astral a voluntad, porque han trascendido completamente la ilusión de que el cuerpo físico es una parte permanente de ellos; además, han aprendido las leyes químicas y eléctricas que rigen en este asunto. En su caso, ellos actúan con conocimiento y a conciencia; en los otros casos, el acto se lleva a cabo sin posibilidad de poder impedirlo o realizarlo a voluntad, o de evitar los riesgos que acompañan el uso incontrolado de fuerzas de la naturaleza de un caráter elevado.

El cuerpo astral posee en sí los órganos reales de percepción correspondientes a los órganos exteriores de los sentidos. En él se encuentran la vista, el oído, el gusto, el olfato y el tacto; tiene un sistema completo de nervios y arterias que le son propios para la conducción del fluído astral, el cual es al cuerpo astral lo que nuestra sangre es al cuerpo físico. El cuerpo astral es el hombre personal verdadero y en él están también situadas la percepción subconsciente y la memoria latente, los cuales están siendo mal usados hoy en día por los hipnotizadores modernos, a quienes a su vez traen muy desconcertados. Así, cuando el cuerpo muere el hombre astral queda en libertad, y como en la muerte el hombre inmortal - La Triada - se remonta a otro estado, el cuerpo astral se convierte en el cascarón del que fue el hombre viviente y requiere cierto tiempo para disolverse. El cascarón Astral retiene todos los recuerdos de la vida que el hombre ha vivido y así es como puede repetir de una manera refleja y automática lo que el fallecido sabía, decía, pensaba y veía. El permanece cerca del abandonado cuerpo físico casi todo el tiempo, hasta la completa disgregación de éste, ya que tiene que pasar a través de su propio proceso de desintegración. El cascarón astral puede hacerse visible bajo ciertas condiciones. Este es el fantasma de las sesiones espiritistas, en donde se le induce a enmascararse como el verdadero espíritu de tal o cual individuo. Atraído por los pensamientos del médium y sus acompañantes, vagamente revolotea donde éstos se encuentran reunidos, y es entonces galvanizado con vida artificial por una multitud de fuerzas elementales y por el activo cuerpo astral del médium que dirige la sesión, o de cualquier otro m7eacute;dium que tome parte en la misma. De este espectro astral (tal como si fuese de una fotografía) son entonces reflejadas en el cerebro del médium todas las pretendidas evidencias que los espiritistas alegan son suficientes para probar la identidad del amigo o pariente fallecido. Estas evidencias son aceptadas como prueba de que el espíritu del fallecido está presente, en razón de que ni los médiums ni los participantes están familiarizados con las leyes que gobiernan su propia naturaleza, ni con la constitución, poder, y funcionamiento de la materia astral y del hombre astral.

La filosofía Teosófica no niega los hechos demostrados en reuniones espiritistas, pero da una explicación de ellos enteramente opuesta a la de los espiritistas; y ciertamente la ausencia total de explicaciones lógicas y científicas por parte de estos supuestos espíritus sobre los fenómenos que, se dice, ellos mismos producen, confirma la aserveración de que no tienen luz o conocimiento propio alguno que comunicar. Ellos meramente pueden producir ciertos fenómenos, cuya investigación y correspondientes deducciones sólo pueden ser propiamente llevadas a cabo por un cerebro disciplinado y guiado por la trinidad viviente, de espíritu, alma y mente; y aquí, otra clase de fenómenos espiritistas requiere una breve mención. Tal es la aparición que es descrita como "espíritu materializado".

Presentemos pues, tres explicaciones: Primera, que el cuerpo astral del médium viviente se desprende de su cuerpo y asume la apariencia del supuesto espírtu, porque una de las peculiaridades de la materia astral es su capacidad de reflejar una imagen que yace invisible en el éter. Segunda, el cascarón astral del difunto - totalmente carente del espíritu y de la conciencia de aquél - se hace visible y tangible cuando la condición del aire y del éter es tal que permite modificar la vibración de las moléculas del cascarón astral, al punto de hacerlo visible. Los fenómenos de densidad y aparente peso, son explicados bajo otras leyes. Tercera, un volumen invisible de materia eléctrica y magnética es acumulado, y sobre éste se refleja, desde la luz astral, la imagen de cualquier persona que se desee, ya esté viva o muerta. Esta aparición se supone que sea el "espíritu" de tal o cual persona, pero no lo es, y ello ha sido justamente llamado por H. P. Blavatsky un "fraude psicológico" porque pretende ser lo que no es; y, así parezca raro, esta misma explicación de las materializaciones ha sido dada por un "espíritu" en una sesión espiritista ordinaria, pero nunca ha sido aceptada por los espiritistas, justamente porque esta teoría trastorna su concepto sobre el retorno de los espíritus de las personas fallecidas.

Finalmente, el cuerpo astral explica casi todos los fenómenos psíquicos extraños que acontecen en la vida cotidiana y en las relaciones con médiums verdaderos; también explica la naturaleza de las apariciones, la posibilidad de que las mismas sean vistas, y evita por tanto que el que dude científicamente infrinja su buen juicio al aseverar que usted no vió lo que usted está seguro de haber visto. La superstición se elimina si se explica la naturaleza verídica de esos fenómenos y si se destruye el temor irracional a lo desconocido, el cual hace al hombre temeroso de ver un "espectro". De la misma manera también podemos explicar el movimiento de objetos sin contacto físico, porque la mano astral puede ser proyectada y forzada a asir un objeto y arrastrarlo o traerlo hacia el cuerpo. Cuando se demuestre que esto es posible, entonces los turistas no serán objeto de burlas al aseverar haber visto a los yoguis hindúes hacer volar en el aire las tazas de café y también hacer que los objetos distantes, aparentemente se acerquen hasta ellos sin ser tocados por los yoguis o cualquier otra persona. Todos los casos de clarividencia y clariaudiencia son igualmente explicados por mediación del cuerpo astral y de la luz astral. Los órganos astrales son los que verdaderamente ven y oyen, y como todos los objetos materiales están constantemente en movimiento dentro de sus propios átomos, la vista y el oído astrales no son obstruídos y pueden funcionar a una distancia tan grande como la expansión de la luz y materia astral, que se extiende por todos los contornos de la tierra. Así fue que el gran vidente Swedenborg vió casas quemándose en la ciudad de Estocolmo mientras se encontraba en otra ciudad a muchas millas de distancia, y de esta misma manera cualquier vidente contemporáneo ve y oye a larga distancia.


Sumario
CAPITULO VI
KAMA - DESEO

El autor de la obra "Budismo Esotérico" - la cual debe ser consultada por todos los estudiantes de Teosofía, puesto que es una compilación de sugerencias ofrecidas por algunos Adeptos - le dio el nombre de Kama-rupa al cuarto principio de la constitución del hombre, porque la palabra Kama en el idioma Sánscrito significa "deseo", y como la idea que se intentaba comunicar era que el cuarto principio es el "cuerpo o el conjunto de deseos y pasiones", el señor Sinnett añadió la palabra Sánscrita Rupa, que significa cuerpo o forma, produciendo así la palabra compuesta Kamarupa. Aquí emplearemos las palabras equivalentes castellanas - pasiones y deseos - , porque esos términos expresan exactamente su naturaleza. Yo también hago ésto con el objeto de destacar la diferencia profunda que existe actualmente entre la psicología y filosofía mental de Occidente y las del Oriente. Occidente divide al hombre en inteligencia, voluntad y sensación, pero no se comprende si las pasiones y deseos constituyen o no un principio por sí mismos, o si son completamente efecto del cuerpo. En realidad, la mayoría de la gente los considera como un fenómeno resultante de la carne, porque a menudo se les denomina como "deseos y apetitos carnales". Los antiguos, sin embargo, y los Teósofos modernos, saben que las pasiones y los deseos son un principio en sí mismos y no meramente los impulsos del cuerpo. La psicología occidental no puede ofrecernos el esclarecimiento de este asunto, por encontrarse en su infancia y enteramente carente de conocimiento acerca de la naturaleza interior, que es la naturaleza psíquica del hombre, y a partir de este punto, existe la más grande divergencia entre la psicología occidental y la Teosofía.

Las pasiones y los deseos no son producidos por el cuerpo, sino por el contrario, el cuerpo viene a ser generado por las pasiones y los deseos. Son el deseo y la pasión los causantes de que hayamos nacido y los que nos harán nacer una y otra vez en algún cuerpo, en esta tierra o en algún otro globo 1. La pasión y el deseo nos inducen a evolucionar a través de las mansiones de la muerte, las que nosotros llamamos vidas sobre la tierra. Fue por el surgimiento del deseo en la inconocible causa primordial, la existencia una y absoluta, que se manifestó el conjunto completo de los mundos; y es a través del impulso del deseo en el mundo actualmente manifestado, que éste se mantiene en existencia.

Este cuarto principio es el principio del equilibrio entre los siete y yace en mitad del conjunto; de él parten las sendas hacia arriba o hacia abajo. Es la base de la acción y la fuerza motriz de la voluntad. Como dijeran los antiguos Herméticos: "Tras de la voluntad, yace el deseo". Porque ya sea que deseemos hacer el bien o el mal, tenemos primero que despertar dentro de nosotros el deseo hacia uno de esos dos cursos de acción. El hombre de bien que llega al fin a convertirse en un sabio, tuvo que despertar, en algún momento y durante una de sus numerosas vidas, el deseo por la compañía de hombres santos y de mantener vivo su ardiente deseo de progreso a fin de continuar su marcha. Hasta un Buda o un Jesús tuvo primero que hacer un voto,que significa un deseo, en alguna vida, de que él salvaría al mundo o a una parte del mismo, y perseverar con ese deseo vivo en su corazón a través de encarnaciones innumerables. De igual manera, en el caso contrario, el mal hombre, durante vida tras vida tomó para sí deseos viles, egoístas, perversos, y de esta manera envileció este principio en vez de purificarlo. En lo que atañe al lado material y científico del ocultismo - el uso de los poderes ocultos internos de nuestra naturaleza - , si este principio del deseo no es suficientemente poderoso, el poder magistral de la imaginación no puede hacer su labor, porque, así haga un molde o matriz, la voluntad no puede actuar a menos que sea impulsada, dirigida y mantenida en un pináculo por el deseo.

Los deseos y pasiones, por lo tanto, tienen dos aspectos, siendo uno inferior y el otro superior. El inferior es aquél mostrado por el constante mantenimiento de la conciencia centrada abajo, en el cuerpo físico y el cuerpo astral; el aspecto superior proviene de la influencia de una aspiración hacia la trinidad superior, de Mente, Buddhi y Espíritu.

Este cuarto principio se asemeja a la constelación de Libra en el curso del Sol, a través del Zodíaco o faja celeste; cuando el Sol (que es el hombre real) alcanza ese signo o constelación, tiembla en la balanza. Si retrocediera, los mundos serían destruídos; él prosigue adelante, y la raza humana completa se eleva hacia la perfección.

Durante la vida, el emplazamiento de deseos y pasiones está, al igual que en el caso del cuerpo astral, por todo el sitema del hombre inferior; y tanto como esa contraparte etérea de nuestra persona física, el mismo puede ser acrecentado o disminuído, debilitado o fortificado, envilecido o purificado.

En la muerte, ese principio anima al cuerpo astral, el cual se convierte en un mero cascarón o envoltura, pues cuando un hombre muere, su cuerpo astral y su principio de pasiones y deseos abandonan juntos el cuerpo físico y se unifican. Es este el momento en que el término Kamarupa puede aplicarse, en razón de que Kamarupa realmente se compone del cuerpo astral y de Kama, en conjunción, y esta unión de los dos produce una figura o forma que aún cuando ordinariamente es invisible, es material y puede hacerse visible. Aunque carece de mente y de conciencia, Kamarupa posee poderes propios que pueden ser ejercidos siempre que las condiciones lo permitan. Estas condiciones son proporcionadas por el médium espiritista, y en todas las salas de sesiones los cascarones astrales de las personas fallecidas están siempre presentes, para alucinar a los participantes cuyas facultades de descriminación han sido embotadas por el secreto temor y asombro. Kamarupa es el "diablo" de los hindúes, y el infeliz médium jamás podría tener peor enemigo. Porque este espectro astral - o Kamarupa - es el conjunto de los deseos y pasiones abandonado por la persona real, o Ego, en su viaje hacia el "cielo" y que no tiene ya nada que ver con la gente que queda atrás, mucho menos con sesiones y médiums. Por lo tanto, estando desprovistos de alma más noble, estos deseos y pasiones afectan únicamente la parte más baja de la naturaleza del médium, y no despiertan ningún elemento benéfico sino las tendencias más viles del ser. Por esta razón, aún los mismos espiritistas confiesan que dentro de la esfera de los médiums hay mucho fraude, y los mismos médiums han confesado a menudo cosas como que: "los espíritus me tentaron, y cometí fraude de acuerdo con sus deseos".

Este fantasma Kamarupa es también el enemigo de esta nuestra civilización, la cual nos permite ejecutar a hombres por crímenes cometidos, y de este modo lanzar al océano etéreo el conjunto de pasiones y deseos, libres de las limitaciones del cuerpo y expuestos en cualquier momento a ser atraídos hacia alguna persona sensitiva. Y siendo así atraídos, las imágenes deplorables de crímenes cometidos y también la obsesiva visión de ejecución y muerte con todas las acompañantes maldiciones y sentimientos de venganza, se incorporan en personas vivientes, quienes, ignorando el peligro, son incapaces de repelerlo. Así es como los crímenes y nuevas ideas de crímenes son de hecho propagadas diariamente en esos países en donde la pena capital aún prevalece.

Los cascarones o envolturas astrales, junto con el viviente cuerpo astral del médium, ayudados por ciertas fuerzas de la naturaleza que los Teósofos denominan "elementales", producen casi todos los fenómenos del espiritismo que no es fraudulento. El cuerpo astral del médium, teniendo la facultad de extensión y extorsión, provee el escenario para aquello a lo que se da el nombre de "espíritus materializados", para hacer mover objetos sin contacto físico y para transmitir mensajes que se dicen de parientes fallecidos, todo lo cual no es otra cosa que memorias e imágenes impresas en la luz astral; y para todo ésto usando y siendo usados por restos o cascarones astrales de suicidas, asesinos ejecutados, y por toda clase de espectros, que naturalmente gravitan y permanecen cerca de este plano de vida. El número de casos en que una comunicación viene de un verdadero espíritu desencarnado es tan reducido que pueden contarse con los dedos de una mano. Pero algunas veces, los espíritus de hombres vivientes, mientras sus cuerpos duermen acuden a las sesiones espiritistas y toman parte en ellas, más ellos no pueden recordarlo, no saben cómo lo hacen y no son distinguidos por los médiums dentro del conjunto de cadáveres astrales.

El hecho de que tales cosas puedan ser efectuadas por el hombre interno y no ser recordadas, no prueba nada en contra de estas teorías; porque el niño puede ver, sin saber el funcionamiento de los ojos, y el salvaje, aunque ignora el complicado mecanismo fisiológico que sin cesar funciona en su cuerpo, efectúa perfectamente el complejísimo proceso de la digestión; y el hecho de que él efectúa este proceso inconscientemente, está exactamente en armonía con nuestra teoría, porque estos actos y fenómenos del hombre o ser interno son las acciones inconscientes de la mente subconsciente. Estas palabras, "consciente" y "subconsciente", son desde luego usadas de manera relativa, refiriéndose la inconsciencia únicamente al cerebro. Experimentos hipnóticos han probado concluyentemente todas estas teorías, como será plenamente admitido algún día no muy lejano. Además de ésto, las envolturas astrales de los suicidas y de los criminales ya ejecutados son las más coherentes, las de más larga vida, y las más cercanas a nosotros entre todos los espectros de los infiernos, y por lo tanto deben ser, por exigencia del caso, los verdaderos "controles" o "guías" en la sala de sesiones espiritistas.

La pasión y el deseo, conjuntamente con el cuerpo-modelo astral, existen tanto en los hombres como en los animales así como también en el reino vegetal, aunque en este último tenuemente desarrollados. En un cierto período de la evolución ningún otro principio material adicional se había desarollado, y los tres principios superiores de Mente, Alma y Espíritu, estaban simplemente latentes. Hasta este punto el hombre y el animal se encontraban al mismo nivel, porque lo bruto en nosotros se compone de las pasiones y del cuerpo astral. El desarrollo del gérmen de la Mente formó al hombre, porque ello es lo que constituye la gran diferencia. El Dios interno comienza con Manas, o la mente, y es ese conflicto entre este Dios y el bruto inferior, acerca del cual la Teosofía nos habla y nos previene. El principio inferior es llamado malo, sólo porque en comparación con el superior lo es; pero, aún así, el inferior es la base y medio de toda acción. No podemos elevarnos a menos que ese yo inferior primeramente se afirme en el deseo de mejorar. En este aspecto, al yo inferior se le llama Rajas o cualidad activa y mala, a fin de distinguirla de la de Tamas, o la tenebrosa cualidad de sombras y de indiferencia. La elevación no es posible a menos que Rajas se encuentre presente para dar el impulso; y por el ejercicio de este principio de pasión, todas las cualidades superiores son movidas finalmente a purificar y elevar nuestros deseos, a tal grado que éstos puedan estar continuamente basados en la verdad y el espíritu. Por medio de ésto, la Teosofía no indica que las pasiones deben ser saciadas, pues una doctrina más perniciosa que ésa jamás pudo existir; el precepto es que se haga uso de la actividad generada por el cuarto principio, con el fin de elevarnos constantemente y de no caer bajo el dominio de la cualidad tenebrosa que termina con la aniquilación, habiendo comenzado con el egoísmo y la indiferencia.

Habiendo examinado así la esfera de acción de los principios inferiores, y analizado su naturaleza, vemos que la Teosofía enseña que en el estado actual de su evolución, el hombre es un cuaternario enteramente desarrollado con los principios superiores parcialmente desarrollados, o en desarrollo. Por esta razón se afirma que el hombre de hoy demuestra por sí mismo estar impulsado por la pasión y el deseo. Esto se prueba al observar las civilizaciones de la tierra, porque ellas todas han sido impulsadas por este principio; y en los países como Francia, Inglaterra, y en las Américas, la glorificación de ese principio se manifiesta por la atención a la ostentación, al arte sensual, a la lucha por el poder y el rango, y en todos los hábitos y estilos de vida donde la plena gratificación de los sentidos a menudo se estima como el supremo bien.

Pero como la Mente continúa desarrollándose más y más, a medida que proseguimos nuestra marcha por el sendero de la evolución de la raza, ya puede percibirse por lo bajo en todos los países el comienzo de la transición, desde el animal poseedor del gérmen de la verdadera mente, hasta el hombre de mente completa. Este momento es por lo tanto conocido por los Maestros, quienes han divulgado algunas de las antiguas verdades, como un "período de transición". La orgullosa ciencia, y la aún más orgullosa religión no admiten ésto; piensan que nosotros somos lo que siempre seremos. Pero confiando en sus instructores, el Teósofo ve en todo su derredor la evidentcia de que la mente de la raza está cambiando en cuanto a amplitud, que los viejos tiempos del dogmatismo han terminado y la "era de la investigación" ya ha lleado; que las investigaciones aumentarán su clamor año tras año, y que las respuestas tendrán que satisfacer más y más la mente a medida que ésta crece, hasta que al fin, habiendo terminado con todo dogmatismo, la raza se encuentre preparada para afrontar todos los problemas, cada persona por sí misma, todos trabajando para beneficio del todo, y que al final redundará en el perfeccionamiento de aquellos que luchan para trascender lo bruto. Por estas razones, las antiguas doctrinas son nuevamente promulgadas y la Teosofía invita a cada uno de nosotros a refleccionar sobre si es mejor ceder a la naturaleza animal inferior, o alzar la vista y ser gobernados por el Dios interno.

Un estudio más amplio del cuarto principio de nuestra constitución, nos obligaría a considerar asuntos tales como aquellos presentados por los que hacen milagros en el Oriente, así como los fenómenos espiritistas, el hipnotismo, las apariciones, la enajenación mental y otros; pero éstos deben reservarse para tratarlos separadamente.

1 Tal como fué corregido por W.Q.J. en The Theosophical Forum, Junio de 1894.


Sumario
CAPITULO VII
MANAS

En nuestro análisis de la naturaleza del hombre,hasta ahora hemos considerado únicamente los elementos perecederos que constituyen el hombre inferior, y hemos arribado al cuarto principio o plano - - el del deseo - sin haber hecho alusión alguna a la cuestión de la Mente. Pero aún hasta el punto que hemos abordado, debe ser evidente que hay una gran diferencia entre las ideas ordinarias acerca de la Mente y las que se encuentran en la Teosofía. De ordinario se piensa en la Mente como algo inmaterial, o que es meramente el nombre dado a la acción del cerebro al desarrollar el pensamiento, proceso enteramente desconocido, como no sea por inferencia, o sea que si no hay cerebro tampoco puede haber mente. Bastante atención ha sido invertida en catalogar ciertas funciones y atributos mentales, pero faltan los términos en el idioma para poder describir los actuales hechos metafísicos y espirituales con respecto al hombre. Esta confusión y carencia de palabras para estos usos, se debe casi enteramente, primero, a la religión dogmática, la cual ha afirmado y vigorizado por muchos siglos dogmas y doctrinas que son inaceptables a la razón, así como al conflicto natural que surgió entre la ciencia y la religión tan pronto como fueron desechados los grilletes que impuso la religión a la ciencia, y a ésta se le permitió tratar con los hechos de la naturaleza. La reacción contra la religión, naturalmente, impidió que la ciencia adoptara nada más que un concepto materialista del hombre y de la naturaleza. Por lo tanto, de ninguna de esas dos fuentes hemos podido obtener hasta ahora los términos necesarios para describir los principios quinto, sexto y séptimo, que componen la Trinidad, el hombre real, el peregrino inmortal.

El quinto principio es Manas en la clasificación adoptada por el señor Sinnett, y usualmente se define como la Mente. Otros nombres le han sido asignados, pero Manas es el conocedor, el percibidor, el pensador. El sexto es Buddhi, o discernimiento espiritual; el séptimo es Atma, o Espíritu, el rayo de luz que emana del Ser Absoluto. Nuestro idioma será suficiente para describir en parte la naturaleza de Manas, pero no así Buddhi o Atma, y aún muchas cosas relativas a Manas, pero no así Buddhi o Atma, y aún muchas cosas relativas a Manas quedarán por esclarecerse.

El curso de la evolución desarrolló los principios inferiores y produjo al fin la forma humana, provista de un cerebro con una capacidad mayor y más profunda que la de cualquier otro animal. Pero este hombre, humano en la forma, no lo era aún en lo mental, y por lo tanto necesitaba el quinto principio, que es el principio del pensamiento y de la percepción, para diferenciarlo del reino animal y para conferirle el poder de llegar a convertirse en autoconsciente. La mónada quedó aprisionada en estas formas, y esa mónada está compuesta de Atma y Buddhi, porque sin la presencia de la mónada la evolución no podría marchar hacia adelante. Retrocediendo momentáneamente a la época en que las razas carecían de la mente, se abre aquí la siguiente pregunta: "¿Quién dio la mente, de dónde vino y qué es?". La mente es el eslabón entre el Espíritu de Dios en lo alto y lo personal abajo, y les fue concedida a las mónadas sin mente por otras mónadas que habían pasado por este proceso, edades tras edades en otros mundos y sistemas de mundos, viniendo la mente, por lo tanto, de otros períodos evolucionarios llevados a cabo y completados mucho tiempo antes de que el sistema solar hubiera comenzado. Esta es la teoría, extraña e inaceptable hoy, pero que debe ser enunciada si es que vamos a decir la verdad acerca de la Teosofía; y ésto es simplemente repetir lo que otros han dicho anteriormente.

La manera en que esta luz de la mente fue dada a los Hombres sin Mente, puede ser comprendida por medio del ejemplo de una vela que va encendiendo a su vez muchas otras. Dada una vela encendida y muchas otras apagadas, se entiende que con una luz las otras pueden ser también encendidas. Lo mismo ocurre en el caso de Manas, que es la llama encendida. Los hombres sin mente, teniendo los cuatro principios elementales de Cuerpo Físico, Cuerpo Astral, Vida y Deseo, son las velas apagadas que no pueden encenderse por sí mismas. Los Hijos de la Sabiduría, que son los Hermanos Mayores de cada familia humana en cualquier globo, poseen la luz, heredada de otros progenitores de épocas remotas, mucho más lejanas, en una procesión interminable, sin principio ni fin. Ellos pegan fuego al conjunto de los principios inferiores y a la Mónada, encendiendo así a Manas en los nuevos hombres, preparando otra gran raza para la iniciación final. El encendido del fuego de Manas está simbolizado en todas las grandes religiones y en la Francmasonería. En Oriente, un sacerdote aparece sosteniendo una vela encendida en el altar y millares de feligreses encienden sus velas de la del sacerdote. Los Parsis también tienen su fuego sagrado, el cual es encendido por alguna otra llama sagrada.

Manas o el Pensador es el ser reencarnante, el inmortal que transporta consigo las experiencias y valores de todas las diferentes existencias vividas sobre la tierra o en otro globo. La naturaleza de Manas se vuelve doble o dual tan pronto como se enlaza en un cuerpo. Porque el cerebro humano es un organismo superior y Manas lo usa para razonar de premisa a conclusión. Esto también diferencia al hombre del animal, porque el animal actúa por medio de impulsos automáticos y los llamados instintos, mientras que el hombre puede usar el razonamiento. Este es el aspecto inferior del Pensador o Manas, y bajo ningún concepto, como algunos han supuesto, el supremo y mejor don que es propio del hombre. Su otro aspecto, para la Teosofía el más elevado, es el intuitivo, que conoce sin depender en absoluto de la razón. El aspecto inferior, puramente intelectual, es el más próximo al principio del Deseo, y es así como se distingue de otra parte, la cual tiene afinidad con los principios espirituales superiores. Si el Pensador, pues, se vuelve completamente intelectual, la naturaleza toda del ser comienza a dirigirse hacia abajo; porque el intelecto solo es frío, sin corazón, egoísta, porque no está iluminado por los otros dos principios superiores de Buddhi y Atma.

En Manas están almacenados los pensamientos de todas nuestras vidas. Es decir, en una encarnación, la suma total de pensamientos detrás de las acciones de ese período de vida, serán en general de un mismo carácter, pero pueden ser clasificados en una o más categorías. Esto es, el hombre de negocios de hoy en día es un caso específico; los pensamientos todos de su vida representan un solo hilo de razonamiento. El artista es otro caso. El hombre que se afanó en los negocios pero que también pensó mucho en la fama y en el poder que nunca pudo lograr, es aún otro caso. La gran masa de gente pobre, abnegada, intrépida, que tiene poco tiempo para pensar, constituye otra clase distinta. En todos éstos, la cantidad total de pensamientos durante la vida forma la corriente o hilo de la meditación de una vida - "aquello en que el corazón estuvo centrado" - y está ahora almacenado en Manas para ser sacado a la luz otra vez en cualquier época, en cualquier encarnación en que el cerebro y el ambiente sean similares a aquéllos que se usaron para engendrar esa clase de pensamientos.

Es Manas quien ve los objetos que le son presentados por los órganos corporales y los verdaderos órganos internos. Cuando el ojo enfoca una imagen en la retina, el panorama completo se transforma en vibraciones en los nervios ópticos, las cuales desaparecen en el interior del cerebro, en donde Manas está capacitado para percibirlas como ideas. Y de la misma manera ocurre con todos los otros órganos de los sentidos. Si la conexión entre Manas y el cerebro se rompe, la inteligencia no se manifestará a menos que Manas haya descubierto, por medio de entrenamiento, la manera de proyectar el cuerpo astral fuera del físico u orgánico y pueda continuar por ese medio en comunicación con sus prójimos.

El hipnotismo, el mesmerismo y el espiritismo, han probado ya que los órganos y los sentidos no pueden ellos mismos conocer los objetos. Porque según vemos en los experimentos mesméricos e hipnóticos, el objeto visto o sentido, y del cual todas las sensaciones de objeto sólido pueden percibirse, es a menudo sólo una idea existente en el cerebro del que opera. De la misma forma, Manas usando el cuerpo astral, sólo tiene que imprimir una idea sobre la otra persona para inducirla a percibir la idea y a transformarla en un cuerpo visible, al cual parecen seguir los efectos usuales de densidad y peso. En el hipnotismo hay muchos experimentos, todos los cuales demuestran que la llamada materia no es de por sí sólida o densa; que la vista no siempre depende de los ojos y de los rayos de luz procedentes de un objeto; que lo que es intangible para un cerebro y órganos normales, puede ser perfectamente tangible para otro; y que efectos físicos en el cuerpo pueden ser producidos tan sólo por una idea. Los bien conocidos experimentos de producir una ampolla con un simple pedazo de papel, o impedir que un emplasto produzca una ampolla por medio de la fuerza de sugestión transmitida al sujeto, ya sea que iba o no a formarse una ampolla, prueban concluyentemente el poder de efectuar un impulso sobre la materia por el uso de ese principio llamado Manas. Pero todos estos fenómenos son la manifestación de los poderes de Manas inferior actuando en el Cuerpo Astral y el cuarto principio, el del Deseo, empleando el cuerpo físico como escenario para la exhibición de esos poderes.

Es este Manas inferior el que retiene todas las impresiones de una vida y algunas veces las revela de una manera singular, como en trances o sueños, delirio, estados inducidos, aquí y allá, en condiciones normales, y muy a menudo en el momento de la muerte física. Pero Manas está tan ocupado con el cerebro, con la memoria y la sensación, que usualmente no despliega sino unas pocas reminiscencias fuera del conjunto de eventos que los años le han puesto por delante. Manas inferior impide el funcionamiento de Manas Superior, porque justamente al nivel actual de la evolución, el Deseo y los correspondientes poderes, facultades y sentidos, son los más altamente desarrollados, obscureciendo, por decirlo así, la luz blanca de la parte espiritual de Manas. Manas inferior queda coloreado or todo objeto que le sea presentado, sea ello un pensamiento o un objeto material. Es decir, Manas inferior operando a través del cerebro es de inmediato transformado en la forma y otras características de un objeto dado, ya sea mental o no. Esto hace que tenga cuatro peculiaridades: Primera, volar natural y súbitamente desde algún punto, objeto o sujeto; Segunda, volar hacia alguna idea agradable; Tercera, volar hacia una idea desagradable; Cuarta, permanecer pasiva, sin considerar nada. La primera se debe a la memoria y a la moción natural de Manas; la segunda y tercera se deben únicamente a la memoria; la cuarta significa el sueño cuando éste no es anormal, y cuando es anormal y va hacia la demencia.

Estas características mentales que pertenecen todas a Manas Inferior, son las mismas que deben ser combatidas y conquistadas por Manas Superior, con la ayuda de Buddhi y Atma. Si Manas Superior puede actuar, viene a ser lo que algunas veces llamamos un Genio; y si domina por completo, entonces el hombre puede convertirse en un dios. Pero la memoria continuamente presenta imágenes a Manas Inferior, lo que trae por resultado que el Superior sea obscurecido. Algunas veces, sin embargo, vemos aquí y allá por el sendero de la vida, hombres que son genios o grandes videntes y profetas. En éstos, los poderes Superiores de Manas están activos y la persona iluminada. Tales fueron los grandes Sabios de la antigüedad, seres como Buda, Jesús, Confucio, Zoroastro y otros. También poetas, tales como Tennyson, Longfellow, y otros, son hombres en quienes Manas Superior de cuando en cuando proyecta un rayo luminoso sobre el hombre terrenal, pronto, no obstante, a ser obscurecido a consecuencia de la educación dogmática religiosa, la cual ha grabado en la memoria ciertas imágenes que siempre impiden a Manas lograr su plena actividad.

En esta Trinidad superior tenemos a Dios sobre cada uno de nosotros; este es Atma y puede ser denominado el Yo Superior.

Luego está la parte espiritual del alma denominada Buddhi; cuando está completamente unido con Manas, a éste puede llamársele el Divino Ego.

El Ego interno, o entidad que reencarna, ocupando cuerpo tras cuerpo, acumulando impresiones vida tras vida, adquiriendo experiencia y sumándola al divino Ego, sufriendo y gozando a través de un inmenso período de años, es el quinto principio - Manas - sin unión con Buddhi. Esta es la individualidad permanente que da a cada hombre la sensación de ser él mismo y no algún otro individuo; aquello que a través de todos los cambios de los días y de las noches, desde la juventud hasta el final de la vida, nos hace sentir una misma identidad durante todo ese período. Manas también tiende un puente de continuidad sobre el espacio o brecha que deja el sueño, y, de la misma manera, salva la brecha que deja el sueño, y, de la misma manera, salva la brecha que deja el sueño de la muerte. Es ésto y no nuestro cerebro, lo que nos eleva por encima del animal. La profundidad y variedad de las circunvoluciones o repliegues del cerebro humano, son causados por la presencia de Manas y no son las causas de la mente como creen algunos. Y cuando, ya sea total u ocasionalmente, llegamos a la unidad consciente con Buddhi, nuestra alma Espiritual, contemplamos entonces a Dios, por decirlo así. Esta es la visión a que todos los antiguos aspiraban, pero en lo que los derecho a la grandeza natural y seguir adorando un dios imaginario, creado únicamente por sus propias fantasías y no muy carente de las flaquezas de la naturaleza humana.

Esta individualidad permanente de la presente raza ha pasado, por lo tanto, a través de toda clase de experiencias posibles, porque la Teosofía insiste en la permanencia de la individualidad y en la necesidad de continuar tomando parte en la evolución. Tiene un deber que cumplir, el cual consiste en elevar a un nivel superior toda la materia que le concierne en la cadena de globos a la cual pertenece la Tierra. Nosotros todos hemos vivido y tomado parte en civilización tras civilización y raza tras raza sobre la Tierra, y así continuaremos a través de todas las rondas y razas hasta que la séptima sea completada. Al mismo tiempo debe recordarse, que la materia de este globo y todo cuanto a él está relacionado también ha pasado a través de toda clase de formas, con sólo algunas posibles excepciones en esferas muy inferiores de formación mineral. Pero en general, toda la materia visible, o la suspendida en el espacio y aún por precipitarse, han sido ya moldeadas en una u otra ocasión en forma de toda variedad, muchas de las cuales no tenemos siquiera una idea de ellas. Los procesos de la evolución, por lo tanto, en algunos departamentos se adelantan ahora con mayor rapidez que en épocas pasadas, porque ambos, Manas y la materia, han ido adquiriendo ya capacidad y facilidad de acción. Especialmente es esto así con relación al hombre, quien es el más avanzado de todas las cosas y de todos los seres en esta evolución. El está ahora encarnado y proyectado a través de la vida más rápidamente que en los períodos anteriores, cuando tomaba tantísimos años el obtener una "vestidura de piel".

Este volver a la vida una y otra vez no puede ser evitado por el hombre ordinario, porque Manas Inferior se encuentra aún atado al Deseo, que es en la actualidad el principio dominante y preponderante. Estando así influenciado por el Deseo, Manas es alucinado continuamente durante su encarnación, y al ser así engañado es inacapaz de impedir la acción sobre sí mismo de las fuerzas generadas durante la vida. Estas fuerzas son generadas por Manas, o sea, por los pensamientos generados en el período de vida. Cada pensamiento crea un enlace físico lo mismo que mental, con la clase de deseo en el cual tuvo su raíz. La vida entera está repleta de tales pensamientos, y cuando el período de reposo después de la muerte llega a su fin, Manas está enlazado a la tierra por innumerables hilos electro-magnéticos, por razón de los pensamientos generados durante la última vida y, por tanto, por el deseo, porque fue el deseo lo que le causó tantísimos pensamientos y la ignorancia de la verdadera naturaleza de las cosas. Una comprensión de esta doctrina, de que el hombre es realmente un pensador y hecho de pensamiento, clarificará todo lo demás relacionado con la encarnación y con la reencarnación. El cuerpo del hombre interno está hecho de pensamiento, y siendo esto así, claramente se deduce que si los pensamientos tienen más afinidad con la vida terrenal que con cualquier otra vida, un retorno aquí es inevitable.

En nuestros días, Manas no está enteramente activo en la raza, porque el Deseo aún permanece supremo. En el próximo ciclo del período humano, Manas estará completamente activo y desarrollado en la raza completa. Por ésto, los hombres de la tierra no han llegado aún al punto de hacer una selección consciente acerca del sendero que tomarán; pero cuando se esté ya en el ciclo a que se ha hecho referencia, y con Manas activo, todos serán entonces compelidos a hacer una elección consciente de partir hacia la derecha o hacia la izquierda, conduciendo uno de estos senderos a la unión completa y consciente con Atma, el otro, a la aniquilación de esos seres que prefieran tal sendero.


Sumario
CAPITULO VIII
SOBRE LA REENCARNACION

Como ha llegado el hombre a ser el ente complejo que es y por qué hay cuestiones a las que ni la ciencia ni la religión ofrecen respuesta concluyente? Este pensador inmortal, poseyendo tan vastos poderes y posibilidades todos suyos por razón de su conexión íntima con todo aspecto secreto de la Naturaleza, de la cual él está constituído, se encuentra erguido sobre la cumbre de una inmensa y silenciosa evolución. El pregunta por qué la Naturaleza existe, lo que el drama de la vida tiene por finalidad, y cómo ese objetivo puede ser logrado. Pero ambos, la Ciencia y la Religión, fallan en dar una respuesta razonable. La Ciencia no pretende estar en condiciones de dar la solución, declarando que la investigación de las cosas, tal como son, es tarea suficiente; la religión ofrece una explicación que es tan ilógica como carente de significado, y solamente aceptable al fanático, ya que requiere que consideremos la Naturaleza toda como un misterio, y pretende buscar el sentido y propósito de la vida, con todas sus amarguras, en el placer de un Dios que no puede ser encontrado en ninguna parte. Una mente cultivada e investigadora, sabe que la religión dogmática tan sólo puede dar una respuesta inventada por el hombre, aunque pretendiendo que proviene de Dios.

¿Para qué entonces existe el universo y para qué ulterior propósito se halla el hombre, el Pensador inmortal, dentro de esta evolución? El objetivo es la experiencia y la emancipación del alma, con el propósito de elevar la masa entera de materia manifestada a la estatura, naturaleza y dignidad de Divinidad Consciente. El gran designio es el de lograr la autoconsciencia, no a través de una raza o una tribu, o de alguna nación favorita, sino por y a través del perfeccionamiento - después de su transformación - de la masa total de materia, así como también de lo que nosotros ahora denominamos alma. Nada es ni será excluído. La meta para el hombre actual es su iniciación en el completo saber; y para los otros reinos inferiores a él, el que puedan ser elevados gradualmente, de plano en plano, hasta ser con el tiempo también iniciados. Esta es la evolución elevada hasta su más alta potencia; éste es un prospecto magnífico, que transforma al hombre en un dios y le da a cada parte de la naturaleza la posibilidad de llegar a convertirse en uno, algún día. Hay fuerza y nobleza en esta teoría, porque en ella ningún hombre es empequeñecido o rebajado, ya que ningún ser es tan originalmente pecador e impuro que no pueda elevarse por encima de todo pecado. Considerado desde el punto de vista materialista de la Ciencia, la evolución abarca la mitad de la vida; mientras que el concepto religioso de la evolución, es una mezcolanza de absurdos y temores. Las religiones de hoy en día retienen siempre el elemento del temor, y al mismo tiempo se imaginan que un ser Todopoderoso no puede pensar acerca de ninguna otra tierra o globo sino éste, al cual gobierna de manera muy imperfecta. Pero la antigua doctrina teosófica hace del universo un conjunto vasto, completo y perfecto.

Ahora bien, desde el momento en que nosotros postulamos la existencia de una doble evolución, física y espiritual, tenemos que admitir al mismo tiempo que tal evolución tan sólo puede ser llevada a cabo por medio de la reencarnación. Esto está, en efecto, demostrado por la ciencia. Se ha demostrado que la materia de la tierra y de todas las cosas físicas que en ella existen, estuvo en una época en estado gaseoso o fluído; que la misma se enfrió que sufrió cambios; que de sus alteraciones y evoluciones se generó al fin la gran variedad de cosas y de seres. Esto, en el plano físico significa transformación o cambio de una forma a la otra. La masa total de materia es casi la misma que al comienzo de la formación de este globo, concediéndosele una ínfima adición debida a polvo estelar y aerolitos. En consecuencia, la materia debe haber sido cambiada repetidas veces y, por tanto, haber sido físicamente reformada y reincorporada. Desde luego, para ser estrictamente exactos, nosotros no deberíamos emplear la palabra reencarnación, porque "encarnar" se refiere a la carne. Digamos pues, "reincorporada", y entonces vemos que para ambos, la materia y el hombre, ha habido un constante cambio de forma y esto es, ampliamente hablando, "reencarnación".

Con relación a la masa d materia, la doctrina enseña que la materia toda será elevada hasta la jerarquía del hombre, cuando el hombre haya adelantado más por sí mismo. Ningún resíduo se dejará atrás después de la salvación final del hombre, resíduo del cual haya que disponer de una manera misteriosa en algún remoto depósito polvoriento de la naturaleza. La doctrina verdadera no admite concesión alguna de tal índole y al mismo tiempo no teme dar la verdadera disposición de lo que podría parecer un resíduo. Todo es elaborado y procesado hacia otros estados superiores, porque según declara la filosofía, no existe materia alguna inorgánica, sino que cada átomo es una entidad viviente y contiene el gérmen de la autoconsciencia, y ésto debe traer por resultado que algún día todo tendrá que haber sido transformado. Así que, lo que actualmente conocemos como carne humana, contiene hoy materia que en una época fue totalmente mineral, más adelante fue vegetal y hoy está refinada en átomos humanos. En un momento muy distante del actual, la materia vegetal de hoy habrá sido elevada al reino animal, y lo que nosotros ahora usamos como nuestra materia orgánica o carnal será cambiada, por transformación, a través de la evolución, en pensadores autoconscientes; y así sucesivamente, ascendiendo la escala entera hasta el advenimiento de ese período en el cual, lo que se conoce hoy como materia mineral habrá pasado al humano, y aún más allá, hasta el nivel del Pensador. Entonces, al advenimiento de otro gran período de evolución, la materia mineral de esa época será la que en la actualidad está pasando a través de sus transformaciones inferiores en otros planetas y en otros sistemas de mundos.

Esto es quizás un bosquejo "fantástico" para los hombres de hoy en día, tan acostumbrados como están a ser tratados desde su nacimiento, como malos, pecadores, débiles y completos necios, que temen hasta admitir la verdad acerca de ellos mismos; pero para los discípulos de los antiguos teósofos, ésto no es imposible ni fantástico, sino lógico y vasto. Y sin duda alguna, este esquema será aceptado algún día por todos, cuando la mente de la raza occidental haya rechazado la cronología y las ideas mosáicas sobre el hombre y la naturaleza. Por lo tanto, en cuanto a la reencarnación y a la metempsicosis, nosotros decimos que estas deben ser aplicadas primeramente al Cosmos entero y no simplemente al hombre. Pero como el hombre es el más interesante objeto para sí mismo, consideraremos en detalle la reencarnación desde el punto de vista que a él atañe.

Esta es la más antigua doctrina y es ya aceptada por más seres humanos que el número de aquéllos que la repudian. Casi todos los millones de habitantes en Oriente aceptan esta doctrina; la misma fue enseñada por los griegos; un gran número de chinos cree actualmente en ella, lo mismo que sus antepasados; los judíos la consideraban cierta y no ha llegado a desaparecer de su religión; y Jesús, a quien se le llama fundador del Cristianismo, también creyó y enseñó esta doctrina. En la iglesia Cristiana primitiva también era conocida y promulgada, y los más preeminentes entre los padres de la iglesia la creían y promulgaban.

Los Cristianos deberían recordar que Jesús era un judío, que consideraba su misión destinada a los judíos, porque según dice el Evangelio de San Mateo: "Yo no soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel". Jesús debió haber conocido bien las doctrinas que ellos profesaban. Todos creían en la reencarnación. Para ellos Moisés, Adán, Noé, Seth y otros, habían regresado a la tierra; y en la misma época de Jesús se creía comúnmente que el antiguo profeta Elías estaba aún por regresar. Así es que encontramos, ante todo, que Jesús jamás negó ni abjuró la doctrina y en varias ocasiones le dió su asentimiento, como cuando dijo que Juan el Bautista era en realidad una nueva encarnación del antiguo Elías, a quien las gentes estaban esperando. Todo esto puede ser verficado en el Evangelio de San Mateo, en los capítulos XVII, XI y otros.

En esos escritos se notará claramente que Jesús aprobaba la doctrina de la reencarnación; y siguiendo el sendero de Jesús, San Pablo, en la epístola a los romanos, capítulo IX, habla de Esaú y de Jacob como habiendo realmente existido antes de su nacimiento; y más tarde, tan preeminentes padres de la iglesia Cristiana, como Orígenes, Synesios y otros, aceptaron y enseñaron la teoría. En el libro de Proverbios VIII, 22, Salomón dice haber estado presente durante la formación de la tierra y que mucho antes de que él pudiera haber nacido como Salomón, sus placeres eran los de vivir en las partes habitables de la tierra en compañía de los hijos de los hombres. En el Apocalipsis, III, 12, San Juan el Evangelista relata que a él le fue revelado en el curso de una visión, la que se refiere a la voz de Dios o a la de alguien hablando en su nombre, que quien quiera que llegase a vencer no tendría la necesidad de "salir" otra vez; es decir, que no necesitaría reencarnar más. Durante quinientos años después de Jesús, hasta el Concilio de Constantinopla, esta doctrina fue enseñada en la iglesia. Entonces se promulgó una condenación sobre un aspecto del asunto, condenación que ha sido interpretada por muchos como si se hubiese hecho contra la reencarnación; pero si tal condenación es dictada contra las palabras de Jesús, la misma no tiene ningún efecto. Esta condenación, por cierto, va contra El, y por tanto la iglesia se encuentra en la posición de alegar, en efecto, que Jesús no conocía lo bastante para maldecir, según lo hizo la iglesia, una doctrina conocida y enseñada en su época, y la cual fue conspicuamente traída a su conocimiento y nunca condenada sino de hecho aprobada por El.

El Cristianismo es una religión Judía y esta doctrina de la reencarnación le pertenece históricamente por herencia judaica, y también por razón de haber sido enseñada por Jesús y por los primeros padres de la iglesia. Si hubiera alguna forma verídica o lógica para la iglesia Cristiana de librarse de este dilema - excluyendo, desde luego, los dogmas de la iglesia -, al Teósofo le agradaría que se la diesen a conocer. En realidad el Teósofo sostiene que quien quiera que sea Cristiano profeso y niegue esta teoría, él mismo pone con eso su juicio contra el de Jesús, quien debió haber sabido más sobre el asunto que aquellos que lo siguen. Es este anatema lanzado por el Concilio de la iglesia contra la reencarnación, y la ausencia de esta doctrina en la enseñanza actual, lo que ha hecho daño al Cristianismo y ha hecho de todas las naciones Cristianas pueblos que pretenden ser discípulos de Jesús y de la ley del amor, pero que realmente como naciones, son seguidoras de la Ley Mosáica del talión y de la represalia. Porque sólo en la reencarnación se encuentra la respuesta a todos los problemas de la vida; y en ella y en el Karma se encuentra la fuerza que hará a los hombres practicar la ética que profesan en teoría. Es el objeto de la antigua filosofía el restituir esta doctrina a cualquier religión que la haya perdido, y por lo tanto nosotros le llamamos el "acorde perdido del Cristianismo".

¿Pero quién o qué es lo que reencarna? El cuerpo físico no es lo que reencarna, porque ese cuerpo muere y se desintegra; y a muy pocos de nosotros nos gustaría permanecer encadenados para siempre a tales cuerpos como los que tenemos ahora, que se admite están infestados de enfermedades, excepto en el caso de los salvajes. El cuerpo astral no es tampoco lo que reencarna, porque como se ha demostrado ya, el astral también tiene su límite y debe desintegrarse después que el cuerpo físico se ha disuelto. Tampoco son las pasiones y los deseos. Estas últimas son sin duda alguna de un largo término, porque tienen el poder de reproducirse por sí mismas en cada vida mientras nosotros no las vayamos erradicando. La reencarnación se encarga de éso, puesto que ella nos proporciona numerosas oportunidades para que lentamente, uno por uno, sean erradicados todos los deseos y pasiones que desfiguran la imagen celeste del hombre espiritual.

Ya ha sido explicado cómo la parte pasional de nosotros se funde con la astral después de la muerte y proyecta aparentemente un ser, que tiene una corta eistencia que vivir mientras se desintegra. Cuando la separación se completa entre el cuerpo que ha muerto, el cuerpo astral y las pasiones y deseos - habiendo la vida comenzando a ocuparse en otras formas -, la Triada Superior, Manas, Buddhi y Atma, quienes componen el hombre real, inmediatamente pasan a otro estado o ambiente, y cuando termina este estado -el cual es llamado Devachán, o cielo-, la Triada Superior es de nuevo atraída hacia la tierra para su reencarnación. Esta Triada es la parte inmortal de nuestro ser; en efecto, nosotros somos esta Triada. Esto deberá ser firmemente comprendido por la mente, porque de su claro entendimiento depende la comprensión de toda la doctrina. Lo que en realidad obstaculiza esta visión para el hombre occidental moderno, es sencillamente el prolongado entrenamiento que todos nosotros hemos tenido en ciencia materialista y una religión materializante, las cuales han hecho del mero cuerpo físico algo muy prominente. La primera ha enseñado todo lo relativo a la materia solamente, 'y la segunda ha predicado la resurrección del cuerpo, una doctrina contraria al sentido común, a los hombres, a los hechos, a la lógica y a todo testimonio. Pero no hay duda alguna de que la teoría de la resurrección corporal proviene de la corrupción de una más antigua y verdadera enseñanza. La resurrección está basada en lo que dice Job acerca de haber visto a su redentor en la carne, y sobre la mención de San Pablo de que el cuerpo fue resucitado incorrupto. Pero Job fue un egipcio que hablaba de ver a su maestro o iniciador, quien era el redentor, y Jesús y Pablo se referían al cuerpo espiritual solamente.

Aunque la reencarnación es la ley de la naturaleza, la trinidad completa de Atma-Buddhi-Manas aún no encarna enteramente en esta raza. Estos tres principios superiores usan y ocupan el cuerpo por mediación de la entrada de Manas, que es el más inferior de los tres principios, y los otros dos brillan sobre él desde arriba, constituyendo así el "Dios en los Cielos". Esto fue simbolizado en las antiguas enseñanzas Judáicas por medio del Hombre Celeste, quien se yergue con la cabeza en el cielo, y los pies en el infierno. Esto es, la cabeza, Atma y Buddhi aún permanece en el cielo, y los pies, Manas, caminan en el infierno, que es el cuerpo carnal y la vida material. Por esa razón el hombre no es aún totalmente consciente, y las reencarnaciones son aún necesarias con el fin de lograr la encarnación de la completa Trinidad Superior en el cuerpo. Cuando ese fin haya sido consumado, la raza llegará a ser una raza de dioses; y al encontrarse entonces la trinidad divina en pleno control y posesión, la masa total de la materia será perfeccionada y elevada hacia el próximo paso. Este es el verdadero significado de "el verbo hecho carne". En el caso aislado de individuos como Jesús o Buda, aquéllo fue un acontecimiento tan grandioso como para ser considerado por el mundo como el de una encarnación divina. Y de ésto también surge la idea de la crucifixión, porque Manas es pues crucificado con el propósito de elevar al ladrón hasta el Paraíso.

Es en razón de que la trinidad no está encarnada en la raza que la vida abarca tantos misterios, algunos de los cuales están apareciendo día a día, a través de los diversos experimentos que se hacen acerca del hombre.

El médico no sabe lo que la vida es, ni la razón por la que el cuerpo funciona como lo hace, porque la parte espiritual está aún amortajada entre las nubes del cielo; el hombre científico está buscando en la obscuridad, desconcertado y confuso por todo lo que el hipnotismo y otros fenómenos extraños traen ante él, porque el hombre consciente se encuentra fuera del alcance, sobre la cumbre misma de la divina montaña, forzando así al erudito a hablar de la "mente subconsciente", la "personalidad latente", y otros. Por otro lado, el sacerdote no puede darnos ninguna luz porque él niega la naturaleza divina del hombre, reduce todo al nivel del pecado original y coloca sobre nuestro concepto de Dios el negro estigma de ineptitud para controlar o manejar la creación sin la invención de expedientes para reparar errores hipotéticos. Esta antigua verdad resuelve el enigma y pinta a Dios y a la Naturaleza en colores armoniosos.

La reencarnación no significa que nosotros transmigramos hacia formas animales después de la muerte, según la creencia de algunos pueblos del oriente. "Una vez un hombre, siempre un hombre", dice el adagio de la Gran Logia. Pero el castigo para algunos hombres no sería aún excesivo si fuera posible condenarlos a renacer en los cuerpos de animales irracionales; sin embargo, la naturaleza nunca es guiada por sentimientos sino por ley, y nosotros, que no estamos capacitados para verlo todo, no podemos decir que el hombre brutal es todo bruto a través de su naturaleza. Y la evolución, habiendo conducido a Manas, el Pensador, la Persona Inmortal, a este plano, no puede volverse atrás hacia el bruto que carece de Manas.

Al examinar las dos explicaciones para la aceptación literal por algunos orientales de esas Leyes de Manú, que parecen enseñar la transmigración hacia los seres brutos, insectos, etc., comprendemos porqué el estudiante verdadero de esta doctrina no puede caer en el mismo error.

La primera de estas explicaciones es que los diversos libros y versos que enseñan tal transmigración, tratan sobre el verdadero método de la reencarnación, o sea, con la explicación de los actuales procesos físicos que tienen que ser experimentados por el Ego al pasar del estado de desencarnado al encarnado, y también con las sendas, los métodos o los medios de descenso del plano invisible al visible. Esto no ha sido aún explicado completamente en los libros Teosóficos, porque primeramente es un asunto delicado, y luego los detalles no serían recibidos con credulidad aún por los mismos Teósofos, aunque algún día lo serán. Y como estos detalles no son de grandísima importancia, no son expuestos ahora.

Pero como sabemos que ningún cuerpo humano se forma sin la unión de los dos sexos, y que los gérmenes de tal producción están encerrados en los centros sexuales y por tanto deben provenir de los alimentos ingeridos por el cuerpo, evidentemente los alimentos tienen algo que ver con el Ego reencarnante. Ahora bien, si el camino a la reencarnación conduce a través de ciertos alimentos y no de otros, es posible que si el Ego se fija o traba en alimentos que no conducirán al germen de la reproducción física, se señala un castigo en donde el Manú dice que tales y cuales prácticas conducirán a la transmigración, lo cual es entonces un "impedimento". Yo emito ahora esta opinión, para el beneficio de aquellos teósofos que leen estos pasajes, y cuyas propias teorías sobre esta materia son actualmente más bien vagas e indefinidas y en ciertos casos basadas en hipótesis completamente diferentes.

La segunda explicación es que, por cuanto la naturaleza intenta que usemos la materia absorbida por nuestro cuerpo físico y cuerpo astral, con el propósito, entre otros, de beneficiar la materia con la impresión que ella recibe durante su contacto y asociación con el Ego humano, si nosotros la usamos para darle únicamente una impresión e impulso brutal, ella debe retornar al reino animal, para ser absorbida allí, en vez de ser refinada y retenida en el plano humano. Y como toda la materia con que el Ego humano se rodea retiene la huella o impresión fotográfica del ser humano, la materia tendría que transmigrar a un nivel inferior, ya que el Ego le da una impresión animalizada. Este hecho, real en el gran laboratorio químico de la naturaleza, pudiera ser fácilmente mal interpretado por el ignorante. Pero los estudiantes de hoy en día saben que tan pronto como Manas, el Pensador, ha arribado a la escena, nunca más retorna a las formas inferiores; primero porque no lo desea, y segundo porque no puede. Porque así como la sangre en el cuerpo está impedida, por válvulas, de retroceder y congestionar el corazón, de la misma manera, en el vasto sistema de circulación universal, la puerta se cierra detrás del Pensador impidiéndole su retroceso.

La reencarnación, como doctrina que aplica al hombre real, no enseña en absoluto la transmigración a reinos de la naturaleza inferiores al humano.
Sumario
CAPITULO IX
CONTINUACION SOBRE LA REENCARNACION

En Occidente, en donde la meta de la vida consiste en lograr el éxito comercial, financiero, social o científico, es decir, lucro personal, engrandecimiento y poder, la verdadera vida del hombre recibe muy poca atención, y nosotros, al contrario de los orientales, damos escasa prominencia a la doctrina de la preexistencia y a la de la reencarnación. El mero hecho de que la Iglesia la niega, es suficiente razón para un gran número de personas, con las cuales ninguna argumentación tiene caso. Confiando en su iglesia, tales personas no desean perturbar la tranquilidad de su fe en dogmas que podrían ser ilógicos; y como han sido disciplinados en la suposición de que la iglesia los puede condenar al infierno, tan sólo el temor ciego a la maldición lanzada contra la reencarnación en el Concilio de Constantinopla, por el año 500 de la Era Cristiana, los excluiría a ellos de aceptar la teoría maldita. Y la iglesia, al tratar sobre la doctrina, insinúa la objeción de que si los hombres se convencieran de que vivirán muchas vidas, la tentación de aceptar el presente y hacer el mal sin restricción alguna, sería demasiado fuerte.

Absurda como parece, ésta es la premisa planteada por los jesuítas eruditos, quienes alegan que los hombres más bien preferirán tener la oportunidad presente que esperar por otras futuras. Esta objeción sería válida si no hubiera retribución alguna, pero como la Naturaleza tiene también un Némesis para cada malhechor, y como cada uno, bajo la ley del Karma - que es la ley de causa y efecto y de la justicia cabal - ha de recibir por sí mismo las exactas consecuencias, en cada encarnación, de todos los buenos o malos actos y pensamientos que realizó y tuvo en otras encarnaciones, el principio fundamental para la conducta moral está asegurado. Hay seguridad en este sistema, puesto que ningún hombre puede por ningún medio, favor, edicto, o creencia, eludir las consecuencias y cada uno que se aferre a esta doctrina será movido por su conciencia y todo el poder de la naturaleza a obrar bien, con el fin de que pueda recibir el bien y llegar a ser feliz.

Se ha sostenido que la teoría del renacimiento es antipática y desagradable, porque, por una parte es fría y no permite la interferencia de sentimiento alguno, prohibiéndonos renunciar a voluntad a una vida que hemos encontrado dolorosa, y por otra parte, que no parece que dentro de esa teoría haya ninguna oportunidad de ver a nuestros seres queridos que han fallecido con anterioridad. Pero ya sea ésto de nuestro agrado o no, las leyes de la Naturaleza operan infaliblemente y ni el sentimiento ni la emoción pueden, de manera alguna, evitar la consecuencia que debe seguir a una causa. Si tomamos alimentos nocivos, malas consecuencias tienen que sobrevenir. El glotón quisiera permiso de la Naturaleza para hartarse sin ser afectado por la indigestión que ha de resultar, pero las leyes de la Naturaleza no pueden ser tan fácilmente descartadas.

Ahora bien, la objeción a la reencarnación de que no veremos a nuestros seres queridos en el cielo, según asegura la religión dogmática, presupone una cesación completa de la evolución y del desarrollo de esos seres que abandonan la tierra antes que nosotros, y también asume que el reconocimiento depende de la apariencia física. Pero así como progresamos en esta vida, de la misma manera debemos progresar al abandonarla y sería injusto obligar a los otros a que esperen nuestro arribo sin cambiar para que nosotros podamos reconocerlos. Y si uno reflexiona en las consecuencias naturales de elevarse hacia el cielo, donde todos los impedimentos son descartados, debe ser evidente que aquellos que han estado residiendo allí por veinte años mortales con anterioridad a nuestro arribo, deben haber efectuado, dentro de la naturaleza de los procesos mentales y espirituales, un progreso equivalente a muchos cientos de años sobre la tierra. ¿Cómo podríamos entonces, arribando más tarde, y aún imperfectos, ser capaces de reconocer a aquellos que han estado perfeccionándose en el cielo con tales ventajas? Así como sabemos que el cuerpo físico ha quedado atrás abandonado para su desintegración, de igual modo es evidente que en la vida espiritual y mental, el reconocimiento no puede depender de la apariencia corpórea. No sólo es ésto evidente sino que estamos persuadidos de que un cuerpo físico contrahecho o mal parecido a veces encierra una inteligencia brillante y un alma pura, y que un cuerpo exterior hermosamente formado - tal como es el caso de los Borgias - puede ocultar un demonio encarnado en cuanto al carácter; la forma física no ofrece, pues, garantía de reconocimiento en ese mundo, en donde el cuerpo físico está ausente. Y la madre que ha perdido un niño cuando éste alcanzó su madurez, ha de saber que ella amaba a ese niño tanto cuando era un bebé como posteriormente, cuando la gran alteración, al avanzar la vida, hubo barrido completamente la fisonomía y los rasgos de la primera juventud.

Los Teósofos saben que esta objeción no puede ser sostenida frente a la vida pura y eterna del alma. Además, la Teosofía enseña que todos aquellos seres que se asemejan y se aman unos a otros, habrán de reencarnar juntos, siempre que las condiciones y circunstancias lo permitan. Cuando uno de nosotros ha avanzado más en el sendero de la perfección, será siempre impulsado a ayudar y consolar aquellos que pertenecen a la misma familia. Pero cuando un ser se ha vuelto craso, egoísta y perverso, ningún otro ser tendría interés alguno en su compañía en otra vida. La identificación o reconocimiento depende de la visión interna y no de la apariencia externa; por lo tanto, esta objeción carece de validez. El otro aspecto de esta objeción relacionada con la pérdida de padres, hijos y parientes, está basado en la idea errónea de que, como los padres dan al hijo el cuerpo, de la misma manera le dan también el alma. Pero el alma es inmortal y carece de padres; por lo tanto esta objeción no tiene fundamento alguno.

Hay personas que alegan que la teoría de la Herencia invalida la teoría de la Reencarnación. Nosotros alegamos que es prueba de ella. La herencia, al proporcionamos un cuerpo físico en cualquier familia provee el ambiente apropiado para el Ego. El Ego sólo encarna en una familia que, a bien responde completamente a su naturaleza toda, o le ofrece la oportunidad para la realización de su evolución, y que además está vinculada con el Ego por razón de sus encarnaciones pasadas o por causas mutuamente creadas. Así, pues, el niño malvado puede nacer en una familia actualmente buena, porque los padres y el niño están indisolublemente vinculados por acciones pasadas. Esa es una oportunidad de redención para el niño y la ocasión de castigo para los padres. Esto señala la herencia corporal como un régimen de la naturaleza que gobierna los cuerpos que debemos habitar, al igual que las casas y edificios de una ciudad revelan la mentalidad de sus constructores. Y como nosotros, lo mismo que nuestros padres, fuimos los elaboradores que influenciamos la obra hecha a través de otros cuerpos, tomamos parte y fuímos responsables de diversos estados de la sociedad en los cuales el desarrollo del cuerpo físico y del cerebro fue ya retardado o avanzado, envilecido o enaltecido, de igual modo somos responsables en esta vida de la civilización dentro de la cual aparecemos ahora. Sin embargo, cuando observamos el carácter en los Egos reencarnados, encontramos grandes diferencias esenciales. Esto se debe al alma interior que es la que está sufriendo o gozando dentro de una familia, nación y raza, sus propios pensamientos y actos, con los que sus vidas pasadas hicieron inevitable que encarnara.

La herencia provee el alojamiento y también impone esas limitaciones de capacidad cerebral o corpórea, que son a menudo como un castigo y otras veces como una ayuda, pero que jamás afectan al Ego. La transmisión de características es una cuestión material y tan sólo la manifestación de consecuencias, en una nación, de ecos de vidas anteriores de los Egos destinados a formar parte de esa raza. Las limitaciones impuestas al Ego por cualquier herencia de familia, son las consecuencias exactas de las vidas anteriores de ese mismo Ego. El hecho de que tales rasgos físicos y peculiaridades mentales sean transmitidos, no contradice la doctrina de la reencarnación, puesto que sabemos que la mente conductora y el carácter verdadero de cada cual no son el resultado de un cuerpo y un cerebro físicos, sino que son peculiares al Ego en su vida esencial. La transmisión de características y tendencias por mediación de los padres y del cuerpo, es exactamente el método elegido por la naturaleza para proporcionarle al Ego encarnante el alojamiento apropiado en el cual puede proseguir su trabajo. Cualquier otro método sería imposible y subversivo al orden natural.

Por otra parte, aquéllos que se empeñan en la objeción de la herencia se olvidan de que están acentuando las similitudes y pasando por alto las divergencias; pues mientras las investigaciones sobre la línea de la herencia física han registrado la transmisión de numerosos rasgos y tendencias, esas investigaciones no han hecho lo mismo con respecto a las divergencias que provienen de la herencia, que son mayores en número. Todas las madres saben que los niños de una familia son tan diferentes en carácter como los dedos de una mano; ellos provienen de los mismos padres, pero todos varían en carácter y en capacidad.

La herencia, como la gran regla y como explicación completa, queda absolutamente derribada y contradicha por la historia, que no muestra ninguna prueba de transmisión contínua de erudición, poder y capacidad. Por ejemplo, en el caso de los antiguos egipcios, por largos siglos extinguidos y su línea de transmisión truncada, vemos la transmisión hacia sus descendientes. Si la herencia física esclarece la cuestión del carácter, ¿cómo puede explicarse la desaparición del gran carácter Egipcio? La misma cuestión se presenta con respecto a otras naciones antiguas y ahora extinguidas. Y tomando una ilustración individual, tenemos al gran músico Bach, cuyos descendientes por línea directa mostraron una marcada disminución del talento musical, que condujo a su final desaparición del seno de la familia. Pero la Teosofía enseña que en estos dos casos - como en todos los similares - la capacidad y la habilidad verdaderas únicamente han desaparecido de una familia y de un conjunto nacional, pero son de hecho retenidas por los Egos que antiguamente las exhibieron y quienes están ahora encarnados en aluguna otra nación y familia de la era presente.

El sufrimiento alcanza a casi todos los hombres y un gran número de ellos vive una vida de sufrimiento desde la cuna hasta la sepultura; por éso se alega, que la reencarnación es injusta porque nosotros sufrimos debido a las malas acciones cometidas por otra persona en otra vida. Esta objeción se basa en la noción errónea de que el ser en la otra vida era otra persona; pero en realidad es el mismo ser e identidad en todas las vidas. Cuando retornamos, nunca ocupamos el cuerpo de ninguna otra persona ni asumismos los actos de otros seres, sino que somos cada uno como un actor que desempeña muchos papeles en la escena, el mismo actor interiormente, aunque la indumentaria y los versos recitados difieran en cada nueva obra. Shakespeare tenía razón al decir que la vida es un escenario, porque la gran vida del alma es un drama y cada nueva vida y renacimiento es un nuevo acto en el cual asumimos otro papel y nos ponemos nuevo vestuario; pero a través de todo ello somos exactamente el mismo ser. Así pues, en vez de ser injusta la reencarnación es perfecta justicia, y de ninguna otra forma podría la justicia ser preservada.

Pero si nosotros reencarnamos, se dice, ¿cómo es que no podemos recordar las vidas anteriores?, y más aún, ya que no podemos recordar los actos que ocasionaron nuestro sufrimiento ¿no es ésta razón suficiente para considerarlo injusto? Esas personas que así preguntan, ignoran siempre el hecho de que ellos también experimentan durante su vida numerosos placeres y recompensas, y se contentan con aceptarlos sin preguntar. Porque si es injusto ser castigados por actos cometidos que no recordamos, entonces también es injusto el ser recompensados por otros actos que también han sido olvidados. El mero hecho de entrar en la vida terrenal no es fundamento apropiado para ninguna recompensa ni castigo. Recompensa y castigo deben ser el justo merecimiento por una conducta anterior. La ley de justicia de la Naturaleza no es imperfecta, y es sólo la imperfección de la justicia humana la que requiere que el delincuente sepa y recuerde en esta vida, un hecho al cual va adjunta una pena. En la vida anterior el ser que actuó entonces estaba bien consciente de lo que hizo, y es la naturaleza la que determina las consecuencias de sus actos, siendo por tanto justa. Bien sabemos que la naturaleza hará que el efecto siga a la causa, cualesquiera que sean nuestros deseos, ya sea que recordemos u olvidemos lo que hicimos. Si un infante es lastimado en sus primeros años por la nodriza, al extremo de preparar el terreno para una lisiadura en el curso de su vida, como es frecuente el caso, la lisiadura se manifestará aunque no fuera el niño el causante ni recordara nada acerca de ello. Pero la reencarnación, con su doctrina acompañante del Karma, demuestra debidamente cuán justo y perfecto es el esquema completo de la Naturaleza.

El recuerdo de una vida anterior no se necesita para probar que nosotros hemos pasado a través de esa existencia, ni es tampoco el hecho de que no lo recordemos una buena objeción. Nosotros olvidamos la mayor parte de los acontecimientos que suceden durante los días y años de esta misma vida, pero nadie podría inferir por esa razón que no hemos pasado por ellos. Esos años fueron vividos y retenemos tan sólo unos detalles en el cerebro, pero el efecto integral de ellos sobre el carácter sí es retenido y forma parte de nosotros. El conjunto completo y detallado de las circunstancias de una vida es preservado en el hombre interno, para ser algún día plenamente regresado a la memoria consciente, en alguna otra vida en la que seremos perfectos. Y aún ahora, imperfectos como somos y con lo poco que conocemos, los experimentos por medio del hipnotismo demuestran que los más minuciosos detalles están registrados en lo que al presente se conoce como la mente subconsciente. Según la doctrina teosófica, ni uno solo de estos acontecimientos es de hecho olvidado, y al final de la vida, cuando los ojos se cierran y aquellos que nos rodean declaran que hemos fallecido, cada pensamiento y cada circunstancia de la vida cruza relampagueante pero vivísimamente dentro y a través de la mente.

Muchas personas, sin embargo, recuerdan que han vivido antes. Los poetas lo han cantado así; los niños lo saben bien, hasta que el constante vivir en un ambiente de incredulidad ahuyenta el recuerdo de sus mentes, por el momento; pero todos están sujetos a las limitaciones impuestas al Ego por el nuevo cerebro en cada vida terrenal. Esta es la razón por la cual no somos capaces de retener las imágenes y escenas del pasado, bien sean de ésta o de vidas anteriores. El cerebro es el instrumento para la memoria del alma, y siendo nuevo en cada vida pero con una cierta capacidad, el Ego puede únicamente usarlo en la nueva vida con arreglo a su capacidad. Esa capacidad será plenamente utilizada o no, sólo de acuerdo con los propios deseos y conducta previa del Ego, porque esas vidas pasadas habrán aumentado o disminuído su poder para vencer las fuerzas de la existencia material.

Si se vive de acuerdo con los dictámenes del alma, el cerebro puede finalmente volverse permeable a la memoria de aquélla; pero si la clase de vida que se lleva es opuesta a ese precepto, entonces más y más nubes obscurecerán esa reminiscencia. Pero como el cerebro no tomó parte alguna en la última vida pasada, éste es en general incapaz de recordarla. Esta ley es muy sabia, porque seríamos muy desdichados si las acciones y escenas de nuestras vidas anteriores no fuesen ocultadas a nuestra contemplación, hasta que por disciplina pasemos a ser capaces de enfrentarnos al conocimiento de las mismas.

Otra de las objeciones presentadas es la de que, bajo la doctrina de la reencarnación, no es posible dar cuenta del crecimiento de la población del mundo. Esto supone que sabemos con seguridad que ha crecido y que estamos bien informados de sus fluctuaciones. Pero no hay certeza de todo ésto y, más aún, un vasto número de personas es aniquilado anualmente, acerca de las cuales nada sabemos. En China, año tras año, muchos millares de personas han sido arrastradas por inundaciones. Las estadísticas acerca del hombre mundial no han sido hechas aún. Ignoramos por cuántos millares las defunciones en Africa exceden a los nacimientos en cualquier año. La objeción se basa en cuadros estadísticos imperfectos que sólo tienen que ver con los países occidentales. Tal objeción igualmente asume que hay menos Egos fuera de encarnación y esperando su renacimiento que el número de Egos que actualmente se encuentra ahora habitando cuerpos, y esto es incorrecto. Annie Besant ha explicado bien ésto en su libro "Reencarnación", donde se dice que el globo habitado se asemeja a un auditorio en un pueblo, lleno de gente, donde la mayoría siempre permanece afuera, en el pueblo; el número de concurrentes en el auditorio puede siempre variar, pero hay una constante fuente suplidora en el pueblo. Es cierto que en lo que concierne a este globo el número de Egos que le pertenecen es definido, pero nadie sabe lo que ese número es exactamente, ni cuál es la capacidad total de la Tierra para sostenerlos.

Las estadísticas de hoy se encuentran principalmente en Occidente, y sus cuadros comparativos abarcan únicamente una pequeña sección de la larga historia del hombre. Esas estadísticas no pueden precisar el número de seres que estaban encarnados sobre la tierra en cualquier época remota cuando el globo estuvo densamente habitado; por tanto, el número de Egos deseando o esperando su renacimiento es desconocido. Los Maestros del conocimiento teosófico dicen que el número total de esos Egos es vasto, y por esa razón el número de egos listos para tomar posesión de los cuerpos por nacer que exceden el número de los que mueren, es suficiente. Pero también se debe tener en mente que cada Ego por sí mismo varía la duración de su permanencia en los estados Post-Mortem. Los Egos no reencarnan con los mismos intervalos, sino que emergen de esos estados de reposo después de la muerte en proporciones y números diversos, y siempre que ocurre un gran número de muertes por motivos de guerra, peste o hambre, hay de inmediato una precipitación de almas hacia la encarnación, bien sea en el mismo lugar, o en cualquier otro sitio o raza. La tierra es un globo tan pequeño dentro de la inmensa multitud de planetas habitables, que es suficiente la reserva de Egos listos para encarnar. Pero con el debido respeto hacia aquéllos que introdujeron esta objeción, yo no veo que la objeción tenga mayor validez o relación alguna con la verdad sobre la doctrina de la reencarnación.


Sumario
CAPITULO X
ARGUMENTOS QUE APOYAN LA REENCARNACION

Amenos que neguemos la inmortalidad del hombre y la existencia del alma, no hay ningún argumento firme contra la doctrina de la preexistencia y del renacimiento, excepto aquél que se basa en el dictamen de la iglesia, que dice que cada alma es una nueva creación. Este dictamen puede ser únicamente sostenido por un dogmatismo ciego,ya que una vez conferida el alma tarde o temprano tenemos que arribar a la teoría del renacimiento, porque aún cuando cada alma es nueva sobre esta tierra, la misma debe continuar viviendo en alguna otra parte después del fallecimiento; y en vista del reconocido orden de la naturaleza, el alma tendrá otros cuerpos o vestiduras en otros planetas o esferas celestes. La Teosofía le aplica al yo personal - el pensador - las mismas leyes que rigen a travé de toda la naturaleza; y esas leyes todas son variaciones de la gran ley de que los efectos siguen siempre a las causas, y de que ningún efecto existe sin una causa. La inmortalidad del alma - creída por la masa de la humanidad - exige la encarnación corpórea, aquí o en cualquier otra parte, y el estar encarnado significa reencarnación. Si nosotros venimos a esta tierra tan sólo por unos cuantos años y luego vamos a alguna otra, el alma debe estar encarnada allí lo mismo que aquí y si hemos arribado aquí desde cualquier otro mundo, debemos haber usado allí también una vestidura apropiada. Los poderes de la mente y las leyes que gobiernan su acción, sus apegos y sus desapegos, según se explica en la filosofía teosófica, demuestran que su reincorporación debe efectuarse aquí, donde se vivió y laboró, hasta que llegue ese momento en que la mente sea capaz de vencer las fuerzas que la encadenan a este globo. Permitir a la entidad aquí comprometida el transferirse a otra escena de acción, antes de que hubiera vencido todas las causas que la atrajeron aquí y sin haber llevado a cabo sus responsabilidades frente a otras entidades en la misma corriente de evolución, sería injusto y contrario a las poderosas leyes y fuerzas ocultas que continuamente operan sobre ella. Los primeros Padres Cristianos vieron ésto, y enseñaron que el alma había caído en la materia y que estaba obligada por la ley de su naturaleza a afanarse asiduamente hacia la misma fuente de donde provino. Cantaban un antiguo himno griego que decía:



¡Mente Eterna, tu retoño destella,
A través de este sutil vaso de arcilla,
Entre las olas del sombrío caos
Emite un tenue rayo.
Esta Mente que envuelve el alma está sembrada,
Gérmen encarnado sobre la tierra:
Por piedad, Señor de la Misericordia, confiesa entonces
Lo que en Tí reclama su nacimiento.
Aún lejos de Tí, oh tú, fuego central,
Destierra la triste esclavitud de la tierra,
No permitas que trémula la chispa expire;
Absórbela al fin, que es tuya!

Cada ser humano posee un carácter determinado que difiere del de todos los otros seres humanos, y muchedumbres de seres congregados dentro de naciones, demuestran en conjunto que el vigor nacional y peculiaridades distintivas se entrelazan para formar un carácter nacional. Estas diferencias, tanto individuales como nacionales, se deben al carácter esencial y no a la educación. Aún la doctrina de la supervivencia de los más fuertes debería demostrar ésto, porque la aptitud y la fuerza no pueden emanar de la nada, sino que deben finalmente mostrarse por sí mismas, en el parecer del verdadero carácter interior. Y como ambos, los individuos y las naciones, entre aquellos que se encuentran al frente en la lucha con la naturaleza, exhiben una inmensa fuerza de carácter, nosotros tenemos que encontrar ese lugar y esa época, en donde tal fuerza fue desarrollada. Estos son, dice la Teosofía, esta tierra y todo el período durante el cual la raza humana ha existido sobre el planeta.

Así pues, mientras la herencia tiene algo que ver con la diferencia de carácter en cuanto a la fuerza y la moral, influenciando un poco el alma y la mente, y proveyendo también el lugar apropiado para recibir recompensa y castigo, la herencia no es, sin embargo, la causa de la naturaleza esencial que muestra cada cual.

Mas todas esas diferencias, tales como aquellas mostradas por los niños desde el nacimiento, por los adultos a medida que el carácter se desarrolla más y más, y por las naciones a través de su historia, se deben a la larga experiencia adquirida durante muchas vidas sobre la tierra, y son el resultado de la evolución el alma misma. El examen de una corta vida humana no ofrece suficiente base para la formación de la naturaleza interior del hombre. Es indispensable que cada alma adquiera toda la experiencia posible, y una sola vida no puede proporcionar ésto aún bajo las condiciones más favorables. Sería una tontería del Todopoderoso el situarnos aquí por tan corto tiempo, tan sólo para erradicarnos cuando hubiéramos empezado a ver el propósito de la vida y las posibilidades que la misma ofrece. El simple deseo egoísta de una persona, de evadir las pruebas y disciplinas de la vida, no es suficiente para poner de lado las leyes de la naturaleza; por lo tanto, el alma debe renacer hasta que deje de poner en movimiento la causa del renacimiento, después de haber desarrollado su carácter hasta el límite posible, según indican todas las variedades de la naturaleza humana; cuando todas las experiencias hayan pasado y no antes de que toda la verdad accesible haya sido adquirida.

La gran disparidad entre los hombres con respecto a capacidad nos obliga, si es que deseamos atribuir justicia a la Naturaleza o a Dios, a admitir la doctrina de la reencarnación y a rastrear el origen de esa disparidad en las vidas pasadas del Ego. Pues la gente está tan obstaculizada, obstruída, atropellada y hecha víctima de una aparente injusticia por falta de capacidad, como de veras lo está por razones de circunstancias de nacimiento o de educación. Vemos al ineducado elevándose por encima de las circunstancias de familia y de aprendizaje, y a menudo, otros nacidos en el seno de familias importantes, tienen una capacidad inferior; pero los problemas de las naciones y de las familias surgen más de la escasez de capacidad mental que de ninguna otra causa. Y si consideramos tan sólo las razas salvajes, en ellas la injusticia aparente es enorme; porque muchos salvajes tienen realmente una buena capacidad cerebral, pero aún así permanecen en ese estado. Esto se debe a que el Ego en ese cuerpo está aún salvaje y subdesarrollado; porque en contraste con el salvaje existen muchos hombres civilizados de insignificante calibre cerebral, que no son salvajes de naturaleza porque el Ego residente en ellos ha tenido una larga experiencia en la civilización durante vidas anteriores, y poseyendo un alma más altamente desarrollada que la del salvaje, tiene el poder de usar el instrumento cerebral hasta su límite más elevado.

Cada hombre siente y reconoce que él posee una individualidad propia, una identidad personal que salva no sólo las lagunas o brechas causadas por el sueño, sino también aquéllas que a veces sobrevienen como consecuencia de lesiones temporales del cerebro. Esta identidad jamás se interrumpe desde el comienzo hasta el final de la vida en las personas normales, y únicamente la persistencia y carácter eterno del alma pueden dar una explicación de ésto.

Así, desde que comenzamos a recordar, sabemos que nuestra identidad personal no nos ha fallado, no importa cuán limitada sea nuestra memoria. Esto descarta el argumento de que la identidad depende del recuerdo, en razón de que, si la identidad dependiera tan sólo de ello, nosotros tendríarnos que comenzar de nuevo cada día ya que no podemos recordar los eventos del anterior en sus detalles, y algunas mentes no recuerdan sino muy poco y aún así sienten en sí mismas su identidad personal. Y como se observa con frecuencia que las personas que recuerdan el mínimo insisten tan vigorosamente como las otras sobre su identidad personal, esa persistencia de sentimiento debe emanar de la antigua alma inmortal.

Contemplando la vida y su probable finalidad, con toda la variada experiencia posible para el hombre, uno está forzado a la conclusión de que una sola vida no es suficiente para llevar a cabo todo lo que intenta la Naturaleza, sin mencionar lo que el hombre mismo desea lograr. La gama de variedad en experiencias es enorme. Hay en el hombre un inmenso campo de poderes latentes, que según notamos podrían ser desarrollados si les fuera dada la oportunidad. Un conocimiento infinito en amplitud y en diversidad se extiende ante nosotros, especialmente en estos tiempos en que la investigación especializada está a la orden del día. Nosotros percibimos que tenemos aspiraciones muy elevadas, sin tener el tiempo para poder realizarlas en toda su medida, mientras la gran tropa de pasiones y deseos, motivos y ambiciones egoístas, guerrean contra nosotros y entre ellos mismos, persiguiéndonos aún hasta la puerta del sepulcro. Todos estos obstáculos tienen que ser tratados, conquistados, usados, sojuzgados. Una vida no es suficiente para todo ésto. Decir que no tenemos sino una sola vida aquí, con tales posibilidades frente a nosotros imposibles de desarrollar, es hacer del Universo y la vida tan sólo una inmensa y cruel broma perpetrada por un Dios poderoso, quien es por tanto acusado por aquéllos que creen en la creación especial de almas, de glorificarse y bromear con el diminuto hombre, simplemente porque ese hombre es pequeño y una mera criatura del Todopoderoso. Una vida humana a lo sumo es de unos setenta años; las estadísticas reducen esta edad a un promedio de cuarenta; y de este remanente tan reducido, una parte considerable es empleada en el sueño y otra parte en la niñez. Siendo esto así, en una sola vida parece ser completamente imposible alcanzar una mera fracción de lo que la Naturaleza evidentemente tiene en perspectiva. Nosotros vagamente percibimos muchas verdades que una sola vida no nos da tiempo suficiente para asir y comprender, y ésto es especialmente así, cuando los hombres tienen que sostener gran lucha para sobrevivir. Nuestras facultades son pequeñas, sin desarrollo o débiles; una sola vida no da la oportunidad para alterar ésto; nosotros percibimos otros poderes que tenemos latentes, que no pueden ser desarrollados en tan corto espacio de tiempo, y tenemos mucho más que una simple sospecha, de que el ámbito del campo de la verdad es mucho mayor que el reducido círculo en el cual estamos ahora confinados. No es razonable suponer que, o Dios o la naturaleza, nos encierre dentro de un cuerpo simplemente para llenarnos de rencor porque no podemos tener más oportunidad aquí, sino que, más bien, tenemos que llegar a la conclusión de que una serie de encarnaciones nos han conducido a la presente condición y que el proceso de llegar aquí una y otra vez debe continuar, con el propósito de brindarnos las oportunidades necesarias.

El mero hecho de morir no es de por sí suficiente para producir el desarrollo de facultades o la eliminación de las tendencias e inclinaciones erróneas. Si damos por sentado que al entrar al cielo de inmediato adquirimos todo conocimiento y toda pureza, entonces ese estado después de la muerte queda reducido a un nivel de inacción y la vida misma, con toda su disciplina, queda privada de todo significado. La enseñanza de algunas iglesias asegura que existe una escuela de disciplina accesible después de la muerte, en donde se dice descaradamente que los mismos Apóstoles, bien conocidos como hombres ignorantes, han de ser los instructores. Esto es absurdo y exento de fundamento o razón dentro del orden natural de las cosas. Además, si tal subsecuente disciplina realmente existe, ¿por qué razón nos trajeron a esta vida entonces? Y por qué razón, después del sufrimiento y del error cometido somos sacados del lugar en donde nuestros actos fueron llevados a cabo? La única respuesta y solución que queda es la de la reencarnación. Regresamos a la tierra, porque en la tierra y con los seres que existen en ella, fueron ejecutados nuestros hechos; porque es el único lugar apropiado en donde el castigo y la recompensa pueden ser justamente recibidos; porque aquí está el único sitio natural para continuar la lucha hacia la perfección, hacia el desarrollo de las facultades que poseemos y la destrucción de la maldad que yace en nosotros. La justicia para con nosotros y para con todos los demás seres así lo requiere, porque no podemos vivir para nosotros mismos exclusivamente y sería muy injusto el permitir a algunos de nosotros evadirnos, dejando atrás a los demás que fueron copartícipes en nuestras acciones, para ser precipitados en un infierno de eterna duración.

La persistencia del salvajismo, el ascenso y decadencia de naciones y civilizaciones, la total extinción de naciones, todo ello requiere una explicación que no puede ser encontrada en ninguna parte, sino en la reencarnación. El salvajismo aún existe, porque todavía hay Egos cuya experiencia es tan limitada que aún permanecen salvajes; esos Egos emergerán dentro de razas superiores cuando se encuentren preparados. Las razas se extinguen porque los Egos han obtenido ya toda la experiencia que esa clase de raza les ofrece. Por eso nos encontramos al Piel Roja, al Hotentote, a los indígenas de la Isla de Pascua y otros, como ejemplos de razas abandonadas por los Egos avanzados; y mientras esas razas están en el proceso de extinción, otras almas, que no han disfrutado aún de una vida más elevada, encarnan en los cuerpos de esas razas agonizantes, para usarlos con el propósito de adquirir la experiencia que ese cuerpo racial pueda darles. Una raza no podría surgir y repentinamente desaparecer. Nosotros vemos que ese no es el caso, pero la ciencia no puede dar ninguna explicación; simplemente se limita a decir que es un hecho que las naciones decaen. Pero en esta explicación no se toma en cuenta la existencia del hombre interno ni las leyes recónditas, sutiles y ocultas que se unifican para formar una raza. La Teosofía explica que la energía acumulada tiene que gastarse gradualmente, y por lo tanto la reproducción de los cuerpos del carácter de esa raza seguirá adelante, aunque los Egos no son más compelidos a habitar cuerpos de ese tipo, a menos que esos Egos sean de un desarrollo igual al de la raza.

Por consiguiente, hay una época en que el conjunto total de Egos que han fundado la raza, la abandonan para ir a otro ambiente físico más semejante a ellos. La economía de la Naturaleza no permitirá que la raza física repentinamente se desvanezca, y así, en el orden verdadero de la evolución, otros Egos menos avanzados arriban y usan las formas todavía disponibles para prolongar la producción de los cuerpos aunque en menor y menor número cada siglo. Estos Egos menos avanzados no pueden mantenerse al nivel de capacidad del cúmulo de energías dejadas por los otros Egos, y así, mientras el nuevo contingente adquiere tanta experiencia como sea posible, la raza se extingue con el tiempo, después de pasar por su período de decadencia. Esta es la explicación de lo que puede ser calificado como salvajismo descendente, y ninguna otra teoría podrá explicar esos hechos. Los etnólogos han pensado a veces que las razas más civilizadas exterminan a las demás; pero la realidad es que, a consecuencia de la gran diferencia que existe entre los Egos que habitan el cuerpo de la vieja raza y la energía del cuerpo en sí, las mujeres comienzan a volverse estériles, y de este modo, lentamente pero con toda certeza el número de muertes excede al de nacimientos. La misma China está en el proceso de decadencia, y se encuentra ahora en un estado casi estacionario, precisamente antes de su precipitación hacia la caída. Grandes civilizaciones como las de Egipto y Babilonia, han desaparecido porque las almas o los Egos que las fundaron han reencarnado hace tiempo en las grandes naciones conquistadoras de Europa y los actuales continentes de las Américas. Como naciones y razas, esas almas han reencarnado totalmente y vuelto a nacer para fines más elevados que nunca. De todas las razas antiguas, sólo la raza Indo-Ariana perdura aún como preservadora de las antiguas doctrinas. En días venideros ella se elevará otra vez a sus antiguas cimas de gloria.

La aparición de genios y de grandes mentes en familias carentes de estas cualidades, lo mismo que la extinción dentro de una familia, del genio manifestado por un ancestro, únicamente pueden explicarse por medio de la ley del renacimiento. Napoleón Primero vino a una familia totalmente desigual a él en cuanto a poder y fuerza. No hay nada en su línea hereditaria que pueda explicar su carácter. De acuerdo con las Memorias del Príncipe Talleyrand, el mismo Napoleón decía que él había sido el emperador Carlomagno. Unicamente asumiendo que él hubiera vivido una larga serie de vidas que proveyeran la apropiada línea de evolución, o la causa necesaria para el desarrollo de su mente, naturaleza y energía, sólo así nos es posible tener una idea leve de por qué él u otros grandes genios aparecieron. Mozart, mientras era un infante pudo crear partituras orquestales; ésto no fue debido a la herencia, porque tal partitura no es natural sino que es forzada, mecánica y enteramente convencional; pero aún así Mozart tenía el conocimiento sin previa instrucción. ¿Cómo? Porque él era un músico reencarnado, con un cerebro musical proporcionado por su línea familiar, y por tanto no impedido en sus esfuerzos para exponer su talento musical. Pero más extraordinario aún es el caso del ciego Tom, un negro cuya familia no podía bajo ningún concepto poseer conocimiento alguno del piano, un instrumento moderno, como para poder transmitirle ese conocimiento a los átomos de su cuerpo; sin embargo, él tenía un gran talento musical y conociá el mecanismo actual de la escala musical del piano. Existen centenares de ejemplos como estos entre los tantísimos prodigios que han aparecido para asombro del mundo. En la India se encuentran numerosas historias de sabios que nacieron con un completo conocimiento de filosofía y cosas similares, e indudablemente lo mismo ha ocurrido en todas las naciones.

Esta reminiscencia del conocimiento adquirido en vidas pasadas explica también el instinto, porque éste no es más que reminiscencia divisible entre memoria física y mental. Se ve tanto en el niño como en el animal, y no es más que el resultado de previas experiencias. Y bien sea que observemos al bebé recién nacido extendiendo sus bracitos para asegurar su propia protección, o al animal con su gran poder instintivo, o a la abeja construyendo una celda del panal de acuerdo con exactas reglas geométricas, esto es todo el efecto de la reencarnación actuando por medio de la mente o de la célula física, porque de acuerdo con lo que se ha expuesto anteriormente, ningún átomo está exento de vida, de conciencia y de inteligencia propia.

En el caso del gran músico Bach, tenemos la prueba de que la herencia no cuenta para nada si el Ego no es avanzado, pues su genio no fue transmitido por sus descendientes y gradualmente se desvaneció, abandonando finalmente del todo el seno de la familia. Así también se explica el advenimiento de idiotas o de hijos perversos en familias cuyos padres son honorables, puros o intelectuales en grado sumo. Estos son casos en los cuales la herencia es mantenida a raya por un Ego del todo malvado y deficiente.

Y finalmente, el hecho de que ciertas ideas esenciales son comunes a la raza entera, es explicado por los sabios como debido al recuerdo de tales ideas, las cuales fueron sembradas en la mente humana desde el comienzo mismo de su carrera evolucionaria sobre el planeta, por esos hermanos y sabios que aprendieron sus lecciones y se perfeccionaron en pasadas edades, largo tiempo antes de que el desarrollo de este globo comenzara. Ninguna explicación de las ideas inherentes a la raza es ofrecida por la ciencia, que pueda conducir a alguna otra cosa mejor que repetir: "ellos existen". Estas ideas fueron de hecho enseñadas a la masa de Egos que están ahora ocupados en el proceso de la evolución de la tierra, y tales ideas fueron grabadas con indelebles caracteres de fuego en sus naturalezas, y siempre recordadas. Esas ídeas, acompañan al Ego a través de su larga peregrinación.

A menudo se ha enseñado que la oposición a la idea de reencarnación ha sido exclusivamente basada en prejuicios, o en un dogma que solamente se puede sostener cuando la mente está encadenada e impedida de ejecutar sus propias facultades. La reencarnación es la más noble de las doctrinas, y con la acompañante doctrina del Karma, la cual va a ser considerada a continuación, es la única que da las bases para la ética. No hay duda alguna en mi mente de que el fundador del Cristianismo asumió y dio por un hecho la doctrina de la reencarnación, y que su ausencia actual en la religión Cristiana es el origen de la contradicción entre la ética que profesan las naciones Cristianas y sus prácticas actuales, las cuales son tan contrarias a la ética proclamada por Jesús.
Sumario
CAPITULO XI
KARMA

Karma es una palabra poco familiar a los oídos de los Occidentales. Este es el nombre adoptado por los Teósofos del siglo diecinueve para designar una de las más importantes leyes de la naturaleza. Incesante en su funcionamiento, esta ley actúa contínuamente sobre los sistemas planetarios, razas, naciones, familias e individuos. Esta es la doctrina compañera inseparable de la Reencarnación. Estas dos leyes están tan intrincadamente entrelazadas, que es casi imposible tratar particularmente de una de las dos. Ningún sitio, ni ningún ser en el universo está exento de la acción de la ley de Karma, sino que todos están bajo su influencia, castigados por los errores cometidos y sin embargo benéficamente dirigidos a través de la disciplina, del reposo y de la recompensa, hacia las remotas cumbres de perfección. Es una ley de tan amplio alcance, abarcando simultáneamente nuestro ser material y moral, que solamente con la ayuda de abundantes interpretaciones y explicaciones puede uno transmitir su significado en nuestro propio idioma. Por esa razón el término Sánscrito Karma fue adoptado para designarla.

Aplicada a la vida moral del hombre, ésta es la ley de la causalidad ética, de justicia, de recompensa y de castigo; la causa del nacimiento y del renacimiento; pero al mismo tiempo es el instrumento para librarse de la reencarnación. Examinada desde otro punto de vista, Karma es meramente el efecto que emana de una causa, la acción y su reacción, el resultado exacto de cada pensamiento y de cada acción. Es el acto y el resultado del acto, porque el significado literal de la palabra es "acción". La Teosofía contempla el Universo como un todo inteligente; por lo tanto, todo movimiento en el Universo es una acción de ese todo conduciendo a resultados, los cuales de por sí se convierten en las causas de resultados ulteriores. Viendo ésto ampliamente, los antiguos hindúes dijeron que todos los seres, hasta el mismo Brahma, están bajo el dominio del Karma.

Karma no es un ser sino una ley; la ley universal de la armonía, que infaliblemente restituye todo disturbio al equilibrio. En ésto la teoría está en conflicto con la idea ordinaria acerca de Dios, basada en el sistema judaico, la cual concibe que el Todopoderoso, como una entidad pensante, externa al Cosmos, construye, pero juzga su propia construcción como inarmónica, desproporcionada, errática y desordenada, y entonces se siente compelido a derribar, destruir o castigar a aquellos que El mismo ha creado. Este concepto ha obligado a las muchedumbres a vivir en el temor de Dios, en cumplimiento de sus supuestos mandamientos, y con el propósito egoísta de obtener recompensa y lograr escaparse de su ira; a otros los ha arrojado dentro del abismo tenebroso que surge de la negación de toda vida espiritual. Pero como todo ser humano reconoce palpablemente, o más bien penosamente, que hay una destrucción constante dentro y alrededor de nosotros, una lucha contínua no sólo entre los hombres sino en todas partes, a través de todo el sistema solar, causando pesadumbres en todas direcciones, la razón demanda una solución a este enigma.

Los pobres, quienes no encuentran refugio ni esperanza, imploran a gritos a un Dios que jamás responde, y es así que la envidia surge dentro de ellos cuando observan el bienestar y las oportunidades de los ricos. Ellos ven los ricos libertinos, los adinerados sin tino que se divierten y gozan impunemente. Volviéndose a los instructores religiosos, en su indagación concerniente a la justicia que permite tal miseria a seres que nada hicieron para merecer el haber nacido sin recursos, sin oportunidad de educación, sin capacidad intelectual de trascender los obstáculos sociales, raciales o circunstanciales, ellos reciben la respuesta de que "Esa es la voluntad de Dios". Padres que engendran bienamados retoños segados por la muerte en horas prematuras, justo en el mismo momento en que todo iba bien. Ellos tampoco reciben ninguna otra respuesta a la pregunta de ¿por qué me llega a mí esta aflicción?, sino la misma referencia ilógica a un Dios inaccesible cuya arbitraria voluntad es la causa de sus sufrimientos. Y así en todas las circunstancias de la vida, la pérdida, la herida, la persecución, la carencia de oportunidades, las fuerzas mismas de la naturaleza destrozando la felicidad del hombre, la muerte, las vicisitudes, las desilusiones, contínuamente asedian a los hombres buenos y malos a la vez. Pero en ninguna parte se encuentra una respuesta correcta o un alivio, excepto en la antigua verdad de que cada hombre es el creador y arquitecto de su propio destino; el único que pone en movimiento las causas de su propia felicidad y miseria. En una vida él siembra y en la siguiente recoge su recompensa. Así pues, y por siempre, la ley de Karma conduce y guía al hombre.

Karma es una ley benéfica enteramente compasiva, implacablemente justa, porque la misericordia verdadera no es favor, sino justicia imparcial.



"¡Hermanos míos! : la vida de cada hombre
consecuencia de su anterior vivir es.
Los pasados errores traen pesares e infortunios.
El pasado bien trae bienaventuranza...!
Esta es la doctrina del karma"1 .

¿Pero de qué manera es la vida presente afectada por esa justa y errada acción pasada? y ¿es la vida siempre afectada solamente por castigos o penitencias? ¿Es el Karma simplemente la predestinación bajo otro nombre, un destino previamente señalado y formulado, del cual no hay escape posible y el que por tanto pudiera hacemos descuidados de acción o pensamiento ya que el destino no puede ser cambiado? El Karma no es fatalismo. Todos los actos cometidos en un cuerpo anterior transmiten consecuencias que en la nueva encarnación el Ego ha de gozar o de sufrir, porque según dijo San Pablo: "Hermanos míos, no os engañéis; Dios jamás es burlado, porque sea lo que fuere que el hombre siembre, eso mismo ha de cosechar". Porque el efecto está ya en la causa, y el Karma produce la manifestación de ésto en el cuerpo, el cerebro, y la mente como proporcionados por la reencarnación; y así como una causa creada por una persona está especialmente relacionada a ella como el origen del cual ésta surgió, de igual manera cada cual experimenta los resultados de sus propias acciones. A veces nos parece recibir los efectos únicamente de las acciones de otros; pero ésto es en realidad el resultado de nuestras propias acciones y pensamientos en la presente o en alguna vida previa. Siempre ejecutamos nuestras acciones en asociación con otros, y esos actos, junto con sus pensamientos subyacentes, están siempre relacionados con otras personas además de nosotros mismos.

No hay acción alguna ejecutada que originalmente no tenga un pensamiento en su raíz, bien sea en el momento mismo de su ejecución o en el camino hacia ella. Estos pensamientos están alojados en esa parte del hombre que nosotros hemos denominado Manas - la mente -, y allí permanecen como eslabones sutiles pero poderosos, con hilos magnéticos que entretejen todo sistema solar, y a través de cuyos efectos son manifestados. La teoría avanzada en las páginas anteriores, de que el sitema completo, al cual este globo pertenece, está viviente y consciente en cada plano celeste, aunque únicamente mostrando autoconsciencia en el hombre, entra en juego aquí para explicar cómo el pensamiento que genera la acción en esta vida puede causar resultados consecuentes en ésta o en una próxima encarnación. Los maravillosos experimentos modernos del hipnotismo, demuestran que la más ligera impresión, no importa que haya ocurrido en un pasado lejano en la historia de la persona, puede presentarse en su vida actual, comprobando así que las imágenes mentales jamás se pierden, sino que permanecen latentes.

Tómese por ejemplo el caso de un niño que nace jorobado y muy corto de estatura, la cabeza sumida entre los hombros, los brazos largos y las piernas cortas. ¿Por qué es ésto? Es su propio Karma, la consecuencia de sus mismos pensamientos y acciones en una vida anterior. El ultrajó, persiguió, o en otras formas injurió a alguna persona contrahecha, con tanta persistencia o violencia como para grabar en su propia mente inmortal la imagen deforme de su víctima. Porque en proporción a la intensidad de su pensamiento será la intensidad y la profundidad de la imagen. Esto es exactamente similar a la exposición de la placa fotográfica sensibilizada, que según sea la exposición larga o corta, la impresión sobre la placa será intensa o débil. Así, este pensador y actor - el Ego -, al regresar al nacimiento trae consigo esta imagen, y si la familia a la cual él es atraído al encarnar tiene tendencias físicas similares en sus genes, la imagen mental induce al cuerpo astral en vía de desarrollo morfológico, a tomar un aspecto deforme por ósmosis electro-magnética a través de la madre. Y como todos los seres sobre la tierra están indisolublmente enlazados, la criatura contrahecha es al mismo tiempo el karma de sus padres y la consecuencia exacta de las acciones y pensamientos similares de su parte durante otra vida. Aquí tenemos pues una justicia tan precisa como ninguna otra teoría puede ofrecernos.

Ampliando el caso precitado, simplemente con el propósito de elucidarlo, debemos observar que a menudo vemos a un ser humano contrahecho poseyendo una disposición feliz y amable, de gran talento, sano juicio, y toda clase de buenas cualidades morales; este mismo incidente nos guía hacia la conclusión de que el karma debe ser de varias clases diferentes en cada caso individual, y también opera evidentemente en más de un aspecto o subdivisión de nuestro ser, con la posibilidad de producir efectos gratos en una parte de nuestra naturaleza y desagradables en otra.

Existen tres clases de Karma:

Primero - Karma que no ha comenzado a producir ningún efecto en nuestra vida, debido al funcionamiento actual de algunas otras causas kármicas. Esto acontece bajo una ley bien conocida entre los físicos, en que dos potencias opuestas propenden a neutralizarse y que una de las fuerzas puede ser suficientemente poderosa como para impedir interinamente el funcionamiento de la otra. Esta ley opera en las esferas invisibles, mentales y kármicas del ser, lo mismo que en los planos materiales. La fuerza de un cierto grupo de facultades físicas, mentales y psíquicas, con sus tendencias correspondientes, pueden impedir totalmente la operación en nosotros de las causas con las cuales estamos conectados, porque la naturaleza entera de cada persona toma parte en la ejecución de esta ley. Así es que los débiles y los mediocres proveen un foco débil para el Karma, y en ellos el resultado general del curso de una vida es limitado, aunque ellos pueden considerarlo todo como Karma fuerte y pesado. Pero la persona que tiene un carácter amplio y hondo y mucho vigor, sentirá los efectos del funcionamiento de una dosis mayor de karma que la persona de un carácter más débil.

Segundo - El karma que nosotros estamos haciendo ahora o acumulado con nuestros pensamientos y acciones, y el cual operará en el futuro, cuando el cuerpo, la mente y el ambiente apropiados sean adquiridos por el Ego encarnante en alguna otra vida, o cuando el karma obstaculizante quede eliminado.

Esto pesa tanto en la vida presente como en la próxima. Porque uno puede en esta vida llegar a un momento crítico, en que encontrándose las causas anteriores ya cumplidas, el karma nuevo o ese Karma que está pendiente debe comenzar a operar.

Bajo esta categoría están esos casos en que los hombres tropiezan con imprevistos reveses de fortuna, o cambios en el sentido de mejoramiento, bien sea de circunstancias o de carácter. Un factor muy importante con relación a ésto es el de nuestra presente conducta. Mientras el karma del pasado debe agotarse y no puede ser detenido, es sabio y juicioso por parte del hombre el pensar y actuar de tal forma bajo las circunstancias actuales, sin importar lo que fuesen, que él no cree nuevas causas nocivas o perjudiciales para el próximo renacimiento o para años más avanzados de la encarnación en curso. La rebelión es inútil, porque la ley se abre camino ya sea que nos lamentemos o nos regocijemos. De Lesseps, el gran ingeniero francés, es un excelente ejemplo de esta clase de karma. Encumbrado en un pináculo de gloria y de proeza durante muchos años de su vida, cae repentinamente en la ignominia, como consecuencia del escándalo relativo al Canal de Panamá. Aunque haya sido inocente o culpable, él experimenta la vergüenza de ver su nombre ligado a una empresa nacional totalmente mancillada por el soborno y la corrupción, implicando a altos funcionarios públicos. Esto se debió a la aparición de viejas causas kármicas que actuaron sobre él, en el mismo instante en que esas otras causas que habían gobernado sus años anteriores fueron agotadas. Napoleón I es otro prototipo, porque también alcanzó un grado muy alto de gloria, pero precipitadamente cayó y murió en el destierro y en la desgracia. Muchos otros casos llegarán el conocimiento de todo lector reflexivo.

Tercero - El karma que ha comenzado a producir resultados. El karma que está operante en nosotros ahora, en esta vida, habiendo sido establecidas las causas en vidas anteriores en compañía de otros Egos. Y está operante ahora porque, siendo el más adaptado a la genealogía familiar, al cuerpo individual, cuerpo astral y a las tendencias de la raza de esta encarnación, esta clase de Karma se manifiesta claramente, mientras que todo otro karma aún en reserva aguarda su turno natural.

Estas tres clases de karma gobiernan a los hombres, a los animales, a los mundos y a los períodos de evolución. Cada efecto emana de una causa precedente, y como todos los seres renacen constantemente, ellos están contínuamente experimentando los efectos (los cuales son en sí mismos causas) de sus pensamientos y acciones en una anterior encarnación. Así pues, como dice San Mateo, cada cual responde por cada palabra y por cada pensamiento; nadie puede escapar por medio de plegarias, ni de favores, ni de violencia, ni de ningún otro intermediario.

Ahora bien, como las causas kármicas se dividen en tres clases, las mismas deben tener campos diversos para su operación. Esas causas operan sobre el hombre en su naturaleza mental e intelectual, en su naturaleza psíquica o almática, y en su cuerpo y circunstancias. La naturaleza espiritual del hombre jamás es afectada o gobernada por el karma.

Un tipo de karma puede actuar simultáneamente y con la misma intensidad sobre los tres planos mencionados de nuestra naturaleza, o puede que haya una mezcla de causas, algunas sobre uno de los planos, las otras sobre otro. Tomemos el caso de una persona físicamente deforme que posee una fina mente (plano mental) y una deficiencia en su naturaleza almática. En este caso un karma punitivo o desagradable está operando sobre su cuerpo, mientras que en su naturaleza mental e intelectual, un karma bueno está siendo experimentado, pero psíquicamente, el karma o la causa, siendo de una clase indiferente, desarrolla un resultado indiferente. En otras personas aparecen otras combinaciones. La persona tiene un fino cuerpo y disfruta de circunstancias favorables, pero su carácter es hosco, enojadizo, irritable, vengativo, mórbido, y desagradable tanto para sí mismo como para los que le rodean. En este caso, un buen karma corporal está en operación con un mal karma mental, intelectual y psíquico. Casos individuales vendrán a la memoria de los lectores acerca de personas nacidas en una eminente posición, con todas las oportunidades y poderes que se puedan desear y que no obstante son retardados o de repente pierden sus facultades mentales.

Y así, como todos estos aspectos de la ley kármica tienen predominio sobre el hombre individual, de igual modo esos aspectos funcionan sobre las razas, las naciones y las familias. Cada raza tiene su karma en conjunto. Si el karma es bueno, esa raza marcha hacia adelante; pero si el karma es malo, se extingue aniquilada como una raza, aunque las almas que la constituyen recomienzan su karma en otras razas y en otros cuerpos. Las naciones no pueden eludir su Karma nacional, y cualquier nación que haya actuado inícuamente sufrirá consecuencias similares en épocas venideras, ya sea tarde o temprano. El Karma de Occidente del siglo diecinueve es el karma de Israel, porque aún el novicio puede discernir que la influencia mosáica es la más preponderante en las naciones europeas y americanas. Los antiguos Aztecas y otras antiguas razas de las Américas, se extinguieron porque su propio karma - el resultado de sus propias vidas como naciones en el pasado - se precipitó sobre ellos y los aniquiló. Con respecto a las naciones, este duro proceso del karma se manifiesta siempre por medio de hambre, guerras, cataclismos de la naturaleza, y la infecundidad de las mujeres de esas naciones. Este último acontecimiento prevalece casi al final de la jornada y barre todo el remanente de sobrevivientes. El individuo que forma parte de una raza o de una nación, es prevenido por esta gran doctrina, de que si él cae en la indiferencia de pensamiento y acción, amoldándose de este modo dentro del promedio kármico general de su raza o de su nación, ese karma nacional y racial lo arrastrará a él finalmente dentro del destino general. Es por ésto que los instructores de antaño exclamaron: "Salid de inmedio de entre ellos y apartaos".

Junto con la reencarnación, la doctrina del karma explica la miseria y el sufrimiento del mundo, y no queda campo para acusar a la Naturaleza de injusticia alguna.

El sufrimiento de toda nación o raza es el resultado inmediato de los pensamientos y de las acciones de los Egos que componen esa raza o nación. En el sombrío antaño esos Egos se comportaron inicuamente y ahora sufren; pues sucede que violaron las leyes de armonía en la naturaleza. La ley inmutable es que la armonía tiene que ser restablecida en caso de haber sido quebrantada. Así es que estos Egos sufren durante el proceso de compensación y de estabilizar el equilibrio del cosmos oculto. El conjunto entero de Egos debe continuar encarnando y reencarnando en esa nación o en esa raza, hasta que todos hayan agotado completamente las causas kármicas sembradas. Aunque la nación por un intervalo de tiempo puede desaparecer como una cosa física, los Egos que la desarrollaron no abandonan las esferas del mundo, sino que emergen de nuevo como los constructores de una nueva nación, dentro de la cual, deben continuar su labor y aceptar su castigo o su recompensa, según concuerde con su karma. Los Egipcios de la antigüedad ofrecen un ejemplo de esta ley. Ellos se elevaron ciertamente a un alto nivel de desarrollo, como indudablemente también fueron extinguidos como nación. Pero las almas - los Egos - sobreviven y están ahora realizando su propio y merecido destino, en alguna nación de nuestra época. Esa puede ser una nueva nación Americana, o los Judíos, predestinados a rodar por el mundo y a sufrir mucho a manos de otros. Este proceso es perfectamente justo. Tomemos como ejemplo, los Estados Unidos de América y los Indios Pieles Rojas, estos últimos han sido tratados ignominiosamente por la nación norteamericana. Los Egos indios serán reincorporados dentro de las familias de estos conquistadores, y como miembros de esa gran familia ellos mismos serán los instrumentos para inducir los efectos apropiados a tales actos como los perpetrados contra ellos cuando sus cuerpos eran indígenas. Así pues, ésto ha acontecido anteriormente y así mismo acontecerá nuevamente.

La infelicidad individual durante una vida cualquiera se explica de esta manera: (a) la infelicidad es el castigo merecido por las malas acciones cometidas en vidas precedentes; o (b) es una disciplina que el Ego se ha suministrado con el propósito de eliminar los defectos o de adquirir fortaleza y compasión. Una vez que los defectos quedan eliminados, el resultado es como el de eliminar la obstrucción en un canal de irrigación, que deja así que el agua circule libremente. La felicidad se explica de la misma manera: como el resultado de acciones virtuosas, sembradas en encarnaciones pasadas.

La base científica, y que se explica a sí misma, de la verdadera ética, se encuentra en estas dos doctrinas precitadas, y en ninguna otra. Pues si la ética verdadera va a ser practicada tan sólo por sí misma, los hombres no verían su porqué y no podrían discernir jamás la razón por la que deben durante su vida practicar únicamente el bien. Si los principios éticos van a ser obedecidos solamente por temor a represalias, el hombre se envilecerá, y tratará indudablemente de encontrar la manera de eludirlos; si el amparo del Todopoderoso, no basado en la ley o la justicia, fuera la razón, tendremos entonces precisamente lo que prevalece actualmente - un código suministrado al Occidente por Jesús, profesado por las naciones pero jamás practicado excepto por unos cuantos seres que serían virtuosos de todas maneras.

Sobre ésto los Adeptos han escrito lo siguiente, que encontramos en la "Doctrina Secreta":2 .



"No serían los medios del Karma inescrutables si los hombres trabajasen en unión y en armonía, en lugar de en la desunión y la lucha. Porque nuestra ignorancia de esos medios - que una parte de la Humanidad llama los caminos oscuros e intrincados de la Providencia, mientras otra ve en ellos la acción de un ciego fatalismo, y una tercera la simple casualidad, sin Dioses ni Demonios que la guíen - desaparecería seguramente si la atribuyésemos por completo a su causa exacta. Con conocimientos real, o por lo menos con una convicción firme de que nuestros prójimos no se esforzarían en hacernos más daño a nosotros de los que nosotros pensemos en hacerles a ellos, las dos terceras partes del mal en el mundo se desvanecerían. Si ningún hombre perjudicara a su hermano, Karma-Némesis no tendría ni motivo ni armas para obrar... Con nuestras propias manos trazamos diariamente las tortuosidades de nuestro destino, al tiempo que creemos seguir la línea recta en el camino de la respetabilidad y el deber, y luego nos quejamos porque tales caminos son obscuros e intrincados. Nos desconcertamos ante un misterio elaborado por nosotros mismos y enigmas de la vida que no queremos resolver, y luego acusamos a la gran esfinge de devorarnos. Pero a la verdad, no hay un sólo accidente en nuestras vidas, ni un infortunio, ni una desgracia, cuya causa no pueda ser atribuída a nuestras propias acciones en esta o en otra vida... El conocimiento del Karma de la convicción de que si



"la virtud en la miseria y
el vicio triunfante
hacen a la Humanidad atea,

es solamente porque la Humanidad ha cerrado los ojos a la gran verdad de que el hombre es de por sí su propio salvador y su propio destructor; y que él no tiene que acusar al Cielo ni a los Dioses, al Destino ni a la Providencia, de la injusticia aparente que reina en la humanidad; sino más bien que tenga presente y repita el siguiente fragmento de sabiduría griega que previene al hombre de abstenerse de acusar a Aquello que,



"Justo, aunque misterioso, nos conduce infaliblemente por caminos desconocidos, de la culpa al castigo",

que son hay los caminos por los que avanzan las grandes naciones Europeas. Cada nación y tribu de los arios occidentales, así como sus hermanos orientales de la Quinta Raza, ha tenido su Edad de Oro y su Edad de Hierro, su período de relativa irresponsabilidad, o su Edad de Satya de pureza, y ahora varias de ellas han alcanzado su Edad de Hierro, el Kali Yuga, una edad ennegrecida de horrores. Esta situación continuará... hasta que nosotros comencemos a actuar de acuerdo con nuestra naturaleza interior, en lugar de someternos a los impulsos que proceden del exterior... Hasta entonces, el único paliativo es la unión y la armonía, una Fraternidad in actu y en altruismo, no simplemente de palabra".

1 La Luz de Asia, por Edwin Arnold.

2 D.S. Vol. I, p. 643. Edición original en inglés.



Sumario
CAPITULO XII
KAMA - LOKA

Consideremos ahora los estados del hombre después de la muerte del cuerpo físico y antes del nacimiento, habiendo ya examinado de una manera general todo el campo de la evolución de las cosas y de los seres. Esto de inmediato suscita las siguientes preguntas: ¿Existe en realidad un cielo o un infierno, y qué son éstos? ¿Son estados de conciencia, o lugares? ¿Puede encontrarse un lugar en el espacio en donde los mismos puedan ser localizados y a los cuales nosotros vamos, así como de donde también venimos? Debemos también retroceder al tema del cuarto principio de la constitución del hombre, o sea el de los deseos y de las pasiones, que en el idioma Sánscrito se denomina Kama. Tomando en consideración lo que se dijo acerca de ese principio y también la teoría relacionada del cuerpo astral y de la Luz Astral, nos será más fácil comprender las enseñanzas acerca de estos dos estados, el Ante-Mortem y el Post-Mortem. En orden cronológico, primero nos dirigimos al Kama-Loka - o la esfera del deseo - por la defunción del cuerpo, y entonces los principios superiores, o sea el verdadero hombre, caen en estado de Devachán. Después de haber discutido el tema de Kama-Loka, nos será más fácil investigar el tema del Devachán.

El hálito abandona el cuerpo y decimos que el hombre ha muerto, pero ésto es sólo el comienzo de la muerte, porque ésta prosigue su curso en otros planos. Cuando la forma corporal ya está rígida y los ojos cerrados, todas las fuerzas del cuerpo y de la mente se precipitan a través del cerebro, y por medio de una serie de impresiones o imágenes la vida entera que acaba de terminar queda indeleblemente grabada en el hombre interno, no solamente en una forma general, sino también hasta en los más mínimos y fugaces detalles. En este momento, aunque todos los indicios conducen al médico a pronunciar la muerte y aunque a primera vista y para todo fin la persona está muerta, el hombre verdadero, el Ego, está actuando intensamente en el cerebro y hasta que esta tarea esté terminada no debería decirse que la persona ha fallecido en realidad. Cuando esta labor solemne se ha realizado, el cuerpo astral se desprende del cuerpo físico, y como la energía vital se ha separado, los cinco principios restantes pronto se encuentran dentro del estado llamado Kama-Loka.

La separación natural de los principios, ocasionada por la muerte físic divide al hombre en tres partes:

Primero: El cuerpo visible que con todos sus elementos es abandonado para su completa disgregación en el plano terrestre, en donde todos los rudimentos de que el mismo se compone, con el tiempo se dispersan entre las diferentes divisiones físicas de la naturaleza.

Segundo: El Kama-Rupa, que se compone del cuerpo astral y de las pasiones y deseos, que de inmediato también comienzan a disgregarse sobre el plano astral.

Tercero: El hombre verdadero, la suprema Triada Atma-Buddhi-Manas, inmortal, ahora fuera de las condiciones terrestres y carente de cuerpo físico, comienza su función en Devachán sólo como una mente cubierta con una vestidura muy etérea, la cual él descartará cuando le llegue la hora del retorno hacia la esfera terrestre.

El Kama-Loka, o la sede de los deseos, es la región astral que penetra y circunda la tierra. Como sitio, Kama-Loka se encuentra en, sobre, y alrededor de la tierra y su extensión alcanza a una distancia definida sobre la tierra, pero las leyes ordinarias que aquí prevalecen no rigen allí, y las entidades que allí dentro residen, no están sujetas a las mismas condiciones que nosotros con respecto al espacio y al tiempo. Como un estado o condición, es metafísico, aunque lo metafísico concierne al plano astral. Se le ha llamado el plano del deseo porque se relaciona con el cuarto principio, y en él, la fuerza predominante es la del deseo exento y separado de la inteligencia. Kama-Loka es una esfera astral intermedia entre la vida terrestre y la celeste. Sin duda alguna, éste es el origen de la doctrina Cristiana del purgatorio, en donde el alma sufre su penitencia por los pecados cometidos y de los cuales puede ser redimida por medio de plegarias y otras ceremonias u ofrendas. El hecho real tras de esta superstición, es que el alma puede ser retenida en Kama-Loka por la enorme fuerza de algún deseo aún no satisfecho y por lo que no puede liberarse de la vestidura astral y kármica, hasta que tal deseo haya sido satisfecho por algún otro ser sobre la tierra o por el alma misma. Pero si la persona era de pensamientos puros y elevados y de nobles aspiraciones, la separación de los principios sobre ese plano se completa con rapidez, permitiendo de esta manera que la triada superior entre al plano de Devachán. Esta esfera es puramente astral y participa de la naturaleza de la materia astral, la cual es esencialmente terrestre y satánica, y en donde todas las fuerzas funcionan sin ser dirigidas por el alma o la conciencia.

Kama-Loka es, por decirlo así, el foso de escorias de la gran caldera de la vida, donde la naturaleza provee los medios para la eliminación de los elementos que no tienen cabida en Devachán, y por esa razón debe haber diversos niveles o grados en Kama-Loka, cada uno de los cuales era conocido por los antepesados. En el idioma Sánscrito, se les ha dado a estos grados el nombre de Lokas, o localidades en el sentido metafísico. La vida humana es muy variada en lo que toca al carácter y a otras potencialidades, y por cada una de estas características se provee el lugar apropiado después de la muerte, convirtiéndose de esta manera Kama-Loka en una esfera infinitamente variada. Durante la vida, algunas de las diferencias que existen entre los hombres son modificadas y otras inhibidas por una semejanza de cuerpo y rasgos hereditarios; pero en Kama-Loka todas las pasiones y deseos escondidos son desencadenados a consecuencia de la ausencia del cuerpo físico, y por esa razón ese estado es mucho más diversificado que el plano de la vida física. No sólo es necesario considerar las variedades y diferencias naturales, sino también las ocasionadas por la manera de morir, acerca de lo cual se hará referencia más adelante. Todas estas divisiones no son sino el resultado natural de los pensamientos de la vida, y de los últimos pensamientos de las personas que mueren sobre la tierra. El proveer una descripción de todos estos niveles sobrepasa los límites de esta obra, ya que serían necesarios varios tomos para describirlos y, además, pocos lo comprenderían.

Al tratar sobre el tema de Kama-Loka nos vemos obligados a tratar también acerca del cuarto principio en la clasificación de la constitución del hombre, y ésto crea un conflicto con las ideas y educación modernas acerca de los deseos y las pasiones. Generalmente se supone que estos deseos y pasiones son tendencias innatas en el individuo y en el estudiante común, y como tales ofrecen una apariencia enteramente vaga y confusa. Pero en este sistema filosófico, las pasiones y los deseos no son inherentes simplemente al individuo, ni tampoco son causados por el cuerpo mismo. Mientras el hombre reside en la tierra, los deseos y las pasiones - o sea el principio de Kama - no tienen vida separada del cuerpo astral y del hombre interno, estando, por decirlo así, esparcidos a través de su ser. Pero al unirse esas tendencias en fusión con el cuerpo astral después de la muerte y formar una entidad con su propio término de vida aunque sin el alma, surgen entonces algunas preguntas.

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