jueves, 22 de diciembre de 2016

RESUMEN SOBRE EL PUEBLO JUDÍO (LOS HEBREOS)

RESUMEN SOBRE EL PUEBLO JUDÍO (LOS HEBREOS)

































LOS JUDÍOS

A continuación les comparto un breve resumen sobre la historia del pueblo judío o hebreos.

SITUACIÓN GEOGRÁFICA

Parte
del extremo occidental de la Media Luna de las Tierras Fértiles está
ocupada por una región que en los tiempos antiguos fue conocida con el
nombre de Palestina porque en su zona costera se establecieron los
filisteos, pues ellos habían dado el nombre de Filistia a la región de
Jerusalén; pero más tarde los griegos transformaron el nombre en
Palestina.
Palestina limita al norte con Líbano, al este con el desierto de Siria,
al oeste con el mar mediterráneo y al sur con la península del Sinaí. Es
un país pequeño de 25,000 kilómetros de superficie, atravesado por el
río Jordán, que desemboca en el Mar Muerto; por sus características
geográficas, solo la tercera parte del territorio es fértil y propicio
para la agricultura y el pastoreo. Palestina es también un país de
transito obligado entre Mesopotamia y Egipto; es decir, la ruta de los
invasores, de los comerciantes y de las ideas.

DESENVOLVIMIENTO HISTÓRICO

El término Judíos en la actualidad se utiliza como sinónimo de hebreos e
israelitas. Sin embargo, tanto en el plano histórico como en el étnico,
estas palabras tienen distinto significado. En cuanto al término
histórico general, la palabra hebreo no posee una connotación racial,
por lo que se le aplica a cualquiera de las tribus nómadas semitas que
vivieron en el Mediterráneo oriental antes del 1300 a.C. En la historia
judía, este término se ha aplicado de una forma concreta a aquellas
tribus que aceptaban a Yahvé como su único Dios, desde su origen, hasta
que conquistaron la Antigua Palestina, llamada Canaán, y, en el 1020
a.C., se transformaron en una nación unida, regida por un rey.
El término israelita hace mención a un grupo nacional y étnico
específico, descendientes de los hebreos y unidos por lazos culturales a
través de su religión. Para los historiadores, este término se refiere a
esta comunidad, desde la conquista de Canaán, hasta que el rey asirio
Sargón III (reinó entre 722-705 a.C.) destruyó el reino de Israel en el
721 a.C.
El término judío se refiere a un tercer grupo, por su identidad cultural
descendiente de los dos anteriores, desde los tiempos de su retorno de
la cautividad de Babilonia, hasta la actualidad. La palabra proviene del
término hebreo yehudí, que en un comienzo significaba ser un miembro de
la tribu hebrea de Judá; más tarde pasó a ser Judea, nombre que se
aplicaba al Estado judío, y por extensión se aplicó a todo habitante de
Judea.
Estas son las etapas más sobresalientes de la historia Hebrea o Judía en la Edad Antigua:

1. Orígenes del pueblo judío.

Los hebreos fueron hombres semitas originarios de Caldea, que vivieron
largo tiempo en Ur bajo el mando de un jefe de tribu o patriarca. Según
la Biblia, su patriarca Abraham, contemporáneo de Hammurabi (1792-1750),
recibió la orden de partir, por parte de Jehová, su Dios, y trasladarse
a Canaán, la tierra prometida. Abraham siguió la ribera del Eufrates
hasta Harrar, bajó a Siria y penetró a Palestina. Los habitantes de la
región designaron a estos invasores con el nombre de hebreos, que
significa "los que vienen de más allá del río". Siguieron siendo
pastores nómadas hasta que se detuvieron cerca del monte Hebrón.
Los hebreos reunieron sus tradiciones históricas en el Antiguo
Testamento. Según ellas, su historia empieza con la creación del mundo.
Antes del Diluvio hubo solo una gran familia; después del Diluvio, Sem,
Cam y Jafet, hijos de Noé, dan origen a tres grandes grupos de
diferentes características raciales y de hablas distintas. El patriarca
Abraham, descendiente de Noé, gobernó varias familias que tenían cada
una de ellas su respectivo jefe. Él era el encargado de comunicarse con
Jehová.


Para poder establecer su tribu en Israel, luchó contra los hititas y los
semitas de Palestina. Los hijos de Abraham, a los que inculcó la
religión monoteísta, fueron Ismael, padre de los árabes, e Isaac. Este
último tuvo con su esposa Rebeca, a su vez, dos hijos: Jacob y Esaú.
Jacob el menor, preferido de su madre, obtuvo el derecho de
primogenitura y la bendición paternal usurpando el lugar de su hermano
Esaú, de esta manera recibió de Jehová el nombre de Israel, es decir, el
que lucha con Dios, así como su reconocimiento como nuevo patriarca
hebreo. Desde entonces se llamó israelitas o hijos de Israel a los
hebreos.
La historia de las doce tribus descendientes del patriarca Jacob, debe
ser vista a la luz de la conciencia nacional que desarrollaron los
escribas judíos cuando en los siglos V y VI a.C. recopilaron y editaron
los libros históricos. En su esfuerzo por relatar una historia que fuera
ligada y detallada, tratando de establecer un antepasado común para
todos, los recopiladores de las tradiciones orales anteriores no dudaron
en incluir leyendas, dándoles categoría histórica. Sin embargo, la
narrativa bíblica va acorde con la teoría histórica. Las escrituras se
refieren a doce tribus hebreas, descendientes de doce hijos del
patriarca Jacob: Aser, Benjamín, Dan, Gad, Isacar, José, Judá, Leví,
Neftalí, Rubén, Simeón y Zabulón. Los estudiosos de la Biblia consideran
la historia de Jacob como un hecho simbólico, propio de historias
tribales, disimuladas bajo el disfraz de experiencias personales.
Según la teoría y las tradiciones históricas, el rastro de los
antepasados arameos de Israel se localizaría aproximadamente en la
ciudad de Ur, en Sumer, en el curso inferior del río Eufrates. Más o
menos durante los primeros años del II milenio a.C., un grupo de tribus
arameas emigraron a la zona de los alrededores de Carrae (actual Harran,
Turquía), antigua colonia babilónica. Siglos más tarde, varias uniones
de grupos familiares de estas tribus emigraron hacia el oeste y hacia el
sur, estableciéndose en grupos dispersos por los alrededores del río
Jordán. Las comunidades que se establecieron en las proximidades de este
río se transformaron en las tribus hebreas, dentro de las que se
incluyen los amonitas, moabitas, edomitas y los hebreos, que rendían
culto a Yahvé. Dentro de la Biblia, este periodo de migraciones tribales
es conocido como la época de los patriarcas.

2. Periodo patriarcal del pueblo hebreo

Los hebreos emigraron a Egipto donde la vida era más fácil. Primero
emigró José, hijo de Jacob, quien alcanzó favores especiales en la corte
del faraón por su habilidad para interpretar los sueños, después, hacia
1660 a. C. Se le unieron sus once hermanos y su padre con sus propias
familias y servidores.
Cuando hacia 1580 a.C. la XVII dinastía logró expulsar a los faraones
hicsos, los egipcios sometieron a los hebreos a esclavitud. Los
obligaron a trabajar, de preferencia en el Nilo y en la construcción de
templos y palacios. Para evitar un aumento de población extraña, el
faraón mandó matar a todos los niños hebreos, que nacieran. Según la
Biblia, Moisés, ―el salvado de las aguas‖, fue recogido por una princesa
egipcia a orillas del Nilo. Moisés fue educado en un palacio y después
en un templo. Mató a un egipcio que atormentaba a un hebreo y tuvo que
huir a la Península de Sinaí. Allí le ordenó su dios que hiciera salir
de Egipto a sus hermanos, para tal fin Moisés fue delante del faraón e
hizo una serie de milagros, sin conseguir nada, Dios mandó a Egipto una
serie de de azotes terribles, conocidos en la tradición bíblica como
―las diez plagas de Egipto‖, asustado el faraón permitió entonces la
salida.

3. El éxodo o salida de Egipto del pueblo hebreo



Se cuenta que los hebreos tuvieron que vencer muchas dificultades para
poder salir de Egipto. Cuenta la Biblia que la tribu de Leví, en unión
de Moisés, llevó a los hebreos a través del Mar Rojo mientras el
ejército egipcio los perseguía. Este hecho político significó para los
hebreos la persecución, la esclavitud o el exilio. Muchos historiadores
consideran el éxodo como el esfuerzo con resultados positivos de los
hebreos que estaban sometidos a la esclavitud en Egipto por reunirse con
otras tribus hebreas, con las que mantenían lazos de parentesco. No
existen vestigios arqueológicos del éxodo, ni siquiera en los monumentos
egipcios, probablemente porque los hebreos egipcios no eran un número
significativo, y no causó gran trascendencia en Egipto.
Moisés dejó a su pueblo en las llanuras de Sinaí y subió a la cima del
monte. Allí prometió a Jehová, en nombre de su pueblo, no tener otro
dios y Jehová le prometió su protección si acataba la "Tabla de la Ley",
el "decálogo" o los llamados "Diez Mandamientos".
Esta primera religión incorporó y luego legó al posterior judaísmo
conceptos que hacían referencia a la propiedad, a los derechos
individuales, a la moralidad sexual y a la importancia de la igualdad
entre todos los miembros de la comunidad. La principal característica de
los semitas nómadas era la del respeto a los derechos personales y el
amor por la libertad; estas características, sumadas al concepto de un
Dios creador, legislador y rey, pasaron a formar parte de la religión de
Israel, y más tarde de su teoría política.
La conquista de Canaán durante el II milenio a.C. fue consumada tanto
con pactos de alianzas y celebraciones de matrimonios con los habitantes
de la zona, como por las armas. Además, los invasores tuvieron una
oportunidad única para imponer su dominio: el imperio egipcio, hitita y
sumerio ya no tenían el poder de antaño, y el asirio, eventual gran
competidor, no contaba aún con fuerzas suficientemente organizadas. Bajo
el mando de Josué, sucesor de Moisés, las tribus de Yahvé cruzaron el
río Jordán, conquistaron Jericó y los alrededores, y se establecieron en
el oeste de Palestina. Durante el periodo de los Jueces, grandes
líderes civiles y militares, los hebreos, quienes ya eran conocidos como
israelitas, lograron asegurar sus tierras. Tuvieron que defenderse de
las invasiones de los moabitas, de los madianitas, y sobre todo de los
filisteos, quienes habían emigrado de los territorios que circundan el
mar Egeo.
Los jueces eran considerados como intermediarios entre Dios y el pueblo,
fueron jueces: Gedeón, Jefté, Sansón y el último Samuel.

4. Advenimiento de la Monarquía

Con la ascensión al trono de Saúl, ungido con el óleo o aceite santo por
Samuel, el primer rey israelita, en el 1020 a.C., se logró crear una
verdadera entidad política. Luego, con David, sucesor de Saúl, el reino
se engrandeció.
Tanto en la religión como en la historia judía, David ocupa el segundo
lugar en importancia, sólo después de Moisés. Es considerado como el
verdadero fundador de Israel, el verdadero forjador del sistema
religioso y político que se había anunciado en el monte Sinaí. David
logró dominar Jerusalén (en hebreo, Yerushalayim; en árabe, al-Quds), la
fortaleza mejor defendida de toda Palestina, según el Antiguo
Testamento. David decidió convertir a Jerusalén en su residencia y en la
capital de su reino. El nuevo rey trajo el Arca de Jehová o de la
Alianza hasta la ciudad desde su oscuridad en Qiryat Ye‘crim (un antiguo
lugarconsiderado santo, al oeste de Jerusalén) y lo instaló en un nuevo
tabernáculo (2 Sam. 6,1-17); construyó el palacio y otros muchos
edificios, y fortificó la ciudad.
Bajo su mando, el ejército israelí doblegó el poder de los filisteos y
conquistó Edom, Amón y Moab. El rey David organizó los servicios
religiosos y la misión del clero, a raíz de lo cual, la religión de
Israel pasó a ocupar un papel de primer orden en Palestina. A su muerte,
todos los territorios que rodeaban el reino de Israel estaban sometidos
o limitados por tratados de amistad.

5. Reino de Salomón.

Salomón, el hijo y sucesor de David, es conocido, entre otras muchas
cosas, por haber mandado construir el templo de Jerusalén, símbolo de la
gloria y del esplendor israelita. Este templo tenía dos atrios y, al
fondo, el "lugar santo" donde se guardaba el candelabro de los siete
brazos, en oro, símbolo de la creación, y, por último, el sancta
Santorum, el lugar santo entre los santos, cuyo tesoro principal era
precisamente el "Arca de la Alianza"; el sumo sacerdote solo penetraba a
este último recinto una vez al año.
Salomón fue un dirigente muy poderoso; trajo la prosperidad a su pueblo
gracias al correcto manejo que hizo de los tesoros que le dejara su
padre como herencia, por el hecho de haber logrado unificar la
administración interna de su reino y por la promoción que hizo del
comercio y de la industria, abriendo rutas comerciales que unían África,
Asia, Arabia y Asia Menor. Salomón también trató de asegurar la
posición política de su reino, casándose con mujeres que tuvieran
influencia en los reinos vecinos. Sin embargo, su comportamiento como
rey, así como su elaborado plan de construcción (algunas de cuyas
muestras se han descubierto en investigaciones arqueológicas en Meguido,
Israel, realizadas entre 1925 y 1939, e incluso después de la II Guerra
Mundial), han demostrado que los costes que tuvo que pagar en términos
económicos y humanos fueron muy altos. Los trabajos forzados y los
elevados impuestos provocaron insatisfacción y resentimiento entre la
población, lo que generó una fuerte inestabilidad política. En el
sureste, Edom organizó una revuelta que tuvo éxito; el distrito de
Damasco, en el noroeste, se independizó de la influencia israelita. La
opresión que significaban las leyes de Salomón, y su estilo de vida tan
refinado, estaban absolutamente en contra de las austeras tradiciones
nómadas de la religión israelita y su ideal democrático. Como resultado
de esto, después de la muerte de Salomón, alrededor del 922 a.C., el
reino se dividió.

6. Cisma, Judá e Israel

Después de la muerte de Salomón, las diez tribus del centro y del norte
se independizaron, creando el reino de Israel gobernado por Jeroboam I.
De acuerdo con la tradición bíblica, solo quedaron fuera las tribus de
Judá y de Benjamín. Rehoboam, sucesor de Salomón, reinó sobre la zona
sur del reino, conocido más tarde como el reino de Judá; con
aproximadamente 775 km2 de extensión, fue reducido a un papel
secundario, pero conservó a Jerusalén como capital del reino; la capital
mas importante de Israel fue Samaria establecida aproximadamente en el
870 a.C. por el rey Israelita Omri. A pesar de que ambos estados
mantenían un sentimiento de parentesco, quedaron políticamente
divididos.
Durante los dos siglos siguientes, la historia judía se reduce a una
serie de luchas entre pequeños estados, tales como Israel, Judá, Moab,
Edom y Damasco, que constantemente peleaban entre sí.






En el siglo VIII a.C., el poder de los asirios creció hasta llegar a
dominar Oriente Próximo, avanzando hasta las fronteras de los estados en
conflicto, para quienes la invasión y el desastre resultaron
inevitables.

7. Invasión Asiria

Los asirios habían intentado conquistar la antigua Palestina durante más
de un siglo. En el 853 a.C. la primera gran invasión asiria, liderada
por el rey Salmanasar III (reinó entre 859-824 a.C.), fue derrotada en
la batalla de Karkar por una coalición de pequeños estados, entre los
que se incluía Israel, dirigidos por el rey de Damasco, Ben-Hadad I
(fallecido c. 841 a.C.). Asiria se retiró momentáneamente, pero sus
fuerzas no cesaron de hostilizar las fronteras palestinas. En el 734
a.C., cuando las luchas interminables entre los ya muy debilitados
estados palestinos imposibilitaron su unión para formar una coalición,
el rey asirio Teglatfalasar III (reinó entre 745-727 a.C.) se puso al
frente de un ejército que invadió y conquistó Israel. Sólo una fortaleza
en Samaria pudo soportar el acoso hasta el 722-721 a.C., año en que las
tropas asirias finalmente lograron tomar la ciudad. El reino de Israel
quedó destruido y muchos de sus habitantes partieron hacia el destierro;
desde ese momento se los conocería como las tribus perdidas. Samaria
fue repoblada con inmigrantes procedentes de Mesopotamia, que
rápidamente adoptaron la religión israelita y se convertirían en la
secta conocida como samaritanos. A pesar de que el reino de Judá pasó a
ser tributario de Asiria, mantuvo su independencia nominal durante otros
135 años.

8. El cautiverio de Babilonia

Durante el siglo siguiente, Judá logró mantener su identidad, mientras
que la hegemonía en el Oriente Próximo oscilaba entre los asirios y los
egipcios hasta la aparición del imperio babilónico de los caldeos. Sin
embargo, el reino de Judá se negó a someterse a los caldeos, a
diferencia de lo que había sucedido con los asirios. En el 598 a.C.
Nabucodonosor II, soberano de Babilonia, declaró la guerra al reino de
Judá y conquistó Jerusalén. La mayoría de los nobles, guerreros y
artesanos de Judea fueron hechos prisioneros y llevados a Babilonia. El
rey Nabucodonosor nombró al príncipe de la casa de David, Sedecías, rey
de Judá. En el 588 a.C. Sedecías se rebeló contra los caldeos; dos años
más tarde, el ejército de Nabucodonosor destruyó Judá y arrasó su
capital, Jerusalén. Todos los habitantes de Judá que fueran considerados
potenciales líderes de revueltas, fueron deportados a Babilonia. Otro
grupo huyó a Egipto, llevándose al profeta Jeremías, a pesar de sus
protestas. Sólo permanecieron en Judá los campesinos más pobres. La
cautividad de Babilonia marcó el fin de la independencia política del
antiguo Israel.

9. Los profetas y el mesianismo

Durante la separación de los reinos de Judá e Israel, los profetas
fueron los encargados de censurar las costumbres corrompidas, amonestar a
los que olvidaban el monoteísmo y lo substituían con practicas paganas y
la adoración de los ídolos extranjeros. Hubo profetas mayores y
menores. Entre ellos destacaron Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel.


10. El retorno del pueblo hebreo a Palestina.

En el 539 a.C., el fundador del Imperio persa, Ciro II el Grande,
conquistó Babilonia. Al año siguiente, publicó un edicto en el que
otorgaba la libertad a los judíos. Aproximadamente 42.000 miembros de la
comunidad babilónica prepararon su regreso a Palestina, llevándose
consigo todos sus bienes, además de las donaciones de los que se
quedaron en Babilonia y, tal como dice la tradición, con regalos del
propio emperador. Liderados por un príncipe de la casa de David llamado
Zorobabel, la expedición se dirigió a Jerusalén. El país aún estaba
desolado debido a los estragos causados por las guerras caldeas. Los
judíos se concentraron en la reconstrucción del Templo, hecho que
consumaron en el año 516 a.C. Para la tradición judía, el año en que
finalizó la construcción de este segundo Templo se considera como la
fecha del verdadero fin del exilio babilónico, cuya duración fue, pues,
de setenta años (586-516 a.C.).
El sumo sacerdote fue elegido gobernante de la provincia de Judá o
Judea, que desde entonces se transformó en una teocracia. Las labores de
reconstrucción fueron realizándose lentamente, y aproximadamente en el
445 a.C., Nehemías (protegido del rey Artajerjes I de Persia, quien
reinó entre 465-425 a.C.) recibió la autorización expresa para
reconstruir la ciudad. Bajo su dirección, Jerusalén volvió a ser una
gran ciudad. Durante este periodo, la comunidad babilónica, habiendo
oído noticias referentes a la falta de disciplina religiosa, decidió
enviar a Esdras, un famoso maestro y escriba, para que introdujera las
necesarias reformas religiosas.
A mediados del siglo IV, Judea se había convertido en un país organizado
según unas estrictas doctrinas religiosas, y dominado por una clase
sacerdotal muy fuerte. La Torá (‗Ley‘, es decir, el Pentateuco) rigió la
vida cotidiana de los judíos; durante este tiempo, los escribas y los
maestros de la Ley dieron su forma definitiva a las Sagradas Escrituras.
Judea fue prosperando cada día más, de modo tal que, gracias a su
capacidad para adaptarse a unas circunstancias adversas, los judíos, en
un lapso de 150 años, se transformaron de una entidad política en un
pueblo casi únicamente motivado por la religión.

11. La diáspora

A finales del siglo IV a.C., siendo emperador Alejandro Magno, Macedonia
se transformó en la fuerza dominante del mundo antiguo. Después de que
los macedonios dominaran a los persas en el 331 a.C., Judea pasó a ser
una provincia más del imperio alejandrino. Según la tradición, Alejandro
se mostró especialmente benévolo con los judíos, y cientos de ellos
emigraron a Egipto después de la fundación de Alejandría. Bajo el nuevo
imperio, y con el incremento de oportunidades comerciales, los judíos
emigraron a diversas colonias repartidas por todo el mundo conocido: a
las costas del mar Negro, las islas griegas y las costas del mar
Mediterráneo. Esta migración fue de tales proporciones que comenzó a
hablarse de ella calificándola de diáspora (del griego, ‗dispersión‘).
Muy lejos ya de Judea, centro de la vida judía, los emigrantes
abandonaron paulatinamente el uso del hebreo, aprendiendo en su lugar el
griego y adoptando las costumbres e ideas griegas.
Después de la muerte de Alejandro Magno (323 a.C.), los griegos pasaron a
ser una amenaza tanto política como cultural para los judíos. El
imperio de Alejandro Magno se dividió entre sus generales. Ptolomeo I
Sóter, a quien le había correspondido Egipto, invadió Judea. El
territorio judío tenía un valor estratégico importante por ser la ruta
por la que discurría el comercio con Arabia; este hecho dio origen a
múltiples conflictos entre los egipcios y los Seléucidas sirios. En el
198 a.C., el rey Antíoco III de Siria venció a los egipcios en la
batalla de Panion e incluyó a Judea dentro de sus dominios. Los
Seléucidas comenzaron una campaña para reemplazar el judaísmo por el
helenismo. La campaña llegó a su nivel máximo durante el reinado de
Antíoco IV Epífanes, quien en el 168 a.C. declaró la religión judía
ilegal y, dentro del Templo, reemplazó el altar de Yahvé por uno de
Zeus.

12. Los Asmoneos y el Gran Sanedrín.

La rebelión de los judíos no se hizo esperar, y ese mismo año comenzaron
una revuelta liderados por el sacerdote judío Matatías y por sus hijos,
los Macabeos. Después de una sangrienta lucha, las fuerzas judías
lograron derrotar a los sirios. La dinastía de los Asmoneos o Macabeos
alcanzó el liderazgo y sus miembros fueron reyes de un Estado judío
independiente.
Los Asmoneos establecieron el Sanedrín, una especie de tribunal supremo o
consejo de estado, compuesto por 71 líderes y sabios judíos. Este grupo
constituía la suprema autoridad civil y tomaba también todas las
decisiones religiosas legales. El reino logró gran expansión: bajo el
gobierno de Juan Hircano, se incorporaron Samaria y Edom, territorios
conocidos como Idumea, cuyos habitantes fueron obligados a aceptar el
judaísmo.
Lo mismo que sus predecesores, el reino judío de los Asmoneos tuvo que
enfrentarse a la generalización de los conflictos entre las distintas
facciones. Durante el siglo I a.C., surgió una guerra civil entre los
hermanos Hircano II y Aristóbulo II, que rivalizaban por el trono de
Judea. Antípatro, un idumeo que simulaba apoyar a Hircano, se confabuló
con el general romano Pompeyo el Grande para que le ayudara a resolver
el conflicto a su favor; se comprometió a hacer de Judea un estado
dependiente del Imperio romano. El ejército romano entró en Jerusalén en
el 62 a.C., y en el 47 a.C. el reino de Judea pasó a estar bajo el
control absoluto del ahora procurador Antípatro. Su hijo Herodes el
Grande se convirtió en rey en el 37 a.C.
Durante la dominación romana nace, en Belén, Jesucristo, quien treinta y
tres años después es condenado a muerte por el Consejo de Ancianos o
Sanedrín, siendo su condena permitida por el gobernador romano Poncio
Pilatos.

13. La gran revolución y el fin del Estado Hebreo

Durante el siglo I d.C., los conflictos religiosos causaron sangrientas
batallas. Los gobernadores romanos de Judea eran déspotas y tenían muy
poco respeto por la religión judía. En el 66 d.C., los zelotes
encabezaron una violenta insurrección contra los romanos. El emperador
Nerón envió al general romano Vespasiano, quien más tarde sería
emperador, para poner fin al conflicto. Hacia el año 70 Vespasiano logró
acabar con la revuelta, destruyó el Templo y arrasó Jerusalén. La
última fortaleza en caer fue Masada, en el 73.
Judea siguió existiendo, aunque sólo de forma nominal. El centro de la
sabiduría judía se desplazó a Yavné, bajo la dirección del gran sabio
Yojanán ben Zakai. Durante la siguiente generación, y bajo el estricto
control romano, Judea se mantuvo más o menos en paz. Por aquel entonces,
el emperador romano Adriano mandó reconstruir Jerusalén como una ciudad
pagana, y ordenó que se llamara Aelia Capitolina, en honor a Júpiter.
También mandó publicar un decreto en el que se prohibía la circuncisión.
Esta doble afrenta causó gran consternación, tanto entre los judíos de
la diáspora como entre los de Judea.


Bajo la dirección de Barcokebas, estalló una violenta revolución en
Judea. Desde el 132 hasta el 135, los judíos hicieron un esfuerzo
desesperado por defenderse de las legiones romanas; en un principio su
oposición fue efectiva, pero cuando finalmente Roma decidió acabar con
la revuelta Judea estaba devastada. Por orden del emperador, fue
eliminado el antiguo nombre de la provincia, reemplazándolo por Siria
Palestina. Jerusalén fue convertida en una ciudad pagana y cualquier
judío que entrara en ella era inmediatamente condenado a muerte. La
persecución de judíos se transformó en algo habitual dentro del Imperio.
Por otra parte, la caída de Judea ayudó a incrementar aún más la brecha
entre judíos y cristianos. Los judíos consideraban su derrota como una
calamidad. Los cristianos, por su parte, lo veían como una clara
manifestación de que Dios había abandonado a los judíos, considerándose
como los verdaderos portadores de la gracia divina. Durante los tres
primeros siglos de la era cristiana, el cristianismo aumentó mucho su
influencia. Después del año 313, en que el emperador romano Constantino I
el Grande aceptó la nueva religión, tanto para él como para el Imperio,
se generalizó la expansión cristiana y la consecuente persecución de
los judíos. Los judíos volvieron en 1923 bajo el mandato de Inglaterra.
Israel es Estado Independiente desde 1948.








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Ver comentarios

  1. decian que era un Resumen me imagino la Historia completa O.o
    Responder
    Respuestas
    1. Imagínate es prácticamente todo el antiguo testamento
    2. Jajajaj sip eso parece que hubiera escrito toda la biblia
  2. excelente
    El breve resumen andaba buscando algo así para poder usarlo en mis
    clases de catequesis me faltaba una línea de tiempo ordenada Muchas
    gracias a quién confeccionó este resumen
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