viernes, 16 de diciembre de 2016

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Alejandro Jodorowsky
Pienso, luego existo.
-Existo, luego pienso, siento, deseo y actúo.
-En la mayoría de los casos es actúo, deseo, siento y luego pienso.
11th Diciembre
54
DESMEDICALIZACIÓN DE LA SALUD: Una asignatura pendiente de la Medicina


Dr. J.C.Gimenez


Así como ocurrió con la despatologización de la homosexualidad, que a partir de un estudio sobre la sexualidad de los norteamericanos constató un continuo de conductas diversas entre la heterosexualidad y la homosexualidad, se tiene que utilizar el término desmedicalización para suspender los tratamientos innecesarios. Se puede utilizar el término desmedicalización en dos sentidos:

uno, como desmedicalización de la sociedad, esto es como propuesta de reversión del fenómeno de medicalización;

dos, desmedicalización del arte o desmedicalización del médico, para referirse a un proceso deshumanización del profesional, y a este aspecto es al que nos dedicaremos.


En este último sentido, un ejemplo es la propuesta actual de desmedicalización del parto para evitar la intromisión exagerada de la atención sanitaria en un momento particular de la vida de la mujer y su hijo. Desmedicalización en este caso es sinónimo de humanización.
La desmedicalización del arte o desmedicalización del médico, connota un cambio del modelo médico tradicional de las últimas décadas. Nos referimos a la tendencia a abandonar el paternalismo tradicional y a la deshumanización.
Se plantea con base al respeto de los derechos humanos, la importancia de la transferencia de la responsabilidad y del poder de curar a los propios interesados, lo que se funda en la concepción de la igualdad entre los seres humanos y en una distribución homogénea del poder, en un afán democratizador. Esto coincide con la corriente de la bioética moderna originada en el seno de la sociedad norteamericana, en la que prima ante todo el principio de autonomía: la libertad ante todo. Esta es una característica fundamental de la posmodernidad en donde el individuo se transforma en la referencia de sí mismo.
El riesgo de aferrarse exclusivamente al principio de la autonomía en la atención de los individuos enfermos puede transformarse en abandono. En aquellas situaciones definidas por la propia etimología de la palabra: enfermedad, in firmus, no firme, débil, la responsabilidad cae sobre el médico que debe actuar en un delicado equilibrio entre su obligación de beneficencia y la obligación de respetar la voluntad de su paciente. El actuar médico es cuidar: una acción que ocurre entre un ser poderoso y otro debilitado. La desmedicalización se proyecta en pérdida de abrigo, de sostén, en abandono. Dany-Robert Dufour dice que los individuos de esta sociedad postmoderna “están más abandonados que libres”.


La relativización de los valores de compasión, ayuda, solidaridad, respeto por la vida humana y la dignidad de las personas, podría significar el fin del paradigma humanitario y ético que, desde los tiempos de Hipócrates, ha iluminado la medicina durante veinticinco siglos.

CONCLUSIÓN


Las principales interrogantes que debemos plantearnos se tienen que orientar a cuáles son las consecuencias que pueden traer medicalización no solo para la salud sino para la vida en general y hacia dónde nos está llevando este camino que estamos tomando. Por empezar se están colocando etiquetas de enfermos a personas que anteriormente eran consideradas seres sanos y a los cuales se los está sometiendo a tratamientos innecesarios que traen acaparados diversos efectos adversos, no solo por el mismo proceso que fue catalogado como “anormal”, sino por las propias consecuencias de las terapias farmacológicas, que nunca son totalmente inocuas para los pacientes. Por otro lado, las alternativas no médicas de enfrentar los problemas están quedando en el olvido, tomándose como soluciones anticuadas, perdiéndose la capacidad de valerse por sí mismo. La población se hace de esta manera, más dependiente de la medicina moderna y de sus prestaciones sanitarias, las cuales a su vez necesitan más cantidad de recursos para dar respuesta a los interrogantes que le va planteando la sociedad.

Reflexionar si la medicalización hace una sociedad vulnerable, donde todos sean etiquetados con factores de riesgo para sufrir en un futuro alguna enfermedad. Si se aspira a vivir en una sociedad en la cual, para evitar padecer cáncer de mama se realicen mastectomías sin medida, o que personas sanas pero que piensan que están enfermas, consuman medicamentos para disminuir sus “probabilidades” de terminar padeciendo alguna enfermedad. Una población donde algunos nacen por cesárea programada y totalmente innecesaria (Cesárea a la carta), cuando se podía realizar parto natural. Si el consumo sanitario sigue incrementando, el mundo pasará a ser un gran hospital. Una sociedad más medicalizada es una sociedad con mayor percepción de malestar y dependencia. Lo cual se torna un círculo vicioso entre las exigencias de la población y los recursos de los que dispone el sistema de salud para responder a esas demandas. Sin poseer una correcta información para tomar decisiones, gran parte de la sociedad puede llegar a empeorar si adopta tratamiento farmacológico para tratar ciertos factores de riesgo, antes de adoptar un cambio en su estilo de vida. Una posible consecuencia de la medicalización de la salud es una sociedad viviendo de manera insana preocupada más por su bienestar que por su salud, pero muriendo aún mas enferma. Para evitar esto desde la óptica sanitaria se debe fomentar la desmedicalización de la salud: es necesario cambiar las reglas del mercado y evitar que la libertad económica genere a través de la imposición del consumo, los cambios culturales que promueven la deshumanización y la violencia en todos los ámbitos de la sociedad. Junto con ello la tarea educativa más importante consiste en promover la empatía, es decir, la capacidad de ponernos en el lugar del otro, para sentir lo que el otro siente. Para que eso suceda es necesario lograr despertar sentimientos; no limitarse a reglamentarlos. Entender que una enfermedad es un pedido de ayuda, no solo una entidad científica. Lo que importa es ayudar, o mejor dicho “dar”, verbo de raíces muy profundas en la historia del ser humano, de origen religioso y vinculado en su profundidad con el sacrificio. No hay solidaridad sin sacrificio.
28th Noviembre
21
LA POLIMEDICACIÓN EN EL ANCIANO ATENTA CONTRA “PRIMUM NON NOCERE”

Dr. J.C.Gimenez

Adicción al uso de fármacos en tercera edad

Los medicamentos ocupan un lugar central en la vida de muchos adultos mayores, que trasciende su aplicación controlada, con fines terapéuticos específicos y cuyo uso, muchas veces compulsivo, reviste características adictivas, aun cuando no sea esta condición esperable para algunas de las drogas implicadas. En esta categoría se encuentra el uso de la aspirina como inductora de un mejor estado de ánimo para enfrentar las tareas cotidianas, el uso irracional de laxantes, el consumo de protectores gástricos, en general asociados a los analgésicos y antinflamatorios, todos ellos sostenidos indefinidamente en el tiempo. Es frecuente la búsqueda en el fármaco de alivio a malestares imprecisos, probablemente vinculados a formas enmascaradas de la depresión, que no son adecuadamente abordadas.
La importancia de esta circunstancia convierte a la polimedicación en uno de los grandes síndromes geriátricos y obliga a que, ante descompensaciones de diversa índole, deban usarse inicialmente técnicas de lavado de drogas, para descartar su incidencia en la situación patológica que se enfrenta. 
En general las personas mayores de 65 años consumen: 30% de las drogas prescriptas 40% de medicamentos de venta libre. Las reacciones a las drogas pueden ser responsables de más del 10% de las internaciones y de las permanencias hospitalarias prolongadas.
El porcentaje de consultas que determinan indicación de dos o más fármacos es: población general 27% adultos mayores 40%
90% de los mayores de 65 años consume por lo menos un fármaco.
70% consume dos o más fármacos.
40% de los de los mayores de 65 años ambulatorios consumen psicofármacos.

En las residencias para mayores se administran entre 5 y 7 fármacos promedio, de los cuales el 75% son psicofármacos. Hasta un 40% de las internaciones se producen por enfermedades inducidas por fármacos de utilidad incierta. Uno de cada tres pacientes mayores de 60 años hospitalizados consume antinflamatorios con motivos confusos de administración. La tercera parte no experimento mejoría y el 20% presenta efectos colaterales indeseados. Incidencia de interacciones: Entre tres fármacos hay una incidencia del 3 a 5%. Con más de siete fármacos puede elevarse al 20%.

CONSUMO DE PSICOTROPICOS EN LA TERCERA EDAD:


El uso de psicofármacos es, en lo mayoría de los casos, de origen iatrogénico (Adicción inducida con intenciones terapéuticas). La incidencia de accidentes de tránsito, caídas y las resultantes lesiones traumáticas suben dramáticamente entre la gente de mayor edad con el consumo de psicofármacos, especialmente cuando se usan en combinación con otros medicamentos, aumentando la incidencia de efectos negativos de orden cognitivo y otros efectos adversos en esta población.

El abuso del consumo de psicotrópicos en la tercera edad podría encuadrarse dentro de tres causas principales:


PRIMERA CAUSA:
El no asumir que el envejecimiento es un fenómeno biológico, universal, progresivo, ineludible e irreversible, que comienza en el instante mismo del nacimiento y, por lo tanto, las potencialidades de la tercera edad no son las mismas que las de la juventud.
Esto lleva a no poder sobrellevar las pérdidas biopsicosociales, y el adulto mayor que se encuentra ante una sociedad que es cada vez más hostil, comienza a padecer el aislamiento, la soledad y la falta de comprensión y, como consecuencia de esto, pasa a la automedicación de psicotrópicos, o a solicitarlos insistentemente al profesional tratante.
El profesional tratante -a veces por comodidad- accede al pedido, sin tener en cuenta la ecuación riesgo - beneficio y consecuentemente la posibilidad de transformar al anciano en dependiente de esa droga, lo que lleva al anciano a entrar en un círculo vicioso, donde el abuso de psicotrópicos lo desconecta de la realidad y, por consiguiente, quienes lo rodean lo marginan aun mas. Las drogas nunca podrán sustituir el amor, el cariño, el afecto y el tiempo que necesita el adulto mayor.


SEGUNDA CAUSA:
La polimedicación, buscando paliar efectos indeseables de los mismos medicamentos. Para explicar esta causa es conveniente utilizar un ejemplo: Existen personas de la tercera edad que llevan una vida normal, sin angustias y con una muy buena inserción familiar; en determinado momento, como es lógico, aparecen algunos trastornos físicos mínimos: disminución de la memoria, ligera pérdida del equilibrio, algún mareo, etc., que le produce algunas molestias y por lo tanto, pretende que desaparezcan. Lo que lleva a la consulta con un médico generalista, muy pocas veces a un médico geriatra. Es muy común indicar en estas circunstancias un fármaco con principios activos de vasodilatación periférica. Estos medicamentos en algunos casos presentan efectos secundarios, como el insomnio, que puede ser causa de una segunda prescripción, ésta vez de un psicotrópico con posibilidad de inducir a una dependencia innecesaria. Es uno de los ejemplos de la polimedicación en el anciano frágil, que generalmente es iatrogénica.
La situación se agrava cuando, además, se agrega la automedicación, por propia decisión o por consejo de algún familiar, amigo o vecino.



TERCERA CAUSA:
La adicción a psicofármacos por el anciano inducida por el medio que lo rodea, es una situación que necesita la complicidad institucional, profesional y familiar, que es muy habitual en residencias geriátricas. En una sociedad que pontifica el bienestar existe una parte de la población adulta que les resulta muy incomodo aceptar al anciano, con sus limitaciones y deterioros propios de la edad, y en vez de preocuparse por integrarlo tal cual es. Optan por anularlo en sus acciones y expresiones por medio de los psicotrópicos, transformándolo de esta manera en un objeto fácilmente manejable y que requiere poca dedicación, acudiendo para ello a la complicidad del profesional, la que frecuentemente encuentran. En el caso de los mayores institucionalizados en centros, sanatorios, hospitales y, muy especialmente, en residencias para mayores, se agrega a lo antedicho la complicidad institucional, ya que un paciente que no molesta, requiere menos dedicación y menos personal que se ocupe de él. Como vemos, existe también la conveniencia institucional de mantener al anciano saturado de psicotrópicos. La persona mayor impregnada con psicotrópicos es despojado de una de sus partes esenciales: el ejercicio de sus deberes y derechos. Se le configura artificialmente una pérdida de interés en el presente, instalándolo en el pasado y tendiendo a infantilizarlo por medio de ataduras farmacológicas. Esta realidad hace que el mayor quede incapacitado para desenvolverse dentro de la sociedad, forzándolo a una obligada ociosidad. Por consiguiente, se derrocha la historia de una comunidad, y se le niega a esta las posibilidades de desarrollo en un futuro. Es la forma más cruel de iatrogenia farmacológica, porque atenta contra la dignidad de la vejez.
28th Noviembre
14
EL ROL DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA EN LA MEDICALIZACIÓN DE LA SALUD

Dr. J.C.Gimenez

Representa otro sector envuelto en la medicalización de la salud, pero, aunque tiene un rol muy importante, no por ello se los debe hacer cargo de todo el problema. Es sin ninguna vacilación una pieza muy importante del rompecabezas, pero solamente una parte del mismo. La industria farmacéutica no deja de ser una empresa y como cualquier otro ente lucrativo, buscan sacar provecho y obtener la mayor cantidad de beneficios posibles lo cual es bastante lógico. La búsqueda de un incremento en el mercado de un fármaco dado se realiza a través de varios mecanismos tales como nuevas prescripciones o presentaciones de medicamentos como si fueran nuevos e innovadores (y a los cuales solamente se les modificó una molécula) llegando a contribuir en el proceso de medicalización
Una parte importante de los avances de la medicina científica con el correr del tiempo, se debe en gran medida a la financiación que realizo la industria terapéutica, patrocinando gran parte de los ensayos científicos, especialmente en la etapa terapéutica. Todo esto es un arma de doble filo ya que le permite influir en los objetivos de las mismas, determinando lo que se llama la “evidencia disponible” (solo queda como evidencia lo que se llega a publicar). Esto entorpece el correcto trabajo de los profesionales que se guían por los resultados de los diversos estudios científicos.
Consideremos los distintos aspectos que relacionan a la industria farmacéutica a la medicalización:


- La industria farmacéutica como empresa. Las empresas farmacéuticas, como cualquier otra, buscan obtener los máximos beneficios. Este es un objetivo lógico y lícito. Su problema es que la obtención de este objetivo se realiza a través de estrategias que no siempre resultan beneficiosas para la salud de la población y contribuyen a su medicalización.

- Búsqueda de mercado.

Se busca aumentar el mercado de un medicamento a través de varias vías: nuevas indicaciones, ajustes de los objetivos terapéuticos (reducir la cifra de un valor considerada como normal supone más personas tratadas y con mayores dosis), presentación como innovación de lo que únicamente supone la introducción de pequeñas modificaciones moleculares (isómeros, presentaciones de liberación retardada, entre otras) y varias de estas estrategias contribuyen claramente a la medicalización. En ocasiones, la industria presta escaso interés en encontrar nuevos fármacos para enfermedades existentes y centra parte de sus esfuerzos en dar salida a fármacos existentes a través de la creación de nuevas enfermedades.


- Investigación sesgada

. Una parte importante de los avances en el campo médico, especialmente en su faceta terapéutica, se han producido gracias a la investigación realizada o patrocinada por la industria farmacéutica, pero esto es un arma de doble filo. Al financiar y promocionar gran parte de los ensayos clínicos está en condiciones de influir en el tipo y objetivos de las investigaciones desarrolladas, lo que determina en gran medida la “evidencia disponible” (solo existe evidencia de lo que se investiga/publica y no existe evidencia de lo que no se investiga o no se publica). Esto influye en los profesionales que tratan de hacer su trabajo correctamente a través del empleo de la evidencia disponible. Además, la investigación patrocinada por la industria tiende a ser más favorable a los productos de dichos laboratorios que los estudios independientes.


- Promoción de enfermedades

. La industria dedica una parte importante de su presupuesto a la denominada “disease mongering” (promoción de enfermedades), que hace referencia al esfuerzo que realizarían las compañías farmacéuticas por llamar la atención sobre condiciones o enfermedades frecuentemente inofensivas, con objeto de incrementar la venta de medicamentos, mediante campañas publicitarias, visitadores médicos, estudios que intentan medicalizar cualquier dolencia, etc., pero esta inversión les resulta rentable. Existen distintas estrategias para conseguir este objetivo: tomar un síntoma común y hacerlo parecer el signo de una enfermedad importante, definir el porcentaje de población que padece un problema lo más ampliamente posible, usar sesgadamente la estadística, etc. El síndrome de hiperactividad en el niño, la disfunción sexual o el trastorno de ansiedad social son algunos de los ejemplos que han sido ampliamente comentados en la literatura científica. En sus esfuerzos para aumentar el mercado, es fundamental la creación de nuevas enfermedades, sobre todo en aquellas áreas en los que es más viable que se pueda instalar una elevada sensibilización por parte de los futuros beneficiarios: aspectos estéticos, molestias fisiológicas o síntomas leves pero frecuentes, reducción de factores de riesgo, o desprendimiento de los hábitos no saludables pero a los cuales no se desea renunciar. En estas situaciones pueden incluirse la alopecía, la osteoporosis, los síntomas menstruales o premenstruales, la menopausia o ciertas disfunciones sexuales. Este camino conlleva a una situación en que para cada nuevo diagnóstico o tratamiento se puede crear una enfermedad, con independencia del carácter de los beneficios que aquellos aporten.


La medicalización de la vida es omnipresente y uno de los tantos signos de omnipotencia de la razón moderna

.


- Promoción de medicamentos. Las empresas farmacéuticas invierten en el marketing de sus fármacos una parte destacada de su presupuesto y esta promoción se dirige tanto a los profesionales como a la población general. La función de los denominados “visitadores médicos” es establecer una intima relación entre el profesional de salud y la industria farmacéutica, lo que condiciona en sobremanera la toma de muchas decisiones como los fármacos recomendados para una terapéutica dada, asimismo de un aumento en las indicaciones de diversos fármacos, lo que influye en la medicalización de ciertas circunstancias medicas. La porción más importante de la promoción se dirige profesionales sanitarios y a las diversas Instituciones de salud y sociedades científicas, mayoritariamente a través de visitas, regalos, suscripción a congresos en diferentes partes del mundo, entre muchas otras. Otro fragmento de la promoción se enfoca en la población y aunque la misma represente el menor porcentaje, tiene un gran impacto, ya que a partir de la misma se generan diversas opiniones y aumenta la demanda. La parte más importante de la promoción (80%) se dirige a los profesionales e Instituciones, realizándose habitualmente a través de visitas, inscripciones a congresos, etc., Otra parte de la promoción se dirige directamente a la población y, aunque representa un porcentaje menor (aproximadamente un 20% según alguna publicación), utilizando los medios masivos de comunicación, logrando un impacto importante, ya que genera opinión y demanda.
28th Noviembre
21
LA EXPANSIÓN TERAPÉUTICA ATENTA CONTRA “PRIMUM NON NOCERE”

Dr. J.C.Gimenez

Cada vez que se realiza un etiquetado de enfermedad, la consecuencia inmediata es que para cada proceso existe un tratamiento. “Cada enfermedad trae un remedio debajo del brazo”. Frecuentemente esa terapia se prescribe sin dar a la persona la información adecuada sobre la naturaleza de los beneficios y efectos adversos, y por tanto, sin tener en cuenta las preferencias y aversión a los riesgos de cada uno. La evidencia disponible informa que muchos pacientes tienen claras preferencias respecto a los posibles tratamientos, que éstas no son siempre predecibles, que los médicos a menudo no logran su cabal comprensión. La revisión de esta literatura pone de manifiesto que los pacientes, los profesionales y la población general tienen a menudo diferentes preferencias ante las alternativas terapéuticas y que la dirección y magnitud de esas discrepancias no parece ser consistente y varía según las patologías. La efectividad de la prostatectomía en el tratamiento de la hiperplasia benigna de próstata depende de cuáles son las dimensiones de calidad de vida preferidas por los pacientes (incontinencia, impotencia). La aportación de instrumentos de ayuda para que el paciente pueda tomar una decisión informada, ha mostrado una preferencia por la alternativa quirúrgica significativamente menor al empleo que de ella se venía haciendo. También el recurso a la histerectomía se mostró mayor que el preferido por las pacientes tras una campaña de información a través de los medios de comunicación que redujo el 26% en las tasas de histerectomía para mujeres de todas las edades. “Primum non nocere”. A esto hay que añadir los múltiples ejemplos de nuevos tratamientos y tecnologías con resultados mínimos en términos de salud, introducidos y extendidos en el sistema sanitario en un momento en que la evaluación era incompleta o de baja calidad; para al cabo de unos años tener que reconocer que se hizo de forma prematura y que sus beneficios son menores que sus riesgos. Un ejemplo reciente con importante impacto en los medios de comunicación es el de la generalización de la terapia hormonal sustitutiva, impulsada por sus productores, apoyada por colectivos femeninos, y cuya efectividad ha quedado, cuanto menos, en entredicho.

La extensión de las nuevas enfermedades a campos fisiológicos, como el nacimiento, la menopausia, el envejecimiento, la sexualidad, la infelicidad y la muerte puede seguir sin mayores problemas con la definición de la “angustia laboral”, la “ansiedad nutricional” o todo tipo de desequilibrios afectivos y personales.

El malestar que provocan algunos alejamientos de la normalidad o el ideal, como calvicie, arrugas, puede extenderse con más motivo hasta los déficits de elocuencia, oído musical, o capacidad de razonamiento lógico, problemas prevalentes y tratables, pero aun no sentidos como insuficiencias. Ya se sabe que “el buen sentido es la cosa mejor distribuida, pues todos creen estar tan bien dotados, que incluso los más descontentos en cualquier otro aspecto no desean más del que ya tienen”.
También merece una reflexión la extensión de pruebas genéticas que etiquetan a las personas con un nivel de riesgo de tener un determinado problema de salud, sin que exista una evaluación adecuada de los beneficios de las posibles intervenciones que le siguen, aspectos que deberían ser claves en la determinación de la utilidad de estas pruebas. Si la adopción de nuevos tests genéticos no se lleva a cabo con una evaluación rigurosa, se puede llegar a etiquetar a buena parte de la población como enferma, en base al hallazgo de uno o varios genes “deficientes” que incrementan la predisposición a sufrir en el futuro una determinada enfermedad.
Además, al mismo tiempo que se habla de la “creación” de nuevas enfermedades a partir de experiencias vitales o procesos normales, también puede hablarse de situaciones en las que se infrautilizan tratamientos efectivos, sanitaria. Finalmente hay que reconocer que la medicalización es un proceso, que mayoritariamente ocurre en los países del tercer mundo, que se va desarrollando paulatinamente a lo largo de un periodo de tiempo, cuando se dan las siguientes condiciones necesarias:

* La significación como anormal por parte de sectores dominantes de la sociedad de una situación o sufrimiento que antes no se consideraba como tal, convirtiéndolo en un “problema” para el que no hay soluciones actuales y hay que crearlas, ofreciéndose algunos de estos colectivos sociales poderosos (como la propia industria farmacéutica, que luego dará ofertas hipócritamente para solucionar el problema) a ello. En muchas ocasiones el problema está realmente alejado de una entidad patológica, aunque la medicina pueda solucionarla (un ejemplo claro es el de la cirugía estética, que da respuesta a un sufrimiento que no es causado por ninguna enfermedad).

* Los distintos actores implicados en el proceso de asistencia sanitaria deben aceptar que dicha situación forma parte de su campo de actuación, lo cual se ve influido por presiones externas (sociales, medios masivos de comunicación y la industria farmacéutica) y a pesar que los objetivos asistenciales y humanitarios de la medicina fueron influenciados por aspectos políticos, económicos y de control social, éstos han gravitado más en las últimas décadas.

* El sector sanitario busca soluciones para dar respuesta a los nuevos retos y demandas no satisfechas, lo que requiere la puesta en marcha de pruebas diagnósticas y la instauración de tratamientos (farmacológicos, quirúrgicos, etc.), produciéndose el fenómeno de la medicalización.

* Con frecuencia el círculo se cierra por la insuficiente respuesta conseguida, que genera nueva inseguridad e incertidumbre y necesidad de nuevas actuaciones que el sector sanitario asume.

En nuestra cultura actual, cada día más, la definición de enfermedad va ligada a las disponibilidades tecnológicas y también, cada vez más, se define la enfermedad ante simples síntomas o signos, aspectos estéticos, presencia de factores de riesgo o por la probabilidad de padecer en el futuro una enfermedad. Esta sociedad tiende a la idea de que prevenir es mejor que curar, y aún siendo la prevención uno de los aspectos más importantes de la terapéutica medica en el plano de la APS, se debe tener presente que el abuso en la tecno-prevención y la fármaco-prevención puede crear iatrogenia, tanto por las actividades diagnósticas como por la instauración de tratamientos, motivando la necesidad de una prevención cuaternaria que trate de evitar o atenuar estas sobre intervenciones.
28th Noviembre
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Noviembre 27, Domingo
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REGLAS BÁSICAS DEL CÓDIGO ETICO EN MEDICINA

Dr. J.C. Gimenez

El código ético médico basado en las funciones de la medicina tendrá que girar alrededor de una relación médico-paciente óptima, para alcanzar los objetivos de la profesión. Por lo tanto, debe contar al menos, con las cuatro recomendaciones o reglas siguientes:

– Estudio continuo. El médico está obligado éticamente a mantenerse al día en los conocimientos de su especialidad, para poder ofrecerle a su paciente el mejor cuidado posible. Esto se logra cuando el médico sigue siendo un estudiante de su profesión a lo largo de toda su vida. No hacerlo interfiere con el establecimiento de una relación médico-paciente óptima, lo que a su vez disminuye las probabilidades de cumplir con los objetivos de la medicina. El médico que deja de estudiar no solo se convierte en un mal médico y en un médico malo, sino que además es un médico inmoral.

– Docencia e información. La palabra “doctor” proviene de la voz latina docere, que significa “enseñar”. El hecho de que los términos “médico” y “doctor” se usen como sinónimos, no solo en el idioma castellano sino en muchas otras lenguas, revela que la relación entre la medicina y la docencia es tan antigua como íntima. En efecto, desde antes de los tiempos de Hipócrates, el médico instruía a su paciente y a sus familiares y amigos sobre su enfermedad, sobre su tratamiento y sobre su pronóstico. Además, en ausencia de escuelas de medicina, el médico también funcionaba como maestro de sus discípulos y ayudantes, que se acercaban a él para aprender su arte, viéndolo actuar y escuchando sus lecciones: los 25 siglos que nos separan del Padre de la Medicina no han cambiado esta función fundamental del médico, la de instruir con sus conocimientos y su experiencia a sus pacientes, a sus familiares y amigos, así como a sus colegas y colaboradores, a sus alumnos, y a todos los que se beneficien con ello. El médico que no enseña, que no explica una y otra vez, tantas como sea necesario, lo que ha aprendido estudiando y atendiendo a sus enfermos, comete una grave falta de ética médica, es un médico inmoral.

– Investigación. El médico tiene la obligación moral de contribuir (o por lo menos de intentar hacerlo) al universo de información que nos sirve a todos los miembros de la profesión para ofrecer el mejor servicio posible al paciente. No se trata de abandonar la clínica o la sala de cirugía por el laboratorio o el microscopio electrónico, sino de cultivar el espíritu científico en la práctica de la medicina, que, por otro lado, es lo que distingue al médico del curandero o del charlatán. La ciencia se distingue de otras actividades humanas, como la política o la administración de empresas, en que aprende de sus errores, para lo que necesita reconocerlos, examinarlos e intentar explicarlos. El análisis sistemático de la actividad clínica cotidiana sugiere una rica variedad de preguntas cuya respuesta desconocemos; la ética médica demanda que intentemos resolverlas, para mejorar la calidad de la atención que ofrecemos a nuestros enfermos y el contenido de las enseñanzas que impartimos a todos los que se beneficien de ellas. No investigar (o por lo menos no intentarlo) es una falta de ética médica.

– Manejo integral. El médico debe distinguir entre la enfermedad y el padecimiento de sus pacientes. La enfermedad es la causa de su malestar, pero lo que lo trae a consulta es su padecimiento. Este último está formado por los síntomas y signos del proceso patológico, más la angustia del sujeto, su preocupación por su futuro inmediato y a largo plazo, sus problemas económicos, el miedo al dolor y a que lo tengan que operar, el destino de su familia, y sobre todo el terror a la muerte. Todo esto es lo que el paciente padece, y es de lo que el médico tiene el deber y la obligación de aliviarlo. Para manejar su enfermedad el médico cuenta hoy con una cantidad inmensa de conocimientos, una tecnología espléndida y una gran riqueza de medidas terapéuticas, lo que ha aumentado su eficiencia en forma que hace medio siglo no podíamos ni soñar. Pero, a fin de aliviar el padecimiento del enfermo, el médico de hoy cuenta con los mismos elementos con que contaba Hipócrates, que son la actitud interesada y afectuosa, el trato amable y respetuoso, la atención solícita y cuidadosa, la palabra suave y confortadora, que promueve y fortalece la esperanza y que alivia la incertidumbre y la angustia, sin paternalismo arrogante y siempre con respeto a la dignidad y a la autonomía del ser humano que deposita su confianza en él.
27th Noviembre
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Noviembre 27, Domingo
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Infomedicos
“Aprender a pensar y pensar para aprender” es lo mejor que puede enseñar un docente de Medicina.
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ÉRASE UNA VEZ…

“Corría el año dos mil cuarenta. La Sra. P. estaba postrada en cama, angustiada, reviviendo mentalmente lo sucedido en los últimos meses, que iban a ser los últimos de su vida.
Recordó los primeros dolores. Recordó el retraso en consultar su origen, por no conocer a ningún profesional de confianza en quien depositar su incertidumbre, nunca lo había necesitado hasta entonces. Recordó la visita al Centro de Salud, y la fría solicitud de pruebas según marcaba el protocolo. Recordó el día en que el funcionario de salud le informó según marcaba el reglamento, sin preámbulos ni empatía alguna, de que tenía un tumor maligno, que disponía de las opciones A, B y C de tratamiento, cuyas posibilidades de resultados eran X, Y y Z expresados en porcentaje de supervivencia. Recordó cómo, invadida por el impacto, el miedo y la zozobra, sin entender apenas lo que le estaban diciendo, preguntó al funcionario acerca de su opinión, qué haría él, a lo cual el funcionario respondió que a él no le competía otra cosa que cumplir los deseos del paciente, según marcaba la ley y le habían enseñado en la facultad, y firmar la orden de tratamiento.
Recordó los terribles efectos secundarios del tratamiento, de los cuales era minuciosamente informada, así como de la medicación que se le administraba para contrarrestarlos (y de sus posibles efectos secundarios, de los que también era informada). Recordó que nadie le preguntó cómo se sentía, nadie le preguntó si tenía miedo, nadie se interesó por quién era, qué había hecho en su vida, qué era importante para ella en ese momento.
Recordó que se le instó a cumplimentar un documento en que reflejara detalladamente sus disposiciones acerca de qué tratamientos deseaba o no deseaba si las cosas no iban bien. Recordó su bloqueo mental, su incapacidad para reflexionar, nadie podía decidir por ella, pero nadie quería pensarlo con ella, y aún menos los funcionarios de salud, cuya aparente única obsesión era tener todos los documentos escritos y firmados para saber a qué atenerse, y cumplir la ley.
Llegó el día en que apenas podía salir de casa, quedó aislada, atendida por un auxiliar contratado por sus familiares, con quien apenas podía hablar de nada. Visitada regularmente según indicaban los protocolos, se medían sus síntomas por escalas, se proponían los fármacos, y ella debía dar su conformidad y firmar el consentimiento, como decía la norma.
No tenía dolor, ni molestia física alguna. Pero su sufrimiento era atroz, la soledad, el aislamiento, la incomunicación, la torturaban. Quería hablar, debatir, reflexionar, entender qué pasaba con su vida entera, pero solo la rodeaban caras impersonales que aplicaban de forma impecable lo que las normas, la ley, y sus propias disposiciones, habían decidido.
Surgió un clamor en su interior, un grito que nadie oía, un fuego que la consumía. Empezó a pensar que tal vez era mejor acabar, dormirse para siempre, pero no se decidía, la duda la angustiaba.
Y un día, cuando ya no podía más, al entrar en su habitación el funcionario de salud, le dijo que por qué nunca la miraba a los ojos, que por qué no le cogía la mano, que por qué no le preguntaba acerca de su ser profundo, abrumado porque la vida se le iba. El funcionario, joven, se la quedó mirando sin comprender. Estaba haciéndolo todo correctamente según le habían enseñado, no había descuidado ni una norma. No entendía la demanda. Y le preguntó si era su deseo que la sedaran, no tenía más que decirlo, tenía derecho y él estaba obligado a respetarlo.
Y ella le dijo si es que no tenía alma, ni sentimientos, que necesitaba al lado una persona que la comprendiera, que la acompañara, que la ayudara a decidir, que necesitaba un médico!!!!!
Y el joven, tras poner cara de sorpresa, contestó: ¿un médico? Ciudadana, eso ya no existe, era otra época, ahora usted decide y nosotros cumplimos sus deseos. Es la ley. ¿Qué más quiere?”
22nd Noviembre
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Noviembre 18, Viernes
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Mejor la dignidad de un aplazo merecido, que la vergüenza de aprobar sin merecerlo.
17th Noviembre
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Noviembre 17, Jueves
91
Noviembre 15, Martes
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Noviembre 6, Domingo
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Noviembre 5, Sábado
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Noviembre 4, Viernes
70
Noviembre 4, Viernes
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