Alejandro Jodorowsky
Pienso, luego existo.
-Existo, luego pienso, siento, deseo y actúo.
-En la mayoría de los casos es actúo, deseo, siento y luego pienso.
-Existo, luego pienso, siento, deseo y actúo.
-En la mayoría de los casos es actúo, deseo, siento y luego pienso.
DESMEDICALIZACIÓN DE LA SALUD: Una asignatura pendiente de la Medicina
Dr. J.C.Gimenez
Así como
ocurrió con la despatologización de la homosexualidad, que a partir de
un estudio sobre la sexualidad de los norteamericanos constató un
continuo de conductas diversas entre la heterosexualidad y la
homosexualidad, se tiene que utilizar el término desmedicalización para
suspender los tratamientos innecesarios. Se puede utilizar el término
desmedicalización en dos sentidos:
uno, como desmedicalización de la sociedad, esto es como propuesta de reversión del fenómeno de medicalización;
dos,
desmedicalización del arte o desmedicalización del médico, para
referirse a un proceso deshumanización del profesional, y a este aspecto
es al que nos dedicaremos.
En este último sentido, un ejemplo
es la propuesta actual de desmedicalización del parto para evitar la
intromisión exagerada de la atención sanitaria en un momento particular
de la vida de la mujer y su hijo. Desmedicalización en este caso es
sinónimo de humanización.
La desmedicalización del arte o
desmedicalización del médico, connota un cambio del modelo médico
tradicional de las últimas décadas. Nos referimos a la tendencia a
abandonar el paternalismo tradicional y a la deshumanización.
Se
plantea con base al respeto de los derechos humanos, la importancia de
la transferencia de la responsabilidad y del poder de curar a los
propios interesados, lo que se funda en la concepción de la igualdad
entre los seres humanos y en una distribución homogénea del poder, en un
afán democratizador. Esto coincide con la corriente de la bioética
moderna originada en el seno de la sociedad norteamericana, en la que
prima ante todo el principio de autonomía: la libertad ante todo. Esta
es una característica fundamental de la posmodernidad en donde el
individuo se transforma en la referencia de sí mismo.
El riesgo de
aferrarse exclusivamente al principio de la autonomía en la atención de
los individuos enfermos puede transformarse en abandono. En aquellas
situaciones definidas por la propia etimología de la palabra:
enfermedad, in firmus, no firme, débil, la responsabilidad cae sobre el
médico que debe actuar en un delicado equilibrio entre su obligación de
beneficencia y la obligación de respetar la voluntad de su paciente. El
actuar médico es cuidar: una acción que ocurre entre un ser poderoso y
otro debilitado. La desmedicalización se proyecta en pérdida de abrigo,
de sostén, en abandono. Dany-Robert Dufour dice que los individuos de
esta sociedad postmoderna “están más abandonados que libres”.
La
relativización de los valores de compasión, ayuda, solidaridad, respeto
por la vida humana y la dignidad de las personas, podría significar el
fin del paradigma humanitario y ético que, desde los tiempos de
Hipócrates, ha iluminado la medicina durante veinticinco siglos.
CONCLUSIÓN
Las
principales interrogantes que debemos plantearnos se tienen que
orientar a cuáles son las consecuencias que pueden traer medicalización
no solo para la salud sino para la vida en general y hacia dónde nos
está llevando este camino que estamos tomando. Por empezar se están
colocando etiquetas de enfermos a personas que anteriormente eran
consideradas seres sanos y a los cuales se los está sometiendo a
tratamientos innecesarios que traen acaparados diversos efectos
adversos, no solo por el mismo proceso que fue catalogado como
“anormal”, sino por las propias consecuencias de las terapias
farmacológicas, que nunca son totalmente inocuas para los pacientes. Por
otro lado, las alternativas no médicas de enfrentar los problemas están
quedando en el olvido, tomándose como soluciones anticuadas,
perdiéndose la capacidad de valerse por sí mismo. La población se hace
de esta manera, más dependiente de la medicina moderna y de sus
prestaciones sanitarias, las cuales a su vez necesitan más cantidad de
recursos para dar respuesta a los interrogantes que le va planteando la
sociedad.
Reflexionar si la medicalización
hace una sociedad vulnerable, donde todos sean etiquetados con factores
de riesgo para sufrir en un futuro alguna enfermedad. Si se aspira a
vivir en una sociedad en la cual, para evitar padecer cáncer de mama se
realicen mastectomías sin medida, o que personas sanas pero que piensan
que están enfermas, consuman medicamentos para disminuir sus
“probabilidades” de terminar padeciendo alguna enfermedad. Una población
donde algunos nacen por cesárea programada y totalmente innecesaria
(Cesárea a la carta), cuando se podía realizar parto natural. Si el
consumo sanitario sigue incrementando, el mundo pasará a ser un gran
hospital. Una sociedad más medicalizada es una sociedad con mayor
percepción de malestar y dependencia. Lo cual se torna un círculo
vicioso entre las exigencias de la población y los recursos de los que
dispone el sistema de salud para responder a esas demandas. Sin poseer
una correcta información para tomar decisiones, gran parte de la
sociedad puede llegar a empeorar si adopta tratamiento farmacológico
para tratar ciertos factores de riesgo, antes de adoptar un cambio en
su estilo de vida. Una posible consecuencia de la medicalización de la
salud es una sociedad viviendo de manera insana preocupada más por su
bienestar que por su salud, pero muriendo aún mas enferma. Para evitar
esto desde la óptica sanitaria se debe fomentar la desmedicalización de
la salud: es necesario cambiar las reglas del mercado y evitar que la
libertad económica genere a través de la imposición del consumo, los
cambios culturales que promueven la deshumanización y la violencia en
todos los ámbitos de la sociedad. Junto con ello la tarea educativa más
importante consiste en promover la empatía, es decir, la capacidad de
ponernos en el lugar del otro, para sentir lo que el otro siente. Para
que eso suceda es necesario lograr despertar sentimientos; no limitarse
a reglamentarlos. Entender que una enfermedad es un pedido de ayuda,
no solo una entidad científica. Lo que importa es ayudar, o mejor dicho
“dar”, verbo de raíces muy profundas en la historia del ser humano, de
origen religioso y vinculado en su profundidad con el sacrificio. No hay
solidaridad sin sacrificio.
LA POLIMEDICACIÓN EN EL ANCIANO ATENTA CONTRA “PRIMUM NON NOCERE”
Dr. J.C.GimenezAdicción al uso
de fármacos en tercera edad Los medicamentos ocupan un lugar central en
la vida de muchos adultos mayores, que trasciende su aplicación
controlada, con fines terapéuticos específicos y cuyo uso, muchas veces
compulsivo, reviste características adictivas, aun cuando no sea esta
condición esperable para algunas de las drogas implicadas. En esta
categoría se encuentra el uso de la aspirina como inductora de un mejor
estado de ánimo para enfrentar las tareas cotidianas, el uso irracional
de laxantes, el consumo de protectores gástricos, en general asociados a
los analgésicos y antinflamatorios, todos ellos sostenidos
indefinidamente en el tiempo. Es frecuente la búsqueda en el fármaco de
alivio a malestares imprecisos, probablemente vinculados a formas
enmascaradas de la depresión, que no son adecuadamente abordadas.
La
importancia de esta circunstancia convierte a la polimedicación en uno
de los grandes síndromes geriátricos y obliga a que, ante
descompensaciones de diversa índole, deban usarse inicialmente técnicas
de lavado de drogas, para descartar su incidencia en la situación
patológica que se enfrenta. En general las personas mayores de 65 años
consumen: 30% de las drogas prescriptas 40% de medicamentos de venta
libre. Las reacciones a las drogas pueden ser responsables de más del
10% de las internaciones y de las permanencias hospitalarias
prolongadas.
El porcentaje de consultas que determinan indicación de dos o más fármacos es: población general 27% adultos mayores 40%
90% de los mayores de 65 años consume por lo menos un fármaco.
70% consume dos o más fármacos.
40% de los de los mayores de 65 años ambulatorios consumen psicofármacos.
En
las residencias para mayores se administran entre 5 y 7 fármacos
promedio, de los cuales el 75% son psicofármacos. Hasta un 40% de las
internaciones se producen por enfermedades inducidas por fármacos de
utilidad incierta. Uno de cada tres pacientes mayores de 60 años
hospitalizados consume antinflamatorios con motivos confusos de
administración. La tercera parte no experimento mejoría y el 20%
presenta efectos colaterales indeseados. Incidencia de interacciones:
Entre tres fármacos hay una incidencia del 3 a 5%. Con más de siete
fármacos puede elevarse al 20%.
CONSUMO DE PSICOTROPICOS EN LA TERCERA EDAD:
El
uso de psicofármacos es, en lo mayoría de los casos, de origen
iatrogénico (Adicción inducida con intenciones terapéuticas). La
incidencia de accidentes de tránsito, caídas y las resultantes lesiones
traumáticas suben dramáticamente entre la gente de mayor edad con el
consumo de psicofármacos, especialmente cuando se usan en combinación
con otros medicamentos, aumentando la incidencia de efectos negativos de
orden cognitivo y otros efectos adversos en esta población.
El abuso del consumo de psicotrópicos en la tercera edad podría encuadrarse dentro de tres causas principales:
PRIMERA CAUSA:
El
no asumir que el envejecimiento es un fenómeno biológico, universal,
progresivo, ineludible e irreversible, que comienza en el instante mismo
del nacimiento y, por lo tanto, las potencialidades de la tercera edad
no son las mismas que las de la juventud.
Esto lleva a no poder
sobrellevar las pérdidas biopsicosociales, y el adulto mayor que se
encuentra ante una sociedad que es cada vez más hostil, comienza a
padecer el aislamiento, la soledad y la falta de comprensión y, como
consecuencia de esto, pasa a la automedicación de psicotrópicos, o a
solicitarlos insistentemente al profesional tratante.
El profesional
tratante -a veces por comodidad- accede al pedido, sin tener en cuenta
la ecuación riesgo - beneficio y consecuentemente la posibilidad de
transformar al anciano en dependiente de esa droga, lo que lleva al
anciano a entrar en un círculo vicioso, donde el abuso de psicotrópicos
lo desconecta de la realidad y, por consiguiente, quienes lo rodean lo
marginan aun mas. Las drogas nunca podrán sustituir el amor, el cariño,
el afecto y el tiempo que necesita el adulto mayor.
SEGUNDA CAUSA:
La
polimedicación, buscando paliar efectos indeseables de los mismos
medicamentos. Para explicar esta causa es conveniente utilizar un
ejemplo: Existen personas de la tercera edad que llevan una vida normal,
sin angustias y con una muy buena inserción familiar; en determinado
momento, como es lógico, aparecen algunos trastornos físicos mínimos:
disminución de la memoria, ligera pérdida del equilibrio, algún mareo,
etc., que le produce algunas molestias y por lo tanto, pretende que
desaparezcan. Lo que lleva a la consulta con un médico generalista, muy
pocas veces a un médico geriatra. Es muy común indicar en estas
circunstancias un fármaco con principios activos de vasodilatación
periférica. Estos medicamentos en algunos casos presentan efectos
secundarios, como el insomnio, que puede ser causa de una segunda
prescripción, ésta vez de un psicotrópico con posibilidad de inducir a
una dependencia innecesaria. Es uno de los ejemplos de la polimedicación
en el anciano frágil, que generalmente es iatrogénica. La situación se
agrava cuando, además, se agrega la automedicación, por propia decisión o
por consejo de algún familiar, amigo o vecino.
TERCERA CAUSA:
La
adicción a psicofármacos por el anciano inducida por el medio que lo
rodea, es una situación que necesita la complicidad institucional,
profesional y familiar, que es muy habitual en residencias geriátricas.
En una sociedad que pontifica el bienestar existe una parte de la
población adulta que les resulta muy incomodo aceptar al anciano, con
sus limitaciones y deterioros propios de la edad, y en vez de
preocuparse por integrarlo tal cual es. Optan por anularlo en sus
acciones y expresiones por medio de los psicotrópicos, transformándolo
de esta manera en un objeto fácilmente manejable y que requiere poca
dedicación, acudiendo para ello a la complicidad del profesional, la que
frecuentemente encuentran. En el caso de los mayores
institucionalizados en centros, sanatorios, hospitales y, muy
especialmente, en residencias para mayores, se agrega a lo antedicho la
complicidad institucional, ya que un paciente que no molesta, requiere
menos dedicación y menos personal que se ocupe de él. Como vemos, existe
también la conveniencia institucional de mantener al anciano saturado
de psicotrópicos. La persona mayor impregnada con psicotrópicos es
despojado de una de sus partes esenciales: el ejercicio de sus deberes y
derechos. Se le configura artificialmente una pérdida de interés en el
presente, instalándolo en el pasado y tendiendo a infantilizarlo por
medio de ataduras farmacológicas. Esta realidad hace que el mayor quede
incapacitado para desenvolverse dentro de la sociedad, forzándolo a una
obligada ociosidad. Por consiguiente, se derrocha la historia de una
comunidad, y se le niega a esta las posibilidades de desarrollo en un
futuro. Es la forma más cruel de iatrogenia farmacológica, porque atenta
contra la dignidad de la vejez.
EL ROL DE LA INDUSTRIA FARMACÉUTICA EN LA MEDICALIZACIÓN DE LA SALUD
Dr. J.C.GimenezRepresenta otro
sector envuelto en la medicalización de la salud, pero, aunque tiene un
rol muy importante, no por ello se los debe hacer cargo de todo el
problema. Es sin ninguna vacilación una pieza muy importante del
rompecabezas, pero solamente una parte del mismo. La industria
farmacéutica no deja de ser una empresa y como cualquier otro ente
lucrativo, buscan sacar provecho y obtener la mayor cantidad de
beneficios posibles lo cual es bastante lógico. La búsqueda de un
incremento en el mercado de un fármaco dado se realiza a través de
varios mecanismos tales como nuevas prescripciones o presentaciones de
medicamentos como si fueran nuevos e innovadores (y a los cuales
solamente se les modificó una molécula) llegando a contribuir en el
proceso de medicalización
Una parte importante de los avances de la
medicina científica con el correr del tiempo, se debe en gran medida a
la financiación que realizo la industria terapéutica, patrocinando gran
parte de los ensayos científicos, especialmente en la etapa terapéutica.
Todo esto es un arma de doble filo ya que le permite influir en los
objetivos de las mismas, determinando lo que se llama la “evidencia
disponible” (solo queda como evidencia lo que se llega a publicar).
Esto entorpece el correcto trabajo de los profesionales que se guían por
los resultados de los diversos estudios científicos.
Consideremos los distintos aspectos que relacionan a la industria farmacéutica a la medicalización:
- La industria farmacéutica como empresa.
Las empresas farmacéuticas, como cualquier otra, buscan obtener los
máximos beneficios. Este es un objetivo lógico y lícito. Su problema es
que la obtención de este objetivo se realiza a través de estrategias que
no siempre resultan beneficiosas para la salud de la población y
contribuyen a su medicalización.
- Búsqueda de mercado.
Se
busca aumentar el mercado de un medicamento a través de varias vías:
nuevas indicaciones, ajustes de los objetivos terapéuticos (reducir la
cifra de un valor considerada como normal supone más personas tratadas y
con mayores dosis), presentación como innovación de lo que únicamente
supone la introducción de pequeñas modificaciones moleculares (isómeros,
presentaciones de liberación retardada, entre otras) y varias de estas
estrategias contribuyen claramente a la medicalización. En ocasiones, la
industria presta escaso interés en encontrar nuevos fármacos para
enfermedades existentes y centra parte de sus esfuerzos en dar salida a
fármacos existentes a través de la creación de nuevas enfermedades.
- Investigación sesgada
.
Una parte importante de los avances en el campo médico, especialmente
en su faceta terapéutica, se han producido gracias a la investigación
realizada o patrocinada por la industria farmacéutica, pero esto es un
arma de doble filo. Al financiar y promocionar gran parte de los ensayos
clínicos está en condiciones de influir en el tipo y objetivos de las
investigaciones desarrolladas, lo que determina en gran medida la
“evidencia disponible” (solo existe evidencia de lo que se
investiga/publica y no existe evidencia de lo que no se investiga o no
se publica). Esto influye en los profesionales que tratan de hacer su
trabajo correctamente a través del empleo de la evidencia disponible.
Además, la investigación patrocinada por la industria tiende a ser más
favorable a los productos de dichos laboratorios que los estudios
independientes.
- Promoción de enfermedades
.
La industria dedica una parte importante de su presupuesto a la
denominada “disease mongering” (promoción de enfermedades), que hace
referencia al esfuerzo que realizarían las compañías farmacéuticas por
llamar la atención sobre condiciones o enfermedades frecuentemente
inofensivas, con objeto de incrementar la venta de medicamentos,
mediante campañas publicitarias, visitadores médicos, estudios que
intentan medicalizar cualquier dolencia, etc., pero esta inversión les
resulta rentable. Existen distintas estrategias para conseguir este
objetivo: tomar un síntoma común y hacerlo parecer el signo de una
enfermedad importante, definir el porcentaje de población que padece un
problema lo más ampliamente posible, usar sesgadamente la estadística,
etc. El síndrome de hiperactividad en el niño, la disfunción sexual o el
trastorno de ansiedad social son algunos de los ejemplos que han sido
ampliamente comentados en la literatura científica. En sus esfuerzos
para aumentar el mercado, es fundamental la creación de nuevas
enfermedades, sobre todo en aquellas áreas en los que es más viable que
se pueda instalar una elevada sensibilización por parte de los futuros
beneficiarios: aspectos estéticos, molestias fisiológicas o síntomas
leves pero frecuentes, reducción de factores de riesgo, o
desprendimiento de los hábitos no saludables pero a los cuales no se
desea renunciar. En estas situaciones pueden incluirse la alopecía, la
osteoporosis, los síntomas menstruales o premenstruales, la menopausia o
ciertas disfunciones sexuales. Este camino conlleva a una situación en
que para cada nuevo diagnóstico o tratamiento se puede crear una
enfermedad, con independencia del carácter de los beneficios que
aquellos aporten.
La medicalización de la vida es omnipresente y uno de los tantos signos de omnipotencia de la razón moderna
.
- Promoción de medicamentos.
Las empresas farmacéuticas invierten en el marketing de sus fármacos
una parte destacada de su presupuesto y esta promoción se dirige tanto a
los profesionales como a la población general. La función de los
denominados “visitadores médicos” es establecer una intima relación
entre el profesional de salud y la industria farmacéutica, lo que
condiciona en sobremanera la toma de muchas decisiones como los fármacos
recomendados para una terapéutica dada, asimismo de un aumento en las
indicaciones de diversos fármacos, lo que influye en la medicalización
de ciertas circunstancias medicas. La porción más importante de la
promoción se dirige profesionales sanitarios y a las diversas
Instituciones de salud y sociedades científicas, mayoritariamente a
través de visitas, regalos, suscripción a congresos en diferentes partes
del mundo, entre muchas otras. Otro fragmento de la promoción se enfoca
en la población y aunque la misma represente el menor porcentaje, tiene
un gran impacto, ya que a partir de la misma se generan diversas
opiniones y aumenta la demanda. La parte más importante de la promoción
(80%) se dirige a los profesionales e Instituciones, realizándose
habitualmente a través de visitas, inscripciones a congresos, etc., Otra
parte de la promoción se dirige directamente a la población y, aunque
representa un porcentaje menor (aproximadamente un 20% según alguna
publicación), utilizando los medios masivos de comunicación, logrando un
impacto importante, ya que genera opinión y demanda.
Las empresas farmacéuticas invierten en el marketing de sus fármacos
una parte destacada de su presupuesto y esta promoción se dirige tanto a
los profesionales como a la población general. La función de los
denominados “visitadores médicos” es establecer una intima relación
entre el profesional de salud y la industria farmacéutica, lo que
condiciona en sobremanera la toma de muchas decisiones como los fármacos
recomendados para una terapéutica dada, asimismo de un aumento en las
indicaciones de diversos fármacos, lo que influye en la medicalización
de ciertas circunstancias medicas. La porción más importante de la
promoción se dirige profesionales sanitarios y a las diversas
Instituciones de salud y sociedades científicas, mayoritariamente a
través de visitas, regalos, suscripción a congresos en diferentes partes
del mundo, entre muchas otras. Otro fragmento de la promoción se enfoca
en la población y aunque la misma represente el menor porcentaje, tiene
un gran impacto, ya que a partir de la misma se generan diversas
opiniones y aumenta la demanda. La parte más importante de la promoción
(80%) se dirige a los profesionales e Instituciones, realizándose
habitualmente a través de visitas, inscripciones a congresos, etc., Otra
parte de la promoción se dirige directamente a la población y, aunque
representa un porcentaje menor (aproximadamente un 20% según alguna
publicación), utilizando los medios masivos de comunicación, logrando un
impacto importante, ya que genera opinión y demanda.
LA EXPANSIÓN TERAPÉUTICA ATENTA CONTRA “PRIMUM NON NOCERE”
Dr. J.C.GimenezCada vez que se
realiza un etiquetado de enfermedad, la consecuencia inmediata es que
para cada proceso existe un tratamiento. “Cada enfermedad trae un
remedio debajo del brazo”. Frecuentemente esa terapia se prescribe sin
dar a la persona la información adecuada sobre la naturaleza de los
beneficios y efectos adversos, y por tanto, sin tener en cuenta las
preferencias y aversión a los riesgos de cada uno. La evidencia
disponible informa que muchos pacientes tienen claras preferencias
respecto a los posibles tratamientos, que éstas no son siempre
predecibles, que los médicos a menudo no logran su cabal comprensión. La
revisión de esta literatura pone de manifiesto que los pacientes, los
profesionales y la población general tienen a menudo diferentes
preferencias ante las alternativas terapéuticas y que la dirección y
magnitud de esas discrepancias no parece ser consistente y varía según
las patologías. La efectividad de la prostatectomía en el tratamiento de
la hiperplasia benigna de próstata depende de cuáles son las
dimensiones de calidad de vida preferidas por los pacientes
(incontinencia, impotencia). La aportación de instrumentos de ayuda para
que el paciente pueda tomar una decisión informada, ha mostrado una
preferencia por la alternativa quirúrgica significativamente menor al
empleo que de ella se venía haciendo. También el recurso a la
histerectomía se mostró mayor que el preferido por las pacientes tras
una campaña de información a través de los medios de comunicación que
redujo el 26% en las tasas de histerectomía para mujeres de todas las
edades. “Primum non nocere”. A esto hay que añadir los múltiples
ejemplos de nuevos tratamientos y tecnologías con resultados mínimos en
términos de salud, introducidos y extendidos en el sistema sanitario en
un momento en que la evaluación era incompleta o de baja calidad; para
al cabo de unos años tener que reconocer que se hizo de forma prematura
y que sus beneficios son menores que sus riesgos. Un ejemplo reciente
con importante impacto en los medios de comunicación es el de la
generalización de la terapia hormonal sustitutiva, impulsada por sus
productores, apoyada por colectivos femeninos, y cuya efectividad ha
quedado, cuanto menos, en entredicho.
La extensión de las nuevas enfermedades a campos
fisiológicos, como el nacimiento, la menopausia, el envejecimiento, la
sexualidad, la infelicidad y la muerte puede seguir sin mayores
problemas con la definición de la “angustia laboral”, la “ansiedad
nutricional” o todo tipo de desequilibrios afectivos y personales.
El
malestar que provocan algunos alejamientos de la normalidad o el ideal,
como calvicie, arrugas, puede extenderse con más motivo hasta los
déficits de elocuencia, oído musical, o capacidad de razonamiento
lógico, problemas prevalentes y tratables, pero aun no sentidos como
insuficiencias. Ya se sabe que “el buen sentido es la cosa mejor
distribuida, pues todos creen estar tan bien dotados, que incluso los
más descontentos en cualquier otro aspecto no desean más del que ya
tienen”.
También merece una reflexión la extensión de pruebas
genéticas que etiquetan a las personas con un nivel de riesgo de tener
un determinado problema de salud, sin que exista una evaluación adecuada
de los beneficios de las posibles intervenciones que le siguen,
aspectos que deberían ser claves en la determinación de la utilidad de
estas pruebas. Si la adopción de nuevos tests genéticos no se lleva a
cabo con una evaluación rigurosa, se puede llegar a etiquetar a buena
parte de la población como enferma, en base al hallazgo de uno o varios
genes “deficientes” que incrementan la predisposición a sufrir en el
futuro una determinada enfermedad.
Además, al mismo tiempo que se
habla de la “creación” de nuevas enfermedades a partir de experiencias
vitales o procesos normales, también puede hablarse de situaciones en
las que se infrautilizan tratamientos efectivos, sanitaria. Finalmente
hay que reconocer que la medicalización es un proceso, que
mayoritariamente ocurre en los países del tercer mundo, que se va
desarrollando paulatinamente a lo largo de un periodo de tiempo, cuando
se dan las siguientes condiciones necesarias:
* La significación
como anormal por parte de sectores dominantes de la sociedad de una
situación o sufrimiento que antes no se consideraba como tal,
convirtiéndolo en un “problema” para el que no hay soluciones actuales y
hay que crearlas, ofreciéndose algunos de estos colectivos sociales
poderosos (como la propia industria farmacéutica, que luego dará ofertas
hipócritamente para solucionar el problema) a ello. En muchas ocasiones
el problema está realmente alejado de una entidad patológica, aunque la
medicina pueda solucionarla (un ejemplo claro es el de la cirugía
estética, que da respuesta a un sufrimiento que no es causado por
ninguna enfermedad).
* Los distintos actores implicados en el
proceso de asistencia sanitaria deben aceptar que dicha situación forma
parte de su campo de actuación, lo cual se ve influido por presiones
externas (sociales, medios masivos de comunicación y la industria
farmacéutica) y a pesar que los objetivos asistenciales y humanitarios
de la medicina fueron influenciados por aspectos políticos, económicos y
de control social, éstos han gravitado más en las últimas décadas.
*
El sector sanitario busca soluciones para dar respuesta a los nuevos
retos y demandas no satisfechas, lo que requiere la puesta en marcha de
pruebas diagnósticas y la instauración de tratamientos (farmacológicos,
quirúrgicos, etc.), produciéndose el fenómeno de la medicalización.
*
Con frecuencia el círculo se cierra por la insuficiente respuesta
conseguida, que genera nueva inseguridad e incertidumbre y necesidad de
nuevas actuaciones que el sector sanitario asume.
En nuestra
cultura actual, cada día más, la definición de enfermedad va ligada a
las disponibilidades tecnológicas y también, cada vez más, se define la
enfermedad ante simples síntomas o signos, aspectos estéticos, presencia
de factores de riesgo o por la probabilidad de padecer en el futuro una
enfermedad. Esta sociedad tiende a la idea de que prevenir es mejor que
curar, y aún siendo la prevención uno de los aspectos más importantes
de la terapéutica medica en el plano de la APS, se debe tener presente
que el abuso en la tecno-prevención y la fármaco-prevención puede crear
iatrogenia, tanto por las actividades diagnósticas como por la
instauración de tratamientos, motivando la necesidad de una prevención
cuaternaria que trate de evitar o atenuar estas sobre intervenciones.
REGLAS BÁSICAS DEL CÓDIGO ETICO EN MEDICINA
Dr. J.C. GimenezEl código ético médico
basado en las funciones de la medicina tendrá que girar alrededor de
una relación médico-paciente óptima, para alcanzar los objetivos de la
profesión. Por lo tanto, debe contar al menos, con las cuatro
recomendaciones o reglas siguientes:
– Estudio continuo. El médico
está obligado éticamente a mantenerse al día en los conocimientos de su
especialidad, para poder ofrecerle a su paciente el mejor cuidado
posible. Esto se logra cuando el médico sigue siendo un estudiante de su
profesión a lo largo de toda su vida. No hacerlo interfiere con el
establecimiento de una relación médico-paciente óptima, lo que a su vez
disminuye las probabilidades de cumplir con los objetivos de la
medicina. El médico que deja de estudiar no solo se convierte en un mal
médico y en un médico malo, sino que además es un médico inmoral.
–
Docencia e información. La palabra “doctor” proviene de la voz latina
docere, que significa “enseñar”. El hecho de que los términos “médico” y
“doctor” se usen como sinónimos, no solo en el idioma castellano sino
en muchas otras lenguas, revela que la relación entre la medicina y la
docencia es tan antigua como íntima. En efecto, desde antes de los
tiempos de Hipócrates, el médico instruía a su paciente y a sus
familiares y amigos sobre su enfermedad, sobre su tratamiento y sobre su
pronóstico. Además, en ausencia de escuelas de medicina, el médico
también funcionaba como maestro de sus discípulos y ayudantes, que se
acercaban a él para aprender su arte, viéndolo actuar y escuchando sus
lecciones: los 25 siglos que nos separan del Padre de la Medicina no han
cambiado esta función fundamental del médico, la de instruir con sus
conocimientos y su experiencia a sus pacientes, a sus familiares y
amigos, así como a sus colegas y colaboradores, a sus alumnos, y a todos
los que se beneficien con ello. El médico que no enseña, que no explica
una y otra vez, tantas como sea necesario, lo que ha aprendido
estudiando y atendiendo a sus enfermos, comete una grave falta de ética
médica, es un médico inmoral.
– Investigación. El médico tiene la
obligación moral de contribuir (o por lo menos de intentar hacerlo) al
universo de información que nos sirve a todos los miembros de la
profesión para ofrecer el mejor servicio posible al paciente. No se
trata de abandonar la clínica o la sala de cirugía por el laboratorio o
el microscopio electrónico, sino de cultivar el espíritu científico en
la práctica de la medicina, que, por otro lado, es lo que distingue al
médico del curandero o del charlatán. La ciencia se distingue de otras
actividades humanas, como la política o la administración de empresas,
en que aprende de sus errores, para lo que necesita reconocerlos,
examinarlos e intentar explicarlos. El análisis sistemático de la
actividad clínica cotidiana sugiere una rica variedad de preguntas cuya
respuesta desconocemos; la ética médica demanda que intentemos
resolverlas, para mejorar la calidad de la atención que ofrecemos a
nuestros enfermos y el contenido de las enseñanzas que impartimos a
todos los que se beneficien de ellas. No investigar (o por lo menos no
intentarlo) es una falta de ética médica.
–
Manejo integral. El médico debe distinguir entre la enfermedad y el
padecimiento de sus pacientes. La enfermedad es la causa de su malestar,
pero lo que lo trae a consulta es su padecimiento. Este último está
formado por los síntomas y signos del proceso patológico, más la
angustia del sujeto, su preocupación por su futuro inmediato y a largo
plazo, sus problemas económicos, el miedo al dolor y a que lo tengan que
operar, el destino de su familia, y sobre todo el terror a la muerte.
Todo esto es lo que el paciente padece, y es de lo que el médico tiene
el deber y la obligación de aliviarlo. Para manejar su enfermedad el
médico cuenta hoy con una cantidad inmensa de conocimientos, una
tecnología espléndida y una gran riqueza de medidas terapéuticas, lo que
ha aumentado su eficiencia en forma que hace medio siglo no podíamos ni
soñar. Pero, a fin de aliviar el padecimiento del enfermo, el médico de
hoy cuenta con los mismos elementos con que contaba Hipócrates, que son
la actitud interesada y afectuosa, el trato amable y respetuoso, la
atención solícita y cuidadosa, la palabra suave y confortadora, que
promueve y fortalece la esperanza y que alivia la incertidumbre y la
angustia, sin paternalismo arrogante y siempre con respeto a la dignidad
y a la autonomía del ser humano que deposita su confianza en él.
Manejo integral. El médico debe distinguir entre la enfermedad y el
padecimiento de sus pacientes. La enfermedad es la causa de su malestar,
pero lo que lo trae a consulta es su padecimiento. Este último está
formado por los síntomas y signos del proceso patológico, más la
angustia del sujeto, su preocupación por su futuro inmediato y a largo
plazo, sus problemas económicos, el miedo al dolor y a que lo tengan que
operar, el destino de su familia, y sobre todo el terror a la muerte.
Todo esto es lo que el paciente padece, y es de lo que el médico tiene
el deber y la obligación de aliviarlo. Para manejar su enfermedad el
médico cuenta hoy con una cantidad inmensa de conocimientos, una
tecnología espléndida y una gran riqueza de medidas terapéuticas, lo que
ha aumentado su eficiencia en forma que hace medio siglo no podíamos ni
soñar. Pero, a fin de aliviar el padecimiento del enfermo, el médico de
hoy cuenta con los mismos elementos con que contaba Hipócrates, que son
la actitud interesada y afectuosa, el trato amable y respetuoso, la
atención solícita y cuidadosa, la palabra suave y confortadora, que
promueve y fortalece la esperanza y que alivia la incertidumbre y la
angustia, sin paternalismo arrogante y siempre con respeto a la dignidad
y a la autonomía del ser humano que deposita su confianza en él.
Infomedicos
“Aprender a pensar y pensar para aprender” es lo mejor que puede enseñar un docente de Medicina.
ÉRASE UNA VEZ…
“Corría el año dos mil cuarenta. La Sra. P.estaba postrada en cama, angustiada, reviviendo mentalmente lo sucedido
en los últimos meses, que iban a ser los últimos de su vida.
Recordó los primeros dolores. Recordó el retraso en consultar su origen,
por no conocer a ningún profesional de confianza en quien depositar su
incertidumbre, nunca lo había necesitado hasta entonces. Recordó la
visita al Centro de Salud, y la fría solicitud de pruebas según marcaba
el protocolo. Recordó el día en que el funcionario de salud le informó
según marcaba el reglamento, sin preámbulos ni empatía alguna, de que
tenía un tumor maligno, que disponía de las opciones A, B y C de
tratamiento, cuyas posibilidades de resultados eran X, Y y Z expresados
en porcentaje de supervivencia. Recordó cómo, invadida por el impacto,
el miedo y la zozobra, sin entender apenas lo que le estaban diciendo,
preguntó al funcionario acerca de su opinión, qué haría él, a lo cual el
funcionario respondió que a él no le competía otra cosa que cumplir los
deseos del paciente, según marcaba la ley y le habían enseñado en la
facultad, y firmar la orden de tratamiento.
Recordó los terribles efectos secundarios del tratamiento, de los cuales
era minuciosamente informada, así como de la medicación que se le
administraba para contrarrestarlos (y de sus posibles efectos
secundarios, de los que también era informada). Recordó que nadie le
preguntó cómo se sentía, nadie le preguntó si tenía miedo, nadie se
interesó por quién era, qué había hecho en su vida, qué era importante
para ella en ese momento.
Recordó que se le instó a cumplimentar un documento en que reflejara
detalladamente sus disposiciones acerca de qué tratamientos deseaba o no
deseaba si las cosas no iban bien. Recordó su bloqueo mental, su
incapacidad para reflexionar, nadie podía decidir por ella, pero nadie
quería pensarlo con ella, y aún menos los funcionarios de salud, cuya
aparente única obsesión era tener todos los documentos escritos y
firmados para saber a qué atenerse, y cumplir la ley.
Llegó el día en que apenas podía salir de casa, quedó aislada, atendida
por un auxiliar contratado por sus familiares, con quien apenas podía
hablar de nada. Visitada regularmente según indicaban los protocolos, se
medían sus síntomas por escalas, se proponían los fármacos, y ella
debía dar su conformidad y firmar el consentimiento, como decía la
norma.
No tenía dolor, ni molestia física alguna. Pero su sufrimiento era
atroz, la soledad, el aislamiento, la incomunicación, la torturaban.
Quería hablar, debatir, reflexionar, entender qué pasaba con su vida
entera, pero solo la rodeaban caras impersonales que aplicaban de forma
impecable lo que las normas, la ley, y sus propias disposiciones, habían
decidido.
Surgió un clamor en su interior, un grito que nadie oía, un fuego que la
consumía. Empezó a pensar que tal vez era mejor acabar, dormirse para
siempre, pero no se decidía, la duda la angustiaba.
Y un día, cuando ya no podía más, al entrar en su habitación el
funcionario de salud, le dijo que por qué nunca la miraba a los ojos,
que por qué no le cogía la mano, que por qué no le preguntaba acerca de
su ser profundo, abrumado porque la vida se le iba. El funcionario,
joven, se la quedó mirando sin comprender. Estaba haciéndolo todo
correctamente según le habían enseñado, no había descuidado ni una
norma. No entendía la demanda. Y le preguntó si era su deseo que la
sedaran, no tenía más que decirlo, tenía derecho y él estaba obligado a
respetarlo.
Y ella le dijo si es que no tenía alma, ni sentimientos, que necesitaba
al lado una persona que la comprendiera, que la acompañara, que la
ayudara a decidir, que necesitaba un médico!!!!!
Y el joven, tras poner cara de sorpresa, contestó: ¿un médico?
Ciudadana, eso ya no existe, era otra época, ahora usted decide y
nosotros cumplimos sus deseos. Es la ley. ¿Qué más quiere?”
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Mejor la dignidad de un aplazo merecido, que la vergüenza de aprobar sin merecerlo.
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