viernes, 9 de diciembre de 2016

De todos los días

De todos los días





Caprichos

09
dic
2016
















Para el día de hoy (09/12/16):  



Evangelio según San Mateo 11, 16-19







En la lectura que nos brinda la liturgia del día, el Maestro se vale de
una imagen de juegos infantiles para expresar su crítica a ciertos
sectores que le oyen pero no le escuchan. El término generación quizás
resulte demasiado abarcativo, y su significado primero refiere a los
dirigentes religiosos de esa época, escribas, fariseos y saduceos.
Esos hombres eran profundamente religiosos, pero a su vez estaban
atrapados por el entramado legalista de la religiosidad que
representaban y conducían. Primaban sus esquemas pero nó su Dios, aunque
declamaran piedad y devoción; de ese modo, todo aquello que no se
amoldara a sus criterios se execraba con críticas impiadosas y brutales.
Era una actitud caprichosa, la misma de aquellos a los que nada
satisface ni conviene. Cuando crece demasiado el ego, no hay sitio ni
para Dios ni para el prójimo. Nada les conforma y no se trata de elogiar
actitudes antiacomodaticias. Se trata de la crítica porque sí, la
expansión de los chismes, los murmullos que socavan, el rostro en rictus
amargo que revela una vida des-graciada.
En realidad, si ahondamos un poco, esta actitud es conveniente a todos
aquellos que exhalan críticas de continuo pues de ese modo nada vá a
cambiar. Criticar para que todo permanezca igual.
De esa manera, el Bautista -profeta en el desierto, ascético e íntegro-
es quizás demasiado religioso, un loco místico demasiado sagrado. Pero
lo que dicen el Maestro es muy peligroso, aunque sólo apareciera como
una expresión de desprecio dedicada a menoscabarlo ante el pueblo.
Esa actitud es conocida en nuestros tiempos, tantas personas ajusticiadas en los medios sin justicia y sin poder defenderse.
El Maestro compartía afablemente la mesa con pecadores, con fariseos,
con publicanos. De allí se valían para sindicarlo como un glorón y un
borracho: la acusación es grave, pues en Dt.21 esa actitud implica, lisa
y llanamente, la pena capital. 
Igualmente, encontrarían mil maneras de expresar su desagrado porque el
Maestro era nazareno, galileo, pobre, blasfemo. O los de este tiempo
porque el pontífice anterior era alemán y frío y este -Dios nos libre-
es sudaca y habla como un curita de pueblo, o porque muchos profetas
contemporáneos no tengan pergaminos, o porque se ha preclasificado al
prójimo en alguna insomne categoría de desprecio caprichoso.
Abandonar las costumbres, lo habitual, no es sencillo. Requiere un gran
esfuerzo cordial, y más aún si esa mansa rebelión implica compromisos y
muy especialmente conversión.
El Adviento, tiempo santo y bendito que se nos ofrece, es el llamado a
desandar esos pantanos y encaminarnos por la huella del Evangelio, en
justicia y verdad, en caridad y compasión, en humildad y servicio.
Paz y Bien

El Sí de María, el Sí de Dios

08
dic
2016














La Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María



Para el día de hoy (08/12/16):  



Evangelio según San Lucas 1, 26-38









Nos caímos del paraíso.
El hombre y la mujer se esconden, y hay una vergüenza que los hace
ocultarse. No se trata tanto de una desnudez física sino, tal vez, los
despojos vanos que le quedan a una vida que abandona con soberbia la
presencia de Dios. Y por ese pecado ingresó la muerte, tan brutal la
ruptura de una eternidad cotidiana y natural.
Aún así, con todo y a pesar de todo y cuando la contundencia de la
muerte pareciera definitiva, el Creador es un Dios tenaz que no abandona
su creación. Con paciencia infinita fué tejiendo en la historia el
rescate de esa humanidad caída, Él mismo interviniendo en la historia
haciéndose salvación que se llega a nuestra cercanía, un pariente, un
amigo, un hermano, un Hijo de nuestro corazón.
Una muchachita judía de aldea ignota será, merced a ese amor
inquebrantable de Dios, quien inauguraría los tiempos definitivos y
plenos, la nueva Eva, madre de todos los vivientes.
La vida plena se abre paso desde los márgenes, desde donde nada bueno ni
nuevo se espera. Dios exalta a los pequeños, Dios hace plena a la más
pequeña, y Ella es feliz por creer, por hacer carne la Palabra que ha
escuchado con atención y que ha atesorado en las honduras de su ser.
Su Sí! transforma la historia de la humanidad. Desde María de Nazareth
acontece un giro maravilloso, pleno de bendición y grávido de alegrías
porque ante todo, su Dios y el nuestro ha dicho Sí! a todas sus hijas e
hijos, Sí a la vida, Sí al perdón, Sí a la salvación, Dios todopoderoso
porque ama sin medidas.
María de Nazareth, Madre Inmaculada del Adviento no es una excepción
única en el género humano sino más bien una promesa y una vocación para
todos los pueblos y todas las gentes, vocación de santidad para recibir
humildes, felices y esperanzados al Hijo que es nuestro camino, nuestra
verdad y nuestra vida.
Salve, Madre de Dios!
Paz y Bien

Yugo

07
dic
2016
















Para el día de hoy (07/12/16):  



Evangelio según San Mateo 11, 28-30









Para los oyentes del Señor, el yugo era un elemento conocido, casi
cotidiano. Mediante ese pesado arnés de madera se uncían los bueyes -el
animal de trabajo y potencia por excelencia- para doblegar su cerviz y
hacer que anduvieran por el surco que labraban o por la ruta que debían
seguir; de allí quizás el mote de bestia de carga, el animal que no
piensa y que carece de iniciativa propia, sólo se limita a que lo lleven
de aquí para allá según la utilidad del dueño.
En aquel tiempo, esas gentes padecían yugos que les imponían con dura
crudeza. El yugo de una religiosidad severa, que se expandía en
múltiples reglamentos sin corazón ni misericordia imposibles de cumplir,
cierto modo de imperialismo espiritual, de sometimiento demoledor. Pero
también debían afrontar a varios opresores: el yugo romano y el yugo de
Herodes, sus impuestos intolerables, sus voces acalladas, su dignidad
aplastada.
¿Cómo no iban a renacerles las esperanzas? El Maestro los invitaba a
llevar su yugo leve y bondadoso, un yugo liberador, la señal decisiva
del amor de un Dios que los busca, de un Dios que se desvive por su
bien.
Ese yugo compromete la totalidad de la existencia. Nos volvemos libres para y no libres de.
La verdadera liberación es el paso de la servidumbre al servicio, desde
la humildad y la mansedumbre, una humildad que nos ubica en el plano de
Cristo y, por ello mismo, en la realidad de nuestras existencias,
humildad que no es sumisión sino más bien el vivir con la
responsabilidad y el compromiso de las hijas y los hijos de Dios.
Maravillosa noticia para los que están agobiados, para los doblegados
por todos los cansancios. Misión también para toda la Iglesia el
servicio desde la mansedumbre, desde la humildad, desde la generosidad
incondicional y sin estridencias.
Como un silencioso signo de esa vocación, nuestros sacerdotes utilizan
la estola, tal vez símbolo también de ese yugo que sana, salva y libera.
Paz y Bien

Dios sale al encuentro

06
dic
2016














Para el día de hoy (06/12/16):  



Evangelio según San Mateo 18, 12-14









Demasiados reglamentos religiosos estaban vigentes en los tiempos del
ministerio de Jesús de Nazareth -¿sólo en esos tiempos?-. Esas normas
rigurosas delimitaban el acceso a las celebraciones sagradas y a la vida
piadosa a un número creciente de publicanos y pecadores públicos; a su
vez, es necesario tener en cuenta que la colonización de mentes y
corazones no es un fenómeno reciente, y en esa inteligencia otros tantos
se autoexcluían de los beneficios divinos por resultarles imposible
encontrarse entre el reducido número de los aptos, los puros, los
reverenciables, los religiosamente correctos.
No es cosa de espantarse, claro está. Como siempre, se trata de hombres
severos y profundamente religiosos que creen portar atribuciones
suficientes para condicionar en los demás el acceso al amor de Dios,
reglamentando el culto y la plegaria, una espiritualidad de ceño
fruncido, un Dios severo y distante aislado en un cielo exceptuado de
sonrisas. Nunca Abbá.
Como siempre, hay que regresar al Padre bondadoso de Jesús de Nazareth.
En la asombrosa dinámica de la Gracia, no cuentan tanto los méritos que
se acumulan como la insondable ternura de un Padre que sale de sí mismo
al encuentro de lo que está perdido, de lo que nadie busca, de lo que se
razona y justifica su extravío y su pérdida. Un Dios que alegremente
nos disuelve los no se puede, los nunca, los jamás. 
No hay miseria mayor que, siquiera, se arrime a los umbrales de la misericordia.
Con todo y a pesar de todo, a este Dios le duelen las hijas y los hijos
abandonados y descartados. Todos cuentan, todos, sin excepción, y el
reencuentro con los perdidos siempre es motivo de celebración.
El Adviento -tiempo santo de Dios que sale al encuentro- nos vuelve a
ubicar en perspectiva santa, en esa misericordia que rescata, transforma
y compromete. Está en nuestras manos dejarse encontrar por ese Dios
incansable, que nunca baja los brazos, que no conoce resignaciones ni
deserta en su profundo afecto.
Paz y Bien

Aberturas

05
dic
2016










Para el día de hoy (05/12/16):  



Evangelio según San Lucas 5, 17-26









En los tiempos del ministerio de Jesús de Nazareth, los enfermos
postrados se transportaban en una suerte de camillas o angarillas que, a
su ven, hacían las veces de lecho habitual; es decir, aún cuando se los
movilizara así, esa camilla representaba el angosto mundo en el que se
había trastocado su existencia.
Así, esos hombres que intentan con empeño sin desmayos llevar al hombre
paralizado a la presencia de Cristo, llevan también toda la vida de ese
hombre, la existencia del doliente en sus manos.
El Maestro gustaba enseñar en los hogares, tal vez significando que el
tiempo nuevo es tiempo de familia grande, de nuevos vínculos para
reconocernos y en donde crecer con los demás.
Ahora bien, excepto la nobleza y los comerciantes muy ricos, los hogares
comunes se conformaban de una única habitación amplia en la cual
transcurría toda la vida familiar. Una puerta y una ventana, no m{as, y
un techo compuesto de barro aglomerado y paja entrecruzada que le
brindaba consistencia.
Esa vez, había una gran multitud reunida alrededor de la casa, ansiosa
de escuchar la voz nueva y plena de autoridad del Maestro. Pero a veces
ciertas euforias y ciertos criterios de pertenencia llevan a conductas
que, a la larga, son erróneas. 
Quizás cerrar filas no sea tanto amontonarse formando muros
infranqueables, sino re-ligarse cordialmente a través de la persona de
Cristo. A veces también, en esos andares solemos vedar accesos a los que
aún no han llegado; a menudo no prestamos atención al mal que podemos
cometer sin darnos cuenta.
El enfermo está postrado por su dolencia y por un criterio religioso
culpógeno que implicaba el asumir con resignación la enfermedad como
justo castigo por los pecados cometidos. Pero las personas que lo llevan
no se dan por vencidos ni aún cuando las gentes se arraciman como una
muralla.
Cuando todas las puertas se han cerrado, hay que animarse a entrar por
la ventana, y si la ventana pareciera estar también clausurada, es
imprescindible procurar novedosas aberturas para que las gentes,
especialmente los pobres y dolientes, lleguen a la presencia de Cristo.
Nada ni nadie debe impedirlo, ni tampoco debe justificarse jamás la
regulación de la misericordia, la tabulación del amor de Dios.
En Cristo despunta y resplandece el amor de Dios en perdón y sanación.
Sus signos son señales de ese amor inclaudicable pero también una
interpelación que convoca al hombre a la fé y al esfuerzo fraterno de
los demás por los hermanos caídos.
Paz y Bien

Una voz en el desierto

04
dic
2016
















2º Domingo de Adviento



Para el día de hoy (04/12/16):  



Evangelio según San Mateo 3, 1-12













La Palestina del siglo I bullía conflictos, oscilando entre decepciones
acumuladas y frustraciones violentas. De ese modo sucedía lo que suele
acontecer en épocas similares tan confusas, y es que la esperanza se
pervierte, se desdibuja acorde a las angustias que lastiman.  
Los romanos hollaban la sagrada tierra que su Dios les había dado con la
fuerza terrible de sus legiones, y ciertos reyezuelos brutales y
vasallos se encargaban de someter aún más al pueblo, agobiado por una
religiosidad tan estricta como asfixiante. Así, la esperanza mesiánica
se disolvía en el error, apenas un buen recuerdo utópico, un Dios
desentendido de su suerte, o bien un Mesías que vendría a poner las
cosas en su lugar comenzando por la corona davídica.
Entre esos remolinos ruidosos que aturdían, surge la voz clara y
taxativa de Juan el Bautista. Para nosotros es una voz quizás demasiado
dura, pero sigue las antiguas tradiciones de los profetas, su lenguaje
escatológico, el fuego de Dios que lo consume por dentro y que no le
permite callarse.
La figura de Juan es extraña: en ese tiempo había que desplegar notorias
credenciales, ejercer docencia desde cátedras sinagogales o, mejor aún,
desde las escalinatas del Templo de Jerusalem. En cambio, Juan predica
desde el desierto, lejano a toda ambición de poder y despojado de todos
sus atributos: duerme arropado por las estrellas y se viste con pieles
de animales, nada de palacios o lujosas vestimentas.
Pero el desierto no es desafío al poder y la autoridad religiosa que
ostenta el Templo. Simbólicamente, el desierto es el ámbito en donde nos
despojamos de lo superfluo, de lo inútil y nos purificamos en el crisol
de su calor; allí, tal como Israel, se renuevan los vínculos y la
confianza en Dios de tal modo que lo único que cuenta es la providencia
de Dios, nada más. 
Juan es muy distinto a Moisés y a otros líderes de su pueblo, los que
solían encabezar la marcha de su pueblo. Juan se ubica en otra dimensión
y desde allí convoca al pueblo al desierto fértil de la conversión, del
regreso contrito al Dios de sus padres, el desierto que purifique sus
corazones. 
El Evangelista Mateo toma una precaución especial, casi como al pasar:
el Bautista no es un loco, un provocador falaz, un simpático
antisistema: allí está la señal de que él se alimenta de langostas y
miel silvestre, alimentos kosher, alimentos permitidos por la Ley. Juan
es un hombre de la Ley y por ello mismo un hombre de Dios que convoca a
sus hermanos a reencaminar sus pasos por los caminos de Dios, pues
descubre en las honduras de su alma la urgencia del momento, un tiempo
maduro de las promesas de Dios que fructificará en el Dios que está
llegando.
Pero Juan también, en su crudeza, es francamente molesto y muy a menudo
inconveniente. Por sus palabras recordamos que ni la pertenencia ni la
formalidad alcanzan, que es necesario fructificar en honradez y bondad,
que hay que indagar con un corazón sincero y contrito en la fé que se
profesa y reconocer la ausencia de frutos, las vidas estériles, las
trampas falsarias que solemos articular, conversión verdadera y
auténtica que se vive cotidianamente y no se declama, se ejerce con
confianza.
Como esas gentes que lo escuchaban, también nosotros hemos de prestar
atención a su voz íntegra, tan frutal, tan de Dios. Regresar al desierto
para purificarnos de todo aquello que es inútil, para converger hacia
Dios y hacia el hermano, en un bautismo que nos haga renacer a una vida
nueva y definitiva que sólo encontraremos en el Hijo que está llegando a
nuestros días.
Paz y Bien

Hacerse Adviento

03
dic
2016
















Para el día de hoy (03/12/16):  



Evangelio según San Mateo 9, 35-10, 1. 5a. 6-8







La lectura que hoy nos convoca tiene dos aspectos que resaltan. Por un
lado, la compasión que moviliza e impulsa al Maestro; bajo cierta mirada
estrecha y rigurosa, su actitud es sospechosamente secular. El rostro
herido y agotado de las gentes hace que confluya allí todo lo que Él es,
todos sus sueños, toda su fidelidad al Padre, el Reino que anuncia y
encarna y que parece no contar para tantos que languidecen a un costado
de la vida, descartados de la existencia.
Por otro lado, la asombrosa confianza que Él deposita en sus discípulos,
aún cuando ellos a menudo van y vienen en su cercanía y suelen
interponer viejos esquemas que pretenden ser filtros que menoscaben a su
modo la realidad de Cristo.
Tienen la enorme tarea de llevar el Reino a todas partes, ser ellos
mismos otros Cristos que anuncien y realicen el amor de Dios que sana,
salva y libera.
Como en los tiempos de su ministerio, enormes multitudes adolecen
soledades, angustias y miserias. Cada día igual o peor que el anterior,
sin posibilidad de otra noticia que traiga novedades buenas.
Allí también, en humilde y tenaz silencio amoroso y servicial el
Adviento es respuesta contundente y definitiva de la ternura de Dios,
que no deja librada la humanidad a oscuros azares. Dios es nuestra
suerte. 
Adviento es el gratísimo anuncio de un Dios que se hace tiempo e
historia, Dios que se llega a nuestros arrabales tan inhumanos, Dios que
asume tiempo y carne para transformarlo todo, comenzando por los
corazones, sin otro interés que la felicidad de todas sus hijas e hijos.
Por ello hacerse Adviento significa que somos las manos en el tiempo de
ese Dios que viene a vendar corazones, a liberar mentes, a sanar
cuerpos, a plenificar vidas en paz y justicia sin otro interés que el
amor, el servicio, la vida que se ofrece sin condiciones.
Hacerse Adviento es la santa locura de no abdicar jamás a la esperanza,
porque Dios está llegando a nuestras vidas si le recibimos.
Paz y Bien





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