domingo, 18 de diciembre de 2016

Historia de José (II): Jesús y José

Historia de José (II): Jesús y José















Historia de José (II): Jesús y José



Historia de José
Continuamos con la historia de José, el patriarca del que ya hemos expuesto la primera parte de su historia.
José
les dijo: “¡Vosotros sois espías que habéis venido a conocer las partes
no fortificadas de esta tierra!” Y les hizo muchas preguntas acerca de
quiénes eran, de dónde procedían y sobre su familia como si desconfiara
de ellos. Atemorizados sus hermanos respondieron: “¡No, señor mío, solo
hemos venido a comprar alimentos, somos gente buena! Éramos doce
hermanos en la tierra de Canaán, el más pequeño se quedó allí con
nuestro padre y el otro no vive ya” Pero José les dijo: “Para probar si
decís la verdad tendréis que traer a vuestro hermano menor; uno de
vosotros irá a buscarlo y los demás permaneceréis aquí prisioneros”  Y
los hizo meter juntos en la cárcel durante tres días. Pero al tercer día
José cambió de planes movido por el amor a los suyos, que todavía
conservaba, y, sin darse a conocer, les dio la orden de partir hacia su
tierra para remediar el hambre de sus familias con la condición de que
se quedara sólo uno de ellos hasta que viniera su hermano menor,
Benjamín.  Ellos se entristecieron y hablaban entre sí diciendo: “Este
es el castigo que Dios nos manda por haber vendido a nuestro hermano
José” Ignorantes, pensaban que José no les entendía cuando hablaban,
pero lo entendía todo aunque a ellos les hablaba por medio de un
intérprete para disimular.






José
se emocionó y se tuvo que retirar para llorar sin que sus hermanos lo
vieran. Luego eligió a Simeón para que se quedara y le puso cadenas de
prisionero ante la mirada afligida de los otros.



José,
que quería beneficiar a su familia y a su padre, mandó que llenaran
sacos de trigo, que pusieran dentro de los sacos el dinero de cada uno y
que les dieran provisiones para el camino. Ellos cargaron el trigo sobre los asnos y partieron para la tierra de Canaán.



Al
llegar la noche, uno de los hermanos abrió un saco para dar pienso a
los animales y descubrió que en la boca del saco estaba todo su dinero.
¡Se quedaron estupefactos! Y se preguntaban: “¿Qué es esto que hace Dios con nosotros?”



Llegaron
a su casa y contaron a su padre cuanto les había sucedido; luego, al
vaciar los sacos, encontraron el resto del dinero. Entonces se llenaron
de temor. Israel (Jacob) les dijo: “¡Vais a dejarme sin hijos! José
desapareció, Simeón desapareció, ¿y vais a llevaros ahora a Benjamín?
¿Por qué le habéis dicho a ese egipcio que teníais otro hermano?  Judá
respondió: “Aquel hombre nos preguntó insistentemente sobre nosotros y
sobre nuestra familia, y nos dijo: “¿Vive todavía vuestro padre? ¿Tenéis
algún otro hermano?” Y nosotros contestábamos a las preguntas sin
imaginar lo que nos iba a pedir.  Padre, deja que el pequeño venga
conmigo, yo te respondo de él”.



Israel
no tuvo más remedio que ceder, pero les dijo: “Tomad de los mejores
productos de esta tierra en vuestro equipaje y bajádselos al hombre
aquél como regalo, devolved también el dinero que trajisteis y llevad
más dinero, pues quizá haya sido un error. Que el señor Dios omnipotente
os haga hallar gracia ante ese hombre para que deje volver a vuestro
hermano Simeón y a Benjamín.



Llegados
de nuevo a Egipto y viendo José a todos sus hermanos, dijo al 
mayordomo: “Prepara una buena comida y llévalos a mi casa porque comerán
conmigo a mediodía”  Los hermanos, al enterarse, sintieron miedo y
decían: “Es por lo del dinero que volvió en nuestros sacos por lo que
nos traen aquí para hacernos esclavos suyos”  Así que dijeron al
mayordomo: “Perdone señor, nosotros vinimos a comprar víveres y
al regresar encontramos el dinero en nuestros sacos pero lo traemos de
vuelta y también traemos más dinero para comprar más trigo; no sabemos
quién puso el dinero en nuestros sacos” El mayordomo contestó: “Que la
paz sea con vosotros, no tengáis miedo, ha sido Dios, el Dios de vuestro
padre el que os puso ese tesoro en los sacos, entrad en la casa y
lavaos los pies porque vais a comer con mi señor”



Cuando
entró José se postraron rostro en tierra ante él y le ofrecieron los
regalos que traían. Él les preguntó: “¿Estáis bien?, vuestro padre, de
quien me hablasteis ¿está bien?, ¿vive todavía?” Ellos le contestaron
afirmativamente. José alzó los ojos y vio a Benjamín, su hermano, hijo
de su misma madre, Raquel, y dijo: “¿Es éste vuestro hermano menor?, y
añadió: “Que Dios te bendiga, hijo mío”  Se conmovió por dentro y buscó un lugar donde llorar sin que le vieran ellos, retirándose a su habitación.



images/stories/jose202.jpgDurante la comida sentaron a los hermanos delante de José por orden, de mayor a menor, y se miraban unos a otros atónitos por
lo que les estaba sucediendo. A Benjamín le pusieron una ración de
comida cinco veces mayor que a los demás, pero todos comieron en
abundancia y bebieron y estuvieron muy alegres en compañía de José.



Al
marcharse de nuevo para su tierra, José dio orden a sus criados de
poner el dinero en la boca de los sacos como la vez anterior, pero
también ordenó que dentro del saco de Benjamín pusieran una copa de
plata juntamente con el dinero.



Y
cuando ya se habían ido dijo José al mayordomo: “Anda, sal en
persecución de esas gentes y cuando los alcances diles: ¿Por qué habéis
obrado así, devolviendo mal por bien? ¡Habéis robado la copa de plata en
la que bebe mi señor!”



El
mayordomo salió con soldados en busca de los hermanos y cuando los
alcanzó, los detuvo y, siguiendo las instrucciones de su amo, les acusó
de robar la copa de plata. Ellos, asombrados le contestaron: “Si hemos
devuelto a tu señor el dinero que habíamos llevado a nuestra tierra,
¿cómo íbamos a querer robar plata ni oro de tu señor?, si la copa la
tiene alguno de nosotros, que muera y todos los demás seamos llevados
como esclavos de tu señor”



Bajaron
los sacos de los asnos y los fueron abriendo comenzando por el hermano
mayor. Cuando Benjamín, el pequeño, abrió el suyo, apareció la copa de
plata ante la mirada espantada de todos los demás. El mayordomo los
obligó a regresar a Egipto, y llegando ante José cayeron de nuevo rostro
en tierra. José les dijo: “¿Qué es lo que habéis hecho? ¿No sabíais que
tengo poder de adivinar las cosas?” Judá contestó: “¿Qué vamos a decir a
mi señor?, ¿cómo hablar, cómo justificarnos? Dios nos ha castigado y
somos esclavos tuyos”



images/stories/jose203.jpgPero
José contestó: “Solo será mi esclavo el que tenía la copa, los demás
podéis marcharos” Pero Judá, abatido, le suplicó que dejara libre a
Benjamín pues si no regresaba, su padre se  moriría de pena, y le
recordó cuánto le había apenado a su padre perder al otro hermano hacía
muchos años. Se ofreció a quedarse él como esclavo en vez del pequeño y
le decía: “¿Cómo voy a poder yo regresar a casa de mi padre si no llevo
al niño conmigo? No, que no vea yo la desdicha en la que caerá mi
padre”.



José,
viendo que ya no podía contenerse más, ordenó que salieran todos de su
presencia menos sus hermanos, y cuando ya se quedó solo con ellos les
dijo entre lágrimas: “¡Yo soy José!, vuestro hermano, ¿vive todavía mi
padre?” Pero sus hermanos se llenaron de terror ante él y no sabían qué
contestarle. Él seguía llorando y  les tranquilizó: “¡Acercaos a mí!”,
les dijo. Se  acercaron; José les habló con ternura: “Yo soy José,
vuestro hermano, a quien vendisteis para que fuese traído a Egipto; pero
no os aflijáis y
no os pese haberme vendido pues para vuestra vida y salvación me ha
traído Dios aquí antes de vosotros. ¡Sí!, es Dios quien me trajo y me ha
hecho amigo del faraón, y señor de toda su casa, y me ha puesto al
frente de toda la tierra de Egipto. ¡Corred y decid a mi padre: Tu hijo
José está vivo! Contadle cuánta es mi gloria en Egipto y traedle aquí
sin tardar. Quedan todavía cinco años de hambre pero aquí conmigo no
pasaréis hambre. Traed también a toda vuestra familia”. Y se echó sobre
el cuello de Benjamín, su hermano pequeño, y lloraron los dos. Luego
besó y abrazó al resto de sus hermanos y se quedó mucho rato hablando
con ellos.



Cuando
el faraón se enteró de que José había encontrado a sus hermanos se
alegró muchísimo y le dijo: “Di a tus hermanos que carguen sus asnos con
lo que les haga falta, que vayan a vuestra tierra y traigan a vuestro
padre, y que traigan a sus familias; que no sientan pena por dejar sus
cosas porque aquí tendrán abundancia, les daremos lo mejor de la tierra
de Egipto. Que se lleven carros para traer a todos”



José
les dio vestidos nuevos, y a Benjamín trescientas monedas de plata y
cinco vestidos. Cargaron los asnos con lo mejor de Egipto y otros diez
asnos con trigo y alimentos para el camino de regreso; después despidió a
sus hermanos diciéndoles: “No vayáis a reñir durante el viaje”.



images/stories/jose204.jpgDe
regreso en la tierra de Canaán, los hermanos de José  contaron a su
anciano padre, Israel, que José estaba vivo y que era el jefe de toda la
tierra de Egipto. Y aunque él, en un principio, no les creyó; cuando
vio los carros del faraón y los asnos con tantos presentes de parte de
José se reanimó
y decidió ir a Egipto a encontrarse con su querido hijo antes de morir.



Así
pues, partió Israel con todo lo que tenía al encuentro de José. Por el
camino, Dios le habló en una visión nocturna y le dijo: “Jacob, Jacob,
yo soy Él, el Dios de tu padre. No temas bajar a Egipto pues yo te haré
allí un gran pueblo. Yo iré contigo y más adelante te haré regresar.
José te cerrará los ojos”



Israel
siguió ilusionado su camino; le acompañaban todos sus hijos con sus
mujeres y todos sus nietos, sus ganados y los bienes que habían
adquirido en Canaán. En total eran unas setenta personas las que
viajaron a Egipto.



Cuando ya estaban cerca, se adelantó Judá para avisar a José de la llegada de la comitiva.
E hizo José preparar su carro y subiendo en él se fue al encuentro de
Israel, su padre. En cuanto le vio, se echó a su cuello, y lloró largo
tiempo. Israel dijo a José: “Ya puedo morir, pues he visto tu rostro y
vives todavía”



José
presentó  su familia al faraón, quien se alegró y le dijo:”Tu padre y
tus hermanos han venido a ti; tienes a tu disposición toda la tierra de
Egipto. Te recomiendo la tierra de Gosén, que es la que tiene mejores
pastos para los rebaños”



Y
habitaron en aquella región por muchos años creciendo y
multiplicándose, formando grandes  familias que luego se convirtieron en
tribus, y que heredarían la promesa de la tierra futura, promesa hecha
por Dios a sus padres.



Aunque
Gosén era una tierra muy fértil dentro de Egipto, no es la que Dios
tenía reservada para el futuro pueblo descendiente de Israel.



Murió
Israel muy anciano bendiciendo a sus doce hijos y a los descendientes
que vinieran; también a los hijos de José, Efraím y Manases, para que
tuvieran parte en su herencia. A su hijo Judá, que había demostrado
mayor bondad con su padre y mayor celo y renuncia personal en favor de
sus hermanos, le encomendó particularmente que ejerciera la autoridad
sobre las tribus hermanas, “Hasta que venga Aquel a quien Dios ha
destinado, a quien darán obediencia todos los pueblos”.



Es
una clara referencia al Mesías que habría de venir investido de la
autoridad de Dios.  Por eso, el futuro Mesías, Jesucristo, el Hijo de
Dios hecho hombre, nacería de la descendencia de Judá (Acuérdate de que
Jesús era judío).



Embalsamaron
el cadáver de Israel como hacían los egipcios para conservar el cuerpo.
Luego lo llevaron a enterrar a la tierra de Canaán, en el mismo
sepulcro de Abraham, su abuelo y de Isaac, su padre.



José
envejeció y murió feliz, recordando a sus hermanos que Dios no se
olvidaría de su promesa y que el destino de su pueblo sería volver a la
tierra de Canaán, la tierra prometida, y que cuando eso sucediera,
llevasen  su propio cuerpo para darle allí sepultura. .



Los
restos mortales de José fueron sacados de Egipto por Moisés
cuatrocientos años más tarde y depositados en Siquém, en el campo que
había comprado Israel, su padre, y en el mismo lugar donde Jesús
convirtiera, siglos después, a una mujer Samaritana.



Jesús y José


José
guardó constante fidelidad a Dios, tanto en la prosperidad como en la
adversidad. Su carácter bondadoso respira misericordia y perdón, y es
por esto una de las figuras más parecidas a Jesús
.



Vocabulario


Afligirse: Entristecerse, apenarse.


Atónito: Sorprendido, pasmado.


Comitiva: Acompañamiento de personas


Conmoverse: Emocionarse, enternecerse


Estupefacto: Atónito, sorprendido.


Provisiones: Alimentos y cosas preparadas para el viaje


Reanimarse: Recobrar las fuerzas


Víveres: Provisiones, comida y bebida.


Para la catequesis


  • ¿Qué hubiera hecho José con sus hermanos si hubiera sido malo y vengativo?
  • ¿Qué sentimientos mostró José a sus hermanos?
  • ¿Tienes hermanos? ¿Te peleas mucho con ellos en casa? ¿Sabes perdonarlos? ¿Les pides perdón alguna vez?
  • Fíjate
    en las veces que aparece Judá en esta historia. ¿Por qué crees que
    Israel, su padre, le da autoridad sobre el resto de los hermanos?
  • La
    autoridad de Judá sobre sus hermanos y sobre sus descendientes
    permanecería para siempre,  la tribu de Judá sobre el resto de las
    tribus. Y así fue hasta que llegó Jesús, también de la tribu de Judá, 
    quien habló y obró con la autoridad de Dios. ¿Crees que Jesús habla y
    obra en la actualidad? ¿Cómo? Pregunta al sacerdote sobre este punto.
 








Evangelio del día





Evangelio del día: Zacarías en el templo

Lucas
1, 5-25. Feria de Adviento: Semana antes de Navidad (19 de
diciembre). De algo debemos estar bien seguros: no podemos salvarnos a
nosotros mismos, s�...

Novedad

Aprendo a ser testigo del Señor 1

Cuento del mes





El príncipe feliz, de Óscar Wilde

En la parte más alta de la ciudad, sobre una columnita, se alzaba la estatua del Príncipe Feliz.
Estaba toda revest...

Recomendamos





Biblia Escolar de Casals

El
estudio de las Sagradas Escrituras debe ser una puerta abierta a todos
los creyentes. Es fundamental que la Palabra revelada
fecunde radicalmente l...





No hay comentarios:

Publicar un comentario