13 principios de la fé por Maimonides
Los 13 principio figuran en Introducción de Rambam al Perek jelek
Los cuales son la esencia del judaísmo
Traducción y comentarios Rabino Issak Sakkal
Es importante recalcar en este contexto, por ser el más apropiado
para ello[154], que los fundamentos de nuestra religión son 13
principios[155], a saber:
1º Principio
Saber[156] que existe el Creador, es decir, una existencia absolutamente
perfecta en todo aspecto posible, y ella es la causa de todo lo
existente[157].
En Él reside la posibilidad de ser de todo lo demás y por Él existen[158].
Es absurdo suponer que no exista, pues al dejar de existir, todo lo
demás se anularía y no quedaría nada que pudiera subsistir por sí
mismo[159]. Si pudiéramos suponer que todo dejará de existir con
excepción de Él, no se anularía la existencia de Dios y en nada Lo
afectaría, pues Le basta consigo mismo para existir y no precisa de nada
ajeno a Él[160]. Todo lo demás, desde lo celestial, me refiero a los
ángeles, hasta lo terrenal y lo que entre ellos hay, todo precisa de Él
para existir[161]. Invoca este principio lo dicho: “Yo soy el Señor tu
Dios[162]”
2º Principio
La unicidad de Dios. Es decir, saber que esa existencia, que es la causa
de todo, es única. No es una unidad que tiene semejantes, ni tampoco
uno como un individuo de una especie, ni como un hombre que está
compuesto[163] y por lo tanto se puede dividir en varias unidades[164].
Tampoco es uno como una unidad material que puede ser divisible
infinitamente[165]. Sino que Él, elevado sea, es una unidad única e
indivisible, que no hay otra igual en ningún aspecto[166].
Sobre este segundo principio atestigua lo escrito: “Escucha Israel, el Eterno es Dios, el Eterno es Uno”[167].
3º Principio[168]
La negación de cualquier tipo de corporación de Dios[169]. Se refiere, a
saber que ese Único que mencionáramos, no es corporal ni fuerza en un
cuerpo[170].
Asimismo, no le afectan aquellas cosas que afectan a la materia[171],
como por ejemplo, el movimiento, el tiempo o el reposo[172], no en forma
constante ni casual[173], es por eso que nuestros sabios descartan la
posibilidad en Él de una composición o división afirmando: “en las
alturas, no existe sentarse ni pararse, no espalda ni frente”. Tal como
dice el profeta: “¿A quién, entonces se equipara Dios, o con quién
podréis compararle?”, “¿A quién Me asemejaréis para que se Me parezca?,
dice el Santo Bendito Él” (Isaías 40:18 y 25), y si fuera corpóreo se
asimilaría en algún aspecto a los demás cuerpos[174].
Todo pasaje bíblico que describe a Dios con atributos físicos tales
como: Encaminarse, sentarse, hablar y semejantes, todo está expresado en
un lenguaje figurativo, así dijeron los sabios: “se expresó la Torah en
lenguaje humano” y se han extendido bastante al respecto[175].
Este tercer principio es lo que nos encomienda al decir: “Pues no han
visto ninguna imagen[176]”, ya que Él, tal como expusimos, no es
material ni fuerza expandida en un cuerpo.
4º Principio
La eternidad de Dios. Saber que este Ser Único, al que nos referimos, es absolutamente eterno[177].
Nada de lo existente, fuera de Él, es anterior a Él[178], prueba de ello
son los abundantes versículos que hablan de este tema, en especial el
que versa: “El Dios desde tiempos remotos” (Deuteronomio 33:27).
5º Principio
S
ólo a Él es apropiado alabar y servir, difundir Su excelsitud y cumplir
sus preceptos, y no a cualquier otro que este por debajo de Él, ya sean
ángeles, constelaciones o cualquier tipo de ente[179], puesto que todos
ellos son limitados, no son ellos los que juzgan ni poseen libre
albedrío para actuar como les place[180], sino solo a Dios es digno
glorificar.
Asimismo, no es correcto apelar a nada ni a nadie para que nos sirva de
intermedio entre nosotros y Dios[181], sino sólo hacia Él deben ser
dirigidos todos nuestros ruegos y dejar de lado otro medio fuera de Él.
A este 5º principio hacen referencia todas las transgresiones referentes
a la idolatría y la mayoría de la Torah hace alusión a esto[182].
6º Principio[183]
Existe la profecía[184]. Esto es, que en la especie humana, existen
individuos con potencial y cualidades sobresalientes y dueños de una
plena perfección, con un espíritu sabio e inteligente, hasta adquirir
una mente sublime[185]. Es entonces cuando esta mente humana se apega a
una “mente superior”, siendo iluminada intensamente por ella. A este
tipo de individuos se los denomina: profetas y esa experiencia[186] es
la profecía siendo esa[187] su naturaleza.
Aclarar más este tema sería arduo extenso[188] y no es nuestra intención
aquí aportar pruebas irrefutables sobre cada principio, ni tampoco
elucidar la esencia de esta percepción profética, puesto que para ello
sería necesario como requisito, incursionar y tener noción de todas las
ramas de la sabiduría, mas en este coloquio sólo enumeraremos los
principios en forma esporádica. En cuanto a la profecía abundan en la
Torah eventos que atestiguan acerca de la profecía de varios profetas.
7º Principio
La profecía de Moisés, nuestro maestro. El punto principal es saber que
Moisés es el nivel superior[189], el “maestro” de todos los profetas
anteriores o posteriores a él, todos están por debajo de su nivel.
Moisés fue el selecto de toda la humanidad que captó respecto al
conocimiento de Dios más de lo que cualquier otro, en el pasado o en el
futuro percibió o percibirá[190].
Moisés logró la superación humana hasta alcanzar el nivel celestial y mantenerse en la categoría de los ángeles[191].
No se le interpuso a Moisés ningún obstáculo o velo entre él y Dios.
Asimismo ningún impedimento físico[192] ni carencia grande o pequeña. En
él se anularon por completo la imaginación[193] y desapareciendo los
deseos, los impulsos y la voluntad, quedándole sólo la mente[194] y al
respecto fue dicho: “él hablaba con Dios, no por medio de ángeles”.
Mi intención era esclarecer aquí este tema maravilloso, echando luz
sobre aquellos pasajes oscuros de las escrituras, explicar la expresión:
“Boca a boca hablaba Dios con él” y el resto de los conceptos ocultos
en ese versículo, empero, visto que estos temas son demasiados delicados
y precisaría aportar muchísimas pruebas, antecediendo abundantes y
largas introducciones y ejemplos, además requeriría explicar previamente
la esencia de los ángeles y sus niveles en que se distinguen de Dios,
elevado sea, como así también ahondar en el alma humana y sus
capacidades[195], sería imperioso también, explicar los distintos
términos con que se expresaron los profetas, dignos de ser aplicados a
Dios y a los ángeles, asimismo, explicar lo que el libro “Baal
Koma”[196] se refirió, más aun todo esto no sería suficiente, y aunque
quisiera resumirlo al extremo, me demandaría por lo menos más de mil
páginas, por todo esto lo dejaremos para otro compendio, tal vez en el
libro de la explicación de los dichos de los sabios, que me he propuesto
componer[197], o quizás en aquel otro acerca de la profecía el cual me
encuentro actualmente escribiendo[198], sino, lo incluiré en uno
especialmente dedicado a la elucidación de estos principios[199].
Volviendo al tema de este séptimo principio, diremos que la profecía de
Moisés, nuestro maestro, se diferencia de las profecías de los demás
profetas en cuatro aspectos:
1º diferencia: Cualquier otro profeta, no se comunica con Dios
[directamente] sino por medio de un intermediario[200], en cambio
Moisés, no precisaba de intermediarios, tal como dice: “boca a boca
hablaré con él” (Números 12:8)
2º diferencia: Todo profeta no recibe la profecía sino cuando están
durmiendo[201], como versa: “en sueños nocturnos” (Génesis 31:24) “en
sueños o visión nocturna” (Job 23:15) y otros ejemplos. Es factible que
le sobrevenga de día, pero luego que haya recaído sobre aquel hombre un
profundo sopor, de forma tal que queden neutralizados todos sus sentidos
y permanezca su mente libre, tal como ocurre al soñar. Esto es lo que
se denomina “Visión” o “Percepción”, sobre esto fue dicho “con visiones
Divinas” (Ezequiel 8:3), en cambio Moisés, venía a él la palabra de
Dios, aun en pleno día, (en estado lucido) mientras permanecía de pie
(la voz surgía) por entre los dos Querubines (que estaban por sobre el
arca sagrada) , tal como dice: “Me revelaré a ti ahí, y hablaré contigo
por sobre el arca” (Éxodo 25:22). Dijo el Altísimo: “Escuchad ahora Mis
palabras: si surgiere vuestro profeta, Yo, el Eterno, en visión Me
manifestaré a él, en sueño hablaré con él. No es así con Mi servidor
Moisés, … Boca a boca hablo con él” (Números 12:6-7-8).
3º diferencia : Todo profeta, al advenirle la profecía, aunque sea en
“visión” y por medio de un ángel, se aflojarán sus fuerzas, su cuerpo
se debilitará y se apoderará de él un profundo pavor, hasta sentir que
su alma está por salir de su cuerpo, tal como lo expresa Daniel cuando
(el ángel) Gabriel habló con él en visón: “Y no quedaron en mí fuerzas
pues la lozanía de mi semblante se convirtió en palidez de muerte y me
faltaron las fuerzas” (Daniel 10: 8 y 9) y más aún: “caí en profundo
sueño con mi rostro hacia el suelo” y dice: “por causa de la visión me
han sobrevenido dolores y no me quedan fuerzas” (Daniel 10:16). No
ocurría así con Moisés, sino que le sobrevenía la palabra de Dios sin
causarle temblor o debilitamiento de ningún tipo, tal como dice: “y
habló el Eterno con Moisés frente a frente, tal como habla un hombre con
su prójimo” (Éxodo 23:11) es decir, así como el hombre no se llena de
pavor al hablar con su compañero, de la misma manera ocurría con Moisés,
él no se estremecía cuando le sobrevenía la palabra de Dios, a pesar de
estar Moisés en el grado supremo de cercanía a Dios, como dice: “frente
a frente”[202], esto hace alusión al profundo nivel de percepción
mental, como dejamos expresado.[203]
4º diferencia: Los demás profetas no poseen la capacidad de
profetizar en cualquier momento que lo desean, sino sólo cuando Dios así
lo dispone, pues es factible que pasen años sin que el profeta perciba
ninguna profecía, o que el profeta pretenda saber algo por medio de la
profecía y tenga que esperar días o meses hasta recibir la profecía o
sencillamente no se le revele. Encontramos entre los profetas, quienes
se prepararon (para alcanzar la profecía) tratando de lograr un ánimo
alegre, tal como lo hizo Eliseo: “Y ahora, traedme un músico” y luego le
sobrevino la profecía, mas es factible que no le sobrevenga visión
alguna a pesar de predisponerse para ello[204]. En cambio Moisés,
nuestro maestro, en todo momento que él quería lograba (comunicarse con
Dios) pues está dicho: “esperad aquí y habré de escuchar lo que el
Eterno prescribirá para vosotros” (Números 9:8) y dice: “habla con
Aarón, tu hermano, y que no se acerque al santuario en todo momento”
(Levítico 16:2), explicaron los sabios: “Aarón está en el nivel de ´no
en todo momento`, empero Moisés, no está en el nivel de ´no en todo
momento`”[205].
8º Principio
La Torah es de origen Divino[206]. Esto es, saber que toda la Torah que
se encuentra en nuestras manos hoy en día, es la que recibimos por mano
de Moisés, nuestro maestro, y que en su totalidad procede de Dios, es
decir, que la Torah se le reveló a Moisés en forma completa, por parte
de Dios, elevado sea[207].
Esto es lo que se denomina metafóricamente: “hablar”[208], ignorando
cómo le llegaba la palabra de Dios, a excepción de Moisés, que fue el
que la recibió[209], no obstante Moisés era cual escriba a quien le
dictan y él escribía[210] tanto los sucesos, los relatos como los
preceptos, es por ello que se lo denominó: “el escriba”[211], por lo
tanto no hay diferencia entre aquello que dice: “y los hijos de Jam:
Kush, Mitzraim, Put y Cnaan” (Génesis 10:6) o aquel otro: “y el nombre
de su esposa: Meetavel hija de Jatred” (Génesis 36:39) o el que dice:
“Timná era concubina” (Génesis 36:12) con el que dice: “Yo soy el Señor
tu Dios” (Deuteronomio 5:6) o: “Escucha Israel el Eterno es nuestro
Dios, el Eterno es uno”[212] (Deuteronomio 6:4), puesto que todo es de
origen Divino y la Torah de Dios es completa, pura, sagrada y
verdadera[213].
Todo aquel que afirma que estos versículos[214] como los relatos, fueron
agregados por Moisés, es considerado por los sabios y los profetas como
un renegado[215], pues rebaja a la Torah más que cualquier otro
apóstata, ya que cree que en la Torah hay cosas importantes y otras
superfluas, sin encontrarle sentido[216]. (Pensar de esta manera) es
esencialmente, negar que la Torah es de origen Divino.
Afirmaron los sabios: “Aquel que sostiene que toda la Torah es de origen
Divino a excepción de un solo versículo que no fue dicho por Dios, sino
que Moisés lo agregó de sí mismo, sobre él dicen las escrituras:
‘porque la palabra del Señor despreció’”.
Sino que cada expresión y explicación de la Torah, posee mucha sabiduría
y profundidad para aquel que las entiende[217], siendo su sabiduría
inconcebible, como dice: “Su medida es mayor que la tierra y más ancha
que el mar” (Job 11:9), por lo tanto es apropiado que el hombre se
encamine por las sendas trazadas por David el ungido de Dios, quien
suplicó: “descubre mis ojos y muéstrame las maravillas de Tu Torah”[218]
(Salmos 119:18).
Lo dicho anteriormente es válido también con respecto a la explicación
que hemos recibido de la Torah[219], también ella es de origen Divino.
Aquellas cosas que ponemos en práctica hoy, por ejemplo: la construcción
de la Sucá, las cuatro especies, el shofar, las filatelias y otros, es
exactamente tal como Dios encomendó a Moisés y él nos lo trasmitió, pues
aquel mensajero[220], es digno de confianza.
El versículo que atestigua acerca de este principio es el que dice:
“Dijo Moisés: Con esto sabrán que el Eterno me envió a realizar todas
estas cosas, pues no han salido de mí” (números 16:28).
9º Principio
S
e refiere a la invariabilidad de la Torah, es decir que la Torah de
Moisés no será anulada[221] ni cambiada[222] por Dios, como así tampoco
Él la reemplazará por otra[223]. Asimismo no se le puede agregar ni
quitar nada[224], tanto la Torah escrita como la Torah oral, como está
escrito: “No le agregarán a ella ni menguarán nada de ella”
(Deuteronomio 13:1) y ya hemos explicado lo que era necesario aclarar
con respecto a este principio en la introducción que he compuesto a la
Mishná[225].
10º Principio[226]
Q
ue Él, elevado sea, conoce todos los actos del hombre y no les están
ocultos[227]. No es como aquellos que opinan: “Dios ha abandonado al
mundo”[228] (Ezequiel 8:12), sino, más bien, como está escrito: “grande
en consejo y poderoso es Dios, cuyos ojos están puestos sobre todos los
caminos del hombre[229]” (Jeremías 32:19) y fue dicho: “y vio Dios que
se multiplicó la maldad del hombre sobre la tierra” (Génesis 6:5) y más
aún: “las quejas de Sodoma y Gomorra, pues son inmensas” todos ellos nos
hablan acerca de este décimo principio[230].
11º Principio
Él, exaltado sea, recompensa a aquel que realiza los preceptos de la
Torah, y castiga[231] a todo el que transgrede sus prohibiciones[232].
Con respecto a la recompensa mayor, indudablemente se trata del mundo
venidero y el peor castigo, es la aniquilación del alma, ya nos hemos
extendido lo suficiente sobre este tema[233].
Apela a este undécimo principio lo escrito: “Y ahora, absuelve su causa,
de lo contrario, bórrame de Tu libro” (Éxodo 32:32) a lo que le
responde Dios: “Aquel que haya transgredido contra Mí habré de borrarlo
del libro” (Ibídem) esto nos comprueba que sabe quién transgrede y quién
Le es fiel, para dar castigo a uno y recompensa al otro[234].
12º Principio
La época mesiánica[235]. Es decir, saber con certeza que vendrá
(surgirá) el Mesías[236] y no pensar que se atrasará[237] y ”por más que
se demore lo aguardaremos”[238].
No se le debe asignar un tiempo (a su llegada) ni tampoco se hacen
especulaciones de las escrituras para establecer la fecha (o la época)
de su surgimiento[239]. Los sabios sentenciaron: “se entontezca el
espíritu de los que sacan deducciones de la fecha”[240].
Asimismo, debemos saber que el Mesías poseerá honra, grandeza, honor y
superioridad[241], más que cualquier otro rey[242] que haya existido. Es
nuestro deber engrandecerlo, amarlo y rogar por él[243], tal como
profetizaron sobre él desde Moisés hasta (el último de los profetas)
Malaquías.
Todo aquel que pone en duda o se burla de la venida del Mesías, reniega
de la Torah, pues en ella se asegura textualmente acerca de su
llegada[244], tanto en el episodio de Bilam[245] como en Deuteronomio
30: 3-5.
Parte de este principio es ser consciente que no se considera rey de
Israel sino sólo a aquel que desciende de la dinastía del Rey David y en
particular del Rey Salomón, y todo el que contradice este punto[246],
reniega de Dios y de Sus profetas[247].
13º Principio[248]
La resurrección de los muertos[249], esto ya fue explicado[250] anteriormente[251].
[154] Por ser que se menciona quiénes son los que no tienen parte en el
Mundo Venidero, quedando fuera de la congregación de Israel, es el lugar
más apropiado para mencionarlos en forma ordenada y codificada, así
observaremos que los 13 principios fueron ordenados en base a estos
puntos que menciona la Mishná, tal como lo veremos en la nota siguiente.
[155] Los trece principios están divididos en tres categorías: 1)Del 1º
al 5º inclusive, tratan acerca de Dios, 2) Del 6º al 9º inclusive,
hablan acerca de la profecía y 3) Del 10º al 13º tratan de la recompensa
y el castigo. Es factible que este orden derive directamente de nuestra
Mishná que dice: “Estos son los que no tienen parte en el Mundo
Venidero, los que dicen que no habrá resurrección de los muertos, o que
la Torah no es de origen Divino y los Apicorós –apóstata-” Así al decir
“resurrección de los muertos” se refiere a la tercera categoría –
Recompensa y Castigo, al decir: “que la Torah no es de origen Divino” se
refiere a la segundo categoría – Acerca de la profecía, y al decir
“Apicorós” hace alusión a la primer categoría –Acerca de Dios. Así
también, observamos que en el Mishné Torah, el autor nos los cita todos
los trece principios juntos, sino que los primeros 9, los que tratan
acerca de Dios y los que tratan acerca de la profecía, los menciona y
explica al comienzo del primer tomo: Isodé Hatorah – Fundamentos de la
Torah, comenzando luego por los temas relacionados con Dios, por ser lo
más importante, trascendental y básico y luego pasa al tema de la
profecía, que depende de lo anterior. Después la tercera categoría, la
de recompensa y castigo, una parte es mencionada al final de este primer
tomo, en Hiljot Teshuvá – Leyes del arrepentimiento, y otra parte (lo
referente a la era mesiánica) lo hará al final de toda su obra, al final
del tomo 14, Hiljot Melajim – Leyes acerca de los Reyes. Esta división
entre las dos primeras categorías, que son citadas al principio y las
dos juntas de la tercera categoría que figura al final del tomo o de la
obra, probablemente se debe a la idea que tanto insistió el autor,
“Kabalat Ol Maljut Shamaim veol Mitzvotav” es decir, la concepción de un
Ser Supremo y Perfecto, nuestro sometimiento absoluto a Él y obediencia
a lo que emana de Su sabiduría, como ya lo describió extensamente
cuando habló del servicio a Dios por amor, y es por eso que aleja el
tema de la recompensa para el final, es decir, la recompensa venir
vendrá, pero no es lo más apropiado que sirvamos a Dios por ello.
[156]El principio en su máxima expresión es saber y no sólo creer. Hay
tres tipos de saber: 1) El saber por tradición o testimonio (me dijeron
que existe un país que se llama Japón). 2) El saber por medio de los
sentidos (ciencia empírica) por ejemplo yo veo que el cielo es azul. 3)
El saber lógico (ciencia a priori) por ejemplo el entero siempre es
mayor que el ½ .
Esta última categoría del saber, es superior a las otras dos, por
ejemplo, por más que con mis propios ojos vea a alguien que introduce
dos caramelos en una bolsa, luego pone otros dos y luego saca cinco,
sostengo, sin lugar a dudas, que se trata de un truco, pues lógicamente
es imposible que 2+2=5, claramente vemos que al contraponerse el saber
por medio de los sentidos contra el saber lógico, este último predomina.
Análogamente, el saber lógico se antepone al tradicional o testimonio,
por ejemplo si bien nunca estuve en Japón, sé que existe por medio del
testimonio o lo que me cuenta la gente, pero si yo no sé si el anillo
que me quieren vender es de oro o no, no puedo fiarme solamente en lo
que me dice el vendedor, pues este tipo de conocimiento tiene valor
siempre y cuando no haya interés de engañarme y que no contradiga la
lógica. Por supuesto que en todo caso la excepción es el milagro, es
decir, aquella situación en la cual la norma es violada momentáneamente,
para luego volver a la norma. No obstante, los milagros no atentan
contra la lógica (un milagro no puede sostener: uno que son tres pero
siguen siendo uno) Aceptar la situación del milagro, no contradice la
lógica, aunque sí contradice las leyes naturales constantes.
No se nos escapa que la sabiduría humana es limitada, pero este nivel de
racional “saber de la existencia Divina” es el más alto al que puede
acceder un hombre normal. Por sobre este nivel racional, se encuentra el
de los profetas que sobrepasan el nivel racional, ya sea por
inspiración Divina o por profecía.
[157] “Existencia”, es la palabra que más se repite, no es algo que se
le haya pasado por alto al autor, con la misma persistencia reitera esta
expresión en el Mishné Torah, Hiljot Iesodé HaTorah.
[158] No está queriendo decir que fuera de Él nada existe pues el mundo
existe y éste no forma parte de Dios, pues el judaísmo rechaza el
panteísmo de Espinosa. Tampoco está negando que fuera de Él exista algo,
pues el mundo no es una ilusión, sino que en lo que está poniendo
hincapié el versículo, es que no hay otra verdad como la de Él, excepto
la de Él.
En resumen, hasta aquí hemos afirmado: Dios existe, no depende de nada y
todo depende de Él. Se desprende de aquí, que hay dos tipos de
existencias: la obligatoria (Dios) y la opcional (el resto de lo
existente)
[159] Ya que al depender todo de Él, si Él no existiera, nada podría
existir, tal como un edificio de 10 pisos, si quitamos el primer piso,
los que se apoyan sobre éste se derrumbarían.
[160] Es decir no hay otra Existencia verdadera como la Suya, que no
dependa de nada y que todo dependa de ella. Existen distintos niveles de
verdades. El nivel físico, por ejemplo, tenemos cinco objetos y al cabo
de un tiempo uno de ellos se deteriora, ahora quedan cuatro. Esto no
quiere decir que no era verdad que habían cinco objetos. Lo que sucede
es que era una verdad relativa y muy susceptible a ser modificada por
múltiples factores. El próximo nivel es el de la Ética, por ejemplo,
amar al prójimo, casi siempre esta premisa es válida, pero existen
excepciones, aquellas situaciones en que abandonamos esta regla, por
ejemplo el caso de un asesino. Es decir, que no es algo inamovible,
constante, sino que puede cambiar. El tercer nivel, el de las leyes
físicas, por ejemplo la ley de la gravedad, donde dos cuerpos se atraen
mutuamente, pero hipotéticamente, puede existir un sistema diferente en
el cual esta ley no rija, es decir, en teoría, esta ley podría ser
distinta. El cuarto nivel, es el de las matemáticas, en realidad, es más
estable que los anteriores, tanto en el tiempo como en el espacio, pero
las matemáticas son conceptos inventados por el hombre, que utilizados
lógicamente funcionan en la realidad (muchos de estos conceptos jamás
podrían aplicarse en el mundo físico, tal es el caso de los números
negativos). El quinto nivel es el que ostenta la Torah, si bien la Torah
nunca cambiará, fue creada por Dios, por ende tuvo un comienzo, no
existió desde siempre. Lo que queda claro entonces es que cada uno de
estos niveles puede existir o no existir (de hecho hubo momentos en que
no existían, antes de ser creados), por lo tanto no son absolutos, y
entonces no poseen el grado de “verdad obligatoria de ser” (en hebreo:
“Mejuiav hametziut” ). En cambio Dios es la verdad absoluta, obligatoria
e imperturbable, hasta el punto tal, que si Él dejara de existir, todo
dejaría de existir, al ser que desaparece el agente base, tal como el
edificio de varios pisos, al quitarle su base, todos los pisos caen.
[161] Causa primera. La relación de Dios con la creación no es similar a
la relación de un artista con su obra, en donde una vez finalizada la
obra no existe relación ni precisa del artista para existir; no ocurre
así con Dios y la creación, sino que ésta existe todo tiempo que Dios
quiere que ella exista. Nótese que el autor no utiliza ninguno de los
nombres con los que se denomina a Dios, esto no es casualidad, pues no
quiere definir a Dios con algo externo a Él. Así, encontraremos que
otros pensadores judíos, describen a Dios como “El Dios de Israel”, el
Dios de la historia de Israel, el que lo acompaña, lo protege y lo
conserva. A pesar de que esto es verdadero, todavía se puede lograr una
definición mejor, pues en esta definición, al no percatarse de la
presencia de Dios en la historia, fácilmente pueden creer que no es
correcta esta premisa y así suponer que todo es falso. Además, esta
definición, estaría poniendo a Dios al servicio del hombre, haciendo del
hombre el centro, cuando en realidad es al revés. Por último, esta
definición, no me habla de la esencia de Dios sino de Sus actos. Hay
quienes lo definen como el Juez supremo, aquel que controla y juzga,
castigando a los culpables y recompensando a los correctos. También esto
es correcto y cierto, pero nuevamente el hombre es el centro y Dios es
el que preserva su entorno, además este es un acto de Dios, es lo que Él
hace, no lo que Él es. Otros lo definen como el Creador; tal como en el
anterior, no me habla de la esencia sino de Sus actos, nuevamente pone
al hombre como centro es por eso que Maimónides no lo define en base a
la creación del mundo, pues cabría la pregunta: ¿Antes de la creación
del cosmos, Dios no era definible?, además, el tema de la creación
ex-nihilo es indemostrable con pruebas indiscutibles (no confundirse, el
hecho que veamos un orden magistral en la naturaleza, eso me habla de
alguien que la ordena, y no de un Creador); y entonces, al no poder
demostrar la creación, podría también poner en duda la existencia de un
Creador. Otros prefieren definir a Dios como Todopoderoso. Esta
definición, a diferencia de las anteriores, (Creador, Juez Supremo o
Protector de Israel) tiene la supremacía de no estar poniendo al hombre
como centro y a Dios a su servicio (Me creo, Me juzga, Me protege), y
además es menos factible que se pierda la fe al no poder comprobarlo en
la realidad (por ejemplo cuando no puede comprobar la Creación ex
nihilo, entonces concluye que no existe Creador, o cuando ve aparentes
injusticias, concluye que no hay Juez; o cuando le parece que el pueblo
judío fue abandonado, entonces no hay un Protector), si bien esta
definición de Todopoderoso, sigue refiriéndose a Sus actos y no a Él
mismo, está exenta de estas falencias; no obstante debe enfrentarse a un
despropósito mayor, tal es que a diferencia de las definiciones
anteriores, esta descripción (Todopoderoso), está despojando a Dios de
todo valor ético, cosa que no sucede al precisarlo como Creador, Juez o
Protector, que imperan en estos conceptos valores tales como: bondad,
ética, justicia, etc. Maimónides estuvo muy pendiente de todos estos
temas al tener que definir a Dios, y es por eso que la definición de
Dios que utilizará proviene de lo que Él es, es decir, lo poco que
nuestra mente flaca puede comprender de Dios, o sea, ¿Quién es Dios? La
única existencia verdadera, el que existe siempre, ¿ Cuál es su
peculiaridad? Que existe y en eso se diferencia de todo lo demás ya que
Su existencia no es como la de los demás. Es una existencia que difiere
de cualquier otra no en cantidad sino en calidad, en esencia es
distinta, pues todo lo que existe depende de otras cosas para existir,
mientras que Él, elevado por sobre todo, no precisa de nada. Esto es lo
que expresa el término hebreo: “Matzui”= existencia independiente,
necesaria, contingente; mientras que “Nimtzá” = existencia dependiente;
todo esto lo analizará el autor en los próximos párrafos. Esta
definición de Dios, no depende de este mundo, ni del hombre
[162] En algunas ediciones, como por ejemplo al final de los libros de
oraciones, este primer principio está expresado de otra manera: “Dios
existe y controla todo”, en realidad esta expresión contiene otro
concepto además del que menciona Maimónides, pues la idea de que Dios
controla todo, figura parte en el 10º principio y parte en el 11º. Y es
lógico que así sea, pues en esta primera categoría trata acerca de Dios
en sí mismo, independientemente de la existencia de este mundo, en
cambio en la tercera categoría en donde se inscriben el 10º y 11º
principio, allí trata de la relación de Dios con la Creación, es decir,
recompensa y castigo.
[163] No es un todo formado por varias compuestos, como por ejemplo un
cardumen que está compuesto por varios peces, o el ser humano que está
formado por varios órganos
[164] Forma parte de este principio saber que Dios es indivisible, que
no tiene partes, es por eso que no se debe confundir y suponer que el
Nefesh o alma humana es “parte de Dios” pues esto implicaría que Dios
tiene partes, y que esto atenta contra el principio de unidad, tal como
lo expresó Maimónides en “Hiljot Isodé HaTorah” capítulo 1º. Lo que
llevó a pensar así a aquellos que pregonaron esta idea es el versículo
de Génesis 2:7, “E insufló Dios, -en el hombre- el alma viviente…” y lo
ejemplifican con alguien que infla un globo, primero debe llenar sus
pulmones con aire, y luego ese aire que ya pasó a formar parte de él,
ahora lo pasa al globo, entonces, resulta, que en el interior del globo
hay una parte de aquel individuo, así también, ocurre con Dios, al
insuflar, es decir soplar dentro del hombre el hálito de vida, concluyen
que este soplo, efectivamente es una parte de Dios, tal como lo dijo en
el ejemplo del globo, pero la analogía no es correcta, en primer lugar
el ejemplo no es bueno, pues Dios para insuflar el hálito de vida no
necesariamente debe hacerlo a la forma en que lo hacen los humanos al
soplar, pues Dios no tiene pulmones, ni tampoco la expresión “insuflar”
como cualquier otra que implique un –antropomorfismo- corporación de
Dios no debe ser entendida literalmente. Por lo tanto al ser un ejemplo
errado, lógicamente su conclusión, -en este caso, de que el alma es una
parte de Dios- también lo es. Por lo tanto las expresiones de este tipo
hecha por los grandes rabinos cabalísticos deben ser entendidas teniendo
en cuenta que no pueden contradecir estos principios del judaísmo, que
son sostenidos por todos los sabios, incluyendo los grandes sabios de la
cabalá, entonces, al tener esto presente y percibirnos de que no se
están refiriendo a los que a simple vista se ve, entonces podremos
enfocarnos en otros aspectos y entender entonces la verdadera y profunda
idea que intentaron transmitirnos con esa expresión. En nuestro caso,
lo que quisieron decir los sabios cabalísticos, es que el alma del
hombre proviene de Dios, no es algo de este mundo sino que es de origen
celestial, pero esto no implica que es parte de Él, lejos de Él
semejante imperfección.
[165] Pues toda materia es divisible. Al principio se creía que el átomo
era la unidad básica. Luego el núcleo del átomo. Hoy en día y así
sostenía Maimónides, la idea es que toda materia puede ser divisible.
[166] Por cuanto que la diferencia es de calidad y no de cantidad, es
imposible asimilar a Dios a cualquier cosa que conozcamos. Ni siquiera
en forma parcial. Es por eso que afirmar que se puede comparar algunos
aspectos de cualquier otra existencia sería contradecir este punto. Por
esta misma causa, al afirmar que el alma es parte de Dios, se debe tener
extremo cuidado, y no imaginar que se trata de que el alma es una parte
de Dios, aunque sea una parte minúscula, sino que, como ya dijimos,
debe ser entendido como que el alma “proviene” de Dios, es decir que Él
la formó.
Concluyendo pretender imaginar o comparar a Dios con cualquier cosa es
sencillamente una pérdida de tiempo, por no decir una gran equivocación.
Esto es lo que Maimónides expresa en la Guía de los Perplejos:
“-Percibirte es percatarse de la incapacidad de contemplarte plenamente.
Para Ti el silencio es alabanza, mas en cuanto a vuestros labios
vigilad los que pronuncian. Porque Dios está en los cielos elevado por
sobre todo, y tú, ser mortal, eres de la tierra, por lo tanto, sean
pocas tus palabras”.
Es por eso que cuando Moisés pide conocer a Dios, Dios le dice: “No
podrá percibirme el hombre ni ningún ser vivo” esto no implica que
después de muertos podremos percibir a Dios, sino que se debe entender
como que nadie puede captar a Dios, ni el hombre ni ningún ser, es decir
nada ni nadie, pues percibir a Dios es ser Él, pues Su conocimiento y
Él son una sola cosa, una unidad absoluta, como dijimos no tiene partes
que puedan dividirse, por lo tanto sólo Él puede concebirse. Pero lo
máximo que puede llegar el hombre es descubrir qué no es Dios, es decir
lo que Dios no es, esto fue denominado Vía Negativa, de esta manera sin
tener un conocimiento directo de Dios, igualmente estamos más cercanos
pues nos vamos alejando de los conceptos erróneos, y esto es lo que Dios
le dijo a Moisés: “Verás Mis espaldas más Mi rostro no percibirás”, así
tal como el que ve a un individuo de espaldas, si bien no puede
conocerlo plenamente, no obstante, si en un interrogatorio policial en
el cual el testigo vio al ladrón de espaldas esa visión (de espaldas) le
sirve para poder diferenciarlo de los demás, pues puede saber que no es
aquel pues este es más alto o es más gordo, etc. y así ir eliminando a
los demás no obstante no podrá afirmar cien por ciento que es aquel.
Igualmente ocurre con la percepción de Dios, al saber qué cosas no se le
pueden atribuir a Dios, qué cosas en realidad son fuerzas naturales,
etc., entonces en realidad estamos más cercanos al conocimiento
verdadero de Dios a pesar que todavía no sabemos nada de Él en forma
positiva. Es decir puedo decir qué no es Dios, pero eso no implica que
puedo decir qué es Dios. Esto es lo que Dios le dijo a Moisés: “Haré
pasar todo Mi bien delante de ti…” refiriéndose a toda la creación, pues
en cada cosa que Dios creó, dijo: “Y vio Dios que era bueno” (bueno y
bien en hebreo se escriben de la misma mera) es decir Dios hizo pasar
ante Moisés todo lo creado (incluyendo a los ángeles que también fueron
creados) para que de esa manera Moisés sepa que esas son creaciones y no
Dios y de esa manera alejar de su concepción de Dios cosas ajenas a Él,
pues al ver algo no se apresurará a suponer que eso es Dios o que fue
hecho directamente por Él, sabrá que en realidad eso es un ángel (como
le ocurrió a Manoaj en Jueces) o una fuerza natural.
No obstante todos los apelativos de la Torah o los sabios acerca de
Dios, no se refieren a lo que Dios es sino a acciones de Dios. No es que
Dios es bueno, sino que actúa con lo que nosotros, los humanos,
denominamos bondad, no es que la esencia de Dios sea ser misericordioso o
justo sino que Él actúa con misericordia y con justicia y así con todo
lo demás.
En palabras de la cabalá “Let majshabá tfisa ve clal ” – Ningún pensamiento puede captarLo para nada.
[167] En resumen, cuando hablamos de la unicidad de Dios, nos referimos
a: 1º Uno, (no como un lápiz , que puede haber otros lápices), 2º Único
(es decir no existe otro) 3º Indivisible, (no tiene partes) 4º
Incomparable (es decir que no podemos compararlo con otros seres ni
siquiera parcialmente), 5º Inimaginable (no podemos ni siquiera
imaginarlo, pues la imaginación funciona utilizando y combinando cosas
que ya conocemos).
Es importante destacar que el primer precepto que está encomendado el
judío (al cumplir los 13 años) es recitar el “Shemá Israel” es decir,
concientizarse de estos dos conceptos; que son los dos conceptos a los
que nos referimos hasta ahora: Que Dios existe y que es Uno
[168] Este principio, es un claro ejemplo, de que el autor menciona por
separado principios que probablemente podrían ser incluidos o derivados
lógicamente de otro principio. Pues la negación de cualquier tipo de
corporación de Dios, es un derivado lógico del principio anterior, la
unidad, como ya fue explicado, que todo lo físico es divisible y posee
partes. No obstante Maimónides consideró adecuado contarlo como un
principio aparte, pues no todos pueden descender hasta la profundidad
del principio de unicidad absoluta y todas sus consecuencias lógicas.
[169] El que piensa que Dios tiene cuerpo o forma, es más grave que el
que hace idolatría, pues el que hace idolatría suponiendo que esa es la
manera de servir a Dios, o tal vez cree en Dios pero cree que Él actúa
por intermedio de otras fuerzas a las que hay que servir para ganarse su
favor, tiene en su mente la idea verdadera de un Dios único y
Todopoderoso, es decir, su problema es técnico, la manera de servirLo,
en cambio el que no hace idolatría en la práctica pero piensa que
existen dos dioses o que tiene cuerpo o cosas por el estilo, a pesar que
no lo lleve a la practica con algún acto, se encuentra en una posición
más grave pues es un error conceptual, de base, que lo mantiene apartado
sin importar si realiza o no algún acto, tal vez se dé el caso de que
suponga que Dios tiene cuerpo o forma y esa persona cumpla los
preceptos, no obstante, de nada le sirve pues este individuo en realidad
está sirviendo a otro dios.
[170] Y si el Creador tuviera cuerpo o forma, tendría que tener límite y fin, tanto en lo físico como en el tiempo.
[171] Es por eso que no es correcto decir que “Dios está en algún lugar”
ni tampoco que “Dios está en todos lados” pues “estar” implica un
accidente de la materia, una cualidad de lo físico y Dios no tiene
físico, por lo tanto tampoco tiene un lugar. Así como el sentimiento del
amor no tiene un lugar, pues no es algo físico. Los sabios del Midrash
los expresaron diciendo: “El mundo no es Su lugar, sino que Él es el
lugar del mundo”
[172] Esta es la respuesta a la famosa pregunta: “Si Dios es
Todopoderoso, ¿Él puede crear una piedra que sea lo suficientemente
grande que Él mismo no la pueda alzar?” A simple vista, es una pregunta
que nos deja acorralados, cualquiera sea la respuesta, estamos
concediendo que Dios no es Todopoderoso. Pero para el entendido, esta es
una pregunta cuya respuesta es muy fácil: “La pregunta no es pregunta”,
es decir no tiene sentido, pues está suponiendo que Dios tiene
parámetros humanos o físicos, arriba y abajo, fuerza física, etc., y una
vez que da por sentado este antropomorfismo intelectual (otorgarle a
Dios conceptos humanos, que piensa como pensamos los humanos, que actúa
como actuamos los humanos, etc.) entonces la pregunta tiene cabida, pero
si le demostramos que esta pregunta está partiendo de una base errónea,
(otorgándole a Dios atributos que no le corresponden) entonces la
pregunta jamás comienza. Es como preguntarle a alguien “¿Qué es más
grande el color rojo o 40 grados de calor?” sencillamente esta pregunta
no tiene respuesta pues no tiene sentido.
[173] Pues para que haya un cambio debe existir antes Acto y Potencia,
es decir un huevo es un pollo en potencia y para que algo pase de
Potencia a Acto precisa algo externo a él para que lo haga pasar de
Potencia a Acto, pues si no era algo externo a él, lo que lo haga pasar
de potencia a acto, sino que era algo interno de él, cabría preguntarse:
¿Qué es lo que le impedía pasar de Potencia a Acto? Y por ser que no
existe nada que Lo influencie a Dios, tal como dejamos claro en los
primeros principios, pues sólo Él es la causa primera y no precisa de
nada ni nada lo influencia, por lo tanto deducimos lógicamente que Dios
no tiene cambios.
[174] De aquí concluimos que es imposible aun imaginarse de alguna
manera a Dios, ya que la imaginación funciona asociando o uniendo
imágenes o partes de cuerpos que conocemos, pero la capacidad
imaginativa no puede proyectar algo que jamás percibió en forma parcial,
total o asimilativa; tal como a un ciego de nacimiento jamás se le
podrá describir para que se imagine el color rojo, ya que los parámetros
que utilizaríamos para describirlo le son completamente desconocidos al
ciego (color fuerte, brillante, similar al color de la sangre, etc.)
[175] En el lenguaje humano solemos utilizar expresiones cuyo sentido no
es el literal, por ejemplo: “…se arrojó sobre su amigo como un león…”en
donde no se refiere a que lo atacó a la manera de los leones, sino que
está haciendo alusión a la fiereza del ataque. O cuando se dice: “lo
acosó con el filo de su lengua”, que se refiere a que lo interpeló con
palabras duras y agresivas.
[176] Este versículo que cita Maimónides para testimoniar acerca de este
principio, nos habla claramente que no vieron ninguna representación
física de Dios cuando Él se reveló a todo el pueblo en le monte Sinai,
sino que solamente escucharon la palabra de Dios. Esto debe ser
entendido correctamente, pues de lo contrario podríamos caer en otro
error, pues también la voz es producto de algo físico, es por eso que
Maimónides explica en la Guía de los Perplejos, II parte, capítulo 32 y
33, donde explica que aun esa voz de Dios que escucharon en los diez
mandamientos, no se trataba de una voz acústica, sino de una voz
intelectual, el ruido que escucharon acústicamente era el sonido del
Shofar, y eso no es Dios, de esa manera el autor aleja todo tipo de
corporación de Dios, aun la más leve como podría ser atribuirle a Dios
la voz acústica.
[177] Cuando hablamos de eternidad, no sólo nos referimos a alguien
inmortal, es decir que vivirá para siempre, sino que al referirnos a
Dios como Eterno, aludimos a que existe desde siempre, o sea eterno
tanto hacia el futuro, como hacia el pasado, en otras palabras que Dios
existe existirá y existió siempre. Ver Guía de los Perplejos 57-58.
[178] Esto implica que no puede haber nada que existe antes que Él, por
lo tanto todo lo que existe fuera de Dios, ya sean existencias
materiales como espirituales (ángeles) fueron creadas y no que existen
eternamente. Sostener este principio implica afirmar la creación
exnihilo y no como sostiene Aristóteles que el mundo es eterno, es decir
existió desde siempre. Lo que llevó a Aristóteles a pensar así es la
gran pregunta teológica que La creación implica un cambio en la voluntad
de Dios, es decir que la creación lleva a preguntar ¿Qué es lo que hizo
que Dios quiera crear ahora y no antes o después? En otras palabras el
problema sería que lo hizo pasar de Creador en potencia (como lo era
antes de la creación) a Creador en acto, con todos los problemas
teológicos que esto implica, y como ya explicamos en la nota
correspondiente al 3º principio. No obstante Aristóteles reconoce que la
existencia de Dios es la causa de todo aun de este universo y que su
existencia es más perfecta y sin Él el universo no existiría, y esta
aparente contradicción (de que si Dios es el que antecede a todo
entonces el universo no puede ser eterno, pues Dios existe antes que él,
por lo tanto no es eterno el universo) Aristóteles soluciona este
conflicto explicando que en realidad el universo depende de Dios y esto
no contradice la idea de que sea eterno, pues es automático, existe Dios
– existe el cosmos, sería como el ejemplo de la luz y la sombra,
indudablemente la sombra es causada por una luz, sin luz no hay sombra,
no obstante, no podemos decir: la luz está antes que la sombra, sino que
ocurren al unísono, hay luz – hay sombra, así el universo sería como la
“sombra” de Dios. Hoy en día la ciencia demostró que Aristóteles se
equivoca, porque las estrellas no existieron desde siempre, sino que
nacen y desaparecen, es decir esto, junto con la teoría el Big Bang, dan
por tierra con la idea de un universo estático y eterno. En La Guía de
los Perplejos, Maimónides demuestra que Aristóteles no tiene pruebas
lógicas tajantes e irrefutables de que todo es eterno, sino que
Aristóteles se inclina más por esa opinión, pero no por razonamiento
lógico. No obstante Maimónides sostiene que la idea de un universo
creado y no eterno, es más lógica, máxime cuando tenemos la profecía que
así lo afirma, entonces ¿por qué descartar lo que afirma la profecía en
Génesis basándonos en una “inclinación aristotélica” que no está
sustentada en axiomas lógicos? Con respecto a la pregunta teológica que
plantea la idea de la creación, Maimónides le recrimina a Aristóteles,
el hecho de que haya caído en el mismo error que él le recrimina a los
demás, tal es pensar en Dios con conceptos humanos, “antropomorfismo
intelectual” que ya comentamos en el 4º principio. Pues comprender la
Voluntad de Dios significaría conocer a Dios plenamente, lo que
implicaría ser Dios, pues ya dijimos que Dios y Su vida, son uno solo,
tal como Dios y Su voluntad y Dios y Su saber, y no que son dos cosas
separadas como ocurre en el ser humano, por lo tanto lo que está
sucediendo en aquellos que plantean esta pregunta es que parten de
premisas erróneas entonces, por más que la lógica sea correcta llegarán a
conclusiones erróneas, y el punto es que al suponer que la Voluntad de
Dios funciona y actúa como el ser humano, (es decir que tiene acto y
potencia esta es la premisa errónea de la que parten) entonces concluyen
que no puede ser que haya una creación por parte de Dios (pues
implicaría un cambio), conclusión lógica correcta si la premisa fuera
correcta, pero al no serlo, tampoco lo es la conclusión. Y por ser que
nosotros los humanos, no sabemos cómo funciona la Voluntad de Dios,
entonces no podemos llegar a la conclusión de que la idea de la creación
contradice la idea de un Dios sin cambios.
Platón sostenía que todo parte de una materia que siempre existió, es
decir eterna. Lo que lo llevo a pensar eso es la ley física de que nada
se pierde todo se transforma, no puede de la nada existir algo, pues
esto sería como decir que a un triángulo se le agregue otro lado y no se
transforme en un cuadrado sino que siga siendo un triángulo, algo
imposible, pues al agregarle otro lado dejaría de ser triangulo, ya que
la definición de un triángulo, como su nombre lo expresa, es que tenga
tres ángulos, y al agregarle un cuarto lado, poseerá cuatro ángulos, lo
que hace que sea un cuadrado y no un triángulo. La respuesta, a Platón
es que el absurdo lógico es absoluto pero el absurdo científico
(conocimiento del mundo) no es absoluto, puede ser que nosotros todavía
no conozcamos, ignoramos otros aspectos, pero eso no quiere decir que es
imposible, la ciencia empírica por definición no es absoluta, tomemos
por ejemplo un niño que desde que nació se lo puso en una isla sin
ningún ser humano y nunca vio una mujer, luego al hacerse adulto nos
presentamos ante él y tratamos de explicarle como funciona la naturaleza
y explicarle que en realidad él nació del vientre de una mujer, para
este joven será imposible creer semejante cosa, pues cómo sería posible
entrar allí adentro, y poder vivir sin oxígeno etc. Este razonamiento
del joven es perfectamente normal y es pura ciencia empírica, pues al
vivir él en un mundo en el que desconoce completamente semejante cosa
que no la vio nunca ni se la imagina, entonces jamás podrá pensar que es
posible, hasta que lo vea, y ésto ocurrirá cuando ya no esté en esa
isla, o cuando le traigan una mujer embarazada y pueda analizarla y
comprobar cómo es posible, pero para ese entonces ya habrá dejado de
estar en la misma situación en la que estaba, es decir una isla sin
ningún ser humano. Igualmente le ocurre a Platón, que no puede concebir
la idea de una Creación de la nada.
¿Por qué para el judaísmo es tan importante el tema de la creación? Por
tres motivos, el 1º motivo es porque ello implica un objetivo, es decir
que si hubo una creación esto implica un Creador inteligente, y si es
inteligente, entonces Su creación implica un objetivo, pues ningún ser
inteligente realiza actos sin sentido. Por lo tanto el mundo tiene un
objetivo, el ser humano tiene una función en este mundo y por lo tanto
debería tratar de alcanzarla (y eso se hace por intermedio de los
preceptos y la percepción de Dios) El 2º motivo es que la creación hace
que el milagro sea posible, pues cada milagro implicaría que Dios está
sumido en el tiempo y atentaría también contra la idea de que Dios no
cambia en cada instante, y al afirmar la creación, decimos que todos los
milagros ya fueron incluidos en el momento de la creación para que
sucedan en el momento que deben ocurrir, tal como dice el Pirke Abot:
“Diez cosas creó Dios en el crepúsculo del sexto día…” en donde nos
relata la mayoría de los milagros que luego veremos que ocurren en los
distintos pasajes de la Torah. Es decir que Dios, conocedor de todo, ya
sabía que iba a llegar un momento tal que el mar rojo debería partirse
para dejar pasar a los hebreos, que la tierra se iba a abrir para
tragarse a Koraj, y así con el resto de los milagros. El 3º motivo es
fundamentar el tema del milagro mayor, que es la Hashgaja –Providencia-,
que existe relación entre el comportamiento humano y el comportamiento
de la naturaleza, es decir que dependerá de las acciones del hombre;
esto es algo que la ciencia no tiene cómo explicarlo y lo niega
rotundamente, ¿qué relación hay entre la lluvia y que yo me porte bien?
Tal como lo afirma el judaísmo. Pero si creo en la creación por parte de
un Creador inteligente cuya obra tiene un sentido, entonces Él es el
que “programó” a la naturaleza para que actúe de cierta manera pero
cuando el hombre actúa bien las cosas pueden ser distintas.
Si bien en el mundo observamos un orden perfecto, a pesar que esto
contradice la cuarta Ley de la termodinámica que todo tiende al
desorden, por lo tanto el orden nos está hablando de que esto no puede
ser producto del azar, por más que observemos un tarro de tinta
derramado sobre un libro no podemos creer que con el transcurso de
millones de años ese libro de tantas páginas fue escrito por casualidad
al derramarse la tinta, máxime al tratarse de un libro con una exquisita
literatura. No obstante no debemos confundirnos y suponer que ésta es
la prueba tajante e irrefutable de que existe un Creador, pues ésto se
asemeja más a aquel que paseando por la luna observa a lo lejos la
bandera de Estados Unidos plantada allí desde hace muchos años, esto no
implica que los americanos hayan creado la luna, sino que alguien además
de él estuvo allí. En síntesis, el orden perfecto del cosmos me está
hablando de Alguien que lo ordenó y no necesariamente de que alguien lo
creó. (Seder y mesader). El Midrash explica este punto en forma
fantástica, allí nos cuenta acerca de Abraham y su búsqueda de Dios, y
nos dice que el descubrimiento de Dios por parte de Abraham ocurrió
cuando Abraham vio luz en el interior de la casa entonces supo que hay
alguien en la casa. Nótese que no dice que vio a alguien construyendo
una casa, sino que vio a alguien en el interior de ella.
[179] Maimónides en el Mishné Torah, Hiljot Avoda Zara -Leyes de la
idolatría- Cap 1º, nos explica que así fue como comenzó la idolatría. En
la generación de Enosh los hombres sabían que el sol y la luna, como
todas las estrellas eran creaciones de Dios y que cumplían Su Voluntad,
como los ministros del rey. Entonces ellos razonaron: “parte del honor
del rey es honrar a sus ministros” Así fue como comenzaron a rendirles
honor al sol y la luna, no pensando que se trataba de dioses o
semi-dioses, sino como parte del Honor y respeto a Dios. Con el tiempo
las próximas generaciones vieron que sus ancestros servían a los astros y
también ellos continuaron haciéndolo, pero ignorando que se trataba de
honrar a los servidores de Dios, y así fueron considerando semidioses a
los astros para luego olvidarse completamente de ese Dios incorpóreo,
sustituyéndolo por esos cuerpos inertes. Sin duda al principio la
intención era servir mejor a Dios, pero en la práctica se tornó en
idolatría, es por eso que para el judaísmo el que reza a cualquier otro
ente (ángeles, almas de fallecidos, etc.) se considera como que está
haciendo idolatría (Mishné Torah, Hiljot Avoda Zara cap 2º)
[180] Por lo tanto no es a ellos a quien debe dirigirse para implorar
misericordia o que se apiade de nosotros, o que nos cure, etc. Ya que
ellos no tienen la posibilidad de cambiar el veredicto sino sólo Dios.
[181] Esto incluye la prohibición de rezarle a los muertos para que
pidan misericordia por los vivos. No obstante, dirigirse a las tumbas de
los grandes sabios y pedir a Dios para que por el honor o el mérito de
esas ilustres personas se apiade de nosotros, no contradice este
principio pues le está rezando a Dios y no a un intermedio.
[182] Este quinto principio es el que cierra la primera categoría de los
principios que tratan acerca de Dios. Además es un puente entre esta
primera categoría y la segunda, la que trata acerca de la profecía, pues
aquí ya se hace mención de que sólo a Dios es digno de Servir, por lo
tanto este Servicio Divino ya nos conecta con la profecía y la Torah que
es donde nos es encomendado el Servicio Divino y la manera de ServirLo.
[183] Este sexto principio, en algunas ediciones fue colocado
erróneamente en el séptimo lugar, debido a que en el sexto lugar fue
contado el décimo principio, como por ejemplo al final de los libros de
oraciones, no obstante el lugar original y más apropiado es el que
figura aquí, que es el que le otorgó el mismo Maimónides.
[184] Aquí comienza el segundo grupo de los trece principios, los que
tratan acerca de la Torah. El primero de este grupo es la profecía pues
antes de hablar de la Torah en sí primero hay que dejar sentada la idea
de que existe la profecía y luego entonces hablar de la Torah que se
basa en la profecía.
[185] Profeta no es el que predice el futuro ni el que tiene poderes,
esta no es la esencia del profeta, a pesar que vemos que muchos profetas
tienen estas cualidades, sino que la esencia es que Dios habla con él y
esto no ocurre con cualquier persona, tal como piensan otras
religiones. Maimónides en La Guía de los Perplejos II parte capítulo 32
explica que hay quienes creen que Dios hace profeta a cualquier persona
ingenua de buenas a primeras, con tal que sea una persona honesta. Esta
no es la postura judía que sostiene que para ser profeta primero hay que
ser sabio, rico (no en dinero) y fuerte (no físicamente hablando) es
por eso que antes de pedirle que haga un milagro a cualquiera que
pregona o pretende ser profeta, nos fijamos si posee las cualidades para
serlo, de lo contrario por más que se trate de una buena persona, con
excelentes intenciones y que jamás haya mentido, no lo consideramos
profeta.
[186] El contacto con la “mente superior”
[187] La descripta en las líneas anteriores.
[188] Para una mayor profundización del tema, citaremos a Maimónides en Hiljot Isodé HaTorah Capítulo 7º
I.- Una de las bases de la religión [Base de todo sistema religioso es
la existencia de un profeta que es el que trae la palabra de Dios, sin
ello ¿cómo podemos saber cuál es Su voluntad? ], es saber que Dios hace
que el hombre [A diferencia de otros sabios judíos (por ej. El Kuzari)
Maimónides sostiene que la profecía puede recaer aun sobre los no
judíos. Como dice el Talmud, “Atestiguo, que tanto hombre o mujer,
siervo o sierva, el espíritu Divino, se posa sobre ellos acorde a sus
actos” es decir no dice como condición para que tenga profecía el hecho
de ser judío.] tenga profecía [Es decir derrama sobre el profeta el
espíritu de la profecía ].
La profecía no recae sino sobre el sabio grande en sabiduría [Esta
opinión, hecha por tierra la ingenua creencia de que Dios hace profeta a
quien Le plazca, de la noche a la mañana, sin depender de que aquel
hombre sea sabio o ignorante. Para profundizar sobre este tema, ver Guía
de los Perplejos parte II capitulo 32. Tal como afirma en el “Pirké
Abot”, La profecía no recae sino sobre el que es sabio, rico y fuerte.
Rico es aquel que está contento con lo que tiene, es decir que no corre
detrás de las posesiones], y vigoroso en cualidades; aquel que no es
superado jamás por sus impulsos {o pasiones} de ningún tipo, sino que
con su propia capacidad, domina constantemente sus impulsos {o
pasiones}; además, es poseedor de un amplio, {agudo} y certero
discernimiento, en extremo.
Aquel que está ceñido de todas estas cualidades, con un cuerpo sano,
habiendo penetrado en el Pardes (física y Metafísica), imbuido por la
profundidad de esos temas, perfeccionando sus cualidades racionales para
analizar y concebir; elevándose cada vez más, apartándose del camino
del vulgo que transcurre en las tinieblas {de la ignorancia}; entrenando
su espíritu hasta no encontrarse en él ningún pensamiento mundano ni la
insensatez de lo cotidiano [El correr detrás de vanas y perniciosas
grandezas], ni fantasías, sino que su mente está orientada hacia las
alturas [Aspectos espirituales], aferrada al Trono Celestial, para
concebir aquellas entidades superiores, elevadas y sagradas,
vislumbrando la sabiduría del Santo Bendito Él, desde el ente superior,
hasta el nivel terrenal, percibiendo la grandeza de ellos {alcanzado
este grado de perfeccionamiento}, inmediatamente la inspiración Divina
se posa sobre él.
En el momento en que la inspiración Divina recae sobre él, su alma se
entremezcla con el nivel de los ángeles llamados Ishim [los del nivel
más cercano al hombre], convirtiéndose en otra persona, y percibe por sí
mismo, que no es el mismo que era antes, sino que superó el nivel de
los demás hombres sabios, tal como fue dicho con respecto a Saul: “de
manera que tú profetizarás y serás transformado en otro hombre”(Samuel I
10:6)
II.- Los profetas ostentan diversos grados, tal como en la sabiduría
hay sabios superiores que otros sabios, así en la profecía hay profetas
superiores que otros. Todos {los profetas, cualquiera sea su nivel,}
perciben la imagen profética sólo en sueño o visión nocturna; o durante
el día si han caído en trance, tal como dice: ”en visión Me revelaré, en
sueños le hablaré” (Números. 12:6). {Los profetas} en el momento de
profetizar, todos sus miembros se estremecen y su cuerpo desfallece
hasta que queda inconsciente, {es cuando} su mente queda libre para
discernir lo que verá, tal como dice con respecto a Abraham: “He aquí
que un pavor y una gran oscuridad se abatían sobre él” (Gen. 15:12), y
como dice en Daniel: “Y vi la gran visión, y no me quedaron fuerzas
porque la lozanía de mi semblante se convirtió en palidez y me faltaron
las fuerzas” (Daniel. 10:8).
III.- Las nociones que se le revelan al profeta en la visión
profética, se le presenta en forma alegórica, quedando inmediatamente
grabada en su mente, la elucidación de dicha alegoría, hasta saberlo
{claramente}. Como la “escalera que vio Yaacob, nuestro padre, con los
ángeles ascendiendo y descendiendo por ella (Gen. 29:12), siendo todo
ello una alegoría sobre los reinos y su avasallamiento, tal como los
“seres vivientes” que contempló Ezequiel (Ezequiel. 1:5), como la “olla
hirviendo” y la vara de almendro” que vio Jeremías (Jeremías. 1:11-13), y
el “rollo escrito” que divisó Ezequiel (Ezequiel. 2:9) y la “medida
(efá)” que contempló Zacarías (Zac. 5:6) y así el resto de los profetas.
En ocasiones perciben la alegoría y su aclaración, como los casos
citados, otras, donde nos relatan sólo la dilucidación y otras donde nos
describen la alegoría solamente sin descubrirnos su esclarecimiento,
como algunos pasajes de Ezequiel y Zacarías; mas, está claro, que todos
los profetas perciben sus profecías por medio de la alegoría o
parábolas.
IV.- Los profetas, no profetizan en el momento que les place, sino
que predisponen su mente, logran un ánimo alegre y benévolo, y buscan
distanciarse, ya que la profecía no se obtiene por medio de la
melancolía, ni por medio de la ociosidad, sino por medio del regocijo.
Es por esto que los discípulos de los profetas portaban arpas, tambores,
flautas y violines, procurando {por intermedio de ellos} alcanzar la
profecía, a esto se refiere cuando dice: “Encontrarás un grupo de
profetas bajando del alto con un salterio y un tambor, una flauta y un
arpa delante de ellos y estarán profetizando”(Samuel. I 10:5) es decir
se encaminan por los senderos de la profecía, hasta que profetizaban,
tal como suele decirse: “Fulano se engrandece”.
V.- Los que aspiran a profetizar, se los denomina: “discípulos de los
profetas”, no obstante que preparen su mente, es posible que se pose la
Presencia Divina sobre ellos o que no se pose.
Es decir, la profecía, no es algo que depende solamente del hombre,
puede ocurrir, que el individuo haga todo lo que de él depende y aun así
no reciba la profecía, pues Dios no lo quiso. En otras palabras, para
que alguien tenga profecía depende de dos cosas: 1º que el individuo
haga todo su esfuerzo y 2º De la Volutad Divina.
[189] ¿Cómo saber si era un profeta verdadero o no? Maimónides cita en
Mishné Torah, Hiljot Isodé HaTorah, capítulo 8º: “El pueblo de Israel no
creyó en Moisés, nuestro maestro, por los prodigios que realizó, ya que
aquel que cree por los milagros, en su corazón anida la duda, al ser
que es factible que la señal fuera realizada por medio de un engaño o
artimaña. Sino que todos los milagros que realizó Moisés en el desierto,
respondían a necesidades del momento, no para aportar una prueba acerca
de {la veracidad de} su profecía, {por ejemplo:} fue necesario eliminar
a los egipcios, entonces abrió el mar y los hundió en él; precisaban
sustentarse, les hizo descender el mana; estaban sedientos, golpeó pues
la roca {y extrajo agua de ella}; se revelaron contra él la congregación
de Koraj, fueron tragados por la tierra, y así con el resto de los
milagros.
Entonces, ¿en {base} a qué creyeron en Moisés? {La confianza en él quedó
sellada} en la escena del monte Sinaí. *Que nuestros ojos contemplaron y
no extraños, nuestros oídos lo escucharon y no otros; el fuego, los
ruidos, el fulgor, y Moisés se internó en la niebla y la Voz le hablaba a
él y nosotros escuchamos: “Moisés, Moisés, ve diles a ellos tal y cual
cosa”, y así dijo él: “cara a cara, habló el Eterno con vosotros”
(Deuteronomio 5:4) y fue dicho: “no con nuestros padres concertó el
Eterno este pacto” (ibídem)”.
* También en el hebreo original utiliza adrede la primera persona del
plural (nosotros), aunque lo apropiado hubiera sido utilizar la tercera
persona del plural (ellos)(“sus” ojos vieron), en mi opinión no se trata
de un detalle que se le pasó por alto al autor, sino que se oculta una
profunda enseñanza en este pequeño cambio, algo que nos quiso insinuar
entre líneas, ver Guía de los Perplejos parte II capitulo 33. Si bien un
profeta puede hablarnos y obrar maravillas, nunca podremos tener una
prueba 100 % segura, pues ¿Cómo puedo saber yo realmente qué es lo que
está pasando por su cabeza, tal vez me dice algo, pero en realidad no es
eso lo que está pensando, por lo tanto la única manera de saberlo es
poder escuchar cuando Dios habla con él, y para ello hace falta ser
profeta, esto es lo que va a suceder en la escena del monte Sinaí en la
cual todo el pueblo llegó a ese “nivel profético” en el cual percibió
que Dios le hablaba a Moisés.
[190] Vale la pena citar aquí lo que Maimónides escribe en Mishné Torah, Hiljot Isodé HaTorah, capítulo 8º II:
“Ocurre entonces, que aquellos a quienes fue enviado {Moisés}, se convirtieron en testigos de que su profecía es verdadera.
Demás está realizar para ellos una señal, ya que en este aspecto él y
ellos están en el mismo nivel, tal como dos testigos que presenciaron un
evento juntos, cada uno es manifestante de que su compañero está
diciendo la verdad, y no precisa exponerle pruebas al otro, así Moisés,
nuestro maestro, todo Israel puede testimoniar acerca de él luego de la
revelación del monte Sinaí, y por lo tanto, no precisa realizar para
ellos un prodigio; esto es a lo que le dijo el Santo Bendito Él a Moisés
al comienzo de su profecía, cuando le proveyó las señales a realizar en
Egipto, y le dijo: “Escucharán tu voz” (Éxodo 4:1) Sabía Moisés, que el
que cree por los prodigios, en su corazón anida la duda, la
desconfianza y los cuestionamientos, es por eso que se negaba a ir
argumentando: “Ellos no creerán en mi” (Éxodo. 4:1) hasta que finalmente
el Santo Bendito Él le hizo saber: “que esas señales no eran sino hasta
la salida de Egipto, luego de que hubieran salido y hubiesen
presenciado la escena del Monte Sinaí, se apartará de ellos las dudas
con que desconfían de ti, puesto que Yo te otorgo ahora un prodigio,
para que sepan que soy Yo el que te envié desde un principio y no queden
dudas en sus corazones” es lo que dicen las escrituras: “y ésta será la
señal de que Yo te envié, al sacar al pueblo de Egipto, servirán a Dios
en este monte” (Éxodo 3:12).
En conclusión, todo profeta que surja después de Moisés, nuestro
maestro, no creemos en él sólo por los milagros que realiza, para que
afirmemos: “Si realizara una señal, le obedecerán en todo lo que les
ordene”, sino {que creemos en él} por el precepto que nos encomendó
Moisés en la Torah: “Si realizara una señal, a él obedecerán”
(Deuteronomio 18:22) tal como se nos prescribió decretar una sentencia
con el testimonio de dos personas, a pesar que no {podemos} saber
plenamente si en realidad estos testigos dicen la verdad o mienten, de
la misma manera debemos escuchar al profeta, a pesar de que exista una
{mínima} duda acerca de la señal que realiza, si es verdadera o pudo
haber sido realizada por medio de trucos mágicos.
[Es decir, el milagro no es lo que va a determinar si creemos en él o
no. Es por eso que los judíos no se molestaron en determinar si Jesús
realizó milagros o no sobre las aguas o curando enfermos, pues aun
otorgándoles a modo de crédito esas maravillas que imaginan que hizo,
todavía eso no lo hace un profeta al que debemos oír, sino y
principalmente lo que determinará si lo escuchamos y obedecemos o no
será lo que Maimónides dice a continuación.] III- Por lo tanto, si un
profeta hizo grandes prodigios y maravillas persiguiendo contradecir la
profecía de Moisés, nuestro maestro, es nuestro deber desoírlo, y nos es
claro que dichos prodigios y maravillas {que realizó} fueron producto
de engaños y trucos; por ser que la profecía de Moisés, nuestro maestro,
no está sustentada sobre milagros como para comparar las señales de
éste con aquel, sino que nuestros ojos vieron y nuestros oídos oyeron,
tal como él lo oyó. Este caso es comparable a testigos que pretenden
convencer a un individuo que vio con sus propios ojos un suceso, y ellos
aseguran que no vio {lo que vio}; en dicho caso, no los escuchará ya
que tiene la seguridad de que se trata de testigos falsos.
Por eso mismo nos advierte la Torah, que no obstante cumplirse la señal o
maravilla, no debemos escuchar las palabras de ese profeta, ya que él
viene con señales y prodigios para negar algo que hemos visto
{claramente} con nuestros propios ojos, y al ser que nosotros no basamos
nuestra creencia en los milagros, sino por el precepto que nos
encomendó Moisés [Es decir que el motivo por el cual otorgamos cabida a
los futuros profetas, es porque la Torah estableció dicho contacto con
Dios], cómo podríamos desplazar con esta señal, la profecía de Moisés
que vimos y oímos [Pues sería una absurda contradicción ya que la
autoridad de dicho profeta emana de la Ley de Moisés contra la que él
está atentando, por lo cual, al burlar la Torah, pierde la jerarquía que
ella le otorga. Es como que está cortando la rama del árbol en la que
él mismo se sostiene, de seguro caerá}.”
[191] Cuando fue el evento del monte Sinaí y todo el pueblo escuchó cómo
Dios hablaba con Moisés, Dios le dijo que eso sería para que todo el
pueblo sepa que Él hablaba con Moisés y le creerían para siempre, es
decir que esta prueba serviría para siempre y no sospecharían nunca más
de él. Por lo tanto, forzosamente debemos admitir que en ese momento
Moisés perdió el libre albedrío para siempre, pues cómo Dios puede
afirmar que Moisés será fiel para toda la eternidad y creerán en él para
siempre, todo tiempo que Moisés tenga libre albedrío existe la
posibilidad (aunque sea hipotética) que cambie de opinión Moisés, se
vuelva atrás o se vuelva un falso profeta (fuera de él semejante cosa),
es por ello que al llegar Moisés al nivel superior, allí le entregó la
Torah. Cuando estuvo en ese nivel dejó de tener libre albedrío y
entonces no cabe la posibilidad de que se vuelva atrás, tal como los
ángeles que no poseen libre albedrío (No nos referimos al libre albedrío
para decidir si quiere tomar té o agua, sino a temas trascendentes)
[192] Alguna limitación en su capacidad mental.
[193] Como ya vimos el profeta precisa tener una buena imaginación para
poder captar el mensaje Divino que viene a él como imagen hasta que el
profeta capta su sentido verdadero. Cuando más desarrollada sea su
imaginación, mayor será el grado de su profecía. Pero no hay que
confundirse, se trata de imaginación supeditada totalmente por la razón,
como cuando un profesor de física nuclear, al explicar un complejo
sistema de reacción en cadena, recurre a un ejemplo ilustrativo, que si
los alumnos aplican correctamente la imaginación podrán hacer las
analogías necesarias entre el caso y el ejemplo y entender mejor de qué
está hablando el profesor, pero si no lo hace así, sino que se deja
llevar por los delirios de su imaginación sin que ésta esté al servicio
de la razón entonces estamos hablando de un lunático. Para una mayor
profundización del tema, aconsejamos leer la introducción al Pirke Avot
(Shmoná Perakim) de Rambam que traducimos junto a los comentarios que
allí agregamos. Así existen personas que poseen un desarrollo
imaginativo excepcional, como por ejemplo Mozzart que a pesar de haber
perdido la audición, siguió componiendo sinfonías y dirigiendo
orquestas, pues podía imaginarse cómo sonaría cada nota en cada
instrumento tocando al unísono. Sin duda esto requiere un desarrollo
imaginativo bastante elevado. Pero Moisés llegó a un nivel aún superior,
pues él ya no precisaba de su imaginación para captar el mensaje
Divino, y este nivel no fue, ni será alcanzado por otro mortal fuera de
él, como ya lo expondrá al nombrar las cuatro diferencias entre Moisés y
los demás profetas.
[194] Maimónides en Shemoná Perakim divide al alma en cinco funciones
básicas, 1) Nutritiva, 2) Sensitiva, 3)Imaginativa, 4) Volutiva y
5)Racional. Entonces resulta tal como ya lo mencionara Maimónides: {Los
profetas} en el momento de profetizar, todos sus miembros se estremecen y
su cuerpo desfallece hasta que queda inconsciente, {es cuando} su mente
queda libre para discernir lo que verá [Es decir, desconectada de la
realidad (todas las sensaciones corporales, sentidos, impulsos
nerviosos, etc.) asignando la mente los recursos mínimos indispensables
para subsistir, dejando el cerebro completamente disponible para
ocuparse de pleno en los temas proféticos] y en Moisés este nivel fue
potenciado aún más pues también la facultad imaginativa no era necesaria
para hablar con Dios, así que también ella cesaba.
[195] Esto lo hará en la introducción al Pirke Avot, conocido como Shemoná Perakim.
[196] Libro místico que fue escrito en forma alegórica y no literal.
[197] En realidad este compendio jamás lo realizó, aunque mucho de ello
figura en la Guía de los Perplejos, no obstante, su hijo: Rabí Abraham
Ben Harambam sí lo hizo, en el libro “Miljamot Ashem – Maamad al Dibre
Jazal” versión que hemos traducido bajo el nombre: “Coloquio acerca de
los aforismos y dichos de los sabios Hebreos”
[198] Se refiere a la introducción a la Mishná que estaba componiendo.
Aunque luego desarrollará el tema más profundamente en la Guía de los
Perplejos.
[199] Así lo hizo finalmente en Isodé HaTorah, en el segundo capítulo,
inciso 10:.- ¿Qué es lo que Moshe pretendía captar cuando dijo:
“Permíteme ver Tu gloria?” (Éxodo. 33:18)? Lo que pretendía concebir era
la verdadera esencia de Dios, hasta conocerlo plenamente en su mente,
tal como el conocimiento de algún individuo que vio. Pretendiendo
percibirlo en forma tan clara como {por ejemplo} cuando divisamos el
rostro de una persona cuya imagen queda claramente grabada en nuestra
mente, hasta el punto tal, de poder diferenciar a dicha persona de todas
las demás. De igual manera, ansiaba Moshe, que la noción de Dios fuera
tan clara que quedase diferenciada de toda otra existencia; hasta poder
concebir la verdadera esencia de Dios tal cual Es. Y Dios le respondió
que el ser humano, compuesto por cuerpo y espíritu, no está capacitado
para captar la verdadera naturaleza de este tema en forma clara. Y le
hizo saber Dios {a Moisés}, lo que ningún otro hombre supo antes que él
ni después de él, hasta el punto tal que captó algo de la verdadera
esencia, de modo que con este nuevo conocimiento, pudo diferenciar al
Santo Bendito Él, de las demás existencias. Tal como cuando divisamos a
una persona de espaldas con todas sus vestimentas, y con este
conocimiento queda diferenciada de todas las demás personas [Cuando
divisamos a alguien de espaldas, si bien no podemos reconocerlo a simple
vista, podemos diferenciarlo de los demás, por ejemplo: no es tal
individuo porque el que yo vi era mas bajo, ni es aquel otro porque el
que yo ví tenía pelo largo, etc.], esto es lo que insinuó la escritura
al decir: “Verás Mis espaldas, mas Mi rostro no verás” (Éxodo. 33:23).
[200] Ángeles. Pues los demás profetas no llegaron al grado tal de
percepción Divina como el que llegó Moisés. Sino que llegaron a
percepciones inferiores, el nivel de los ángeles, y eran ellos los que
les transmitían la Voluntad o mensaje Divinos. Así lo expresa Maimónides
en el capítulo 2:7 de Isodé HaTorah: Los diferentes nombres de los
ángeles corresponden al nivel de cada uno de ellos. Se los denomina: 1)
Jaiot Hakodesh, son los que están en el nivel superior, 2) Ofanim, 3)
Arhelim, 4) Jashmalim, 5) Serafim, 6) Malhajim, 7) Elohim, 8) Bene
Elohim, 9) Kerubim y 10) Ishim, Cada uno de estos nombres con que son
denominados los ángeles, corresponden a los 10 niveles {distintos}. El
nivel supremo, que sólo es superado por el nivel de Dios, es el nivel
del ente llamado Jaiot, es por ello que en visión profética fue dicho
que están debajo del Trono Celestial.
El décimo nivel, es el grado del ente denominado Ishim, y a este grupo
pertenecen los ángeles que se comunican con los profetas, o que se les
aparecen en visiones proféticas; por ello fueron llamados Ishim [En
hebreo el sustantivo Ish significa hombre (los nombres de los ángeles
están citados en plural, el singular de Ishim es: Ish )] , porque el
nivel de ellos es cercano al grado de percepción del hombre.
[201] En sueños.
[202] Para una mayor comprensión de este término ver Guía de los Perplejos1º parte capítulo 37.
[203] En el sexto principio.
[204] Como es el caso de Baruj ben Neriá, ver Jeremías 45.
[205] Es decir, Aarón estaba en el nivel que no percibía la profecía en cualquier momento que él quería.
[206] Se refiere a que la Torah, la totalidad del Pentateuco fue
entregada por Dios a Moisés y no como sostienen los gentiles o la
crítica bíblica, que sólo los diez mandamientos fueron dichos por Dios y
el resto fue compuesto por Moisés con su gran sabiduría y otras cosas
fueron agregadas más adelante en otras épocas. No obstante el alcance de
este principio va más allá de la idea de que la Torah fue entregada por
Dios y no “inventada” por los sabios, pues si es así cabe preguntarse:
¿Por qué decir que sólo la Torah es de origen Divino y no decir que todo
el TaNaJ (Biblia) de origen Divino? Al fin de cuentas también los demás
profetas es la palabra de Dios y no un invento de ellos. La respuesta
es que cuando decimos “Torah min Hashamaim” (Torah de origen Divino) nos
estamos refiriendo a que es la palabra de Dios en el nivel de Moisés
nuestro maestro. Tal como mencionamos en el principio anterior el grado
de profecía de Moisés es distinto que el de los demás profetas, es
superior no sólo en cantidad (Por ejemplo: ellos son 8 y Moisés es 10)
sino que es diferente en calidad, es distinta.
Cada profeta capta a Dios en su nivel y en sueño, en cambio, Moisés, en
su carácter de máximo nivel al que puede alcanzar un ser humano, Lo
captó en el máximo nivel, es decir que lo que Moisés dice es exactamente
lo que Dios quiso decir. Este tema merece una explicación aparte, no
debemos pensar que sólo Moisés es el que dijo la Voluntad de Dios y los
demás profetas no, nada más lejos de esto, sino que todos los profetas,
en su carácter de profetas verdaderos, expresan la Voluntad de Dios. Lo
que sucede es que los demás profetas, cada uno tiene su manera y estilo
lingüístico para expresar lo que percibieron, mientras que Moisés no
posee un estilo propio sino que es exactamente lo que captó; a este
nivel se lo denominó “Dibur” “Habló”, en los demás profetas no
encontramos nunca esta expresión “Dibur” sino que dice “Vaiomer” – “Y
dijo”.
En los demás profetas, cuando expresan la visión que tuvieron, entra un
poco la personalidad de ellos en el relato, pues es como que cada
profeta percibe a Dios detrás de un velo, así por ejemplo, si el velo
que ellos poseen es rojo, verá las cosas con un tinte rojizo, mientras
que otro profeta que posea su velo color verde, verá lo mismo pero con
un tinte verde, la imagen es la misma, los dos vieron lo mismo y es
verdadera su visión, lo que sucede es que en el momento de describirlo
con sus palabras ambos utilizarán su propio estilo, así se dice que en
el momento que el profeta Isaías va a describir la misma visión que tuvo
el profeta Ezequiel, lo hará en forma sencilla y sin explayarse,
mientras que el profeta Ezequiel relatará con muchos detalles, hasta el
punto de que los sabios dijeron: “Isaías es como un miembro del palacio
que ve el carruaje del rey a diario, mientras que Ezequiel es como un
campesino que no está acostumbrado a estar en el palacio y ver el
carruaje del rey, es por eso que lo describe con tanto lujo de detalles,
mientras que Isaías no lo hace, a pesar que los dos vieron exactamente
lo mismo” Pero en el caso de Moisés, nuestro maestro, él se anuló
completamente, y por eso lo que él describe es puro, exacto, la voluntad
Divina expresada de la manera más exacta posible.
Insisto, no se trata de que los demás profetas están percibiendo otra
cosa, sino que si por ejemplo el profeta Eliahu hubiera tenido que
escribir la profecía de Génesis, probablemente hubiera utilizado otras
palabras para expresar esa idea que captó. Es por esta perfección de la
Torah que sólo en ella se aplican las 13 reglas hermenéuticas con las
que se estudia y se deducen cosas de la Torah, y no se aplican en el
resto de los profetas, pues sólo en la Torah cada palabra y cada letra
está en su justo lugar, precisa y exactamente.
Debemos tener claro, que cuando Dios se comunica con un profeta no lo
hace utilizando palabras, los profetas captan conceptos, visiones y
luego ellos lo traducen en palabras para expresarlo a los demás. Moisés
lo expuso con las palabras más adecuadas cuyo campo semántico incluyen
exactamente esa idea y no dan lugar a otra cosa, no es que Moisés juega
un papel, es decir que pone algo de si, Moisés fue tan trasparente, ese
velo que se interponía entre él y la visión profética, que llegó al
nivel máximo en el cual se anuló completamente, no hay ego por parte de
Moisés. Para ilustrar mejor lo que queremos decir, tomemos por ejemplo
cualquier traducción, siempre habrá en ella algo del traductor, cómo él
ve las cosas o cómo lo interpretó en base a ello utilizará las palabras
que a su criterio expresan la idea del autor de la manera más clara y
exacta posible. Si tomásemos dos buenos traductores, observaremos que
los dos traducirán el mismo texto pero no exactamente igual, uno
utilizará algunas palabras y el otro otras, en cambio en Moisés no
ocurre así. Entonces “Torah min hashamaim” quiere decir que es
exactamente la Voluntad Divina sin nada más.
Existen tres niveles distintos que son los que componen el “TaNaJ”
(Biblia): Torah, Neviim y Ketubim, uno es el de “Ruaj
Hakodesh”-Inspiración Divina, que es el nivel con el que fueron escritos
los “Ketuvim”-Escritos, otro nivel superior es el de la
“Nevuah”-Profecía, que es el nivel de los “Neviim”-Profetas y por último
el nivel de Moshé que es la Torah. Todos estos son distintos niveles de
captación; la Torah es el máximo nivel, el de Moisés. Los “Neviim” es
el nivel de los profetas, cada uno con su estilo y el tercer nivel de
Inspiración Divina, ya no se trata del nivel de profecía.
Es por eso que este principio de “Torah de origen Divino” fue formulado
después de dejar en claro el nivel de supremacía de Moisés, pues para
poder entender esto previamente hay que saber el nivel de Moisés.
[207] Maimónides en la introducción al comentario de la Mishná relata la
forma en que eran transmitidos los preceptos de Dios a Moisés y de
Moisés al pueblo. Dios le dictaba a Moisés lo que escribir en la Torah
escrita y luego le explicaba los detalles de eso que le acababa de
dictar (Torah oral).
[208] Esto hace referencia a lo que dijimos al comienzo de este
principio al referirnos al nivel superior de profecía de Moisés, que fue
denominado “Dibur”-“Habló”
[209] La palabra de Dios.
[210] Es decir no agregaba nada de él mismo. Tal como lo escuchaba lo escribía sin agregar ni quitar nada.
[211] En hebreo literal: “MEJOKEK” -el tallador- ya que en aquella
época, la escritura era por medio del tallado sobre la piedra.
[212] Es decir, que tanto los versículos aparentemente más insignificantes, como los más importantes, tienen el mismo estatus.
[213] Por ende no puede tener enmiendas o agregados, pues entonces no estaba completa hasta que realizó la enmienda.
[214] Como los que citó en el párrafo anterior, versículos aparentemente más insignificantes.
[215] Y no es considerado judío.
[216] Ya que sostiene que hay cosas más insignificantes que no hay que
prestarle atención, sólo hay que prestar atención a las cosas más
importantes. Pero si sostenemos que todo proviene de Dios, entonces aun
los versículos más insignificantes cobran importancia y nos cuestionamos
¿Qué es lo que Dios quiso transmitirnos al agregar ese versículo, qué
viene a agregarnos?, ¿Qué me enseña?, etc. Pues al considerar la Torah
toda de origen Divino, entonces ninguna letra está de más, como así
también las palabras, pues si me lo podía haber dicho utilizando una
sola palabra y utilizó dos, entonces debe haber algún motivo, pues la
obra de Dios es perfecta.
[217] Por lo tanto si se topa con algún pasaje que no le encuentra
sentido a simple vista, no debe pensar que se trata de algo hueco y
vacío, sino que debe abocarse, dedicarle tiempo, leer qué opinaron los
exegetas al respecto, de esta manera, si se inviste de la humildad
necesaria, es decir si puede asumir la idea de que tal vez no todo lo
sabe, entonces quizás esté abierto a escuchar otras opiniones y aprender
algo que no sabía y así descubrir la profundidad y el sentido de ese
pasaje.
[218] Es decir: “Dios, dame la posibilidad y la sabiduría para poder entender la profundidad de la Torah”
[219] Es decir, la Torah Oral también es de origen Divino y no como
sostienen algunos, que se trata de la “interpretación” de los sabios,
sino que en realidad, como ya dijera Maimónides, Dios le dictaba a
Moisés el precepto y luego Él le explicaba verbalmente los detalles de
ese precepto los cuales no eran escritos sino que eran transmitidos
oralmente y es lo que se dio en llamar: Torah Oral. Por lo tanto, aquel
que reniega de la Torah Oral y no la acepta o sostiene que es un
“invento de los rabinos” se autoexcluye del judaísmo.
En realidad, es imposible comprender o cumplir con la Torah escrita si
no contamos con la Torah oral, pues la Torah escrita es como títulos,
pero sin dar detalles, sólo están enumerados los preceptos pero los
demás detalles figuran en la Torah oral. Así sería imposible cumplir con
el precepto del Tefilín –Filatelia, si no contamos con la tradición
oral, pues en la Torah escrita, sólo fueron nombrados, pero no nos dice
nada acerca del tamaño, forma, color, contenido, de qué material
confeccionarlos, etc Igualmente ocurre con los demás preceptos. Aun más,
sería imposible saber cómo leer la Torah si no contáramos con una
tradición oral, pues en la Torah no figuran las vocales, que en hebreo
se escriben con puntuaciones debajo de las consonantes, por lo tanto
cuando dice: “Guedí vejalab imó” podría leerse en lugar de
“Jalav”-leche, “Jelev”-sebo, entonces la prohibición no sería entonces
no comer carne con leche sino no comer carne con sebo y se permitiría
comer carne con leche, algo que no es así. El Talmud lo ilustró con la
siguiente historia, cierta vez, un hombre se presentó ante el sabio
Hilel y le dijo que estaba dispuesto a aprender la Torah a condición que
sólo le enseñe la Torah escrita y no la Torah oral pues no cree en
ella. Hilel aceptó, para ello le explicó que antes debe aprender a leer
en hebreo y para ello debe saber las letras, el hombre estuvo de acuerdo
y ese mismo día le enseñó las cinco primeras letras, la Alef, Bet,
Guimel, Dalet y Hei. Eso fue todo por ese día, al otro día cuando se
presentó a estudiar, comenzó mostrándole las mismas letras que aprendió
el día anterior, pero ahora le dijo que no era la Alef, sino que ese
signo era la Lamed (otra letra hebrea), el hombre protestó y le dijo:
-¡Pero si ayer me dijiste que era la Alef!, a lo que Hilel le respondió:
– ¡Pero tu mismo dijiste que no aceptarías la tradición oral, ¿por qué
me creíste lo que te dije ayer?, ¿dónde está escrito que esa es la Alef y
no la Lamed?! Así queda claro, que es imposible entender el texto si no
se cuenta con una tradición oral.
[220] Moisés
[221] Esto quiere decir que no se anula, pero este concepto, tolera la
posibilidad de sumarle otra, como por ejemplo el nuevo testamento o el
Corán, para ello dice lo que sigue, “que no será cambiada”, pero esto
tolera la posibilidad de agregarle y quitarle cosas, para dejar eso de
lado vienen los demás conceptos, “no se puede agregar o quietar nada”,
es decir el cuerpo de la Torah, sus 613 preceptos no se puede modificar
para nada. Los dos primeros vienen para proteger a la Torah de
influencias externas, como nuevas religiones, lo otro es para la
influencia interna del judaísmo, que pretenda agregar, quitar, o
reformar el cuerpo de la Torah.
[222] Es decir que no es algo cuya vigencia era para cierta época, sino
que los preceptos encomendados en la Torah son para todas las épocas, no
como sostienen ciertas tendencias dentro del judaísmo que afirman que
ciertos preceptos eran en aquellos tiempos, por ejemplo al referirse a
las tareas prohibidas en Shabbat aseguran por ejemplo que el encender
fuego era digno de ser prohibido en aquellos tiempos ya que encenderlo
implicaba un “trabajo” de frotar piedras hasta que salga una chispa,
pero hoy en día es mucho más sencillo encender un fuego, por lo tanto no
está prohibido, esto es una equivocación, pues no se percatan que la
Torah es eterna y no cambia, y que al decir no encender fuego, no se
refiere al “Trabajo” de encenderlo sino a la acción en sí de encenderlo.
Igualmente hay quienes sostienen que el motivo por el cual se prohíbe
comer cerdo, es porque en la antigüedad existían varias enfermedades en
los cerdos como la triquinosis, etc. pero hoy en día que existen las
vacunas no deberíamos abstenernos de comerlo, también esto es un error.
Como dijimos la Torah no depende de las restricciones de la época o la
moda del lugar, sino que sus leyes eternas no pasan de moda. El respetar
a los padres, el no mentir, el no matar, no son cosas que regían en la
antigüedad pero que ahora son obsoletas, pues los valores y la verdad no
dependen de alguna época en particular, son para siempre.
[223] No como dicen los cristianos que hay un nuevo testamento, es decir
que Dios mismo la cambia por otra y deja de tener valor esta, algo así
es inconcebible, pues esto implica un profundo error en la concepción de
Dios, ya que estamos pensando que Dios es como los humanos, que dice
algo y luego se arrepiente.
[224] ¿Cuál es el motivo por el cual no se puede agregar nada? Porque la
Torah represente la verdad absoluta, lo más perfecto, y entonces no
puede cambiar, 2+2=4 no cambia, siempre es así, tal como lo mencionamos
en el principio anterior, es por eso que este principio viene luego de
afirmar el nivel de profecía superior de la Torah.
¿Por qué los sabios agregaron más cosas? En realidad lo que los sabios
hacen es agregar cosas que ayuden a preservar los preceptos de la Torah y
que no pasen a ser poca cosa a los ojos de la gente. En ningún momento
los sabios sostienen que se agregue un precepto, sino que siempre los
preceptos entregados por Dios, serán 613, las normas que estipulan los
sabios están en otra categoría: ordenanzas de los sabios, cuyo rango es
inferior a un precepto de la Torah. Es decir que los sabios no agregan
ni quitan nada a los preceptos de la Torah, sino que estipulan normas
que tienen un rango menor y cuyo objetivo es proteger, hacer un cerco a
la Torah. Cabe aclarar que los mandamientos rabínicos tienen otro
estatus, normas y reglas que son completamente distintos a los
mandamientos Divinos, tal como la diferencia entre una orden dictada por
el presidente de un país, para que rija en todo el territorio y en todo
momento y una orden dada por el celador de una clase para mantener la
disciplina en la escuela.
[225] Vale la pena agregar aquí lo que Maimónides escribe en Isodé
HaTorah, capítulo 9:1 1.- Está clara y expresamente dicho en la Torah
que sus leyes son de eterna vigencia, no son susceptibles de
modificación, merma o añadidura, pues está escrito: “Todo lo que Yo os
ordeno, esto guardaos para cumplir; nada le añadiréis ni le restaréis”
(Deuteronomio 13:1) y fue dicho: “Herencia para nosotros y nuestros
hijos eternamente para hacer conforme a todo lo escrito en esta Torah”
(Deuteronomio 29:28).
De aquí se infiere que todos los preceptos de la Torah nos competen
eternamente, es lo que dice: “Leyes eternas para todas vuestras
generaciones”(Levitico 23:14) y está escrito: “Pues ella no está en los
cielos” (Deuteronomio 30:12); de donde se deduce que a ningún profeta le
está permitido introducir innovaciones en la Torah.
Por lo tanto, cualquiera, ya sea judío o no judío, que presentando
señales y prodigios, afirme que el Eterno lo envió para añadir o restar
un precepto [se refiere a la Torah escrita], o para dar una
interpretación de cualquiera de los preceptos [se refiere a la Torah
oral] contraria a la que hemos oído de Moisés, o diga que aquello que
Israel tiene como preceptos no son para siempre ni para todas las
generaciones sino sólo temporarios [esto se refiere a anular
completamente la Torah], he aquí que se trata de un falso profeta,
puesto que viene a contradecir la profecía de Moisés.
{Quien afirme esto en nombre de la profecía}, es pasible de la pena
capital, por la perversidad de hablar en nombre del Eterno cuando Éste
no se lo ordenó, ya que Él, bendito Su Nombre, ordenó a Moisés que esta
Ley fuera para nosotros y para nuestros hijos hasta la eternidad, y Dios
no es un hombre como para mentir. O cambiar de parecer, es decir que
una vez que se afirmó que serían leyes eternas, es imposible que Dios le
revele a un profeta que ya no es necesario realizar tal precepto, (tal
como presumen los cristianos, que explican estos versículos acerca, que
la Torah no cambiará, diciendo que Dios se arrepintió, y al ser que
ellos suponen que Dios puede cambiar o puede arrepentirse, a la manera
de los humanos, no es de extrañar entonces, que hagan de un ser humano
un Dios. Vemos que las diferencias son más de fondo, es por eso que el
judaísmo no tiene lo qué discutir con el cristianismo) por lo tanto nos
es claro que se trata de un falso profeta que está diciendo cosas que
Dios no le ha declarado y que de su propio corazón ha inventado tales
cosas.
[226] Como ya mencionáramos en la nota al comienzo del sexto principio,
en algunas ediciones este principio está ubicado, erróneamente, en sexto
lugar, mas en realidad su verdadero lugar es aquí, lo que posiblemente
motivo tal equivocación en el orden, sea, tal vez el hecho que este
principio, otorga otras perspectivas acerca de la perfección de Dios, me
refiero a que, saber lo que ocurre es más perfección que ignorarlo.
Este principio tiene un aspecto teológico claro, tal es el Conocimiento
Divino, es decir Sus cualidades, y por el otro lado, este principio
incluye una parte básica para el ser humano en forma personal, ya sea
observante de los preceptos de la Torah o no, es decir, la pregunta
íntima que todos tienen: ¿Dios me conoce y sabe acerca de mí, presta
atención a lo que hago o no? Es por este segundo aspecto que es lógico
que la ubicación de este principio sea aquí, en esta tercera categoría,
pues en la primera categoría de los principios se trata acerca de Dios
en sí mismo, independientemente de la existencia de este mundo, y
nuestro principio se inscribe temáticamente en la tercera categoría en
donde se trata de la relación de Dios con la Creación, es decir,
recompensa y castigo y para ello es indispensable que Dios sepa lo que
ocurre. Así también, este principio que es el primero de la tercera
categoría, marca el puente entre la segunda categoría – que trata acerca
de la profecía y el origen Divino de la Torah- y la tercera categoría
–que trata acerca de la recompensa y el castigo- pues, como ya quedó
claro en el sexto principio, para poder adquirir la profecía hace falta
que el individuo alcance ciertas perfecciones, tanto intelectuales como
morales, y sólo entonces es cuando es posible que Dios, si Él así lo
desea, haga recaer sobre tal individuo el espíritu de la profecía, esto
implica que Dios debe conocer el estado de cada individuo. Además, es la
Torah la que asegura que Dios conoce todo lo que sucede, tal como lo
atestiguan los versículos que cita Maimónides para corroborar este
principio.
[227] El hecho de que Dios conoce todo es algo que se impone para los
que sostienen que Dios es perfecto y que controla el mundo, Providencia
Divina, y además tal como se afirmó en el principio anterior, el de la
profecía, Dios debe conocer al individuo para saber si es digno que
sobre él se pose la profecía o no, más aún, es indispensable para el
establecimiento de recompensa y castigo, es por esto que este principio
antecede al que le sigue en el cual pregona la recompensa y el castigo,
pues si no conoce lo que cada individuo hace, ¿cómo podrá saber a quién
le corresponde recompensa y a quién castigo?
[228] Esta es la opinión de Aristóteles. Lo que lo llevó a pensar así,
tal como lo explica Maimónides en La Guía de los Perplejos, parte II, es
el hecho que Dios está por sobre el tiempo, y afirmar que Dios sabe lo
que hacen los hombres -sostiene Aristóteles- implica rebajar a Dios a
las limitaciones del tiempo, pues el hombre actúa en ese ámbito (bajo
las coordenadas de espacio y tiempo). Además el saber de Dios impediría
al hombre de su libre albedrío –este tema lo expone también Maimónides
en las leyes acerca del arrepentimiento, [Hiljot Teshubá 5:5]- Pues si
Dios lo sabe todo, entonces ya sabe si este individuo va a hacer tal
cosa o no, y una vez que Dios sabe con anticipación que tal individuo va
a realizar determinada cosa, es imposible que ese individuo no lo haga,
pues si así fuera, resultaría que Dios no supo, y esto es algo absurdo.
Entonces como consecuencia, aquel individuo está “condenado” a hacer lo
que Dios ya sabe que ocurrirá sin tener la posibilidad, el individuo,
de hacer otra cosa, y si no lo hace, entonces resultaría que Dios no
sabía que no lo haría, algo que ya descartamos.
Esta pregunta que aparentemente deja como alternativa que Dios no se
mete con lo que ocurre en la Tierra, es decir “Él elige no saber”, es la
postura preferida por Aristóteles, mas tú lector atento, percátate en
la trampa absurda en la que han caído con este razonamiento, fíjate cuán
grande fue su omisión, pues para alejar de Dios la imperfección del
tiempo, le han atribuido una falencia aun mayor, tal es la ignorancia de
lo que ocurre.
Existe una segunda alternativa en la que deberíamos afirmar que
efectivamente el hombre no posee libre albedrío. Pero también esta
postura es irracional y ridícula para quien sostiene la fe judía y la
lógica, pues toda la Torah carecería de sentido, ¿cómo ordenar a alguien
que haga determinada cosa o que sea justo y correcto cuando ese
individuo no posee el libre albedrío para poder realizarlo?, ¿Cómo
castigarlo por no hacer algo, que al fin y al cabo, no disponía de la
facultad de poder elegir hacerlo? -No obstante, no es el lugar para
extendernos en este punto, lo explicaremos en extensión en la nota al
final del principio número 11º. Sin embargo, la agudeza mental del gran
Maimónides nos abre la posibilidad a otra opción y de esta manera le
responde a Aristóteles demostrándole su error. Es lo que explica en el
capítulo quinto de las leyes acerca del arrepentimiento, [Hiljot
Teshubá], donde esboza la respuesta a este paradigma “Tal vez te
preguntes: ¿Acaso Dios no sabe todo lo que ocurrirá antes de que ocurra?
¿Sabía que determinado individuo iba a ser justo o malvado o no lo
sabía? Si ya sabía que iba a ser un justo, es imposible que [ese
individuo] no sea un justo y si dijeras que Él sabía que sería un justo
pero es factible [igualmente que ese individuo] sea un malvado, resulta
que Él no sabía. Has de saber que la respuesta a esta pregunta es más
extensa que la tierra y más profunda que el océano y muchos principios
fundamentales y nociones trascendentales están ligados a esta respuesta,
empero es preciso que sepas y comprendas esto que voy a exponerte: ya
te he explicado en el segundo capítulo de las Leyes de los Fundamentos
de la Torah [Hiljot Isodé HaTorah], que el Santo bendito Él, no sabe por
medio de un saber externo a Él, a la manera del hombre, en donde él y
su saber son dos [entes separados], sino que Él, elevado sea Su Nombre, y
Su saber, son uno, y le es imposible a la mente humana alcanzar a
comprender esto plenamente, tal como le es vedado a la mente humana la
capacidad de comprender la esencia misma del Creador, como fue dicho:
“No me verá el hombre ni ningún ser vivo” (Éxodo 33:20) así tampoco está
en la capacidad humana captar y comprender el pensamiento del Creador,
es lo que el profeta dice: “Pues no son Mis pensamientos como vuestros
pensamientos y no son Mis caminos como vuestros caminos” (Isaías 55:8) y
por cuanto que así es, no poseemos la capacidad para comprender cómo es
que el Santo bendito Él, conoce a todas las criaturas y sus respectivas
acciones, pero sabremos, sin la menor duda, que los actos de los
hombres están en manos de ellos y Dios no lo obliga o decreta sobre él
actuar de determinada manera…” es decir que a pesar de que Dios conoce
los pensamientos y acciones del ser humano, éste sigue conservando su
libre albedrío, es algo que la mente humana no está capacitada para
comprender. Aparentemente pareciera que Maimónides no está respondiendo a
la pregunta, o que la respuesta es que nosotros no sabemos, (tal como
le recrimina a Maimónides el comentarista Raavad) pero en realidad el
que profundiza en las palabras de Maimónides y comprende la agudeza de
lo que se dijo, (tal como lo hace el sabio y uno de los mejores
comentaristas del Mishné Torah, Or Sameaj-Rabi Meir Simja Cohen) lo que
en realidad nos está diciendo es que arribar a esta conclusión -que el
conocimiento por parte de Dios de las acciones del hombre anula su libre
albedrío- se debe a lo que se conoce con el nombre de “antropomorfismo
intelectual”, antropomorfismo es atribuirle a Dios formas humanas,
“antropomorfismo intelectual” es atribuirle a Dios actitudes
intelectuales humanas, es decir que pensamos que Dios piensa a la manera
que piensan los hombres y esto no es así, tal como lo dijo el profeta
Isaías: “Pues mis pensamientos no son como vuestros pensamientos y mis
caminos no son como los vuestros” Por lo tanto las conclusiones a las
que arribamos utilizando el “antropomorfismo intelectual”, al ser que la
premisa es errónea -pues Dios no piensa a la manera que pensamos
nosotros- su conclusión también lo es. Es decir también en este caso,
por ser que no podemos saber cómo funciona ni cómo es el conocimiento de
Dios –pues conocer la forma en que Dios sabe, implicaría conocer a
Dios, pues Él, bendito es, y Su saber son uno- entonces no podemos
arribar a ninguna conclusión en ese ámbito. Y este es el error que
cometen quienes creen que el conocimiento de Dios anula el libre
albedrío, pues ellos están dando por sentado que Dios piensa a la manera
que pensamos los hombres, primero sabemos algo y luego eso ocurre, e
imaginan que de idéntica manera ocurre con Dios, por lo tanto ellos
razonan erradamente: “Si Él ya lo sabe así, es imposible que no ocurra
eso, por lo tanto una vez que Dios sabe lo que hará determinado
individuo es imposible que ese individuo deje de hacerlo” pero en
realidad no es así, como ya lo hemos explicado y aclarado.
Percátate de este punto, pues es muy sutil y muchos lo han pasado por
alto. Esta respuesta magistral de Maimónides a Aristóteles, ha dado por
tierra con el razonamiento de Aristóteles, y lo genial es que lo hizo
utilizando el propio método que Aristóteles sostuvo, tal es que Dios es
distinto a nosotros, más no se percató Aristóteles, que su propio
razonamiento, en este caso, se encontraba impregnado de este error.
[229] Si bien este versículo está expresado en leguaje humano, no debe
entenderse en su literalidad sino en su sentido figurativo. Esto es
claro y obvio para cualquiera, pues nadie en su sano juicio puede
suponer que Dios tenga ojos, o que necesite de ojos para ver. Dios sabe
todo sin necesidad de estar ahí, pues tal como ya mencionáramos
anteriormente, Su saber es distinto al nuestro, no se trata de una
diferencia de cantidad sino que es de calidad. Y así como la ciencia de
Dios es distinta a la nuestra, también es distinta la manera en que esa
ciencia llega a Él es decir la manera en que Él percibe es distinta a la
manera en que nosotros percibimos.
[230] Es decir que Dios sí sabe lo que ocurre y lo que hace cada uno,
aun en sus fueros más íntimos. Los sabios suelen afirmar, que cuando el
ser humano es juzgado luego de su muerte todos sus actos son traídos a
su presencia para demostrarle la veracidad y justicia del juicio y el
veredicto que se ha dictado acerca de él y si no lo ve así, podrá
argumentar en su defensa, aun las conversaciones más íntimas entre él y
su esposa serán expuestas en su juicio.
[231] Este principio encierra en sí la idea de que Dios castiga y
recompensa a los hombres, este es un tema muy espinoso pues muchas veces
en la realidad vemos que ocurren cosas que acorde a nuestro juicio no
le deberían haber pasado a esa persona. Hubieron quienes, ante la
imposibilidad de poder explicar la existencia del mal junto al
conocimiento de Dios, es decir, la pregunta ¿Si Dios sabe que
determinado individuo va a hacer algo mal o causar daño a alguien, por
qué no actúa y lo detiene? ¿Por qué le permite dañar a los demás que no
se lo merecen? Y para justificar a Dios –como si Dios precisara abogado
defensor- en su insensatez, argumentaron que en realidad Dios no quería
que las cosas sucedan así, pero en realidad “no pudo hacer nada” para
impedirlo (como lo hace en el libro: “¿Por qué a las personas buenas les
pasan cosas malas”) Fíjate a lo que han llegado a afirmar estos
individuos, en sus delirios, es decir para justificar este problema y
debido a que la ignorancia los alejaba de la respuesta correcta,
rebajaron a Dios, de Todopoderoso a limitado -¡Fuera de Él semejante
imperfección!- algo ridículo a todas luces. Sobre este tipo de opiniones
se aplica lo dicho: “El tonto, cuando abre su boca –para hablar-
anuncia a todos su estupidez” (Eclesiastés) y cualquier mente sana sabrá
darse cuenta que este tipo de opiniones son esgrimidas por quienes
tienen más buena voluntad que sabiduría y esa buena voluntad no los
califica para hablar y opinar sobre estos temas profundos y delicados
pues su insensatez supera por mucho a su inteligencia.
[232] Este tema merece un análisis más profundo, que tal vez lo edite
como tema separado, pues en este principio se esconde la gran pregunta:
Si Dios recompensa a los buenos y castiga a los malos ¿Por qué
observamos en la vida diaria que a las personas buenas le pasan cosas
malas? Y ¿Por qué a las personas malas les va bien y prosperan?, si bien
esta segunda pregunta es más fácil de contestar, la primera fue
producto de muchos debates y dilemas desde tiempos remotos se ha tratado
de dar una respuesta satisfactoria a este dilema. En la Biblia se
aborda este tema con su respuesta en el Libro de Job y en Salmos en el
Cántico para Shabbat, entre otros, no obstante estas respuestas son muy
profundas y no todos las han logrado captar y entender, hasta el punto
tal que se han dado distintas explicaciones al libro de Job cada cual
explicando la respuesta a esta pregunta, de otra manera.
Son varias las respuestas clásicas que se han esbozado para este dilema:
a) Algunos, entre ellos los cristianos, opinan que el sufrimiento de los
justos, es para expiar por los pecados de los malvados y es por ello
que veremos a personas completamente buenas que padecen grandes
sufrimientos, pero eso se debe a que él debe expiar los pecados de sus
contemporáneos. Esta opinión, es totalmente ajena y contraria a lo que
judaísmo pregona, pues está claro que la Torah sostiene que cada hombre
es juzgado por sus propias acciones y no por lo que hagan los demás, tal
como dice el versículo: “No serán muertos padres por hijos ni hijos por
padres, cada hombre por su propia trasgresión será condenado”, el
Talmud, también es claro en este tema al expresar: “¿Los padres comerán
dulces y sus hijos sufrirán el dolor de muelas?”
b) Dentro del judaísmo están las que sostienen que en realidad se trata
de una prueba, es decir que cuando vemos a una persona buena sufriendo
en verdad se trata de una prueba a la que está siendo sometido por parte
de Dios, para demostrar que realmente es un justo y merece gran
recompensa.
c) Hay quienes dicen que cuando observamos que a una persona buena le
suceden cosas malas en realidad eso ocurre para hacer a aquel individuo
más meritorio y de esa manera acrecentar su recompensa en el mundo
venidero.
d) Otros, recurriendo a la justicia Divina estricta, aducen que en
realidad los sufrimientos que padecen las personas justas en este mundo
son para espiar por aquellos pequeños errores o transgresiones que han
realizado en sus vidas para que de aquella manera, cuando muera, sólo le
quedará disfrutar de la recompensa por las cosas buenas que realizó. En
cambio con los malvados, ocurre al revés, es decir, Dios les recompensa
en este mundo por las pequeñas cosas buenas que hizo para que de esa
forma, al morir, sólo le quede afrontar su castigo, pues la recompensa
ya la ha recibido.
e) Otra opinión sostiene la teoría de la reencarnación (a diferencia de
las anteriores esta respuesta no fue esbozada por ninguno de los sabios
del Talmud, no obstante figura en el libro Zohar y en el Ari z”l–sabio
cabalista- por otro lado, fue cuestionada por otros sabios como por
ejemplo Abraham Ibn Ezra y Maimónides) Esta teoría responsabiliza a los
pecados cometidos en vidas anteriores como la causa de los sufrimientos
del justo sin aparentes motivos en el presente.
f) Una cuarta opinión sustenta la idea de que se trata de algo que
aparenta ser malo pero en realidad se trata de algo bueno para él, y que
muchas veces transcurrido una etapa de tiempo él mismo puede comprobar
que lo que sucedió y que pensaba que era algo malo, en realidad fue para
bien, por ejemplo una muerte prematura de alguien bueno puede ser
explicada, acorde con esta opinión, diciendo que fue quitado de este
mundo para que no sufra cosas malas que sucederán, o para que muera como
justo porque Dios sabía que si seguirá con vida en medio de esa
sociedad terminaría él mismo estropeándose.
g) Otros afirman que los humanos, con nuestra limitada mente, no podemos
juzgar qué es bueno y qué es malo, pues venimos a la vida cuando la
historia ya ha comenzado y nos vamos de ella antes de que ésta acabe,
por lo tanto no podemos emitir un juicio al respecto.
h) Otra respuesta a este tema, nos habla de lo que los sabios talmúdicos
denominaron: “Isurim veahaba” –sufrimientos por amor- es decir que no
necesariamente todos los sufrimientos deben ser tomado como castigo,
producto de algo malo que realiza el ser humano, sino que el dolor,
también pueden ser un trampolín que lo eleve aun más. Si bien esta
postura se parece a la expuesta anteriormente en el inciso c), se
diferencia de aquel en el hecho de que allí se establece como seguro que
ese sufrimiento le hará alcanzar un nivel superior, mientras que este
concepto de “Isurim veahaba”, no da por garantizado que alcanzará un
nivel más elevado, dependiendo de la actitud moral e intelectual del
individuo que lo padece.
i) Existe otra opinión más elevada y compleja, como así también
completa, sostiene que en realidad el verdadero mal y el verdadero bien
tienen que ver con la lejanía y cercanía-percepción- de Dios que posee
ese individuo, por lo tanto si se observa con detenimiento veremos que
muchas de las cosas que llamamos “buenas” en realidad no son así, pues
en realidad no nos acercan a Dios y muchas cosas “malas”, nos acercan a
Él, es decir, el verdadero bien es el mundo venidero donde podremos
alcanzar la mayor percepción de Dios y el mayor mal, la lejanía de Él.
Es lo que se puede observar del libro de Job y de varios salmos por
ejemplo el versículo de Salmos que dice: “Aunque anduviere por el valle
de la muerte, nada temeré, pues Dios está conmigo” No se refiere a no
temer porque Dios lo salvará, pues si así fuera debería haber dicho: “No
temeré, porque nada me pasará” sino que el significado es que cualquier
cosa que pase, no es verdaderamente mala, siempre que se nos permita
conservar la cercanía de Dios, que es el verdadero y más preciado bien
que puede alcanzar el hombre.
Pero ya me extendí demasiado sobre este tema y no es este el lugar para
ello. Lo importante es saber que aunque nuestra mente todavía no haya
alcanzado la madurez intelectual ni esté entrenada en esta área, como
para poder elucidar estos temas –es decir poder comprender la justicia
Divina- debemos saber que ella –la justicia Divina- existe, y que es
justa, que Dios sí recompensa a los justos y castiga a los malvados.
Debe quedar claro que no me estoy refiriendo a lo esgrimido en la
postura del inciso g) de esta misma nota, sino que me refiero a que todo
judío debe tener manifiesto y claro que Dios hace justicia, a pesar de
que, todavía su mente no logre entender por qué ocurren tales cosas, no
obstante, cuando se vuelva más versado en el estudio de la Torah y el
Talmud, tal vez llegue a ser de aquellos estudiosos que pueden
comprender la forma con que Dios maneja al mundo y poder él manejar sus
asuntos de esa manera, tal como se nos encomendó en el precepto: “Y te
encaminarás en Sus sendas” es decir obrar como actúa Dios.
[233] Al principio de este compendio, cuando trata acerca de la
recompensa verdadera para el que cumple los preceptos, en donde cita los
distintos grupos de creencias y expone Maimónides la verdadera y más
elevada recompensa.
[234] Cabe preguntarse, ¿por qué Maimónides no incluyó el libre albedrío
como uno de los principios básicos del judaísmo? Si el judaísmo, a
diferencia del islamismo, no cree en el fatalismo, es decir que todo ya
está destinado, sería propio que lo exprese como uno de los principios
del judaísmo. El motivo lo explica el propio Maimónides en la
introducción que compuso al comentario de la Mishná de Avot, más
conocido como: “Shemoná Perakim”, pasaré a citar textualmente parte del
octavo capítulo:
La falacia del destino.
Ciertamente te hemos aclarado este tema, para que no consideres
verídicos los delirios con los que suelen engañar los astrólogos; pues
ellos afirman que la fecha de nacimiento es lo que caracterizará al
hombre como virtuoso o denigrado, y que tal persona está destinada a
comportarse de tal forma. No obstante, tú sabes que es algo aceptado
dentro de la Torah y también por los filósofos griegos, como ya se han
verificado sus verdaderos argumentos, que los actos del ser humano
dependen únicamente de él. No hay determinismo con respecto a ellos ni
tampoco hay una influencia exógena que lo incline hacia las buenas
cualidades o hacia las malas; si bien existe la disposición de su
temperamento, como ya aclaramos, que le hace más fácil o más difícil una
conducta; no obstante, (la idea) de que ya está condenado a actuar de
tal manera o abstenerse de algo, no existe en absoluto.
Si el ser humano hubiese estado determinado en sus conductas, a) no
tienen sentido los preceptos de la Torah y sus advertencias, siendo todo
una gran falacia, ya que no habría libre albedrío en el actuar del ser
humano.
b) Del mismo modo, la postura del determinismo, quita sentido al estudio
y la educación, además del aprendizaje de los oficios, ya que todo esto
sería vano, pues de todas formas, según esta teoría, el ser humano
estaría determinado de modo exógeno según los que sostienen así, a ser
atraído a realizar determinado hecho, a adquirir cierto conocimiento e
incluso a adquirir conducta ética establecida.
c) Más aún, la recompensa y el castigo serían una injusticia absoluta,
ya sea entre el hombre y su prójimo, como entre Dios con los humanos.
Así, acorde al determinismo, si Shimón que asesinó a Reubén, si hubiera
estado destinado a asesinar a Reubén, y este último destinado a ser
asesinado: ¿por qué Shimón ha de ser castigado? Y ¿cómo es posible que
Dios, Justo y Recto, lo castigue por un hecho que estaba determinado a
realizar, e incluso si hubiese intentado no hacerlo no hubiera podido?
d) Asimismo, se anularían además todas las preparaciones: construir
viviendas, ahorrar dinero, escaparse en momentos de miedo, y todo lo
semejante, porque si se decretó que algo debe ocurrir es imposible que
no ocurra.
Todo esto es una completa mentira, que contradice a la lógica y lo que
se percibe (en la vida diaria), además, destruye la construcción de la
Torah y atribuye injusticia a Dios, fuera de Él semejante falta.
El libre albedrío.
Sin embargo, verdaderamente, no cabe duda que los actos de los seres
humanos dependen únicamente de él, si quiere lo hace, si quiere no lo
hace, sin nada que lo destine ni obligue al respecto, por lo tanto es
apropiado encomendar al ser humano: “¡Observa! he puesto hoy ante ti la
vida y lo bueno, la muerte y lo malo… y escogerás la vida.” (Debarim
30:15-19)
De tal modo, el libre albedrío fue entregado a nosotros, y se impone
entonces el castigo para el trasgresor y la retribución para el
disciplinado: si escuchan (habrá bendición), si no escuchan (habrá
maldición (Deu.m 11:27-28). Por lo tanto es un deber el estudio y la
enseñanza: “Las enseñarás a tus hijos y meditarás en ellas, en tu casa y
cuando andes por tu camino, al acostarte y al levantarte” (Ibíd.
11:19). “Llamó Moshé a todo Israel y les dijo: Escucha Israel los
decretos y los juicios que yo te he declarado en tus oídos hoy, las
enseñarán y cuidarán de hacerlas.” (Ibíd. 5:1)
Maimónides era conciente que en el Talmud existen algunos sabios
aislados que opinan distinto, es decir que aparentemente sostienen la
doctrina del destino y en su responsa al respecto a los sabios de
Marceille propone tres posibilidades para explicar la opinión de esos
sabios: 1) Que en realidad aquel sabio del Talmud, no quiso decir lo que
nosotros entendemos literalmente de sus palabras, es decir que se está
expresando en forma alegórica, 2) Que aquel sabio del Talmud, se expresó
en un lenguaje exagerado, es decir para darle mayor énfasis a lo que
quería transmitir, recurrió a la exageración o 3) El tema estaba lejano a
su entendimiento, es decir, utilizó una expresión respetuosa y sutil
para afirmar que el sabio que sostenía la doctrina del destino, estaba
equivocado.
[235] La era mesiánica, pertenece a este mundo material; y como toda
cosa de este mundo, es un intermedio para alcanzar un ideal superior, es
decir el Mundo Venidero. Tal como dijo más arriba, en esta misma
introducción: “En aquel tiempo la rectitud, integridad y espiritualidad
abundarán y de esta manera se harán meritorios del mundo por venir” o
como dijo en el Mishné Torah, “Hiljot Melajim”, que es donde establece
las normas y leyes de los reyes de Israel y el Mesías: “No ambicionaron
los sabios y los profetas la era mesiánica, sino para poder disponer de
más tiempo para la dedicación a la Torah y su sabiduría… para poder
hacerse acreedores de la vida en el Mundo Venidero, como dijimos en
Hiljot Teshubá –Leyes del arrepentimiento.” A continuación citaremos
textualmente lo que dice allá en el capítulo 9:2: “Por este motivo,
anheló todo Israel, profetas y sabios la era mesiánica, para que sean
liberados del dominio de los reinos –imperios- malvados que no le
otorgaban a Israel tiempo ni permiso para dedicarse con tranquilidad al
estudio de la Torah y sus preceptos… para aumentar su sabiduría y de esa
forma alcanzar un mayor nivel en el Mundo Venidero, pues en aquellos
días –la era mesiánica- abundará la sabiduría la inteligencia y la
verdad, pues está dicho: ‘Se llenará la tierra del conocimiento de Dios’
y ‘No se entrenarán más para la guerra’ y está dicho: ‘Y les
transformará Dios vuestro corazón de piedra’ y por ser que el Mesías
será un rey de la dinatía de David, estará dotado de mucha sabiduría,
más que la del Rey Salomón, y será un gran profeta, cercano a Moisés,
nuestro maestro, por lo tanto –él- enseñará a todo el pueblo y les
indicará el camino de Dios, y todos los pueblos acudirán a escucharlo,
como está escrito,… mas la recompensa última y el bien póstumo que
carece de falencia, es la vida en el Mundo Venidero, pero la época
mesiánica es en este mundo, el cual seguirá su curso natural, -el único
cambio será- que el reino –autonomía e independencia- retornará a
Israel, y ya han expresado los sabios: ‘la única diferencia entre
nuestros días y los del Mesías, es el sometimiento a las demás naciones
-retornará el reinado a Israel-. Maimónides, rechaza enfáticamente la
visión ilusoria de una época mesiánica como un mundo completamente
distinto, milagroso, todo celestial. A los ojos del autor esto es una
percepción infantil, en sus palabras: “No te imagines que el Rey Mesías,
debe realizar milagros y maravillas o crear cosas nuevas en el mundo o
revivir muertos o cosas por el estilo que sostienen los insensatos, pues
Rabí Akiva, uno de los más grandes sabios de la Mishná, era el escudero
de Bar Kojbá y él –Rabi Akiva- solía decir acerca de bar Kojba, que era
el Mesías, y supuso él como la mayoría de los sabios de aquella época,
que en efecto se trataba del Rey Mesías, hasta que finalmente fue muerto
–Bar Kojba- y por cuanto que murió, se supo que no era el Mesías, mas
los sabios no demandaron de él un milagro ni alguna maravilla.”
[236] El término Mesías proviene del vocablo hebreo Meshiaj, que
literalmente significa: ungido. Se consagraban así a los reyes y
profetas de Israel, pues se los ungía con el aceite de unción (con el
cual Moisés ungió a Josué como líder después de él)
[237] Es decir, suponer que no vendrá.
[238] Jabakuk (2:3)
[239] En las distintas épocas han surgido falsas especulaciones acerca
de la fecha en la que surgirá el Mesías, pero esto, en todos los casos
tuvo un efecto negativo, a pesar que la intención era buena y muchas
veces eran sugeridas por algunos rabinos cuya intención era incentivar y
estimular al pueblo en el cumplimiento de los preceptos ante la
inminente llegada del Mesías, no obstante, como dijimos en la mayoría de
los casos a la larga fue negativo pues la gente de a poco fue perdiendo
su convicción en este tema pues veían que no se cristalizaba en la
realidad y suponían que era todo mentira, no solamente lo relacionado
con este tema sino que ahora dudaban de todos las demás cosas que dice
la Torah profiriendo un daño muy grande al judaísmo, es por eso que no
se deben hacer especulaciones ni premoniciones acerca de la llegada del
Mesías, pues es algo que Dios no nos lo ha revelado.
Existen en el Talmud dos opiniones acerca de los detonantes que
acercarán la llegada del Mesías, hay quienes afirman que surgirá cuando
la mayoría del pueblo judío se aleje completamente de la Torah y sus
preceptos, y otros que sostienen que el Mesías surgirá en una generación
en la que la mayoría de la gente respete la ley de la Torah. Maimónides
se inclina a favor de esta última opinión.
[240] Talmud Babilónico, tratado Sanedrín, pagina 97 folio b.
[241] Acorde a lo que escribe Maimónides la responsa a los habitantes de
Temán –Higueret Temán- y en el Mishné Torah, “Hiljot Melajim”, que es
donde establece las normas y leyes de los reyes de Israel y el Mesías,
pareciera que la visión del autor con respecto a la era pre-mesiánica
sería algo así: primero regresará parte del pueblos Israel a la tierra
de Israel (porque no puede haber un rey sin un pueblo) y se establecerán
un rey para ellos (alguien que los gobierne), pues no puede existir un
rey de Israel fuera de la tierra de Israel, y recién después,
posiblemente luego de varios reyes, se revelará el Mesías y
materializará las visiones proféticas acerca de la era mesiánica,
vencerá a las naciones que lo rodean y que se le oponen, reconstruirá el
Templo de Jerusalem (todas estas acciones, obviamente precisan que
parte del pueblo de Israel se encuentre ya en la tierra de Israel) y
luego reunirá a todo el restante del pueblo de Israel en la tierra de
Israel.
[242] El Mesías no será un súper hombre o un ángel, Maimónides, como ya
lo mencionara más arriba cuando se refiere a los Tiempos Mesiánicos,
sostiene que se trata de un hombre de carne y hueso que será muy sabio,
más que el rey Salomón y que reinará haciendo prevalecer la justicia de
Dios, la Torah y haciendo el bien, llegando la sociedad a su máximo
apogeo y realización, una época y un reino ideal. No obstante Maimónides
enuncia al final del Mishné Torah, leyes acerca de los reyes de Israel
–Hiljot Melajim- que en aquella época nada de la naturaleza cambiará,
sino que las cosas continuarán funcionando acorde a las leyes naturales
igual que hasta ahora; el gran cambio será en el aspecto socio-político,
en el cual el pueblo judío será regido por un sabio rey que los
acercará al conocimiento de Dios y Sus leyes. Llevando también al resto
del mundo hacia el camino de la verdad y la justicia.
Maimónides es consciente que en el Talmud existen dos opiniones, una que
sostiene que en la época del Mesías la naturaleza cambiará y viviremos
cosas milagrosas, y otra opinión sostiene que las leyes naturales no
cambiarán y todos aquellos versículos que aparentemente nos describen
una naturaleza distinta a la que conocemos hoy en día, como ser que el
cordero convivirá con el león, se refieren a una metáfora, es decir que
ya los hombres o empresas más agresivas no perseguirán ni se
aprovecharán más del indefenso, y así con el resto de los versículos.
Maimónides se inclina por esta segunda opinión.
[243] Tal como lo expresó el autor más arriba: “El motivo de nuestro
anhelo y sed por la era mesiánica, no es por estos beneficios y
riquezas, ni para montar en lujosos vehículos, tampoco para beber
exquisitos vinos, tal como piensan los simples dentro de nuestra
religión, sino que el verdadero motivo por el cual los profetas y los
virtuosos aspiraban tanto la época mesiánica y con tanto empeño se
aferraban a ese anhelo, es por la sociedad de justos que se erigirá y
las buenas costumbres que en ella imperará, como así también la
abundancia de la sabiduría, la justicia e integridad de aquel rey grande
en erudición y cercano a Dios, como dice: “ el Señor me dijo, tú eres
mi hijo, hoy te he dado a luz” (Salmos 2:7) El cumplimiento de los
preceptos de la Torah en aquella época no será una molestia o fastidio
ni los harán por imposición, pues está dicho: “Y no dirá más el hombre a
su compañero, ni el hombre a su hermano: ¡conoce a Dios!, ya que todos
Me conocerán, desde los pequeños hasta los grandes” (Jeremías 31:33),
“puse mis fueros en medio de ellos” (Jeremías 31:32), “Y mudaré vuestro
corazón de piedra por un corazón de carne” (Ezequiel 36:26) y abundan
los versículos al respecto. De esta forma obtendrán una gran percepción
del mundo por venir, que es el verdadero objetivo”.
[244] Y al burlarse, está poniendo en ridículo a la Torah y lo que ella afirma.
[245] Números capítulos 23 y 24.
[246] Se refiere al que contradice la norma de que el rey de Israel sólo
puede ser aquel que desciende de esa familia real. Si bien Maimónides
sostiene que puede surgir un rey para el pueblo de Israel que no sea de
la dinastía de David quien reina en forma temporal y no sobre la
totalidad del pueblo, no obstante al referirse al Mesías imperiosamente
éste debe ser descendiente del rey Salomón. No sólo esta condición debe
cumplir, sino también debe pelear las luchas de los judíos, es decir, en
contra de todo aquel que se levante contra los principios judíos o
contra Dios, como así también contra los antisemitas. Otro aspecto en el
cual se destacará el Mesías es que acercará a los judíos al
cumplimiento de los preceptos. Si posee estos tres aspectos: linaje
real, luche las guerras de los judíos y acerque el corazón de los
hebreos a la Torah, entonces este individuo tiene las propiedades que lo
califican para ser Mesías y si logra hacer regresar a los judíos a
Israel y fortalece el reino y construye el Templo de Jerusalem entonces
sabremos con certeza que se trata del verdadero Mesías. Es por eso que
uno de los más ilustres sabios talmúdicos, el famoso Rabí Akiva
consideró a Bar Kojba como el Mesías, pues guerreaba las guerras de los
judíos contra los romanos que los acosaban e impedían el cumplimiento de
la Torah, era descendiente de la dinastía de David, mas cuando Bar
Kojba murió en manos de los romanos, supo que en realidad no era el
Mesías”, hasta aquí es cita de lo que Maimónides enuncia en el Mishné
Torah, leyes acerca de los reyes de Israel.
Así también en nuestros días, varios eruditos y grandes sabios judíos
poseían el potencial para ser Mesías en caso que Dios así lo disponga,
no obstante una vez que estos sabios fallecieron, sabremos con certeza
que no eran Mesías. Cabe recalcar que en el judaísmo no existe la
creencia cristiana de que el Mesías morirá y luego resucitará.
[247] Como ya lo mencionara más arriba El Mesías, fallecerá, y su hijo
reinará en su lugar, y luego el hijo de su hijo, dato que viene a
confirmar, que el mundo continuará su curso natural también en la época
del Mesías. No obstante Maimónides afirma: “Su reinado se extenderá por
muchos años y los años de vida de los hombres también se incrementarán” y
como dijeron los sabios: “la gran asamblea cuando se reúna, no se
dispersará rápidamente”. Cabe preguntarnos: ¿Qué ocurrirá luego de esos
muchos años? Pues las expresiones: “Su reinado se extenderá por muchos
años” o “no se dispersará rápidamente” nos hablan expresamente que no se
trata de una realidad eterna. ¿Acaso sostiene Maimónides que el hombre y
el mundo serán destruidos o se inclina por la idea que el mundo
existirá para siempre? En la presente obra, Maimónides no encara esta
cuestión, pero en su Opus Mágnum, La Guía de los Perplejos, en la
segunda parte capítulo 27 y 28 le consagra un destacado lugar a esta
cuestión. La conclusión a la que arriba es que no existe ninguna
obligación de creer que este mundo dejará de existir en algún momento.
Si bien el mundo fue creado, es decir no existió desde siempre, sino que
tuvo un comienzo, esto no quiere decir que análogamente tendrá un
final. En el capítulo 29 establece Maimónides que la idea de que el
mundo dejará de existir es algo que no figura en los profetas ni en las
palabras de los sabios; no obstante lo afirmado en el Talmud, Sanedrín
97a : “Seis mil años se mantendrá este mundo y luego se desmoronará”,
esta afirmación es rechazada por Maimónides con tres argumentos: 1) La
frase que dice: “se desmoronará” no implica necesariamente que el mundo
dejará de existir, sino que existirá pero en un estado de destrucción,
2) Esta postura es minoritaria y es sustentada por un solo sabio y hay
otros sabios que se oponían a esa postura, por ejemplo en el Talmud Rosh
Hashaná 31 a, además de las palabras del propio Rey Salomón quien
sostiene: “No hay/habrá nada nuevo bajo el sol” y la destrucción del
mundo, si en efecto ocurre, es una gran novedad. 3) Esta opinión fue
dada en un aspecto especial, es decir, que no se trata necesariamente de
una comprensión textual. Es factible que Maimónides haya interpretado
esta frase como un desmoronamiento o destrucción espiritual que ocurrirá
luego del sexto milenio, que tal vez acarree junto con ello una gran
destrucción material. Tal vez esto ocurra luego de la era mesiánica,
pues a pesar que “la gran asamblea cuando se reúna, no se dispersará
rápidamente” se entiende que finalmente, después de mucho tiempo,
también ella será dispersada, posiblemente por las debilidades humanas; y
luego de esto comenzará un nuevo ciclo de la historia de la humanidad.
Tal vez sea esta la respuesta de Maimónides al cuestionamiento: Si los
trece principios del judaísmo son eternos y para todas las épocas,
resulta que en la era mesiánica, ya no serán 13 sino 12, pues el
principio de la llegada del Mesías ya no será actual, y esto no es así,
sino que seguirán siendo 13, pues de estas últimas palabras podemos
deducir que será un ciclo en la historia de la humanidad, que por
períodos tendrá épocas de oscurantismo y bajeza, pero Dios hará surgir
luego un Mesías, justo que ayudará a la humanidad a remontar los niveles
superiores a los que el ser humano está capacitado para llegar.
[248] Aquí concluye la tercera categoría de los principios, los cuales
podrían ser resumidos de la siguiente manera: Conocimiento por parte de
Dios de lo que hacen los hombres, juicio y castigo, control de Dios de
la historia y lo que sucede y la intervención Divina mediante el
milagro.
[249] Si bien aquí lo menciona en forma escueta, este principio se
refiere a que los muertos resucitarán, no se trata de un lenguaje
metafórico o alegórico, sino que en realidad se refiere a lo que se
entiende literalmente. Obviamente estamos hablando de algo
“anti-natural” o para hablar con propiedad, algo que está fuera de la
norma, algo anormal. No obstante esto no es un impedimento pues la
naturaleza la estableció Dios desde los seis días de la creación, por lo
tanto si Él dispuso la resurrección de los muertos, entonces
necesariamente esto es parte de la naturaleza, no obstante es algo fuera
de lo que normalmente estamos acostumbrados a ver.
¿Cuál es el objetivo de esta resurrección?, ¿Para qué hace falta que
vuelvan a vivir? ¿Acaso no había aclarado ya el autor al principio del
presente tratado, que el objetivo final y el máximo bien es el mundo por
venir? Entonces si ya lo alcanzaron ¿Para qué hacerlos volver a este
mundo?
Lo primero que hay que aclarar es que la resurrección de los muertos no
le ocurrirá a todos, sino sólo a los justos, tal como dijeron los sabios
del Talmud: “Las lluvias benefician tanto a los justos como a los
malvados [pues hace crecer la cosecha que alimenta a todos
indistintamente] pero la resurrección de los muertos es sólo para los
justos” Entonces, podríamos explicar que la resurrección de los muertos
no es una meta en sí misma, sino que es un medio para alcanzar el gran
objetivo de la vida, que, como ya dijera el autor, se trata del mundo
venidero. No obstante, está claro que la manera de alcanzar el mundo
venidero y hacernos merecedores de él, depende de este mundo y la manera
en la que nos preparamos para eso, hasta el punto que los sabios
compararon este mundo con el pasillo o la antesala del palacio real, es
el lugar por el cual debemos atravesar para llegar ante el palacio del
rey, no podemos ingresar en él sin antes transitar por ese pasillo;
también la antesala es el lugar en donde nos podemos arreglar, corregir y
retocar nuestra “apariencia” antes de presentarnos ante el rey. Así
entonces este mundo es el lugar en el cual podemos prepararnos y
“entrenar” nuestra alma para que pueda percibir a Dios y de esa manera
nuestra alma quedará ligada a Él y Su eternidad. Si no lo hacemos aquí
entonces nada tendremos allí, tal como dijeron los sabios en forma
alegórica: “Aquel que no preparó su comida antes de Shabbat, entonces
¿qué comerá en Shabbat?” y el Shabbat fue comparado al mundo venidero.
Nótese qué fino hilaron los sabios al expresar esta frase, pues no
dijeron: “El que no prepara, no comerá” como si se tratase de un
castigo, sino que más bien se trata de la consecuencia lógica y natural
de su actitud, ¿si no se preparó cómo podrá percibir a Dios?
Es importante saber que en el mundo venidero existen distintos niveles,
no se trata de estar adentro o afuera, sino que así como en un teatro no
sólo importa si entra o no a la sala, sino que es importante la
ubicación que posee, habiendo mejores lugares que otros para disfrutar
la función, así también ocurre con el mundo venidero, dependiendo de
nuestros méritos el lugar que alcanzaremos en el más allá.
Todos sabemos que no en todas las épocas el estudio de la Torah y el
cumplimiento de los preceptos fue algo sencillo, no era lo mismo
dedicarse al estudio y profundización de la Torah en la época del rey
David que en la época de la inquisición, entonces, no sería justo que
alguien que vivió en una época en la cual el cumplimiento de los
preceptos era difícil, mal visto y hasta perseguido, motivo por el cual,
ese individuo no pudo alcanzar su máximo potencial, tenga un nivel
inferior en el mundo venidero que aquel que alcanzó el que se crió en
otra sociedad en la cual se fomenta el crecimiento espiritual y el
cumplimiento de los preceptos, que con poco esfuerzo ya superó por mucho
al que vivía en una sociedad hostil al mundo de la Torah. Para ello
Dios dispuso, que aquellos que realmente sean meritorios, puedan tener
otra oportunidad y re-vivir en una época ideal [la del Mesías] para
poder entonces alcanzar su máximo potencial y hacerse merecedores de un
nivel superior en el mundo venidero, que, como ya está claro, ese es el
verdadero objetivo. Es decir se trata de otra chance que Dios otorga a
los justos para que viviendo en una sociedad ideal puedan elevarse más y
alcanzar una recompensa mayor, esto es, un nivel superior en el mundo
por venir.
[250] En esta misma obra, el inciso Nro. 5, no obstante el autor se vio
obligado a escribir todo un compendio sobre este tema titulado:
“Coloquio acerca de la resurrección de lo muertos” que se encuentra
entre sus responsas.
[251] Cabe preguntar aquí: Si este es uno de los trece principios
eternos del judaísmo, ocurrirá que cuando los muertos resuciten, y
dejará de existir este principio, y entonces ya no serán más trece sino
doce. Para responder a esta pregunta ver el final de la nota del
principio anterior. Pues como ya dejará explicado Maimónides, el
objetivo final es el Mundo Venidero, mientras que este mundo continuará
su curso natural, eso quiere decir que continuarán naciendo y muriendo
nuevos seres humanos y los justos entre estos últimos, es decir los que
nacieron luego de la resurrección de los muertos, también tendrán ellos
mismos el merito de la resurrección de los muertos, como mecanismo para
poder ascender en su posición en el Mundo Venidero.
Los cuales son la esencia del judaísmo
Traducción y comentarios Rabino Issak Sakkal
Es importante recalcar en este contexto, por ser el más apropiado
para ello[154], que los fundamentos de nuestra religión son 13
principios[155], a saber:
1º Principio
Saber[156] que existe el Creador, es decir, una existencia absolutamente
perfecta en todo aspecto posible, y ella es la causa de todo lo
existente[157].
En Él reside la posibilidad de ser de todo lo demás y por Él existen[158].
Es absurdo suponer que no exista, pues al dejar de existir, todo lo
demás se anularía y no quedaría nada que pudiera subsistir por sí
mismo[159]. Si pudiéramos suponer que todo dejará de existir con
excepción de Él, no se anularía la existencia de Dios y en nada Lo
afectaría, pues Le basta consigo mismo para existir y no precisa de nada
ajeno a Él[160]. Todo lo demás, desde lo celestial, me refiero a los
ángeles, hasta lo terrenal y lo que entre ellos hay, todo precisa de Él
para existir[161]. Invoca este principio lo dicho: “Yo soy el Señor tu
Dios[162]”
2º Principio
La unicidad de Dios. Es decir, saber que esa existencia, que es la causa
de todo, es única. No es una unidad que tiene semejantes, ni tampoco
uno como un individuo de una especie, ni como un hombre que está
compuesto[163] y por lo tanto se puede dividir en varias unidades[164].
Tampoco es uno como una unidad material que puede ser divisible
infinitamente[165]. Sino que Él, elevado sea, es una unidad única e
indivisible, que no hay otra igual en ningún aspecto[166].
Sobre este segundo principio atestigua lo escrito: “Escucha Israel, el Eterno es Dios, el Eterno es Uno”[167].
3º Principio[168]
La negación de cualquier tipo de corporación de Dios[169]. Se refiere, a
saber que ese Único que mencionáramos, no es corporal ni fuerza en un
cuerpo[170].
Asimismo, no le afectan aquellas cosas que afectan a la materia[171],
como por ejemplo, el movimiento, el tiempo o el reposo[172], no en forma
constante ni casual[173], es por eso que nuestros sabios descartan la
posibilidad en Él de una composición o división afirmando: “en las
alturas, no existe sentarse ni pararse, no espalda ni frente”. Tal como
dice el profeta: “¿A quién, entonces se equipara Dios, o con quién
podréis compararle?”, “¿A quién Me asemejaréis para que se Me parezca?,
dice el Santo Bendito Él” (Isaías 40:18 y 25), y si fuera corpóreo se
asimilaría en algún aspecto a los demás cuerpos[174].
Todo pasaje bíblico que describe a Dios con atributos físicos tales
como: Encaminarse, sentarse, hablar y semejantes, todo está expresado en
un lenguaje figurativo, así dijeron los sabios: “se expresó la Torah en
lenguaje humano” y se han extendido bastante al respecto[175].
Este tercer principio es lo que nos encomienda al decir: “Pues no han
visto ninguna imagen[176]”, ya que Él, tal como expusimos, no es
material ni fuerza expandida en un cuerpo.
4º Principio
La eternidad de Dios. Saber que este Ser Único, al que nos referimos, es absolutamente eterno[177].
Nada de lo existente, fuera de Él, es anterior a Él[178], prueba de ello
son los abundantes versículos que hablan de este tema, en especial el
que versa: “El Dios desde tiempos remotos” (Deuteronomio 33:27).
5º Principio
S
ólo a Él es apropiado alabar y servir, difundir Su excelsitud y cumplir
sus preceptos, y no a cualquier otro que este por debajo de Él, ya sean
ángeles, constelaciones o cualquier tipo de ente[179], puesto que todos
ellos son limitados, no son ellos los que juzgan ni poseen libre
albedrío para actuar como les place[180], sino solo a Dios es digno
glorificar.
Asimismo, no es correcto apelar a nada ni a nadie para que nos sirva de
intermedio entre nosotros y Dios[181], sino sólo hacia Él deben ser
dirigidos todos nuestros ruegos y dejar de lado otro medio fuera de Él.
A este 5º principio hacen referencia todas las transgresiones referentes
a la idolatría y la mayoría de la Torah hace alusión a esto[182].
6º Principio[183]
Existe la profecía[184]. Esto es, que en la especie humana, existen
individuos con potencial y cualidades sobresalientes y dueños de una
plena perfección, con un espíritu sabio e inteligente, hasta adquirir
una mente sublime[185]. Es entonces cuando esta mente humana se apega a
una “mente superior”, siendo iluminada intensamente por ella. A este
tipo de individuos se los denomina: profetas y esa experiencia[186] es
la profecía siendo esa[187] su naturaleza.
Aclarar más este tema sería arduo extenso[188] y no es nuestra intención
aquí aportar pruebas irrefutables sobre cada principio, ni tampoco
elucidar la esencia de esta percepción profética, puesto que para ello
sería necesario como requisito, incursionar y tener noción de todas las
ramas de la sabiduría, mas en este coloquio sólo enumeraremos los
principios en forma esporádica. En cuanto a la profecía abundan en la
Torah eventos que atestiguan acerca de la profecía de varios profetas.
7º Principio
La profecía de Moisés, nuestro maestro. El punto principal es saber que
Moisés es el nivel superior[189], el “maestro” de todos los profetas
anteriores o posteriores a él, todos están por debajo de su nivel.
Moisés fue el selecto de toda la humanidad que captó respecto al
conocimiento de Dios más de lo que cualquier otro, en el pasado o en el
futuro percibió o percibirá[190].
Moisés logró la superación humana hasta alcanzar el nivel celestial y mantenerse en la categoría de los ángeles[191].
No se le interpuso a Moisés ningún obstáculo o velo entre él y Dios.
Asimismo ningún impedimento físico[192] ni carencia grande o pequeña. En
él se anularon por completo la imaginación[193] y desapareciendo los
deseos, los impulsos y la voluntad, quedándole sólo la mente[194] y al
respecto fue dicho: “él hablaba con Dios, no por medio de ángeles”.
Mi intención era esclarecer aquí este tema maravilloso, echando luz
sobre aquellos pasajes oscuros de las escrituras, explicar la expresión:
“Boca a boca hablaba Dios con él” y el resto de los conceptos ocultos
en ese versículo, empero, visto que estos temas son demasiados delicados
y precisaría aportar muchísimas pruebas, antecediendo abundantes y
largas introducciones y ejemplos, además requeriría explicar previamente
la esencia de los ángeles y sus niveles en que se distinguen de Dios,
elevado sea, como así también ahondar en el alma humana y sus
capacidades[195], sería imperioso también, explicar los distintos
términos con que se expresaron los profetas, dignos de ser aplicados a
Dios y a los ángeles, asimismo, explicar lo que el libro “Baal
Koma”[196] se refirió, más aun todo esto no sería suficiente, y aunque
quisiera resumirlo al extremo, me demandaría por lo menos más de mil
páginas, por todo esto lo dejaremos para otro compendio, tal vez en el
libro de la explicación de los dichos de los sabios, que me he propuesto
componer[197], o quizás en aquel otro acerca de la profecía el cual me
encuentro actualmente escribiendo[198], sino, lo incluiré en uno
especialmente dedicado a la elucidación de estos principios[199].
Volviendo al tema de este séptimo principio, diremos que la profecía de
Moisés, nuestro maestro, se diferencia de las profecías de los demás
profetas en cuatro aspectos:
1º diferencia: Cualquier otro profeta, no se comunica con Dios
[directamente] sino por medio de un intermediario[200], en cambio
Moisés, no precisaba de intermediarios, tal como dice: “boca a boca
hablaré con él” (Números 12:8)
2º diferencia: Todo profeta no recibe la profecía sino cuando están
durmiendo[201], como versa: “en sueños nocturnos” (Génesis 31:24) “en
sueños o visión nocturna” (Job 23:15) y otros ejemplos. Es factible que
le sobrevenga de día, pero luego que haya recaído sobre aquel hombre un
profundo sopor, de forma tal que queden neutralizados todos sus sentidos
y permanezca su mente libre, tal como ocurre al soñar. Esto es lo que
se denomina “Visión” o “Percepción”, sobre esto fue dicho “con visiones
Divinas” (Ezequiel 8:3), en cambio Moisés, venía a él la palabra de
Dios, aun en pleno día, (en estado lucido) mientras permanecía de pie
(la voz surgía) por entre los dos Querubines (que estaban por sobre el
arca sagrada) , tal como dice: “Me revelaré a ti ahí, y hablaré contigo
por sobre el arca” (Éxodo 25:22). Dijo el Altísimo: “Escuchad ahora Mis
palabras: si surgiere vuestro profeta, Yo, el Eterno, en visión Me
manifestaré a él, en sueño hablaré con él. No es así con Mi servidor
Moisés, … Boca a boca hablo con él” (Números 12:6-7-8).
3º diferencia : Todo profeta, al advenirle la profecía, aunque sea en
“visión” y por medio de un ángel, se aflojarán sus fuerzas, su cuerpo
se debilitará y se apoderará de él un profundo pavor, hasta sentir que
su alma está por salir de su cuerpo, tal como lo expresa Daniel cuando
(el ángel) Gabriel habló con él en visón: “Y no quedaron en mí fuerzas
pues la lozanía de mi semblante se convirtió en palidez de muerte y me
faltaron las fuerzas” (Daniel 10: 8 y 9) y más aún: “caí en profundo
sueño con mi rostro hacia el suelo” y dice: “por causa de la visión me
han sobrevenido dolores y no me quedan fuerzas” (Daniel 10:16). No
ocurría así con Moisés, sino que le sobrevenía la palabra de Dios sin
causarle temblor o debilitamiento de ningún tipo, tal como dice: “y
habló el Eterno con Moisés frente a frente, tal como habla un hombre con
su prójimo” (Éxodo 23:11) es decir, así como el hombre no se llena de
pavor al hablar con su compañero, de la misma manera ocurría con Moisés,
él no se estremecía cuando le sobrevenía la palabra de Dios, a pesar de
estar Moisés en el grado supremo de cercanía a Dios, como dice: “frente
a frente”[202], esto hace alusión al profundo nivel de percepción
mental, como dejamos expresado.[203]
4º diferencia: Los demás profetas no poseen la capacidad de
profetizar en cualquier momento que lo desean, sino sólo cuando Dios así
lo dispone, pues es factible que pasen años sin que el profeta perciba
ninguna profecía, o que el profeta pretenda saber algo por medio de la
profecía y tenga que esperar días o meses hasta recibir la profecía o
sencillamente no se le revele. Encontramos entre los profetas, quienes
se prepararon (para alcanzar la profecía) tratando de lograr un ánimo
alegre, tal como lo hizo Eliseo: “Y ahora, traedme un músico” y luego le
sobrevino la profecía, mas es factible que no le sobrevenga visión
alguna a pesar de predisponerse para ello[204]. En cambio Moisés,
nuestro maestro, en todo momento que él quería lograba (comunicarse con
Dios) pues está dicho: “esperad aquí y habré de escuchar lo que el
Eterno prescribirá para vosotros” (Números 9:8) y dice: “habla con
Aarón, tu hermano, y que no se acerque al santuario en todo momento”
(Levítico 16:2), explicaron los sabios: “Aarón está en el nivel de ´no
en todo momento`, empero Moisés, no está en el nivel de ´no en todo
momento`”[205].
8º Principio
La Torah es de origen Divino[206]. Esto es, saber que toda la Torah que
se encuentra en nuestras manos hoy en día, es la que recibimos por mano
de Moisés, nuestro maestro, y que en su totalidad procede de Dios, es
decir, que la Torah se le reveló a Moisés en forma completa, por parte
de Dios, elevado sea[207].
Esto es lo que se denomina metafóricamente: “hablar”[208], ignorando
cómo le llegaba la palabra de Dios, a excepción de Moisés, que fue el
que la recibió[209], no obstante Moisés era cual escriba a quien le
dictan y él escribía[210] tanto los sucesos, los relatos como los
preceptos, es por ello que se lo denominó: “el escriba”[211], por lo
tanto no hay diferencia entre aquello que dice: “y los hijos de Jam:
Kush, Mitzraim, Put y Cnaan” (Génesis 10:6) o aquel otro: “y el nombre
de su esposa: Meetavel hija de Jatred” (Génesis 36:39) o el que dice:
“Timná era concubina” (Génesis 36:12) con el que dice: “Yo soy el Señor
tu Dios” (Deuteronomio 5:6) o: “Escucha Israel el Eterno es nuestro
Dios, el Eterno es uno”[212] (Deuteronomio 6:4), puesto que todo es de
origen Divino y la Torah de Dios es completa, pura, sagrada y
verdadera[213].
Todo aquel que afirma que estos versículos[214] como los relatos, fueron
agregados por Moisés, es considerado por los sabios y los profetas como
un renegado[215], pues rebaja a la Torah más que cualquier otro
apóstata, ya que cree que en la Torah hay cosas importantes y otras
superfluas, sin encontrarle sentido[216]. (Pensar de esta manera) es
esencialmente, negar que la Torah es de origen Divino.
Afirmaron los sabios: “Aquel que sostiene que toda la Torah es de origen
Divino a excepción de un solo versículo que no fue dicho por Dios, sino
que Moisés lo agregó de sí mismo, sobre él dicen las escrituras:
‘porque la palabra del Señor despreció’”.
Sino que cada expresión y explicación de la Torah, posee mucha sabiduría
y profundidad para aquel que las entiende[217], siendo su sabiduría
inconcebible, como dice: “Su medida es mayor que la tierra y más ancha
que el mar” (Job 11:9), por lo tanto es apropiado que el hombre se
encamine por las sendas trazadas por David el ungido de Dios, quien
suplicó: “descubre mis ojos y muéstrame las maravillas de Tu Torah”[218]
(Salmos 119:18).
Lo dicho anteriormente es válido también con respecto a la explicación
que hemos recibido de la Torah[219], también ella es de origen Divino.
Aquellas cosas que ponemos en práctica hoy, por ejemplo: la construcción
de la Sucá, las cuatro especies, el shofar, las filatelias y otros, es
exactamente tal como Dios encomendó a Moisés y él nos lo trasmitió, pues
aquel mensajero[220], es digno de confianza.
El versículo que atestigua acerca de este principio es el que dice:
“Dijo Moisés: Con esto sabrán que el Eterno me envió a realizar todas
estas cosas, pues no han salido de mí” (números 16:28).
9º Principio
S
e refiere a la invariabilidad de la Torah, es decir que la Torah de
Moisés no será anulada[221] ni cambiada[222] por Dios, como así tampoco
Él la reemplazará por otra[223]. Asimismo no se le puede agregar ni
quitar nada[224], tanto la Torah escrita como la Torah oral, como está
escrito: “No le agregarán a ella ni menguarán nada de ella”
(Deuteronomio 13:1) y ya hemos explicado lo que era necesario aclarar
con respecto a este principio en la introducción que he compuesto a la
Mishná[225].
10º Principio[226]
Q
ue Él, elevado sea, conoce todos los actos del hombre y no les están
ocultos[227]. No es como aquellos que opinan: “Dios ha abandonado al
mundo”[228] (Ezequiel 8:12), sino, más bien, como está escrito: “grande
en consejo y poderoso es Dios, cuyos ojos están puestos sobre todos los
caminos del hombre[229]” (Jeremías 32:19) y fue dicho: “y vio Dios que
se multiplicó la maldad del hombre sobre la tierra” (Génesis 6:5) y más
aún: “las quejas de Sodoma y Gomorra, pues son inmensas” todos ellos nos
hablan acerca de este décimo principio[230].
11º Principio
Él, exaltado sea, recompensa a aquel que realiza los preceptos de la
Torah, y castiga[231] a todo el que transgrede sus prohibiciones[232].
Con respecto a la recompensa mayor, indudablemente se trata del mundo
venidero y el peor castigo, es la aniquilación del alma, ya nos hemos
extendido lo suficiente sobre este tema[233].
Apela a este undécimo principio lo escrito: “Y ahora, absuelve su causa,
de lo contrario, bórrame de Tu libro” (Éxodo 32:32) a lo que le
responde Dios: “Aquel que haya transgredido contra Mí habré de borrarlo
del libro” (Ibídem) esto nos comprueba que sabe quién transgrede y quién
Le es fiel, para dar castigo a uno y recompensa al otro[234].
12º Principio
La época mesiánica[235]. Es decir, saber con certeza que vendrá
(surgirá) el Mesías[236] y no pensar que se atrasará[237] y ”por más que
se demore lo aguardaremos”[238].
No se le debe asignar un tiempo (a su llegada) ni tampoco se hacen
especulaciones de las escrituras para establecer la fecha (o la época)
de su surgimiento[239]. Los sabios sentenciaron: “se entontezca el
espíritu de los que sacan deducciones de la fecha”[240].
Asimismo, debemos saber que el Mesías poseerá honra, grandeza, honor y
superioridad[241], más que cualquier otro rey[242] que haya existido. Es
nuestro deber engrandecerlo, amarlo y rogar por él[243], tal como
profetizaron sobre él desde Moisés hasta (el último de los profetas)
Malaquías.
Todo aquel que pone en duda o se burla de la venida del Mesías, reniega
de la Torah, pues en ella se asegura textualmente acerca de su
llegada[244], tanto en el episodio de Bilam[245] como en Deuteronomio
30: 3-5.
Parte de este principio es ser consciente que no se considera rey de
Israel sino sólo a aquel que desciende de la dinastía del Rey David y en
particular del Rey Salomón, y todo el que contradice este punto[246],
reniega de Dios y de Sus profetas[247].
13º Principio[248]
La resurrección de los muertos[249], esto ya fue explicado[250] anteriormente[251].
[154] Por ser que se menciona quiénes son los que no tienen parte en el
Mundo Venidero, quedando fuera de la congregación de Israel, es el lugar
más apropiado para mencionarlos en forma ordenada y codificada, así
observaremos que los 13 principios fueron ordenados en base a estos
puntos que menciona la Mishná, tal como lo veremos en la nota siguiente.
[155] Los trece principios están divididos en tres categorías: 1)Del 1º
al 5º inclusive, tratan acerca de Dios, 2) Del 6º al 9º inclusive,
hablan acerca de la profecía y 3) Del 10º al 13º tratan de la recompensa
y el castigo. Es factible que este orden derive directamente de nuestra
Mishná que dice: “Estos son los que no tienen parte en el Mundo
Venidero, los que dicen que no habrá resurrección de los muertos, o que
la Torah no es de origen Divino y los Apicorós –apóstata-” Así al decir
“resurrección de los muertos” se refiere a la tercera categoría –
Recompensa y Castigo, al decir: “que la Torah no es de origen Divino” se
refiere a la segundo categoría – Acerca de la profecía, y al decir
“Apicorós” hace alusión a la primer categoría –Acerca de Dios. Así
también, observamos que en el Mishné Torah, el autor nos los cita todos
los trece principios juntos, sino que los primeros 9, los que tratan
acerca de Dios y los que tratan acerca de la profecía, los menciona y
explica al comienzo del primer tomo: Isodé Hatorah – Fundamentos de la
Torah, comenzando luego por los temas relacionados con Dios, por ser lo
más importante, trascendental y básico y luego pasa al tema de la
profecía, que depende de lo anterior. Después la tercera categoría, la
de recompensa y castigo, una parte es mencionada al final de este primer
tomo, en Hiljot Teshuvá – Leyes del arrepentimiento, y otra parte (lo
referente a la era mesiánica) lo hará al final de toda su obra, al final
del tomo 14, Hiljot Melajim – Leyes acerca de los Reyes. Esta división
entre las dos primeras categorías, que son citadas al principio y las
dos juntas de la tercera categoría que figura al final del tomo o de la
obra, probablemente se debe a la idea que tanto insistió el autor,
“Kabalat Ol Maljut Shamaim veol Mitzvotav” es decir, la concepción de un
Ser Supremo y Perfecto, nuestro sometimiento absoluto a Él y obediencia
a lo que emana de Su sabiduría, como ya lo describió extensamente
cuando habló del servicio a Dios por amor, y es por eso que aleja el
tema de la recompensa para el final, es decir, la recompensa venir
vendrá, pero no es lo más apropiado que sirvamos a Dios por ello.
[156]El principio en su máxima expresión es saber y no sólo creer. Hay
tres tipos de saber: 1) El saber por tradición o testimonio (me dijeron
que existe un país que se llama Japón). 2) El saber por medio de los
sentidos (ciencia empírica) por ejemplo yo veo que el cielo es azul. 3)
El saber lógico (ciencia a priori) por ejemplo el entero siempre es
mayor que el ½ .
Esta última categoría del saber, es superior a las otras dos, por
ejemplo, por más que con mis propios ojos vea a alguien que introduce
dos caramelos en una bolsa, luego pone otros dos y luego saca cinco,
sostengo, sin lugar a dudas, que se trata de un truco, pues lógicamente
es imposible que 2+2=5, claramente vemos que al contraponerse el saber
por medio de los sentidos contra el saber lógico, este último predomina.
Análogamente, el saber lógico se antepone al tradicional o testimonio,
por ejemplo si bien nunca estuve en Japón, sé que existe por medio del
testimonio o lo que me cuenta la gente, pero si yo no sé si el anillo
que me quieren vender es de oro o no, no puedo fiarme solamente en lo
que me dice el vendedor, pues este tipo de conocimiento tiene valor
siempre y cuando no haya interés de engañarme y que no contradiga la
lógica. Por supuesto que en todo caso la excepción es el milagro, es
decir, aquella situación en la cual la norma es violada momentáneamente,
para luego volver a la norma. No obstante, los milagros no atentan
contra la lógica (un milagro no puede sostener: uno que son tres pero
siguen siendo uno) Aceptar la situación del milagro, no contradice la
lógica, aunque sí contradice las leyes naturales constantes.
No se nos escapa que la sabiduría humana es limitada, pero este nivel de
racional “saber de la existencia Divina” es el más alto al que puede
acceder un hombre normal. Por sobre este nivel racional, se encuentra el
de los profetas que sobrepasan el nivel racional, ya sea por
inspiración Divina o por profecía.
[157] “Existencia”, es la palabra que más se repite, no es algo que se
le haya pasado por alto al autor, con la misma persistencia reitera esta
expresión en el Mishné Torah, Hiljot Iesodé HaTorah.
[158] No está queriendo decir que fuera de Él nada existe pues el mundo
existe y éste no forma parte de Dios, pues el judaísmo rechaza el
panteísmo de Espinosa. Tampoco está negando que fuera de Él exista algo,
pues el mundo no es una ilusión, sino que en lo que está poniendo
hincapié el versículo, es que no hay otra verdad como la de Él, excepto
la de Él.
En resumen, hasta aquí hemos afirmado: Dios existe, no depende de nada y
todo depende de Él. Se desprende de aquí, que hay dos tipos de
existencias: la obligatoria (Dios) y la opcional (el resto de lo
existente)
[159] Ya que al depender todo de Él, si Él no existiera, nada podría
existir, tal como un edificio de 10 pisos, si quitamos el primer piso,
los que se apoyan sobre éste se derrumbarían.
[160] Es decir no hay otra Existencia verdadera como la Suya, que no
dependa de nada y que todo dependa de ella. Existen distintos niveles de
verdades. El nivel físico, por ejemplo, tenemos cinco objetos y al cabo
de un tiempo uno de ellos se deteriora, ahora quedan cuatro. Esto no
quiere decir que no era verdad que habían cinco objetos. Lo que sucede
es que era una verdad relativa y muy susceptible a ser modificada por
múltiples factores. El próximo nivel es el de la Ética, por ejemplo,
amar al prójimo, casi siempre esta premisa es válida, pero existen
excepciones, aquellas situaciones en que abandonamos esta regla, por
ejemplo el caso de un asesino. Es decir, que no es algo inamovible,
constante, sino que puede cambiar. El tercer nivel, el de las leyes
físicas, por ejemplo la ley de la gravedad, donde dos cuerpos se atraen
mutuamente, pero hipotéticamente, puede existir un sistema diferente en
el cual esta ley no rija, es decir, en teoría, esta ley podría ser
distinta. El cuarto nivel, es el de las matemáticas, en realidad, es más
estable que los anteriores, tanto en el tiempo como en el espacio, pero
las matemáticas son conceptos inventados por el hombre, que utilizados
lógicamente funcionan en la realidad (muchos de estos conceptos jamás
podrían aplicarse en el mundo físico, tal es el caso de los números
negativos). El quinto nivel es el que ostenta la Torah, si bien la Torah
nunca cambiará, fue creada por Dios, por ende tuvo un comienzo, no
existió desde siempre. Lo que queda claro entonces es que cada uno de
estos niveles puede existir o no existir (de hecho hubo momentos en que
no existían, antes de ser creados), por lo tanto no son absolutos, y
entonces no poseen el grado de “verdad obligatoria de ser” (en hebreo:
“Mejuiav hametziut” ). En cambio Dios es la verdad absoluta, obligatoria
e imperturbable, hasta el punto tal, que si Él dejara de existir, todo
dejaría de existir, al ser que desaparece el agente base, tal como el
edificio de varios pisos, al quitarle su base, todos los pisos caen.
[161] Causa primera. La relación de Dios con la creación no es similar a
la relación de un artista con su obra, en donde una vez finalizada la
obra no existe relación ni precisa del artista para existir; no ocurre
así con Dios y la creación, sino que ésta existe todo tiempo que Dios
quiere que ella exista. Nótese que el autor no utiliza ninguno de los
nombres con los que se denomina a Dios, esto no es casualidad, pues no
quiere definir a Dios con algo externo a Él. Así, encontraremos que
otros pensadores judíos, describen a Dios como “El Dios de Israel”, el
Dios de la historia de Israel, el que lo acompaña, lo protege y lo
conserva. A pesar de que esto es verdadero, todavía se puede lograr una
definición mejor, pues en esta definición, al no percatarse de la
presencia de Dios en la historia, fácilmente pueden creer que no es
correcta esta premisa y así suponer que todo es falso. Además, esta
definición, estaría poniendo a Dios al servicio del hombre, haciendo del
hombre el centro, cuando en realidad es al revés. Por último, esta
definición, no me habla de la esencia de Dios sino de Sus actos. Hay
quienes lo definen como el Juez supremo, aquel que controla y juzga,
castigando a los culpables y recompensando a los correctos. También esto
es correcto y cierto, pero nuevamente el hombre es el centro y Dios es
el que preserva su entorno, además este es un acto de Dios, es lo que Él
hace, no lo que Él es. Otros lo definen como el Creador; tal como en el
anterior, no me habla de la esencia sino de Sus actos, nuevamente pone
al hombre como centro es por eso que Maimónides no lo define en base a
la creación del mundo, pues cabría la pregunta: ¿Antes de la creación
del cosmos, Dios no era definible?, además, el tema de la creación
ex-nihilo es indemostrable con pruebas indiscutibles (no confundirse, el
hecho que veamos un orden magistral en la naturaleza, eso me habla de
alguien que la ordena, y no de un Creador); y entonces, al no poder
demostrar la creación, podría también poner en duda la existencia de un
Creador. Otros prefieren definir a Dios como Todopoderoso. Esta
definición, a diferencia de las anteriores, (Creador, Juez Supremo o
Protector de Israel) tiene la supremacía de no estar poniendo al hombre
como centro y a Dios a su servicio (Me creo, Me juzga, Me protege), y
además es menos factible que se pierda la fe al no poder comprobarlo en
la realidad (por ejemplo cuando no puede comprobar la Creación ex
nihilo, entonces concluye que no existe Creador, o cuando ve aparentes
injusticias, concluye que no hay Juez; o cuando le parece que el pueblo
judío fue abandonado, entonces no hay un Protector), si bien esta
definición de Todopoderoso, sigue refiriéndose a Sus actos y no a Él
mismo, está exenta de estas falencias; no obstante debe enfrentarse a un
despropósito mayor, tal es que a diferencia de las definiciones
anteriores, esta descripción (Todopoderoso), está despojando a Dios de
todo valor ético, cosa que no sucede al precisarlo como Creador, Juez o
Protector, que imperan en estos conceptos valores tales como: bondad,
ética, justicia, etc. Maimónides estuvo muy pendiente de todos estos
temas al tener que definir a Dios, y es por eso que la definición de
Dios que utilizará proviene de lo que Él es, es decir, lo poco que
nuestra mente flaca puede comprender de Dios, o sea, ¿Quién es Dios? La
única existencia verdadera, el que existe siempre, ¿ Cuál es su
peculiaridad? Que existe y en eso se diferencia de todo lo demás ya que
Su existencia no es como la de los demás. Es una existencia que difiere
de cualquier otra no en cantidad sino en calidad, en esencia es
distinta, pues todo lo que existe depende de otras cosas para existir,
mientras que Él, elevado por sobre todo, no precisa de nada. Esto es lo
que expresa el término hebreo: “Matzui”= existencia independiente,
necesaria, contingente; mientras que “Nimtzá” = existencia dependiente;
todo esto lo analizará el autor en los próximos párrafos. Esta
definición de Dios, no depende de este mundo, ni del hombre
[162] En algunas ediciones, como por ejemplo al final de los libros de
oraciones, este primer principio está expresado de otra manera: “Dios
existe y controla todo”, en realidad esta expresión contiene otro
concepto además del que menciona Maimónides, pues la idea de que Dios
controla todo, figura parte en el 10º principio y parte en el 11º. Y es
lógico que así sea, pues en esta primera categoría trata acerca de Dios
en sí mismo, independientemente de la existencia de este mundo, en
cambio en la tercera categoría en donde se inscriben el 10º y 11º
principio, allí trata de la relación de Dios con la Creación, es decir,
recompensa y castigo.
[163] No es un todo formado por varias compuestos, como por ejemplo un
cardumen que está compuesto por varios peces, o el ser humano que está
formado por varios órganos
[164] Forma parte de este principio saber que Dios es indivisible, que
no tiene partes, es por eso que no se debe confundir y suponer que el
Nefesh o alma humana es “parte de Dios” pues esto implicaría que Dios
tiene partes, y que esto atenta contra el principio de unidad, tal como
lo expresó Maimónides en “Hiljot Isodé HaTorah” capítulo 1º. Lo que
llevó a pensar así a aquellos que pregonaron esta idea es el versículo
de Génesis 2:7, “E insufló Dios, -en el hombre- el alma viviente…” y lo
ejemplifican con alguien que infla un globo, primero debe llenar sus
pulmones con aire, y luego ese aire que ya pasó a formar parte de él,
ahora lo pasa al globo, entonces, resulta, que en el interior del globo
hay una parte de aquel individuo, así también, ocurre con Dios, al
insuflar, es decir soplar dentro del hombre el hálito de vida, concluyen
que este soplo, efectivamente es una parte de Dios, tal como lo dijo en
el ejemplo del globo, pero la analogía no es correcta, en primer lugar
el ejemplo no es bueno, pues Dios para insuflar el hálito de vida no
necesariamente debe hacerlo a la forma en que lo hacen los humanos al
soplar, pues Dios no tiene pulmones, ni tampoco la expresión “insuflar”
como cualquier otra que implique un –antropomorfismo- corporación de
Dios no debe ser entendida literalmente. Por lo tanto al ser un ejemplo
errado, lógicamente su conclusión, -en este caso, de que el alma es una
parte de Dios- también lo es. Por lo tanto las expresiones de este tipo
hecha por los grandes rabinos cabalísticos deben ser entendidas teniendo
en cuenta que no pueden contradecir estos principios del judaísmo, que
son sostenidos por todos los sabios, incluyendo los grandes sabios de la
cabalá, entonces, al tener esto presente y percibirnos de que no se
están refiriendo a los que a simple vista se ve, entonces podremos
enfocarnos en otros aspectos y entender entonces la verdadera y profunda
idea que intentaron transmitirnos con esa expresión. En nuestro caso,
lo que quisieron decir los sabios cabalísticos, es que el alma del
hombre proviene de Dios, no es algo de este mundo sino que es de origen
celestial, pero esto no implica que es parte de Él, lejos de Él
semejante imperfección.
[165] Pues toda materia es divisible. Al principio se creía que el átomo
era la unidad básica. Luego el núcleo del átomo. Hoy en día y así
sostenía Maimónides, la idea es que toda materia puede ser divisible.
[166] Por cuanto que la diferencia es de calidad y no de cantidad, es
imposible asimilar a Dios a cualquier cosa que conozcamos. Ni siquiera
en forma parcial. Es por eso que afirmar que se puede comparar algunos
aspectos de cualquier otra existencia sería contradecir este punto. Por
esta misma causa, al afirmar que el alma es parte de Dios, se debe tener
extremo cuidado, y no imaginar que se trata de que el alma es una parte
de Dios, aunque sea una parte minúscula, sino que, como ya dijimos,
debe ser entendido como que el alma “proviene” de Dios, es decir que Él
la formó.
Concluyendo pretender imaginar o comparar a Dios con cualquier cosa es
sencillamente una pérdida de tiempo, por no decir una gran equivocación.
Esto es lo que Maimónides expresa en la Guía de los Perplejos:
“-Percibirte es percatarse de la incapacidad de contemplarte plenamente.
Para Ti el silencio es alabanza, mas en cuanto a vuestros labios
vigilad los que pronuncian. Porque Dios está en los cielos elevado por
sobre todo, y tú, ser mortal, eres de la tierra, por lo tanto, sean
pocas tus palabras”.
Es por eso que cuando Moisés pide conocer a Dios, Dios le dice: “No
podrá percibirme el hombre ni ningún ser vivo” esto no implica que
después de muertos podremos percibir a Dios, sino que se debe entender
como que nadie puede captar a Dios, ni el hombre ni ningún ser, es decir
nada ni nadie, pues percibir a Dios es ser Él, pues Su conocimiento y
Él son una sola cosa, una unidad absoluta, como dijimos no tiene partes
que puedan dividirse, por lo tanto sólo Él puede concebirse. Pero lo
máximo que puede llegar el hombre es descubrir qué no es Dios, es decir
lo que Dios no es, esto fue denominado Vía Negativa, de esta manera sin
tener un conocimiento directo de Dios, igualmente estamos más cercanos
pues nos vamos alejando de los conceptos erróneos, y esto es lo que Dios
le dijo a Moisés: “Verás Mis espaldas más Mi rostro no percibirás”, así
tal como el que ve a un individuo de espaldas, si bien no puede
conocerlo plenamente, no obstante, si en un interrogatorio policial en
el cual el testigo vio al ladrón de espaldas esa visión (de espaldas) le
sirve para poder diferenciarlo de los demás, pues puede saber que no es
aquel pues este es más alto o es más gordo, etc. y así ir eliminando a
los demás no obstante no podrá afirmar cien por ciento que es aquel.
Igualmente ocurre con la percepción de Dios, al saber qué cosas no se le
pueden atribuir a Dios, qué cosas en realidad son fuerzas naturales,
etc., entonces en realidad estamos más cercanos al conocimiento
verdadero de Dios a pesar que todavía no sabemos nada de Él en forma
positiva. Es decir puedo decir qué no es Dios, pero eso no implica que
puedo decir qué es Dios. Esto es lo que Dios le dijo a Moisés: “Haré
pasar todo Mi bien delante de ti…” refiriéndose a toda la creación, pues
en cada cosa que Dios creó, dijo: “Y vio Dios que era bueno” (bueno y
bien en hebreo se escriben de la misma mera) es decir Dios hizo pasar
ante Moisés todo lo creado (incluyendo a los ángeles que también fueron
creados) para que de esa manera Moisés sepa que esas son creaciones y no
Dios y de esa manera alejar de su concepción de Dios cosas ajenas a Él,
pues al ver algo no se apresurará a suponer que eso es Dios o que fue
hecho directamente por Él, sabrá que en realidad eso es un ángel (como
le ocurrió a Manoaj en Jueces) o una fuerza natural.
No obstante todos los apelativos de la Torah o los sabios acerca de
Dios, no se refieren a lo que Dios es sino a acciones de Dios. No es que
Dios es bueno, sino que actúa con lo que nosotros, los humanos,
denominamos bondad, no es que la esencia de Dios sea ser misericordioso o
justo sino que Él actúa con misericordia y con justicia y así con todo
lo demás.
En palabras de la cabalá “Let majshabá tfisa ve clal ” – Ningún pensamiento puede captarLo para nada.
[167] En resumen, cuando hablamos de la unicidad de Dios, nos referimos
a: 1º Uno, (no como un lápiz , que puede haber otros lápices), 2º Único
(es decir no existe otro) 3º Indivisible, (no tiene partes) 4º
Incomparable (es decir que no podemos compararlo con otros seres ni
siquiera parcialmente), 5º Inimaginable (no podemos ni siquiera
imaginarlo, pues la imaginación funciona utilizando y combinando cosas
que ya conocemos).
Es importante destacar que el primer precepto que está encomendado el
judío (al cumplir los 13 años) es recitar el “Shemá Israel” es decir,
concientizarse de estos dos conceptos; que son los dos conceptos a los
que nos referimos hasta ahora: Que Dios existe y que es Uno
[168] Este principio, es un claro ejemplo, de que el autor menciona por
separado principios que probablemente podrían ser incluidos o derivados
lógicamente de otro principio. Pues la negación de cualquier tipo de
corporación de Dios, es un derivado lógico del principio anterior, la
unidad, como ya fue explicado, que todo lo físico es divisible y posee
partes. No obstante Maimónides consideró adecuado contarlo como un
principio aparte, pues no todos pueden descender hasta la profundidad
del principio de unicidad absoluta y todas sus consecuencias lógicas.
[169] El que piensa que Dios tiene cuerpo o forma, es más grave que el
que hace idolatría, pues el que hace idolatría suponiendo que esa es la
manera de servir a Dios, o tal vez cree en Dios pero cree que Él actúa
por intermedio de otras fuerzas a las que hay que servir para ganarse su
favor, tiene en su mente la idea verdadera de un Dios único y
Todopoderoso, es decir, su problema es técnico, la manera de servirLo,
en cambio el que no hace idolatría en la práctica pero piensa que
existen dos dioses o que tiene cuerpo o cosas por el estilo, a pesar que
no lo lleve a la practica con algún acto, se encuentra en una posición
más grave pues es un error conceptual, de base, que lo mantiene apartado
sin importar si realiza o no algún acto, tal vez se dé el caso de que
suponga que Dios tiene cuerpo o forma y esa persona cumpla los
preceptos, no obstante, de nada le sirve pues este individuo en realidad
está sirviendo a otro dios.
[170] Y si el Creador tuviera cuerpo o forma, tendría que tener límite y fin, tanto en lo físico como en el tiempo.
[171] Es por eso que no es correcto decir que “Dios está en algún lugar”
ni tampoco que “Dios está en todos lados” pues “estar” implica un
accidente de la materia, una cualidad de lo físico y Dios no tiene
físico, por lo tanto tampoco tiene un lugar. Así como el sentimiento del
amor no tiene un lugar, pues no es algo físico. Los sabios del Midrash
los expresaron diciendo: “El mundo no es Su lugar, sino que Él es el
lugar del mundo”
[172] Esta es la respuesta a la famosa pregunta: “Si Dios es
Todopoderoso, ¿Él puede crear una piedra que sea lo suficientemente
grande que Él mismo no la pueda alzar?” A simple vista, es una pregunta
que nos deja acorralados, cualquiera sea la respuesta, estamos
concediendo que Dios no es Todopoderoso. Pero para el entendido, esta es
una pregunta cuya respuesta es muy fácil: “La pregunta no es pregunta”,
es decir no tiene sentido, pues está suponiendo que Dios tiene
parámetros humanos o físicos, arriba y abajo, fuerza física, etc., y una
vez que da por sentado este antropomorfismo intelectual (otorgarle a
Dios conceptos humanos, que piensa como pensamos los humanos, que actúa
como actuamos los humanos, etc.) entonces la pregunta tiene cabida, pero
si le demostramos que esta pregunta está partiendo de una base errónea,
(otorgándole a Dios atributos que no le corresponden) entonces la
pregunta jamás comienza. Es como preguntarle a alguien “¿Qué es más
grande el color rojo o 40 grados de calor?” sencillamente esta pregunta
no tiene respuesta pues no tiene sentido.
[173] Pues para que haya un cambio debe existir antes Acto y Potencia,
es decir un huevo es un pollo en potencia y para que algo pase de
Potencia a Acto precisa algo externo a él para que lo haga pasar de
Potencia a Acto, pues si no era algo externo a él, lo que lo haga pasar
de potencia a acto, sino que era algo interno de él, cabría preguntarse:
¿Qué es lo que le impedía pasar de Potencia a Acto? Y por ser que no
existe nada que Lo influencie a Dios, tal como dejamos claro en los
primeros principios, pues sólo Él es la causa primera y no precisa de
nada ni nada lo influencia, por lo tanto deducimos lógicamente que Dios
no tiene cambios.
[174] De aquí concluimos que es imposible aun imaginarse de alguna
manera a Dios, ya que la imaginación funciona asociando o uniendo
imágenes o partes de cuerpos que conocemos, pero la capacidad
imaginativa no puede proyectar algo que jamás percibió en forma parcial,
total o asimilativa; tal como a un ciego de nacimiento jamás se le
podrá describir para que se imagine el color rojo, ya que los parámetros
que utilizaríamos para describirlo le son completamente desconocidos al
ciego (color fuerte, brillante, similar al color de la sangre, etc.)
[175] En el lenguaje humano solemos utilizar expresiones cuyo sentido no
es el literal, por ejemplo: “…se arrojó sobre su amigo como un león…”en
donde no se refiere a que lo atacó a la manera de los leones, sino que
está haciendo alusión a la fiereza del ataque. O cuando se dice: “lo
acosó con el filo de su lengua”, que se refiere a que lo interpeló con
palabras duras y agresivas.
[176] Este versículo que cita Maimónides para testimoniar acerca de este
principio, nos habla claramente que no vieron ninguna representación
física de Dios cuando Él se reveló a todo el pueblo en le monte Sinai,
sino que solamente escucharon la palabra de Dios. Esto debe ser
entendido correctamente, pues de lo contrario podríamos caer en otro
error, pues también la voz es producto de algo físico, es por eso que
Maimónides explica en la Guía de los Perplejos, II parte, capítulo 32 y
33, donde explica que aun esa voz de Dios que escucharon en los diez
mandamientos, no se trataba de una voz acústica, sino de una voz
intelectual, el ruido que escucharon acústicamente era el sonido del
Shofar, y eso no es Dios, de esa manera el autor aleja todo tipo de
corporación de Dios, aun la más leve como podría ser atribuirle a Dios
la voz acústica.
[177] Cuando hablamos de eternidad, no sólo nos referimos a alguien
inmortal, es decir que vivirá para siempre, sino que al referirnos a
Dios como Eterno, aludimos a que existe desde siempre, o sea eterno
tanto hacia el futuro, como hacia el pasado, en otras palabras que Dios
existe existirá y existió siempre. Ver Guía de los Perplejos 57-58.
[178] Esto implica que no puede haber nada que existe antes que Él, por
lo tanto todo lo que existe fuera de Dios, ya sean existencias
materiales como espirituales (ángeles) fueron creadas y no que existen
eternamente. Sostener este principio implica afirmar la creación
exnihilo y no como sostiene Aristóteles que el mundo es eterno, es decir
existió desde siempre. Lo que llevó a Aristóteles a pensar así es la
gran pregunta teológica que La creación implica un cambio en la voluntad
de Dios, es decir que la creación lleva a preguntar ¿Qué es lo que hizo
que Dios quiera crear ahora y no antes o después? En otras palabras el
problema sería que lo hizo pasar de Creador en potencia (como lo era
antes de la creación) a Creador en acto, con todos los problemas
teológicos que esto implica, y como ya explicamos en la nota
correspondiente al 3º principio. No obstante Aristóteles reconoce que la
existencia de Dios es la causa de todo aun de este universo y que su
existencia es más perfecta y sin Él el universo no existiría, y esta
aparente contradicción (de que si Dios es el que antecede a todo
entonces el universo no puede ser eterno, pues Dios existe antes que él,
por lo tanto no es eterno el universo) Aristóteles soluciona este
conflicto explicando que en realidad el universo depende de Dios y esto
no contradice la idea de que sea eterno, pues es automático, existe Dios
– existe el cosmos, sería como el ejemplo de la luz y la sombra,
indudablemente la sombra es causada por una luz, sin luz no hay sombra,
no obstante, no podemos decir: la luz está antes que la sombra, sino que
ocurren al unísono, hay luz – hay sombra, así el universo sería como la
“sombra” de Dios. Hoy en día la ciencia demostró que Aristóteles se
equivoca, porque las estrellas no existieron desde siempre, sino que
nacen y desaparecen, es decir esto, junto con la teoría el Big Bang, dan
por tierra con la idea de un universo estático y eterno. En La Guía de
los Perplejos, Maimónides demuestra que Aristóteles no tiene pruebas
lógicas tajantes e irrefutables de que todo es eterno, sino que
Aristóteles se inclina más por esa opinión, pero no por razonamiento
lógico. No obstante Maimónides sostiene que la idea de un universo
creado y no eterno, es más lógica, máxime cuando tenemos la profecía que
así lo afirma, entonces ¿por qué descartar lo que afirma la profecía en
Génesis basándonos en una “inclinación aristotélica” que no está
sustentada en axiomas lógicos? Con respecto a la pregunta teológica que
plantea la idea de la creación, Maimónides le recrimina a Aristóteles,
el hecho de que haya caído en el mismo error que él le recrimina a los
demás, tal es pensar en Dios con conceptos humanos, “antropomorfismo
intelectual” que ya comentamos en el 4º principio. Pues comprender la
Voluntad de Dios significaría conocer a Dios plenamente, lo que
implicaría ser Dios, pues ya dijimos que Dios y Su vida, son uno solo,
tal como Dios y Su voluntad y Dios y Su saber, y no que son dos cosas
separadas como ocurre en el ser humano, por lo tanto lo que está
sucediendo en aquellos que plantean esta pregunta es que parten de
premisas erróneas entonces, por más que la lógica sea correcta llegarán a
conclusiones erróneas, y el punto es que al suponer que la Voluntad de
Dios funciona y actúa como el ser humano, (es decir que tiene acto y
potencia esta es la premisa errónea de la que parten) entonces concluyen
que no puede ser que haya una creación por parte de Dios (pues
implicaría un cambio), conclusión lógica correcta si la premisa fuera
correcta, pero al no serlo, tampoco lo es la conclusión. Y por ser que
nosotros los humanos, no sabemos cómo funciona la Voluntad de Dios,
entonces no podemos llegar a la conclusión de que la idea de la creación
contradice la idea de un Dios sin cambios.
Platón sostenía que todo parte de una materia que siempre existió, es
decir eterna. Lo que lo llevo a pensar eso es la ley física de que nada
se pierde todo se transforma, no puede de la nada existir algo, pues
esto sería como decir que a un triángulo se le agregue otro lado y no se
transforme en un cuadrado sino que siga siendo un triángulo, algo
imposible, pues al agregarle otro lado dejaría de ser triangulo, ya que
la definición de un triángulo, como su nombre lo expresa, es que tenga
tres ángulos, y al agregarle un cuarto lado, poseerá cuatro ángulos, lo
que hace que sea un cuadrado y no un triángulo. La respuesta, a Platón
es que el absurdo lógico es absoluto pero el absurdo científico
(conocimiento del mundo) no es absoluto, puede ser que nosotros todavía
no conozcamos, ignoramos otros aspectos, pero eso no quiere decir que es
imposible, la ciencia empírica por definición no es absoluta, tomemos
por ejemplo un niño que desde que nació se lo puso en una isla sin
ningún ser humano y nunca vio una mujer, luego al hacerse adulto nos
presentamos ante él y tratamos de explicarle como funciona la naturaleza
y explicarle que en realidad él nació del vientre de una mujer, para
este joven será imposible creer semejante cosa, pues cómo sería posible
entrar allí adentro, y poder vivir sin oxígeno etc. Este razonamiento
del joven es perfectamente normal y es pura ciencia empírica, pues al
vivir él en un mundo en el que desconoce completamente semejante cosa
que no la vio nunca ni se la imagina, entonces jamás podrá pensar que es
posible, hasta que lo vea, y ésto ocurrirá cuando ya no esté en esa
isla, o cuando le traigan una mujer embarazada y pueda analizarla y
comprobar cómo es posible, pero para ese entonces ya habrá dejado de
estar en la misma situación en la que estaba, es decir una isla sin
ningún ser humano. Igualmente le ocurre a Platón, que no puede concebir
la idea de una Creación de la nada.
¿Por qué para el judaísmo es tan importante el tema de la creación? Por
tres motivos, el 1º motivo es porque ello implica un objetivo, es decir
que si hubo una creación esto implica un Creador inteligente, y si es
inteligente, entonces Su creación implica un objetivo, pues ningún ser
inteligente realiza actos sin sentido. Por lo tanto el mundo tiene un
objetivo, el ser humano tiene una función en este mundo y por lo tanto
debería tratar de alcanzarla (y eso se hace por intermedio de los
preceptos y la percepción de Dios) El 2º motivo es que la creación hace
que el milagro sea posible, pues cada milagro implicaría que Dios está
sumido en el tiempo y atentaría también contra la idea de que Dios no
cambia en cada instante, y al afirmar la creación, decimos que todos los
milagros ya fueron incluidos en el momento de la creación para que
sucedan en el momento que deben ocurrir, tal como dice el Pirke Abot:
“Diez cosas creó Dios en el crepúsculo del sexto día…” en donde nos
relata la mayoría de los milagros que luego veremos que ocurren en los
distintos pasajes de la Torah. Es decir que Dios, conocedor de todo, ya
sabía que iba a llegar un momento tal que el mar rojo debería partirse
para dejar pasar a los hebreos, que la tierra se iba a abrir para
tragarse a Koraj, y así con el resto de los milagros. El 3º motivo es
fundamentar el tema del milagro mayor, que es la Hashgaja –Providencia-,
que existe relación entre el comportamiento humano y el comportamiento
de la naturaleza, es decir que dependerá de las acciones del hombre;
esto es algo que la ciencia no tiene cómo explicarlo y lo niega
rotundamente, ¿qué relación hay entre la lluvia y que yo me porte bien?
Tal como lo afirma el judaísmo. Pero si creo en la creación por parte de
un Creador inteligente cuya obra tiene un sentido, entonces Él es el
que “programó” a la naturaleza para que actúe de cierta manera pero
cuando el hombre actúa bien las cosas pueden ser distintas.
Si bien en el mundo observamos un orden perfecto, a pesar que esto
contradice la cuarta Ley de la termodinámica que todo tiende al
desorden, por lo tanto el orden nos está hablando de que esto no puede
ser producto del azar, por más que observemos un tarro de tinta
derramado sobre un libro no podemos creer que con el transcurso de
millones de años ese libro de tantas páginas fue escrito por casualidad
al derramarse la tinta, máxime al tratarse de un libro con una exquisita
literatura. No obstante no debemos confundirnos y suponer que ésta es
la prueba tajante e irrefutable de que existe un Creador, pues ésto se
asemeja más a aquel que paseando por la luna observa a lo lejos la
bandera de Estados Unidos plantada allí desde hace muchos años, esto no
implica que los americanos hayan creado la luna, sino que alguien además
de él estuvo allí. En síntesis, el orden perfecto del cosmos me está
hablando de Alguien que lo ordenó y no necesariamente de que alguien lo
creó. (Seder y mesader). El Midrash explica este punto en forma
fantástica, allí nos cuenta acerca de Abraham y su búsqueda de Dios, y
nos dice que el descubrimiento de Dios por parte de Abraham ocurrió
cuando Abraham vio luz en el interior de la casa entonces supo que hay
alguien en la casa. Nótese que no dice que vio a alguien construyendo
una casa, sino que vio a alguien en el interior de ella.
[179] Maimónides en el Mishné Torah, Hiljot Avoda Zara -Leyes de la
idolatría- Cap 1º, nos explica que así fue como comenzó la idolatría. En
la generación de Enosh los hombres sabían que el sol y la luna, como
todas las estrellas eran creaciones de Dios y que cumplían Su Voluntad,
como los ministros del rey. Entonces ellos razonaron: “parte del honor
del rey es honrar a sus ministros” Así fue como comenzaron a rendirles
honor al sol y la luna, no pensando que se trataba de dioses o
semi-dioses, sino como parte del Honor y respeto a Dios. Con el tiempo
las próximas generaciones vieron que sus ancestros servían a los astros y
también ellos continuaron haciéndolo, pero ignorando que se trataba de
honrar a los servidores de Dios, y así fueron considerando semidioses a
los astros para luego olvidarse completamente de ese Dios incorpóreo,
sustituyéndolo por esos cuerpos inertes. Sin duda al principio la
intención era servir mejor a Dios, pero en la práctica se tornó en
idolatría, es por eso que para el judaísmo el que reza a cualquier otro
ente (ángeles, almas de fallecidos, etc.) se considera como que está
haciendo idolatría (Mishné Torah, Hiljot Avoda Zara cap 2º)
[180] Por lo tanto no es a ellos a quien debe dirigirse para implorar
misericordia o que se apiade de nosotros, o que nos cure, etc. Ya que
ellos no tienen la posibilidad de cambiar el veredicto sino sólo Dios.
[181] Esto incluye la prohibición de rezarle a los muertos para que
pidan misericordia por los vivos. No obstante, dirigirse a las tumbas de
los grandes sabios y pedir a Dios para que por el honor o el mérito de
esas ilustres personas se apiade de nosotros, no contradice este
principio pues le está rezando a Dios y no a un intermedio.
[182] Este quinto principio es el que cierra la primera categoría de los
principios que tratan acerca de Dios. Además es un puente entre esta
primera categoría y la segunda, la que trata acerca de la profecía, pues
aquí ya se hace mención de que sólo a Dios es digno de Servir, por lo
tanto este Servicio Divino ya nos conecta con la profecía y la Torah que
es donde nos es encomendado el Servicio Divino y la manera de ServirLo.
[183] Este sexto principio, en algunas ediciones fue colocado
erróneamente en el séptimo lugar, debido a que en el sexto lugar fue
contado el décimo principio, como por ejemplo al final de los libros de
oraciones, no obstante el lugar original y más apropiado es el que
figura aquí, que es el que le otorgó el mismo Maimónides.
[184] Aquí comienza el segundo grupo de los trece principios, los que
tratan acerca de la Torah. El primero de este grupo es la profecía pues
antes de hablar de la Torah en sí primero hay que dejar sentada la idea
de que existe la profecía y luego entonces hablar de la Torah que se
basa en la profecía.
[185] Profeta no es el que predice el futuro ni el que tiene poderes,
esta no es la esencia del profeta, a pesar que vemos que muchos profetas
tienen estas cualidades, sino que la esencia es que Dios habla con él y
esto no ocurre con cualquier persona, tal como piensan otras
religiones. Maimónides en La Guía de los Perplejos II parte capítulo 32
explica que hay quienes creen que Dios hace profeta a cualquier persona
ingenua de buenas a primeras, con tal que sea una persona honesta. Esta
no es la postura judía que sostiene que para ser profeta primero hay que
ser sabio, rico (no en dinero) y fuerte (no físicamente hablando) es
por eso que antes de pedirle que haga un milagro a cualquiera que
pregona o pretende ser profeta, nos fijamos si posee las cualidades para
serlo, de lo contrario por más que se trate de una buena persona, con
excelentes intenciones y que jamás haya mentido, no lo consideramos
profeta.
[186] El contacto con la “mente superior”
[187] La descripta en las líneas anteriores.
[188] Para una mayor profundización del tema, citaremos a Maimónides en Hiljot Isodé HaTorah Capítulo 7º
I.- Una de las bases de la religión [Base de todo sistema religioso es
la existencia de un profeta que es el que trae la palabra de Dios, sin
ello ¿cómo podemos saber cuál es Su voluntad? ], es saber que Dios hace
que el hombre [A diferencia de otros sabios judíos (por ej. El Kuzari)
Maimónides sostiene que la profecía puede recaer aun sobre los no
judíos. Como dice el Talmud, “Atestiguo, que tanto hombre o mujer,
siervo o sierva, el espíritu Divino, se posa sobre ellos acorde a sus
actos” es decir no dice como condición para que tenga profecía el hecho
de ser judío.] tenga profecía [Es decir derrama sobre el profeta el
espíritu de la profecía ].
La profecía no recae sino sobre el sabio grande en sabiduría [Esta
opinión, hecha por tierra la ingenua creencia de que Dios hace profeta a
quien Le plazca, de la noche a la mañana, sin depender de que aquel
hombre sea sabio o ignorante. Para profundizar sobre este tema, ver Guía
de los Perplejos parte II capitulo 32. Tal como afirma en el “Pirké
Abot”, La profecía no recae sino sobre el que es sabio, rico y fuerte.
Rico es aquel que está contento con lo que tiene, es decir que no corre
detrás de las posesiones], y vigoroso en cualidades; aquel que no es
superado jamás por sus impulsos {o pasiones} de ningún tipo, sino que
con su propia capacidad, domina constantemente sus impulsos {o
pasiones}; además, es poseedor de un amplio, {agudo} y certero
discernimiento, en extremo.
Aquel que está ceñido de todas estas cualidades, con un cuerpo sano,
habiendo penetrado en el Pardes (física y Metafísica), imbuido por la
profundidad de esos temas, perfeccionando sus cualidades racionales para
analizar y concebir; elevándose cada vez más, apartándose del camino
del vulgo que transcurre en las tinieblas {de la ignorancia}; entrenando
su espíritu hasta no encontrarse en él ningún pensamiento mundano ni la
insensatez de lo cotidiano [El correr detrás de vanas y perniciosas
grandezas], ni fantasías, sino que su mente está orientada hacia las
alturas [Aspectos espirituales], aferrada al Trono Celestial, para
concebir aquellas entidades superiores, elevadas y sagradas,
vislumbrando la sabiduría del Santo Bendito Él, desde el ente superior,
hasta el nivel terrenal, percibiendo la grandeza de ellos {alcanzado
este grado de perfeccionamiento}, inmediatamente la inspiración Divina
se posa sobre él.
En el momento en que la inspiración Divina recae sobre él, su alma se
entremezcla con el nivel de los ángeles llamados Ishim [los del nivel
más cercano al hombre], convirtiéndose en otra persona, y percibe por sí
mismo, que no es el mismo que era antes, sino que superó el nivel de
los demás hombres sabios, tal como fue dicho con respecto a Saul: “de
manera que tú profetizarás y serás transformado en otro hombre”(Samuel I
10:6)
II.- Los profetas ostentan diversos grados, tal como en la sabiduría
hay sabios superiores que otros sabios, así en la profecía hay profetas
superiores que otros. Todos {los profetas, cualquiera sea su nivel,}
perciben la imagen profética sólo en sueño o visión nocturna; o durante
el día si han caído en trance, tal como dice: ”en visión Me revelaré, en
sueños le hablaré” (Números. 12:6). {Los profetas} en el momento de
profetizar, todos sus miembros se estremecen y su cuerpo desfallece
hasta que queda inconsciente, {es cuando} su mente queda libre para
discernir lo que verá, tal como dice con respecto a Abraham: “He aquí
que un pavor y una gran oscuridad se abatían sobre él” (Gen. 15:12), y
como dice en Daniel: “Y vi la gran visión, y no me quedaron fuerzas
porque la lozanía de mi semblante se convirtió en palidez y me faltaron
las fuerzas” (Daniel. 10:8).
III.- Las nociones que se le revelan al profeta en la visión
profética, se le presenta en forma alegórica, quedando inmediatamente
grabada en su mente, la elucidación de dicha alegoría, hasta saberlo
{claramente}. Como la “escalera que vio Yaacob, nuestro padre, con los
ángeles ascendiendo y descendiendo por ella (Gen. 29:12), siendo todo
ello una alegoría sobre los reinos y su avasallamiento, tal como los
“seres vivientes” que contempló Ezequiel (Ezequiel. 1:5), como la “olla
hirviendo” y la vara de almendro” que vio Jeremías (Jeremías. 1:11-13), y
el “rollo escrito” que divisó Ezequiel (Ezequiel. 2:9) y la “medida
(efá)” que contempló Zacarías (Zac. 5:6) y así el resto de los profetas.
En ocasiones perciben la alegoría y su aclaración, como los casos
citados, otras, donde nos relatan sólo la dilucidación y otras donde nos
describen la alegoría solamente sin descubrirnos su esclarecimiento,
como algunos pasajes de Ezequiel y Zacarías; mas, está claro, que todos
los profetas perciben sus profecías por medio de la alegoría o
parábolas.
IV.- Los profetas, no profetizan en el momento que les place, sino
que predisponen su mente, logran un ánimo alegre y benévolo, y buscan
distanciarse, ya que la profecía no se obtiene por medio de la
melancolía, ni por medio de la ociosidad, sino por medio del regocijo.
Es por esto que los discípulos de los profetas portaban arpas, tambores,
flautas y violines, procurando {por intermedio de ellos} alcanzar la
profecía, a esto se refiere cuando dice: “Encontrarás un grupo de
profetas bajando del alto con un salterio y un tambor, una flauta y un
arpa delante de ellos y estarán profetizando”(Samuel. I 10:5) es decir
se encaminan por los senderos de la profecía, hasta que profetizaban,
tal como suele decirse: “Fulano se engrandece”.
V.- Los que aspiran a profetizar, se los denomina: “discípulos de los
profetas”, no obstante que preparen su mente, es posible que se pose la
Presencia Divina sobre ellos o que no se pose.
Es decir, la profecía, no es algo que depende solamente del hombre,
puede ocurrir, que el individuo haga todo lo que de él depende y aun así
no reciba la profecía, pues Dios no lo quiso. En otras palabras, para
que alguien tenga profecía depende de dos cosas: 1º que el individuo
haga todo su esfuerzo y 2º De la Volutad Divina.
[189] ¿Cómo saber si era un profeta verdadero o no? Maimónides cita en
Mishné Torah, Hiljot Isodé HaTorah, capítulo 8º: “El pueblo de Israel no
creyó en Moisés, nuestro maestro, por los prodigios que realizó, ya que
aquel que cree por los milagros, en su corazón anida la duda, al ser
que es factible que la señal fuera realizada por medio de un engaño o
artimaña. Sino que todos los milagros que realizó Moisés en el desierto,
respondían a necesidades del momento, no para aportar una prueba acerca
de {la veracidad de} su profecía, {por ejemplo:} fue necesario eliminar
a los egipcios, entonces abrió el mar y los hundió en él; precisaban
sustentarse, les hizo descender el mana; estaban sedientos, golpeó pues
la roca {y extrajo agua de ella}; se revelaron contra él la congregación
de Koraj, fueron tragados por la tierra, y así con el resto de los
milagros.
Entonces, ¿en {base} a qué creyeron en Moisés? {La confianza en él quedó
sellada} en la escena del monte Sinaí. *Que nuestros ojos contemplaron y
no extraños, nuestros oídos lo escucharon y no otros; el fuego, los
ruidos, el fulgor, y Moisés se internó en la niebla y la Voz le hablaba a
él y nosotros escuchamos: “Moisés, Moisés, ve diles a ellos tal y cual
cosa”, y así dijo él: “cara a cara, habló el Eterno con vosotros”
(Deuteronomio 5:4) y fue dicho: “no con nuestros padres concertó el
Eterno este pacto” (ibídem)”.
* También en el hebreo original utiliza adrede la primera persona del
plural (nosotros), aunque lo apropiado hubiera sido utilizar la tercera
persona del plural (ellos)(“sus” ojos vieron), en mi opinión no se trata
de un detalle que se le pasó por alto al autor, sino que se oculta una
profunda enseñanza en este pequeño cambio, algo que nos quiso insinuar
entre líneas, ver Guía de los Perplejos parte II capitulo 33. Si bien un
profeta puede hablarnos y obrar maravillas, nunca podremos tener una
prueba 100 % segura, pues ¿Cómo puedo saber yo realmente qué es lo que
está pasando por su cabeza, tal vez me dice algo, pero en realidad no es
eso lo que está pensando, por lo tanto la única manera de saberlo es
poder escuchar cuando Dios habla con él, y para ello hace falta ser
profeta, esto es lo que va a suceder en la escena del monte Sinaí en la
cual todo el pueblo llegó a ese “nivel profético” en el cual percibió
que Dios le hablaba a Moisés.
[190] Vale la pena citar aquí lo que Maimónides escribe en Mishné Torah, Hiljot Isodé HaTorah, capítulo 8º II:
“Ocurre entonces, que aquellos a quienes fue enviado {Moisés}, se convirtieron en testigos de que su profecía es verdadera.
Demás está realizar para ellos una señal, ya que en este aspecto él y
ellos están en el mismo nivel, tal como dos testigos que presenciaron un
evento juntos, cada uno es manifestante de que su compañero está
diciendo la verdad, y no precisa exponerle pruebas al otro, así Moisés,
nuestro maestro, todo Israel puede testimoniar acerca de él luego de la
revelación del monte Sinaí, y por lo tanto, no precisa realizar para
ellos un prodigio; esto es a lo que le dijo el Santo Bendito Él a Moisés
al comienzo de su profecía, cuando le proveyó las señales a realizar en
Egipto, y le dijo: “Escucharán tu voz” (Éxodo 4:1) Sabía Moisés, que el
que cree por los prodigios, en su corazón anida la duda, la
desconfianza y los cuestionamientos, es por eso que se negaba a ir
argumentando: “Ellos no creerán en mi” (Éxodo. 4:1) hasta que finalmente
el Santo Bendito Él le hizo saber: “que esas señales no eran sino hasta
la salida de Egipto, luego de que hubieran salido y hubiesen
presenciado la escena del Monte Sinaí, se apartará de ellos las dudas
con que desconfían de ti, puesto que Yo te otorgo ahora un prodigio,
para que sepan que soy Yo el que te envié desde un principio y no queden
dudas en sus corazones” es lo que dicen las escrituras: “y ésta será la
señal de que Yo te envié, al sacar al pueblo de Egipto, servirán a Dios
en este monte” (Éxodo 3:12).
En conclusión, todo profeta que surja después de Moisés, nuestro
maestro, no creemos en él sólo por los milagros que realiza, para que
afirmemos: “Si realizara una señal, le obedecerán en todo lo que les
ordene”, sino {que creemos en él} por el precepto que nos encomendó
Moisés en la Torah: “Si realizara una señal, a él obedecerán”
(Deuteronomio 18:22) tal como se nos prescribió decretar una sentencia
con el testimonio de dos personas, a pesar que no {podemos} saber
plenamente si en realidad estos testigos dicen la verdad o mienten, de
la misma manera debemos escuchar al profeta, a pesar de que exista una
{mínima} duda acerca de la señal que realiza, si es verdadera o pudo
haber sido realizada por medio de trucos mágicos.
[Es decir, el milagro no es lo que va a determinar si creemos en él o
no. Es por eso que los judíos no se molestaron en determinar si Jesús
realizó milagros o no sobre las aguas o curando enfermos, pues aun
otorgándoles a modo de crédito esas maravillas que imaginan que hizo,
todavía eso no lo hace un profeta al que debemos oír, sino y
principalmente lo que determinará si lo escuchamos y obedecemos o no
será lo que Maimónides dice a continuación.] III- Por lo tanto, si un
profeta hizo grandes prodigios y maravillas persiguiendo contradecir la
profecía de Moisés, nuestro maestro, es nuestro deber desoírlo, y nos es
claro que dichos prodigios y maravillas {que realizó} fueron producto
de engaños y trucos; por ser que la profecía de Moisés, nuestro maestro,
no está sustentada sobre milagros como para comparar las señales de
éste con aquel, sino que nuestros ojos vieron y nuestros oídos oyeron,
tal como él lo oyó. Este caso es comparable a testigos que pretenden
convencer a un individuo que vio con sus propios ojos un suceso, y ellos
aseguran que no vio {lo que vio}; en dicho caso, no los escuchará ya
que tiene la seguridad de que se trata de testigos falsos.
Por eso mismo nos advierte la Torah, que no obstante cumplirse la señal o
maravilla, no debemos escuchar las palabras de ese profeta, ya que él
viene con señales y prodigios para negar algo que hemos visto
{claramente} con nuestros propios ojos, y al ser que nosotros no basamos
nuestra creencia en los milagros, sino por el precepto que nos
encomendó Moisés [Es decir que el motivo por el cual otorgamos cabida a
los futuros profetas, es porque la Torah estableció dicho contacto con
Dios], cómo podríamos desplazar con esta señal, la profecía de Moisés
que vimos y oímos [Pues sería una absurda contradicción ya que la
autoridad de dicho profeta emana de la Ley de Moisés contra la que él
está atentando, por lo cual, al burlar la Torah, pierde la jerarquía que
ella le otorga. Es como que está cortando la rama del árbol en la que
él mismo se sostiene, de seguro caerá}.”
[191] Cuando fue el evento del monte Sinaí y todo el pueblo escuchó cómo
Dios hablaba con Moisés, Dios le dijo que eso sería para que todo el
pueblo sepa que Él hablaba con Moisés y le creerían para siempre, es
decir que esta prueba serviría para siempre y no sospecharían nunca más
de él. Por lo tanto, forzosamente debemos admitir que en ese momento
Moisés perdió el libre albedrío para siempre, pues cómo Dios puede
afirmar que Moisés será fiel para toda la eternidad y creerán en él para
siempre, todo tiempo que Moisés tenga libre albedrío existe la
posibilidad (aunque sea hipotética) que cambie de opinión Moisés, se
vuelva atrás o se vuelva un falso profeta (fuera de él semejante cosa),
es por ello que al llegar Moisés al nivel superior, allí le entregó la
Torah. Cuando estuvo en ese nivel dejó de tener libre albedrío y
entonces no cabe la posibilidad de que se vuelva atrás, tal como los
ángeles que no poseen libre albedrío (No nos referimos al libre albedrío
para decidir si quiere tomar té o agua, sino a temas trascendentes)
[192] Alguna limitación en su capacidad mental.
[193] Como ya vimos el profeta precisa tener una buena imaginación para
poder captar el mensaje Divino que viene a él como imagen hasta que el
profeta capta su sentido verdadero. Cuando más desarrollada sea su
imaginación, mayor será el grado de su profecía. Pero no hay que
confundirse, se trata de imaginación supeditada totalmente por la razón,
como cuando un profesor de física nuclear, al explicar un complejo
sistema de reacción en cadena, recurre a un ejemplo ilustrativo, que si
los alumnos aplican correctamente la imaginación podrán hacer las
analogías necesarias entre el caso y el ejemplo y entender mejor de qué
está hablando el profesor, pero si no lo hace así, sino que se deja
llevar por los delirios de su imaginación sin que ésta esté al servicio
de la razón entonces estamos hablando de un lunático. Para una mayor
profundización del tema, aconsejamos leer la introducción al Pirke Avot
(Shmoná Perakim) de Rambam que traducimos junto a los comentarios que
allí agregamos. Así existen personas que poseen un desarrollo
imaginativo excepcional, como por ejemplo Mozzart que a pesar de haber
perdido la audición, siguió componiendo sinfonías y dirigiendo
orquestas, pues podía imaginarse cómo sonaría cada nota en cada
instrumento tocando al unísono. Sin duda esto requiere un desarrollo
imaginativo bastante elevado. Pero Moisés llegó a un nivel aún superior,
pues él ya no precisaba de su imaginación para captar el mensaje
Divino, y este nivel no fue, ni será alcanzado por otro mortal fuera de
él, como ya lo expondrá al nombrar las cuatro diferencias entre Moisés y
los demás profetas.
[194] Maimónides en Shemoná Perakim divide al alma en cinco funciones
básicas, 1) Nutritiva, 2) Sensitiva, 3)Imaginativa, 4) Volutiva y
5)Racional. Entonces resulta tal como ya lo mencionara Maimónides: {Los
profetas} en el momento de profetizar, todos sus miembros se estremecen y
su cuerpo desfallece hasta que queda inconsciente, {es cuando} su mente
queda libre para discernir lo que verá [Es decir, desconectada de la
realidad (todas las sensaciones corporales, sentidos, impulsos
nerviosos, etc.) asignando la mente los recursos mínimos indispensables
para subsistir, dejando el cerebro completamente disponible para
ocuparse de pleno en los temas proféticos] y en Moisés este nivel fue
potenciado aún más pues también la facultad imaginativa no era necesaria
para hablar con Dios, así que también ella cesaba.
[195] Esto lo hará en la introducción al Pirke Avot, conocido como Shemoná Perakim.
[196] Libro místico que fue escrito en forma alegórica y no literal.
[197] En realidad este compendio jamás lo realizó, aunque mucho de ello
figura en la Guía de los Perplejos, no obstante, su hijo: Rabí Abraham
Ben Harambam sí lo hizo, en el libro “Miljamot Ashem – Maamad al Dibre
Jazal” versión que hemos traducido bajo el nombre: “Coloquio acerca de
los aforismos y dichos de los sabios Hebreos”
[198] Se refiere a la introducción a la Mishná que estaba componiendo.
Aunque luego desarrollará el tema más profundamente en la Guía de los
Perplejos.
[199] Así lo hizo finalmente en Isodé HaTorah, en el segundo capítulo,
inciso 10:.- ¿Qué es lo que Moshe pretendía captar cuando dijo:
“Permíteme ver Tu gloria?” (Éxodo. 33:18)? Lo que pretendía concebir era
la verdadera esencia de Dios, hasta conocerlo plenamente en su mente,
tal como el conocimiento de algún individuo que vio. Pretendiendo
percibirlo en forma tan clara como {por ejemplo} cuando divisamos el
rostro de una persona cuya imagen queda claramente grabada en nuestra
mente, hasta el punto tal, de poder diferenciar a dicha persona de todas
las demás. De igual manera, ansiaba Moshe, que la noción de Dios fuera
tan clara que quedase diferenciada de toda otra existencia; hasta poder
concebir la verdadera esencia de Dios tal cual Es. Y Dios le respondió
que el ser humano, compuesto por cuerpo y espíritu, no está capacitado
para captar la verdadera naturaleza de este tema en forma clara. Y le
hizo saber Dios {a Moisés}, lo que ningún otro hombre supo antes que él
ni después de él, hasta el punto tal que captó algo de la verdadera
esencia, de modo que con este nuevo conocimiento, pudo diferenciar al
Santo Bendito Él, de las demás existencias. Tal como cuando divisamos a
una persona de espaldas con todas sus vestimentas, y con este
conocimiento queda diferenciada de todas las demás personas [Cuando
divisamos a alguien de espaldas, si bien no podemos reconocerlo a simple
vista, podemos diferenciarlo de los demás, por ejemplo: no es tal
individuo porque el que yo vi era mas bajo, ni es aquel otro porque el
que yo ví tenía pelo largo, etc.], esto es lo que insinuó la escritura
al decir: “Verás Mis espaldas, mas Mi rostro no verás” (Éxodo. 33:23).
[200] Ángeles. Pues los demás profetas no llegaron al grado tal de
percepción Divina como el que llegó Moisés. Sino que llegaron a
percepciones inferiores, el nivel de los ángeles, y eran ellos los que
les transmitían la Voluntad o mensaje Divinos. Así lo expresa Maimónides
en el capítulo 2:7 de Isodé HaTorah: Los diferentes nombres de los
ángeles corresponden al nivel de cada uno de ellos. Se los denomina: 1)
Jaiot Hakodesh, son los que están en el nivel superior, 2) Ofanim, 3)
Arhelim, 4) Jashmalim, 5) Serafim, 6) Malhajim, 7) Elohim, 8) Bene
Elohim, 9) Kerubim y 10) Ishim, Cada uno de estos nombres con que son
denominados los ángeles, corresponden a los 10 niveles {distintos}. El
nivel supremo, que sólo es superado por el nivel de Dios, es el nivel
del ente llamado Jaiot, es por ello que en visión profética fue dicho
que están debajo del Trono Celestial.
El décimo nivel, es el grado del ente denominado Ishim, y a este grupo
pertenecen los ángeles que se comunican con los profetas, o que se les
aparecen en visiones proféticas; por ello fueron llamados Ishim [En
hebreo el sustantivo Ish significa hombre (los nombres de los ángeles
están citados en plural, el singular de Ishim es: Ish )] , porque el
nivel de ellos es cercano al grado de percepción del hombre.
[201] En sueños.
[202] Para una mayor comprensión de este término ver Guía de los Perplejos1º parte capítulo 37.
[203] En el sexto principio.
[204] Como es el caso de Baruj ben Neriá, ver Jeremías 45.
[205] Es decir, Aarón estaba en el nivel que no percibía la profecía en cualquier momento que él quería.
[206] Se refiere a que la Torah, la totalidad del Pentateuco fue
entregada por Dios a Moisés y no como sostienen los gentiles o la
crítica bíblica, que sólo los diez mandamientos fueron dichos por Dios y
el resto fue compuesto por Moisés con su gran sabiduría y otras cosas
fueron agregadas más adelante en otras épocas. No obstante el alcance de
este principio va más allá de la idea de que la Torah fue entregada por
Dios y no “inventada” por los sabios, pues si es así cabe preguntarse:
¿Por qué decir que sólo la Torah es de origen Divino y no decir que todo
el TaNaJ (Biblia) de origen Divino? Al fin de cuentas también los demás
profetas es la palabra de Dios y no un invento de ellos. La respuesta
es que cuando decimos “Torah min Hashamaim” (Torah de origen Divino) nos
estamos refiriendo a que es la palabra de Dios en el nivel de Moisés
nuestro maestro. Tal como mencionamos en el principio anterior el grado
de profecía de Moisés es distinto que el de los demás profetas, es
superior no sólo en cantidad (Por ejemplo: ellos son 8 y Moisés es 10)
sino que es diferente en calidad, es distinta.
Cada profeta capta a Dios en su nivel y en sueño, en cambio, Moisés, en
su carácter de máximo nivel al que puede alcanzar un ser humano, Lo
captó en el máximo nivel, es decir que lo que Moisés dice es exactamente
lo que Dios quiso decir. Este tema merece una explicación aparte, no
debemos pensar que sólo Moisés es el que dijo la Voluntad de Dios y los
demás profetas no, nada más lejos de esto, sino que todos los profetas,
en su carácter de profetas verdaderos, expresan la Voluntad de Dios. Lo
que sucede es que los demás profetas, cada uno tiene su manera y estilo
lingüístico para expresar lo que percibieron, mientras que Moisés no
posee un estilo propio sino que es exactamente lo que captó; a este
nivel se lo denominó “Dibur” “Habló”, en los demás profetas no
encontramos nunca esta expresión “Dibur” sino que dice “Vaiomer” – “Y
dijo”.
En los demás profetas, cuando expresan la visión que tuvieron, entra un
poco la personalidad de ellos en el relato, pues es como que cada
profeta percibe a Dios detrás de un velo, así por ejemplo, si el velo
que ellos poseen es rojo, verá las cosas con un tinte rojizo, mientras
que otro profeta que posea su velo color verde, verá lo mismo pero con
un tinte verde, la imagen es la misma, los dos vieron lo mismo y es
verdadera su visión, lo que sucede es que en el momento de describirlo
con sus palabras ambos utilizarán su propio estilo, así se dice que en
el momento que el profeta Isaías va a describir la misma visión que tuvo
el profeta Ezequiel, lo hará en forma sencilla y sin explayarse,
mientras que el profeta Ezequiel relatará con muchos detalles, hasta el
punto de que los sabios dijeron: “Isaías es como un miembro del palacio
que ve el carruaje del rey a diario, mientras que Ezequiel es como un
campesino que no está acostumbrado a estar en el palacio y ver el
carruaje del rey, es por eso que lo describe con tanto lujo de detalles,
mientras que Isaías no lo hace, a pesar que los dos vieron exactamente
lo mismo” Pero en el caso de Moisés, nuestro maestro, él se anuló
completamente, y por eso lo que él describe es puro, exacto, la voluntad
Divina expresada de la manera más exacta posible.
Insisto, no se trata de que los demás profetas están percibiendo otra
cosa, sino que si por ejemplo el profeta Eliahu hubiera tenido que
escribir la profecía de Génesis, probablemente hubiera utilizado otras
palabras para expresar esa idea que captó. Es por esta perfección de la
Torah que sólo en ella se aplican las 13 reglas hermenéuticas con las
que se estudia y se deducen cosas de la Torah, y no se aplican en el
resto de los profetas, pues sólo en la Torah cada palabra y cada letra
está en su justo lugar, precisa y exactamente.
Debemos tener claro, que cuando Dios se comunica con un profeta no lo
hace utilizando palabras, los profetas captan conceptos, visiones y
luego ellos lo traducen en palabras para expresarlo a los demás. Moisés
lo expuso con las palabras más adecuadas cuyo campo semántico incluyen
exactamente esa idea y no dan lugar a otra cosa, no es que Moisés juega
un papel, es decir que pone algo de si, Moisés fue tan trasparente, ese
velo que se interponía entre él y la visión profética, que llegó al
nivel máximo en el cual se anuló completamente, no hay ego por parte de
Moisés. Para ilustrar mejor lo que queremos decir, tomemos por ejemplo
cualquier traducción, siempre habrá en ella algo del traductor, cómo él
ve las cosas o cómo lo interpretó en base a ello utilizará las palabras
que a su criterio expresan la idea del autor de la manera más clara y
exacta posible. Si tomásemos dos buenos traductores, observaremos que
los dos traducirán el mismo texto pero no exactamente igual, uno
utilizará algunas palabras y el otro otras, en cambio en Moisés no
ocurre así. Entonces “Torah min hashamaim” quiere decir que es
exactamente la Voluntad Divina sin nada más.
Existen tres niveles distintos que son los que componen el “TaNaJ”
(Biblia): Torah, Neviim y Ketubim, uno es el de “Ruaj
Hakodesh”-Inspiración Divina, que es el nivel con el que fueron escritos
los “Ketuvim”-Escritos, otro nivel superior es el de la
“Nevuah”-Profecía, que es el nivel de los “Neviim”-Profetas y por último
el nivel de Moshé que es la Torah. Todos estos son distintos niveles de
captación; la Torah es el máximo nivel, el de Moisés. Los “Neviim” es
el nivel de los profetas, cada uno con su estilo y el tercer nivel de
Inspiración Divina, ya no se trata del nivel de profecía.
Es por eso que este principio de “Torah de origen Divino” fue formulado
después de dejar en claro el nivel de supremacía de Moisés, pues para
poder entender esto previamente hay que saber el nivel de Moisés.
[207] Maimónides en la introducción al comentario de la Mishná relata la
forma en que eran transmitidos los preceptos de Dios a Moisés y de
Moisés al pueblo. Dios le dictaba a Moisés lo que escribir en la Torah
escrita y luego le explicaba los detalles de eso que le acababa de
dictar (Torah oral).
[208] Esto hace referencia a lo que dijimos al comienzo de este
principio al referirnos al nivel superior de profecía de Moisés, que fue
denominado “Dibur”-“Habló”
[209] La palabra de Dios.
[210] Es decir no agregaba nada de él mismo. Tal como lo escuchaba lo escribía sin agregar ni quitar nada.
[211] En hebreo literal: “MEJOKEK” -el tallador- ya que en aquella
época, la escritura era por medio del tallado sobre la piedra.
[212] Es decir, que tanto los versículos aparentemente más insignificantes, como los más importantes, tienen el mismo estatus.
[213] Por ende no puede tener enmiendas o agregados, pues entonces no estaba completa hasta que realizó la enmienda.
[214] Como los que citó en el párrafo anterior, versículos aparentemente más insignificantes.
[215] Y no es considerado judío.
[216] Ya que sostiene que hay cosas más insignificantes que no hay que
prestarle atención, sólo hay que prestar atención a las cosas más
importantes. Pero si sostenemos que todo proviene de Dios, entonces aun
los versículos más insignificantes cobran importancia y nos cuestionamos
¿Qué es lo que Dios quiso transmitirnos al agregar ese versículo, qué
viene a agregarnos?, ¿Qué me enseña?, etc. Pues al considerar la Torah
toda de origen Divino, entonces ninguna letra está de más, como así
también las palabras, pues si me lo podía haber dicho utilizando una
sola palabra y utilizó dos, entonces debe haber algún motivo, pues la
obra de Dios es perfecta.
[217] Por lo tanto si se topa con algún pasaje que no le encuentra
sentido a simple vista, no debe pensar que se trata de algo hueco y
vacío, sino que debe abocarse, dedicarle tiempo, leer qué opinaron los
exegetas al respecto, de esta manera, si se inviste de la humildad
necesaria, es decir si puede asumir la idea de que tal vez no todo lo
sabe, entonces quizás esté abierto a escuchar otras opiniones y aprender
algo que no sabía y así descubrir la profundidad y el sentido de ese
pasaje.
[218] Es decir: “Dios, dame la posibilidad y la sabiduría para poder entender la profundidad de la Torah”
[219] Es decir, la Torah Oral también es de origen Divino y no como
sostienen algunos, que se trata de la “interpretación” de los sabios,
sino que en realidad, como ya dijera Maimónides, Dios le dictaba a
Moisés el precepto y luego Él le explicaba verbalmente los detalles de
ese precepto los cuales no eran escritos sino que eran transmitidos
oralmente y es lo que se dio en llamar: Torah Oral. Por lo tanto, aquel
que reniega de la Torah Oral y no la acepta o sostiene que es un
“invento de los rabinos” se autoexcluye del judaísmo.
En realidad, es imposible comprender o cumplir con la Torah escrita si
no contamos con la Torah oral, pues la Torah escrita es como títulos,
pero sin dar detalles, sólo están enumerados los preceptos pero los
demás detalles figuran en la Torah oral. Así sería imposible cumplir con
el precepto del Tefilín –Filatelia, si no contamos con la tradición
oral, pues en la Torah escrita, sólo fueron nombrados, pero no nos dice
nada acerca del tamaño, forma, color, contenido, de qué material
confeccionarlos, etc Igualmente ocurre con los demás preceptos. Aun más,
sería imposible saber cómo leer la Torah si no contáramos con una
tradición oral, pues en la Torah no figuran las vocales, que en hebreo
se escriben con puntuaciones debajo de las consonantes, por lo tanto
cuando dice: “Guedí vejalab imó” podría leerse en lugar de
“Jalav”-leche, “Jelev”-sebo, entonces la prohibición no sería entonces
no comer carne con leche sino no comer carne con sebo y se permitiría
comer carne con leche, algo que no es así. El Talmud lo ilustró con la
siguiente historia, cierta vez, un hombre se presentó ante el sabio
Hilel y le dijo que estaba dispuesto a aprender la Torah a condición que
sólo le enseñe la Torah escrita y no la Torah oral pues no cree en
ella. Hilel aceptó, para ello le explicó que antes debe aprender a leer
en hebreo y para ello debe saber las letras, el hombre estuvo de acuerdo
y ese mismo día le enseñó las cinco primeras letras, la Alef, Bet,
Guimel, Dalet y Hei. Eso fue todo por ese día, al otro día cuando se
presentó a estudiar, comenzó mostrándole las mismas letras que aprendió
el día anterior, pero ahora le dijo que no era la Alef, sino que ese
signo era la Lamed (otra letra hebrea), el hombre protestó y le dijo:
-¡Pero si ayer me dijiste que era la Alef!, a lo que Hilel le respondió:
– ¡Pero tu mismo dijiste que no aceptarías la tradición oral, ¿por qué
me creíste lo que te dije ayer?, ¿dónde está escrito que esa es la Alef y
no la Lamed?! Así queda claro, que es imposible entender el texto si no
se cuenta con una tradición oral.
[220] Moisés
[221] Esto quiere decir que no se anula, pero este concepto, tolera la
posibilidad de sumarle otra, como por ejemplo el nuevo testamento o el
Corán, para ello dice lo que sigue, “que no será cambiada”, pero esto
tolera la posibilidad de agregarle y quitarle cosas, para dejar eso de
lado vienen los demás conceptos, “no se puede agregar o quietar nada”,
es decir el cuerpo de la Torah, sus 613 preceptos no se puede modificar
para nada. Los dos primeros vienen para proteger a la Torah de
influencias externas, como nuevas religiones, lo otro es para la
influencia interna del judaísmo, que pretenda agregar, quitar, o
reformar el cuerpo de la Torah.
[222] Es decir que no es algo cuya vigencia era para cierta época, sino
que los preceptos encomendados en la Torah son para todas las épocas, no
como sostienen ciertas tendencias dentro del judaísmo que afirman que
ciertos preceptos eran en aquellos tiempos, por ejemplo al referirse a
las tareas prohibidas en Shabbat aseguran por ejemplo que el encender
fuego era digno de ser prohibido en aquellos tiempos ya que encenderlo
implicaba un “trabajo” de frotar piedras hasta que salga una chispa,
pero hoy en día es mucho más sencillo encender un fuego, por lo tanto no
está prohibido, esto es una equivocación, pues no se percatan que la
Torah es eterna y no cambia, y que al decir no encender fuego, no se
refiere al “Trabajo” de encenderlo sino a la acción en sí de encenderlo.
Igualmente hay quienes sostienen que el motivo por el cual se prohíbe
comer cerdo, es porque en la antigüedad existían varias enfermedades en
los cerdos como la triquinosis, etc. pero hoy en día que existen las
vacunas no deberíamos abstenernos de comerlo, también esto es un error.
Como dijimos la Torah no depende de las restricciones de la época o la
moda del lugar, sino que sus leyes eternas no pasan de moda. El respetar
a los padres, el no mentir, el no matar, no son cosas que regían en la
antigüedad pero que ahora son obsoletas, pues los valores y la verdad no
dependen de alguna época en particular, son para siempre.
[223] No como dicen los cristianos que hay un nuevo testamento, es decir
que Dios mismo la cambia por otra y deja de tener valor esta, algo así
es inconcebible, pues esto implica un profundo error en la concepción de
Dios, ya que estamos pensando que Dios es como los humanos, que dice
algo y luego se arrepiente.
[224] ¿Cuál es el motivo por el cual no se puede agregar nada? Porque la
Torah represente la verdad absoluta, lo más perfecto, y entonces no
puede cambiar, 2+2=4 no cambia, siempre es así, tal como lo mencionamos
en el principio anterior, es por eso que este principio viene luego de
afirmar el nivel de profecía superior de la Torah.
¿Por qué los sabios agregaron más cosas? En realidad lo que los sabios
hacen es agregar cosas que ayuden a preservar los preceptos de la Torah y
que no pasen a ser poca cosa a los ojos de la gente. En ningún momento
los sabios sostienen que se agregue un precepto, sino que siempre los
preceptos entregados por Dios, serán 613, las normas que estipulan los
sabios están en otra categoría: ordenanzas de los sabios, cuyo rango es
inferior a un precepto de la Torah. Es decir que los sabios no agregan
ni quitan nada a los preceptos de la Torah, sino que estipulan normas
que tienen un rango menor y cuyo objetivo es proteger, hacer un cerco a
la Torah. Cabe aclarar que los mandamientos rabínicos tienen otro
estatus, normas y reglas que son completamente distintos a los
mandamientos Divinos, tal como la diferencia entre una orden dictada por
el presidente de un país, para que rija en todo el territorio y en todo
momento y una orden dada por el celador de una clase para mantener la
disciplina en la escuela.
[225] Vale la pena agregar aquí lo que Maimónides escribe en Isodé
HaTorah, capítulo 9:1 1.- Está clara y expresamente dicho en la Torah
que sus leyes son de eterna vigencia, no son susceptibles de
modificación, merma o añadidura, pues está escrito: “Todo lo que Yo os
ordeno, esto guardaos para cumplir; nada le añadiréis ni le restaréis”
(Deuteronomio 13:1) y fue dicho: “Herencia para nosotros y nuestros
hijos eternamente para hacer conforme a todo lo escrito en esta Torah”
(Deuteronomio 29:28).
De aquí se infiere que todos los preceptos de la Torah nos competen
eternamente, es lo que dice: “Leyes eternas para todas vuestras
generaciones”(Levitico 23:14) y está escrito: “Pues ella no está en los
cielos” (Deuteronomio 30:12); de donde se deduce que a ningún profeta le
está permitido introducir innovaciones en la Torah.
Por lo tanto, cualquiera, ya sea judío o no judío, que presentando
señales y prodigios, afirme que el Eterno lo envió para añadir o restar
un precepto [se refiere a la Torah escrita], o para dar una
interpretación de cualquiera de los preceptos [se refiere a la Torah
oral] contraria a la que hemos oído de Moisés, o diga que aquello que
Israel tiene como preceptos no son para siempre ni para todas las
generaciones sino sólo temporarios [esto se refiere a anular
completamente la Torah], he aquí que se trata de un falso profeta,
puesto que viene a contradecir la profecía de Moisés.
{Quien afirme esto en nombre de la profecía}, es pasible de la pena
capital, por la perversidad de hablar en nombre del Eterno cuando Éste
no se lo ordenó, ya que Él, bendito Su Nombre, ordenó a Moisés que esta
Ley fuera para nosotros y para nuestros hijos hasta la eternidad, y Dios
no es un hombre como para mentir. O cambiar de parecer, es decir que
una vez que se afirmó que serían leyes eternas, es imposible que Dios le
revele a un profeta que ya no es necesario realizar tal precepto, (tal
como presumen los cristianos, que explican estos versículos acerca, que
la Torah no cambiará, diciendo que Dios se arrepintió, y al ser que
ellos suponen que Dios puede cambiar o puede arrepentirse, a la manera
de los humanos, no es de extrañar entonces, que hagan de un ser humano
un Dios. Vemos que las diferencias son más de fondo, es por eso que el
judaísmo no tiene lo qué discutir con el cristianismo) por lo tanto nos
es claro que se trata de un falso profeta que está diciendo cosas que
Dios no le ha declarado y que de su propio corazón ha inventado tales
cosas.
[226] Como ya mencionáramos en la nota al comienzo del sexto principio,
en algunas ediciones este principio está ubicado, erróneamente, en sexto
lugar, mas en realidad su verdadero lugar es aquí, lo que posiblemente
motivo tal equivocación en el orden, sea, tal vez el hecho que este
principio, otorga otras perspectivas acerca de la perfección de Dios, me
refiero a que, saber lo que ocurre es más perfección que ignorarlo.
Este principio tiene un aspecto teológico claro, tal es el Conocimiento
Divino, es decir Sus cualidades, y por el otro lado, este principio
incluye una parte básica para el ser humano en forma personal, ya sea
observante de los preceptos de la Torah o no, es decir, la pregunta
íntima que todos tienen: ¿Dios me conoce y sabe acerca de mí, presta
atención a lo que hago o no? Es por este segundo aspecto que es lógico
que la ubicación de este principio sea aquí, en esta tercera categoría,
pues en la primera categoría de los principios se trata acerca de Dios
en sí mismo, independientemente de la existencia de este mundo, y
nuestro principio se inscribe temáticamente en la tercera categoría en
donde se trata de la relación de Dios con la Creación, es decir,
recompensa y castigo y para ello es indispensable que Dios sepa lo que
ocurre. Así también, este principio que es el primero de la tercera
categoría, marca el puente entre la segunda categoría – que trata acerca
de la profecía y el origen Divino de la Torah- y la tercera categoría
–que trata acerca de la recompensa y el castigo- pues, como ya quedó
claro en el sexto principio, para poder adquirir la profecía hace falta
que el individuo alcance ciertas perfecciones, tanto intelectuales como
morales, y sólo entonces es cuando es posible que Dios, si Él así lo
desea, haga recaer sobre tal individuo el espíritu de la profecía, esto
implica que Dios debe conocer el estado de cada individuo. Además, es la
Torah la que asegura que Dios conoce todo lo que sucede, tal como lo
atestiguan los versículos que cita Maimónides para corroborar este
principio.
[227] El hecho de que Dios conoce todo es algo que se impone para los
que sostienen que Dios es perfecto y que controla el mundo, Providencia
Divina, y además tal como se afirmó en el principio anterior, el de la
profecía, Dios debe conocer al individuo para saber si es digno que
sobre él se pose la profecía o no, más aún, es indispensable para el
establecimiento de recompensa y castigo, es por esto que este principio
antecede al que le sigue en el cual pregona la recompensa y el castigo,
pues si no conoce lo que cada individuo hace, ¿cómo podrá saber a quién
le corresponde recompensa y a quién castigo?
[228] Esta es la opinión de Aristóteles. Lo que lo llevó a pensar así,
tal como lo explica Maimónides en La Guía de los Perplejos, parte II, es
el hecho que Dios está por sobre el tiempo, y afirmar que Dios sabe lo
que hacen los hombres -sostiene Aristóteles- implica rebajar a Dios a
las limitaciones del tiempo, pues el hombre actúa en ese ámbito (bajo
las coordenadas de espacio y tiempo). Además el saber de Dios impediría
al hombre de su libre albedrío –este tema lo expone también Maimónides
en las leyes acerca del arrepentimiento, [Hiljot Teshubá 5:5]- Pues si
Dios lo sabe todo, entonces ya sabe si este individuo va a hacer tal
cosa o no, y una vez que Dios sabe con anticipación que tal individuo va
a realizar determinada cosa, es imposible que ese individuo no lo haga,
pues si así fuera, resultaría que Dios no supo, y esto es algo absurdo.
Entonces como consecuencia, aquel individuo está “condenado” a hacer lo
que Dios ya sabe que ocurrirá sin tener la posibilidad, el individuo,
de hacer otra cosa, y si no lo hace, entonces resultaría que Dios no
sabía que no lo haría, algo que ya descartamos.
Esta pregunta que aparentemente deja como alternativa que Dios no se
mete con lo que ocurre en la Tierra, es decir “Él elige no saber”, es la
postura preferida por Aristóteles, mas tú lector atento, percátate en
la trampa absurda en la que han caído con este razonamiento, fíjate cuán
grande fue su omisión, pues para alejar de Dios la imperfección del
tiempo, le han atribuido una falencia aun mayor, tal es la ignorancia de
lo que ocurre.
Existe una segunda alternativa en la que deberíamos afirmar que
efectivamente el hombre no posee libre albedrío. Pero también esta
postura es irracional y ridícula para quien sostiene la fe judía y la
lógica, pues toda la Torah carecería de sentido, ¿cómo ordenar a alguien
que haga determinada cosa o que sea justo y correcto cuando ese
individuo no posee el libre albedrío para poder realizarlo?, ¿Cómo
castigarlo por no hacer algo, que al fin y al cabo, no disponía de la
facultad de poder elegir hacerlo? -No obstante, no es el lugar para
extendernos en este punto, lo explicaremos en extensión en la nota al
final del principio número 11º. Sin embargo, la agudeza mental del gran
Maimónides nos abre la posibilidad a otra opción y de esta manera le
responde a Aristóteles demostrándole su error. Es lo que explica en el
capítulo quinto de las leyes acerca del arrepentimiento, [Hiljot
Teshubá], donde esboza la respuesta a este paradigma “Tal vez te
preguntes: ¿Acaso Dios no sabe todo lo que ocurrirá antes de que ocurra?
¿Sabía que determinado individuo iba a ser justo o malvado o no lo
sabía? Si ya sabía que iba a ser un justo, es imposible que [ese
individuo] no sea un justo y si dijeras que Él sabía que sería un justo
pero es factible [igualmente que ese individuo] sea un malvado, resulta
que Él no sabía. Has de saber que la respuesta a esta pregunta es más
extensa que la tierra y más profunda que el océano y muchos principios
fundamentales y nociones trascendentales están ligados a esta respuesta,
empero es preciso que sepas y comprendas esto que voy a exponerte: ya
te he explicado en el segundo capítulo de las Leyes de los Fundamentos
de la Torah [Hiljot Isodé HaTorah], que el Santo bendito Él, no sabe por
medio de un saber externo a Él, a la manera del hombre, en donde él y
su saber son dos [entes separados], sino que Él, elevado sea Su Nombre, y
Su saber, son uno, y le es imposible a la mente humana alcanzar a
comprender esto plenamente, tal como le es vedado a la mente humana la
capacidad de comprender la esencia misma del Creador, como fue dicho:
“No me verá el hombre ni ningún ser vivo” (Éxodo 33:20) así tampoco está
en la capacidad humana captar y comprender el pensamiento del Creador,
es lo que el profeta dice: “Pues no son Mis pensamientos como vuestros
pensamientos y no son Mis caminos como vuestros caminos” (Isaías 55:8) y
por cuanto que así es, no poseemos la capacidad para comprender cómo es
que el Santo bendito Él, conoce a todas las criaturas y sus respectivas
acciones, pero sabremos, sin la menor duda, que los actos de los
hombres están en manos de ellos y Dios no lo obliga o decreta sobre él
actuar de determinada manera…” es decir que a pesar de que Dios conoce
los pensamientos y acciones del ser humano, éste sigue conservando su
libre albedrío, es algo que la mente humana no está capacitada para
comprender. Aparentemente pareciera que Maimónides no está respondiendo a
la pregunta, o que la respuesta es que nosotros no sabemos, (tal como
le recrimina a Maimónides el comentarista Raavad) pero en realidad el
que profundiza en las palabras de Maimónides y comprende la agudeza de
lo que se dijo, (tal como lo hace el sabio y uno de los mejores
comentaristas del Mishné Torah, Or Sameaj-Rabi Meir Simja Cohen) lo que
en realidad nos está diciendo es que arribar a esta conclusión -que el
conocimiento por parte de Dios de las acciones del hombre anula su libre
albedrío- se debe a lo que se conoce con el nombre de “antropomorfismo
intelectual”, antropomorfismo es atribuirle a Dios formas humanas,
“antropomorfismo intelectual” es atribuirle a Dios actitudes
intelectuales humanas, es decir que pensamos que Dios piensa a la manera
que piensan los hombres y esto no es así, tal como lo dijo el profeta
Isaías: “Pues mis pensamientos no son como vuestros pensamientos y mis
caminos no son como los vuestros” Por lo tanto las conclusiones a las
que arribamos utilizando el “antropomorfismo intelectual”, al ser que la
premisa es errónea -pues Dios no piensa a la manera que pensamos
nosotros- su conclusión también lo es. Es decir también en este caso,
por ser que no podemos saber cómo funciona ni cómo es el conocimiento de
Dios –pues conocer la forma en que Dios sabe, implicaría conocer a
Dios, pues Él, bendito es, y Su saber son uno- entonces no podemos
arribar a ninguna conclusión en ese ámbito. Y este es el error que
cometen quienes creen que el conocimiento de Dios anula el libre
albedrío, pues ellos están dando por sentado que Dios piensa a la manera
que pensamos los hombres, primero sabemos algo y luego eso ocurre, e
imaginan que de idéntica manera ocurre con Dios, por lo tanto ellos
razonan erradamente: “Si Él ya lo sabe así, es imposible que no ocurra
eso, por lo tanto una vez que Dios sabe lo que hará determinado
individuo es imposible que ese individuo deje de hacerlo” pero en
realidad no es así, como ya lo hemos explicado y aclarado.
Percátate de este punto, pues es muy sutil y muchos lo han pasado por
alto. Esta respuesta magistral de Maimónides a Aristóteles, ha dado por
tierra con el razonamiento de Aristóteles, y lo genial es que lo hizo
utilizando el propio método que Aristóteles sostuvo, tal es que Dios es
distinto a nosotros, más no se percató Aristóteles, que su propio
razonamiento, en este caso, se encontraba impregnado de este error.
[229] Si bien este versículo está expresado en leguaje humano, no debe
entenderse en su literalidad sino en su sentido figurativo. Esto es
claro y obvio para cualquiera, pues nadie en su sano juicio puede
suponer que Dios tenga ojos, o que necesite de ojos para ver. Dios sabe
todo sin necesidad de estar ahí, pues tal como ya mencionáramos
anteriormente, Su saber es distinto al nuestro, no se trata de una
diferencia de cantidad sino que es de calidad. Y así como la ciencia de
Dios es distinta a la nuestra, también es distinta la manera en que esa
ciencia llega a Él es decir la manera en que Él percibe es distinta a la
manera en que nosotros percibimos.
[230] Es decir que Dios sí sabe lo que ocurre y lo que hace cada uno,
aun en sus fueros más íntimos. Los sabios suelen afirmar, que cuando el
ser humano es juzgado luego de su muerte todos sus actos son traídos a
su presencia para demostrarle la veracidad y justicia del juicio y el
veredicto que se ha dictado acerca de él y si no lo ve así, podrá
argumentar en su defensa, aun las conversaciones más íntimas entre él y
su esposa serán expuestas en su juicio.
[231] Este principio encierra en sí la idea de que Dios castiga y
recompensa a los hombres, este es un tema muy espinoso pues muchas veces
en la realidad vemos que ocurren cosas que acorde a nuestro juicio no
le deberían haber pasado a esa persona. Hubieron quienes, ante la
imposibilidad de poder explicar la existencia del mal junto al
conocimiento de Dios, es decir, la pregunta ¿Si Dios sabe que
determinado individuo va a hacer algo mal o causar daño a alguien, por
qué no actúa y lo detiene? ¿Por qué le permite dañar a los demás que no
se lo merecen? Y para justificar a Dios –como si Dios precisara abogado
defensor- en su insensatez, argumentaron que en realidad Dios no quería
que las cosas sucedan así, pero en realidad “no pudo hacer nada” para
impedirlo (como lo hace en el libro: “¿Por qué a las personas buenas les
pasan cosas malas”) Fíjate a lo que han llegado a afirmar estos
individuos, en sus delirios, es decir para justificar este problema y
debido a que la ignorancia los alejaba de la respuesta correcta,
rebajaron a Dios, de Todopoderoso a limitado -¡Fuera de Él semejante
imperfección!- algo ridículo a todas luces. Sobre este tipo de opiniones
se aplica lo dicho: “El tonto, cuando abre su boca –para hablar-
anuncia a todos su estupidez” (Eclesiastés) y cualquier mente sana sabrá
darse cuenta que este tipo de opiniones son esgrimidas por quienes
tienen más buena voluntad que sabiduría y esa buena voluntad no los
califica para hablar y opinar sobre estos temas profundos y delicados
pues su insensatez supera por mucho a su inteligencia.
[232] Este tema merece un análisis más profundo, que tal vez lo edite
como tema separado, pues en este principio se esconde la gran pregunta:
Si Dios recompensa a los buenos y castiga a los malos ¿Por qué
observamos en la vida diaria que a las personas buenas le pasan cosas
malas? Y ¿Por qué a las personas malas les va bien y prosperan?, si bien
esta segunda pregunta es más fácil de contestar, la primera fue
producto de muchos debates y dilemas desde tiempos remotos se ha tratado
de dar una respuesta satisfactoria a este dilema. En la Biblia se
aborda este tema con su respuesta en el Libro de Job y en Salmos en el
Cántico para Shabbat, entre otros, no obstante estas respuestas son muy
profundas y no todos las han logrado captar y entender, hasta el punto
tal que se han dado distintas explicaciones al libro de Job cada cual
explicando la respuesta a esta pregunta, de otra manera.
Son varias las respuestas clásicas que se han esbozado para este dilema:
a) Algunos, entre ellos los cristianos, opinan que el sufrimiento de los
justos, es para expiar por los pecados de los malvados y es por ello
que veremos a personas completamente buenas que padecen grandes
sufrimientos, pero eso se debe a que él debe expiar los pecados de sus
contemporáneos. Esta opinión, es totalmente ajena y contraria a lo que
judaísmo pregona, pues está claro que la Torah sostiene que cada hombre
es juzgado por sus propias acciones y no por lo que hagan los demás, tal
como dice el versículo: “No serán muertos padres por hijos ni hijos por
padres, cada hombre por su propia trasgresión será condenado”, el
Talmud, también es claro en este tema al expresar: “¿Los padres comerán
dulces y sus hijos sufrirán el dolor de muelas?”
b) Dentro del judaísmo están las que sostienen que en realidad se trata
de una prueba, es decir que cuando vemos a una persona buena sufriendo
en verdad se trata de una prueba a la que está siendo sometido por parte
de Dios, para demostrar que realmente es un justo y merece gran
recompensa.
c) Hay quienes dicen que cuando observamos que a una persona buena le
suceden cosas malas en realidad eso ocurre para hacer a aquel individuo
más meritorio y de esa manera acrecentar su recompensa en el mundo
venidero.
d) Otros, recurriendo a la justicia Divina estricta, aducen que en
realidad los sufrimientos que padecen las personas justas en este mundo
son para espiar por aquellos pequeños errores o transgresiones que han
realizado en sus vidas para que de aquella manera, cuando muera, sólo le
quedará disfrutar de la recompensa por las cosas buenas que realizó. En
cambio con los malvados, ocurre al revés, es decir, Dios les recompensa
en este mundo por las pequeñas cosas buenas que hizo para que de esa
forma, al morir, sólo le quede afrontar su castigo, pues la recompensa
ya la ha recibido.
e) Otra opinión sostiene la teoría de la reencarnación (a diferencia de
las anteriores esta respuesta no fue esbozada por ninguno de los sabios
del Talmud, no obstante figura en el libro Zohar y en el Ari z”l–sabio
cabalista- por otro lado, fue cuestionada por otros sabios como por
ejemplo Abraham Ibn Ezra y Maimónides) Esta teoría responsabiliza a los
pecados cometidos en vidas anteriores como la causa de los sufrimientos
del justo sin aparentes motivos en el presente.
f) Una cuarta opinión sustenta la idea de que se trata de algo que
aparenta ser malo pero en realidad se trata de algo bueno para él, y que
muchas veces transcurrido una etapa de tiempo él mismo puede comprobar
que lo que sucedió y que pensaba que era algo malo, en realidad fue para
bien, por ejemplo una muerte prematura de alguien bueno puede ser
explicada, acorde con esta opinión, diciendo que fue quitado de este
mundo para que no sufra cosas malas que sucederán, o para que muera como
justo porque Dios sabía que si seguirá con vida en medio de esa
sociedad terminaría él mismo estropeándose.
g) Otros afirman que los humanos, con nuestra limitada mente, no podemos
juzgar qué es bueno y qué es malo, pues venimos a la vida cuando la
historia ya ha comenzado y nos vamos de ella antes de que ésta acabe,
por lo tanto no podemos emitir un juicio al respecto.
h) Otra respuesta a este tema, nos habla de lo que los sabios talmúdicos
denominaron: “Isurim veahaba” –sufrimientos por amor- es decir que no
necesariamente todos los sufrimientos deben ser tomado como castigo,
producto de algo malo que realiza el ser humano, sino que el dolor,
también pueden ser un trampolín que lo eleve aun más. Si bien esta
postura se parece a la expuesta anteriormente en el inciso c), se
diferencia de aquel en el hecho de que allí se establece como seguro que
ese sufrimiento le hará alcanzar un nivel superior, mientras que este
concepto de “Isurim veahaba”, no da por garantizado que alcanzará un
nivel más elevado, dependiendo de la actitud moral e intelectual del
individuo que lo padece.
i) Existe otra opinión más elevada y compleja, como así también
completa, sostiene que en realidad el verdadero mal y el verdadero bien
tienen que ver con la lejanía y cercanía-percepción- de Dios que posee
ese individuo, por lo tanto si se observa con detenimiento veremos que
muchas de las cosas que llamamos “buenas” en realidad no son así, pues
en realidad no nos acercan a Dios y muchas cosas “malas”, nos acercan a
Él, es decir, el verdadero bien es el mundo venidero donde podremos
alcanzar la mayor percepción de Dios y el mayor mal, la lejanía de Él.
Es lo que se puede observar del libro de Job y de varios salmos por
ejemplo el versículo de Salmos que dice: “Aunque anduviere por el valle
de la muerte, nada temeré, pues Dios está conmigo” No se refiere a no
temer porque Dios lo salvará, pues si así fuera debería haber dicho: “No
temeré, porque nada me pasará” sino que el significado es que cualquier
cosa que pase, no es verdaderamente mala, siempre que se nos permita
conservar la cercanía de Dios, que es el verdadero y más preciado bien
que puede alcanzar el hombre.
Pero ya me extendí demasiado sobre este tema y no es este el lugar para
ello. Lo importante es saber que aunque nuestra mente todavía no haya
alcanzado la madurez intelectual ni esté entrenada en esta área, como
para poder elucidar estos temas –es decir poder comprender la justicia
Divina- debemos saber que ella –la justicia Divina- existe, y que es
justa, que Dios sí recompensa a los justos y castiga a los malvados.
Debe quedar claro que no me estoy refiriendo a lo esgrimido en la
postura del inciso g) de esta misma nota, sino que me refiero a que todo
judío debe tener manifiesto y claro que Dios hace justicia, a pesar de
que, todavía su mente no logre entender por qué ocurren tales cosas, no
obstante, cuando se vuelva más versado en el estudio de la Torah y el
Talmud, tal vez llegue a ser de aquellos estudiosos que pueden
comprender la forma con que Dios maneja al mundo y poder él manejar sus
asuntos de esa manera, tal como se nos encomendó en el precepto: “Y te
encaminarás en Sus sendas” es decir obrar como actúa Dios.
[233] Al principio de este compendio, cuando trata acerca de la
recompensa verdadera para el que cumple los preceptos, en donde cita los
distintos grupos de creencias y expone Maimónides la verdadera y más
elevada recompensa.
[234] Cabe preguntarse, ¿por qué Maimónides no incluyó el libre albedrío
como uno de los principios básicos del judaísmo? Si el judaísmo, a
diferencia del islamismo, no cree en el fatalismo, es decir que todo ya
está destinado, sería propio que lo exprese como uno de los principios
del judaísmo. El motivo lo explica el propio Maimónides en la
introducción que compuso al comentario de la Mishná de Avot, más
conocido como: “Shemoná Perakim”, pasaré a citar textualmente parte del
octavo capítulo:
La falacia del destino.
Ciertamente te hemos aclarado este tema, para que no consideres
verídicos los delirios con los que suelen engañar los astrólogos; pues
ellos afirman que la fecha de nacimiento es lo que caracterizará al
hombre como virtuoso o denigrado, y que tal persona está destinada a
comportarse de tal forma. No obstante, tú sabes que es algo aceptado
dentro de la Torah y también por los filósofos griegos, como ya se han
verificado sus verdaderos argumentos, que los actos del ser humano
dependen únicamente de él. No hay determinismo con respecto a ellos ni
tampoco hay una influencia exógena que lo incline hacia las buenas
cualidades o hacia las malas; si bien existe la disposición de su
temperamento, como ya aclaramos, que le hace más fácil o más difícil una
conducta; no obstante, (la idea) de que ya está condenado a actuar de
tal manera o abstenerse de algo, no existe en absoluto.
Si el ser humano hubiese estado determinado en sus conductas, a) no
tienen sentido los preceptos de la Torah y sus advertencias, siendo todo
una gran falacia, ya que no habría libre albedrío en el actuar del ser
humano.
b) Del mismo modo, la postura del determinismo, quita sentido al estudio
y la educación, además del aprendizaje de los oficios, ya que todo esto
sería vano, pues de todas formas, según esta teoría, el ser humano
estaría determinado de modo exógeno según los que sostienen así, a ser
atraído a realizar determinado hecho, a adquirir cierto conocimiento e
incluso a adquirir conducta ética establecida.
c) Más aún, la recompensa y el castigo serían una injusticia absoluta,
ya sea entre el hombre y su prójimo, como entre Dios con los humanos.
Así, acorde al determinismo, si Shimón que asesinó a Reubén, si hubiera
estado destinado a asesinar a Reubén, y este último destinado a ser
asesinado: ¿por qué Shimón ha de ser castigado? Y ¿cómo es posible que
Dios, Justo y Recto, lo castigue por un hecho que estaba determinado a
realizar, e incluso si hubiese intentado no hacerlo no hubiera podido?
d) Asimismo, se anularían además todas las preparaciones: construir
viviendas, ahorrar dinero, escaparse en momentos de miedo, y todo lo
semejante, porque si se decretó que algo debe ocurrir es imposible que
no ocurra.
Todo esto es una completa mentira, que contradice a la lógica y lo que
se percibe (en la vida diaria), además, destruye la construcción de la
Torah y atribuye injusticia a Dios, fuera de Él semejante falta.
El libre albedrío.
Sin embargo, verdaderamente, no cabe duda que los actos de los seres
humanos dependen únicamente de él, si quiere lo hace, si quiere no lo
hace, sin nada que lo destine ni obligue al respecto, por lo tanto es
apropiado encomendar al ser humano: “¡Observa! he puesto hoy ante ti la
vida y lo bueno, la muerte y lo malo… y escogerás la vida.” (Debarim
30:15-19)
De tal modo, el libre albedrío fue entregado a nosotros, y se impone
entonces el castigo para el trasgresor y la retribución para el
disciplinado: si escuchan (habrá bendición), si no escuchan (habrá
maldición (Deu.m 11:27-28). Por lo tanto es un deber el estudio y la
enseñanza: “Las enseñarás a tus hijos y meditarás en ellas, en tu casa y
cuando andes por tu camino, al acostarte y al levantarte” (Ibíd.
11:19). “Llamó Moshé a todo Israel y les dijo: Escucha Israel los
decretos y los juicios que yo te he declarado en tus oídos hoy, las
enseñarán y cuidarán de hacerlas.” (Ibíd. 5:1)
Maimónides era conciente que en el Talmud existen algunos sabios
aislados que opinan distinto, es decir que aparentemente sostienen la
doctrina del destino y en su responsa al respecto a los sabios de
Marceille propone tres posibilidades para explicar la opinión de esos
sabios: 1) Que en realidad aquel sabio del Talmud, no quiso decir lo que
nosotros entendemos literalmente de sus palabras, es decir que se está
expresando en forma alegórica, 2) Que aquel sabio del Talmud, se expresó
en un lenguaje exagerado, es decir para darle mayor énfasis a lo que
quería transmitir, recurrió a la exageración o 3) El tema estaba lejano a
su entendimiento, es decir, utilizó una expresión respetuosa y sutil
para afirmar que el sabio que sostenía la doctrina del destino, estaba
equivocado.
[235] La era mesiánica, pertenece a este mundo material; y como toda
cosa de este mundo, es un intermedio para alcanzar un ideal superior, es
decir el Mundo Venidero. Tal como dijo más arriba, en esta misma
introducción: “En aquel tiempo la rectitud, integridad y espiritualidad
abundarán y de esta manera se harán meritorios del mundo por venir” o
como dijo en el Mishné Torah, “Hiljot Melajim”, que es donde establece
las normas y leyes de los reyes de Israel y el Mesías: “No ambicionaron
los sabios y los profetas la era mesiánica, sino para poder disponer de
más tiempo para la dedicación a la Torah y su sabiduría… para poder
hacerse acreedores de la vida en el Mundo Venidero, como dijimos en
Hiljot Teshubá –Leyes del arrepentimiento.” A continuación citaremos
textualmente lo que dice allá en el capítulo 9:2: “Por este motivo,
anheló todo Israel, profetas y sabios la era mesiánica, para que sean
liberados del dominio de los reinos –imperios- malvados que no le
otorgaban a Israel tiempo ni permiso para dedicarse con tranquilidad al
estudio de la Torah y sus preceptos… para aumentar su sabiduría y de esa
forma alcanzar un mayor nivel en el Mundo Venidero, pues en aquellos
días –la era mesiánica- abundará la sabiduría la inteligencia y la
verdad, pues está dicho: ‘Se llenará la tierra del conocimiento de Dios’
y ‘No se entrenarán más para la guerra’ y está dicho: ‘Y les
transformará Dios vuestro corazón de piedra’ y por ser que el Mesías
será un rey de la dinatía de David, estará dotado de mucha sabiduría,
más que la del Rey Salomón, y será un gran profeta, cercano a Moisés,
nuestro maestro, por lo tanto –él- enseñará a todo el pueblo y les
indicará el camino de Dios, y todos los pueblos acudirán a escucharlo,
como está escrito,… mas la recompensa última y el bien póstumo que
carece de falencia, es la vida en el Mundo Venidero, pero la época
mesiánica es en este mundo, el cual seguirá su curso natural, -el único
cambio será- que el reino –autonomía e independencia- retornará a
Israel, y ya han expresado los sabios: ‘la única diferencia entre
nuestros días y los del Mesías, es el sometimiento a las demás naciones
-retornará el reinado a Israel-. Maimónides, rechaza enfáticamente la
visión ilusoria de una época mesiánica como un mundo completamente
distinto, milagroso, todo celestial. A los ojos del autor esto es una
percepción infantil, en sus palabras: “No te imagines que el Rey Mesías,
debe realizar milagros y maravillas o crear cosas nuevas en el mundo o
revivir muertos o cosas por el estilo que sostienen los insensatos, pues
Rabí Akiva, uno de los más grandes sabios de la Mishná, era el escudero
de Bar Kojbá y él –Rabi Akiva- solía decir acerca de bar Kojba, que era
el Mesías, y supuso él como la mayoría de los sabios de aquella época,
que en efecto se trataba del Rey Mesías, hasta que finalmente fue muerto
–Bar Kojba- y por cuanto que murió, se supo que no era el Mesías, mas
los sabios no demandaron de él un milagro ni alguna maravilla.”
[236] El término Mesías proviene del vocablo hebreo Meshiaj, que
literalmente significa: ungido. Se consagraban así a los reyes y
profetas de Israel, pues se los ungía con el aceite de unción (con el
cual Moisés ungió a Josué como líder después de él)
[237] Es decir, suponer que no vendrá.
[238] Jabakuk (2:3)
[239] En las distintas épocas han surgido falsas especulaciones acerca
de la fecha en la que surgirá el Mesías, pero esto, en todos los casos
tuvo un efecto negativo, a pesar que la intención era buena y muchas
veces eran sugeridas por algunos rabinos cuya intención era incentivar y
estimular al pueblo en el cumplimiento de los preceptos ante la
inminente llegada del Mesías, no obstante, como dijimos en la mayoría de
los casos a la larga fue negativo pues la gente de a poco fue perdiendo
su convicción en este tema pues veían que no se cristalizaba en la
realidad y suponían que era todo mentira, no solamente lo relacionado
con este tema sino que ahora dudaban de todos las demás cosas que dice
la Torah profiriendo un daño muy grande al judaísmo, es por eso que no
se deben hacer especulaciones ni premoniciones acerca de la llegada del
Mesías, pues es algo que Dios no nos lo ha revelado.
Existen en el Talmud dos opiniones acerca de los detonantes que
acercarán la llegada del Mesías, hay quienes afirman que surgirá cuando
la mayoría del pueblo judío se aleje completamente de la Torah y sus
preceptos, y otros que sostienen que el Mesías surgirá en una generación
en la que la mayoría de la gente respete la ley de la Torah. Maimónides
se inclina a favor de esta última opinión.
[240] Talmud Babilónico, tratado Sanedrín, pagina 97 folio b.
[241] Acorde a lo que escribe Maimónides la responsa a los habitantes de
Temán –Higueret Temán- y en el Mishné Torah, “Hiljot Melajim”, que es
donde establece las normas y leyes de los reyes de Israel y el Mesías,
pareciera que la visión del autor con respecto a la era pre-mesiánica
sería algo así: primero regresará parte del pueblos Israel a la tierra
de Israel (porque no puede haber un rey sin un pueblo) y se establecerán
un rey para ellos (alguien que los gobierne), pues no puede existir un
rey de Israel fuera de la tierra de Israel, y recién después,
posiblemente luego de varios reyes, se revelará el Mesías y
materializará las visiones proféticas acerca de la era mesiánica,
vencerá a las naciones que lo rodean y que se le oponen, reconstruirá el
Templo de Jerusalem (todas estas acciones, obviamente precisan que
parte del pueblo de Israel se encuentre ya en la tierra de Israel) y
luego reunirá a todo el restante del pueblo de Israel en la tierra de
Israel.
[242] El Mesías no será un súper hombre o un ángel, Maimónides, como ya
lo mencionara más arriba cuando se refiere a los Tiempos Mesiánicos,
sostiene que se trata de un hombre de carne y hueso que será muy sabio,
más que el rey Salomón y que reinará haciendo prevalecer la justicia de
Dios, la Torah y haciendo el bien, llegando la sociedad a su máximo
apogeo y realización, una época y un reino ideal. No obstante Maimónides
enuncia al final del Mishné Torah, leyes acerca de los reyes de Israel
–Hiljot Melajim- que en aquella época nada de la naturaleza cambiará,
sino que las cosas continuarán funcionando acorde a las leyes naturales
igual que hasta ahora; el gran cambio será en el aspecto socio-político,
en el cual el pueblo judío será regido por un sabio rey que los
acercará al conocimiento de Dios y Sus leyes. Llevando también al resto
del mundo hacia el camino de la verdad y la justicia.
Maimónides es consciente que en el Talmud existen dos opiniones, una que
sostiene que en la época del Mesías la naturaleza cambiará y viviremos
cosas milagrosas, y otra opinión sostiene que las leyes naturales no
cambiarán y todos aquellos versículos que aparentemente nos describen
una naturaleza distinta a la que conocemos hoy en día, como ser que el
cordero convivirá con el león, se refieren a una metáfora, es decir que
ya los hombres o empresas más agresivas no perseguirán ni se
aprovecharán más del indefenso, y así con el resto de los versículos.
Maimónides se inclina por esta segunda opinión.
[243] Tal como lo expresó el autor más arriba: “El motivo de nuestro
anhelo y sed por la era mesiánica, no es por estos beneficios y
riquezas, ni para montar en lujosos vehículos, tampoco para beber
exquisitos vinos, tal como piensan los simples dentro de nuestra
religión, sino que el verdadero motivo por el cual los profetas y los
virtuosos aspiraban tanto la época mesiánica y con tanto empeño se
aferraban a ese anhelo, es por la sociedad de justos que se erigirá y
las buenas costumbres que en ella imperará, como así también la
abundancia de la sabiduría, la justicia e integridad de aquel rey grande
en erudición y cercano a Dios, como dice: “ el Señor me dijo, tú eres
mi hijo, hoy te he dado a luz” (Salmos 2:7) El cumplimiento de los
preceptos de la Torah en aquella época no será una molestia o fastidio
ni los harán por imposición, pues está dicho: “Y no dirá más el hombre a
su compañero, ni el hombre a su hermano: ¡conoce a Dios!, ya que todos
Me conocerán, desde los pequeños hasta los grandes” (Jeremías 31:33),
“puse mis fueros en medio de ellos” (Jeremías 31:32), “Y mudaré vuestro
corazón de piedra por un corazón de carne” (Ezequiel 36:26) y abundan
los versículos al respecto. De esta forma obtendrán una gran percepción
del mundo por venir, que es el verdadero objetivo”.
[244] Y al burlarse, está poniendo en ridículo a la Torah y lo que ella afirma.
[245] Números capítulos 23 y 24.
[246] Se refiere al que contradice la norma de que el rey de Israel sólo
puede ser aquel que desciende de esa familia real. Si bien Maimónides
sostiene que puede surgir un rey para el pueblo de Israel que no sea de
la dinastía de David quien reina en forma temporal y no sobre la
totalidad del pueblo, no obstante al referirse al Mesías imperiosamente
éste debe ser descendiente del rey Salomón. No sólo esta condición debe
cumplir, sino también debe pelear las luchas de los judíos, es decir, en
contra de todo aquel que se levante contra los principios judíos o
contra Dios, como así también contra los antisemitas. Otro aspecto en el
cual se destacará el Mesías es que acercará a los judíos al
cumplimiento de los preceptos. Si posee estos tres aspectos: linaje
real, luche las guerras de los judíos y acerque el corazón de los
hebreos a la Torah, entonces este individuo tiene las propiedades que lo
califican para ser Mesías y si logra hacer regresar a los judíos a
Israel y fortalece el reino y construye el Templo de Jerusalem entonces
sabremos con certeza que se trata del verdadero Mesías. Es por eso que
uno de los más ilustres sabios talmúdicos, el famoso Rabí Akiva
consideró a Bar Kojba como el Mesías, pues guerreaba las guerras de los
judíos contra los romanos que los acosaban e impedían el cumplimiento de
la Torah, era descendiente de la dinastía de David, mas cuando Bar
Kojba murió en manos de los romanos, supo que en realidad no era el
Mesías”, hasta aquí es cita de lo que Maimónides enuncia en el Mishné
Torah, leyes acerca de los reyes de Israel.
Así también en nuestros días, varios eruditos y grandes sabios judíos
poseían el potencial para ser Mesías en caso que Dios así lo disponga,
no obstante una vez que estos sabios fallecieron, sabremos con certeza
que no eran Mesías. Cabe recalcar que en el judaísmo no existe la
creencia cristiana de que el Mesías morirá y luego resucitará.
[247] Como ya lo mencionara más arriba El Mesías, fallecerá, y su hijo
reinará en su lugar, y luego el hijo de su hijo, dato que viene a
confirmar, que el mundo continuará su curso natural también en la época
del Mesías. No obstante Maimónides afirma: “Su reinado se extenderá por
muchos años y los años de vida de los hombres también se incrementarán” y
como dijeron los sabios: “la gran asamblea cuando se reúna, no se
dispersará rápidamente”. Cabe preguntarnos: ¿Qué ocurrirá luego de esos
muchos años? Pues las expresiones: “Su reinado se extenderá por muchos
años” o “no se dispersará rápidamente” nos hablan expresamente que no se
trata de una realidad eterna. ¿Acaso sostiene Maimónides que el hombre y
el mundo serán destruidos o se inclina por la idea que el mundo
existirá para siempre? En la presente obra, Maimónides no encara esta
cuestión, pero en su Opus Mágnum, La Guía de los Perplejos, en la
segunda parte capítulo 27 y 28 le consagra un destacado lugar a esta
cuestión. La conclusión a la que arriba es que no existe ninguna
obligación de creer que este mundo dejará de existir en algún momento.
Si bien el mundo fue creado, es decir no existió desde siempre, sino que
tuvo un comienzo, esto no quiere decir que análogamente tendrá un
final. En el capítulo 29 establece Maimónides que la idea de que el
mundo dejará de existir es algo que no figura en los profetas ni en las
palabras de los sabios; no obstante lo afirmado en el Talmud, Sanedrín
97a : “Seis mil años se mantendrá este mundo y luego se desmoronará”,
esta afirmación es rechazada por Maimónides con tres argumentos: 1) La
frase que dice: “se desmoronará” no implica necesariamente que el mundo
dejará de existir, sino que existirá pero en un estado de destrucción,
2) Esta postura es minoritaria y es sustentada por un solo sabio y hay
otros sabios que se oponían a esa postura, por ejemplo en el Talmud Rosh
Hashaná 31 a, además de las palabras del propio Rey Salomón quien
sostiene: “No hay/habrá nada nuevo bajo el sol” y la destrucción del
mundo, si en efecto ocurre, es una gran novedad. 3) Esta opinión fue
dada en un aspecto especial, es decir, que no se trata necesariamente de
una comprensión textual. Es factible que Maimónides haya interpretado
esta frase como un desmoronamiento o destrucción espiritual que ocurrirá
luego del sexto milenio, que tal vez acarree junto con ello una gran
destrucción material. Tal vez esto ocurra luego de la era mesiánica,
pues a pesar que “la gran asamblea cuando se reúna, no se dispersará
rápidamente” se entiende que finalmente, después de mucho tiempo,
también ella será dispersada, posiblemente por las debilidades humanas; y
luego de esto comenzará un nuevo ciclo de la historia de la humanidad.
Tal vez sea esta la respuesta de Maimónides al cuestionamiento: Si los
trece principios del judaísmo son eternos y para todas las épocas,
resulta que en la era mesiánica, ya no serán 13 sino 12, pues el
principio de la llegada del Mesías ya no será actual, y esto no es así,
sino que seguirán siendo 13, pues de estas últimas palabras podemos
deducir que será un ciclo en la historia de la humanidad, que por
períodos tendrá épocas de oscurantismo y bajeza, pero Dios hará surgir
luego un Mesías, justo que ayudará a la humanidad a remontar los niveles
superiores a los que el ser humano está capacitado para llegar.
[248] Aquí concluye la tercera categoría de los principios, los cuales
podrían ser resumidos de la siguiente manera: Conocimiento por parte de
Dios de lo que hacen los hombres, juicio y castigo, control de Dios de
la historia y lo que sucede y la intervención Divina mediante el
milagro.
[249] Si bien aquí lo menciona en forma escueta, este principio se
refiere a que los muertos resucitarán, no se trata de un lenguaje
metafórico o alegórico, sino que en realidad se refiere a lo que se
entiende literalmente. Obviamente estamos hablando de algo
“anti-natural” o para hablar con propiedad, algo que está fuera de la
norma, algo anormal. No obstante esto no es un impedimento pues la
naturaleza la estableció Dios desde los seis días de la creación, por lo
tanto si Él dispuso la resurrección de los muertos, entonces
necesariamente esto es parte de la naturaleza, no obstante es algo fuera
de lo que normalmente estamos acostumbrados a ver.
¿Cuál es el objetivo de esta resurrección?, ¿Para qué hace falta que
vuelvan a vivir? ¿Acaso no había aclarado ya el autor al principio del
presente tratado, que el objetivo final y el máximo bien es el mundo por
venir? Entonces si ya lo alcanzaron ¿Para qué hacerlos volver a este
mundo?
Lo primero que hay que aclarar es que la resurrección de los muertos no
le ocurrirá a todos, sino sólo a los justos, tal como dijeron los sabios
del Talmud: “Las lluvias benefician tanto a los justos como a los
malvados [pues hace crecer la cosecha que alimenta a todos
indistintamente] pero la resurrección de los muertos es sólo para los
justos” Entonces, podríamos explicar que la resurrección de los muertos
no es una meta en sí misma, sino que es un medio para alcanzar el gran
objetivo de la vida, que, como ya dijera el autor, se trata del mundo
venidero. No obstante, está claro que la manera de alcanzar el mundo
venidero y hacernos merecedores de él, depende de este mundo y la manera
en la que nos preparamos para eso, hasta el punto que los sabios
compararon este mundo con el pasillo o la antesala del palacio real, es
el lugar por el cual debemos atravesar para llegar ante el palacio del
rey, no podemos ingresar en él sin antes transitar por ese pasillo;
también la antesala es el lugar en donde nos podemos arreglar, corregir y
retocar nuestra “apariencia” antes de presentarnos ante el rey. Así
entonces este mundo es el lugar en el cual podemos prepararnos y
“entrenar” nuestra alma para que pueda percibir a Dios y de esa manera
nuestra alma quedará ligada a Él y Su eternidad. Si no lo hacemos aquí
entonces nada tendremos allí, tal como dijeron los sabios en forma
alegórica: “Aquel que no preparó su comida antes de Shabbat, entonces
¿qué comerá en Shabbat?” y el Shabbat fue comparado al mundo venidero.
Nótese qué fino hilaron los sabios al expresar esta frase, pues no
dijeron: “El que no prepara, no comerá” como si se tratase de un
castigo, sino que más bien se trata de la consecuencia lógica y natural
de su actitud, ¿si no se preparó cómo podrá percibir a Dios?
Es importante saber que en el mundo venidero existen distintos niveles,
no se trata de estar adentro o afuera, sino que así como en un teatro no
sólo importa si entra o no a la sala, sino que es importante la
ubicación que posee, habiendo mejores lugares que otros para disfrutar
la función, así también ocurre con el mundo venidero, dependiendo de
nuestros méritos el lugar que alcanzaremos en el más allá.
Todos sabemos que no en todas las épocas el estudio de la Torah y el
cumplimiento de los preceptos fue algo sencillo, no era lo mismo
dedicarse al estudio y profundización de la Torah en la época del rey
David que en la época de la inquisición, entonces, no sería justo que
alguien que vivió en una época en la cual el cumplimiento de los
preceptos era difícil, mal visto y hasta perseguido, motivo por el cual,
ese individuo no pudo alcanzar su máximo potencial, tenga un nivel
inferior en el mundo venidero que aquel que alcanzó el que se crió en
otra sociedad en la cual se fomenta el crecimiento espiritual y el
cumplimiento de los preceptos, que con poco esfuerzo ya superó por mucho
al que vivía en una sociedad hostil al mundo de la Torah. Para ello
Dios dispuso, que aquellos que realmente sean meritorios, puedan tener
otra oportunidad y re-vivir en una época ideal [la del Mesías] para
poder entonces alcanzar su máximo potencial y hacerse merecedores de un
nivel superior en el mundo venidero, que, como ya está claro, ese es el
verdadero objetivo. Es decir se trata de otra chance que Dios otorga a
los justos para que viviendo en una sociedad ideal puedan elevarse más y
alcanzar una recompensa mayor, esto es, un nivel superior en el mundo
por venir.
[250] En esta misma obra, el inciso Nro. 5, no obstante el autor se vio
obligado a escribir todo un compendio sobre este tema titulado:
“Coloquio acerca de la resurrección de lo muertos” que se encuentra
entre sus responsas.
[251] Cabe preguntar aquí: Si este es uno de los trece principios
eternos del judaísmo, ocurrirá que cuando los muertos resuciten, y
dejará de existir este principio, y entonces ya no serán más trece sino
doce. Para responder a esta pregunta ver el final de la nota del
principio anterior. Pues como ya dejará explicado Maimónides, el
objetivo final es el Mundo Venidero, mientras que este mundo continuará
su curso natural, eso quiere decir que continuarán naciendo y muriendo
nuevos seres humanos y los justos entre estos últimos, es decir los que
nacieron luego de la resurrección de los muertos, también tendrán ellos
mismos el merito de la resurrección de los muertos, como mecanismo para
poder ascender en su posición en el Mundo Venidero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario