El Arte de Vivir: Meditación Vipassana
El texto está basado en una charla dada por S.N. Goenka in Berna, Suiza.
Todos buscamos la paz y la armonía, porque carecemos de ellas.
De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación,
falta de armonía, sufrimiento; y cuando padecemos la agitación,
no guardamos esta miseria limitada en nosotros, sino que continuamente
la distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el
ambiente que le rodea de agitación, y quienes estén cerca
de ella también se alteran, se irritan. Ciertamente, ésta
no es la manera adecuada de vivir.
Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás
porque, en definitiva, los seres humanos somos seres sociales que vivimos
dentro de una sociedad interrelacionada. ¿Pero como vivir en la
paz y armonía internas, y mantenerlas para que los demás
puedan también vivir en paz y armonía?
Para poder librarnos de nuestra agitación, tenemos que conocer
la razón básica de la misma, la causa del sufrimiento.
Al investigar este problema, nos damos cuenta que nos sentimos agitados
en cuanto generamos negatividades o contaminaciones en la mente. La negatividad,
la contaminación o la impureza mental, no pueden coexistir con
la paz y la armonía.
¿Cómo empezamos a generar negatividades? También
ahora nos damos cuenta, al investigar, de que nos sentimos desdichados
cuando estamos con alguien que se comporta de una manera que no nos gusta
o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando ocurre algo que no deseamos,
surge tensión en nuestro interior y también surge cuando
no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que deseamos,
y con todo ello empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y como durante
toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las queridas puede
que sucedan o puede que no sucedan, no cesamos en este proceso de reacción
de atar nudos - nudos gordianos - que hacen que toda la estructura física
y mental esté en tensión, llena de negatividades, convirtiendo
nuestra vida en continua desdicha.
Una manera de resolver este problema sería arreglárnoslas
para que en nuestra vida no ocurra nada no deseado, para que todo sea
tal como deseamos. Para lograrlo deberíamos desarrollar en nosotros
mismos el poder o bien conseguir que venga en nuestra ayuda alguien que
lo tenga, para que las cosas no deseadas no sucedan y solo sucedan las
cosas deseadas. Pero eso es imposible. No existe nadie en el mundo que
pueda satisfacer todos sus deseos, en cuya vida todo transcurra como
quiere, sin que pase algo no deseado. Constantemente ocurren cosas que
van en contra de nuestros deseos y querencias, de ahí la pregunta
oportuna: ¿Cómo podemos dejar de reaccionar ciegamente
cuando debamos enfrentarnos a situaciones que no nos gustan? ¿Cómo
podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz y
de armonía?
Tanto en la India como en otros países hubo personas santas y
sabias que estudiaron este problema - el problema del sufrimiento humano
-, y encontraron una solución: cuando ocurre algo no deseado y
empezamos a reaccionar con ira, miedo o cualquier negatividad, hay que
dirigir lo antes posible la atención a cualquier otra cosa, por
ejemplo te levantas, coges un vaso de agua y empiezas a beber; de esta
manera la ira no solo no se multiplicará sino que empezara a disminuir:
O empiezas a contar: uno, dos, tres, cuatro... O repites una palabra,
o una frase, o un mantra, o quizá el nombre de una persona santa
hacia la que sientas devoción. Así desviamos la mente y
hasta cierto punto nos liberamos de la negatividad, de la ira.
Esta solución era útil, funcionaba y aun funciona; practicándola,
la mente se siente libre de agitación. No obstante solo funciona
en el nivel de la mente consciente porque lo que de hecho hacemos al
desviar la atención es empujar la negatividad a lo mas profundo
del inconsciente donde sigues generándola y multiplicándola.
Hay paz y armonía en la superficie, pero en las profundidades
de la mente hay un volcán dormido de negatividad reprimida que
antes o después entrará en erupción con una gran
explosión.
Hubo otros exploradores de la verdad interna que llegaron algo más
allá en su búsqueda, y que tras experimentar en su interior
la realidad de la mente y de la materia se dieron cuenta de que desviar
la atención es solo huir del problema. Escapar no es una solución,
hay que enfrentarse al problema; cuando surja una negatividad en la mente,
obsérvala, hazle frente y tan pronto como empieces a observar
la contaminación mental, empezará a perder fuerza y poco
a poco se irá marchitando y podrá ser arrancada de raíz.
Es una buena solución que evita los dos extremos: represión
y dar rienda suelta. Enterrar la negatividad en el inconsciente no la
erradicará y permitirle manifestarse con un acto físico
o verbal dañino solo creará más problemas. Pero
si te limitas a observarla, la contaminación desaparece y habrás
erradicado esa negatividad, estarás libre de esa contaminación.
Esto suena muy bien, pero ¿es practicable en la realidad? ¿Resulta
fácil para una persona corriente enfrentarse a las contaminaciones?
Cuando surge la ira, nos coge tan de sorpresa que ni siquiera nos damos
cuenta de ello. Arrastrados por la ira cometemos actos físicos
o mentales que nos dañan a nosotros y a los demás. Poco
después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a arrepentirnos,
pidiendo perdón a los demás o pidiendo perdón a
Dios: "Oh, he hecho un error, perdóname". Pero la próxima
vez que nos encontremos en una situación semejante volveremos
a reaccionar igual. Este arrepentimiento no nos habrá servido
para nada.
La dificultad estriba en que no somos conscientes del momento en el
que comienza esta contaminación. Empieza en las profundidades
de la mente inconsciente y cuando llega al consciente ha tomado tal fuerza
que nos arrastra y no podemos observarla.
Supongamos por un momento que empleo un secretario privado para que
me avise cuando surja la ira diciéndome: "Mire, va a aparecer
la ira". Pero como no sé cuando va a surgir la ira tengo
que emplear tres secretarios haciendo tres turnos que cubran las veinticuatro
horas del día. Supongamos que puedo mantener ese gasto y aparece
la ira. Inmediatamente mi secretario diría: "Mire, la ira
ha comenzado". Lo primero que haría sería darle una
mala contestación: "¿ Eres tonto, crees que te pago
para que me lleves la contraria?". La ira me arrastraría
de tal forma que un buen consejo no podría ayudarme.
Supongamos que prevalezca la sabiduría y que no le regaño
sino que le digo: "Muchas gracias, ahora debo sentarme y observar
mi ira". Pero, ¿acaso es eso posible? Nada más cerrar
los ojos para observar la ira, y el objeto de mi ira, ya sea una persona
o un incidente, surge de inmediato en mi mente y ya no observo la propia
ira sino meramente el estímulo externo de aquella emoción,
lo cual, sólo conducirá a la multiplicación de la
ira y por tanto, no es una solución. Es muy difícil observar
una negatividad abstracta, una emoción abstracta divorciada del
objeto exterior que la originó.
Sin embargo, hubo alguien que habiendo llegado a la verdad última
encontró una solución auténtica. Descubrió que
al surgir una contaminación en la mente ocurren dos cosas simultáneamente
al nivel físico: la respiración pierde su ritmo normal,
- es fácil observar que respiramos más fuerte cuando surge
una negatividad - y en niveles más sutiles se inicia en el cuerpo
una reacción bioquímica que da lugar a una sensación.
Todas las contaminaciones generan algún tipo de sensación
en el cuerpo.
Esto nos ofrece una solución practica: una persona corriente
no puede observar las contaminaciones abstractas: miedo, ira o pasión,
pero con un adiestramiento adecuado y practicando es fácil observar
la respiración y las sensaciones del cuerpo, y ambas están
relacionas directamente con las contaminaciones mentales.
La respiración y las sensaciones ayudan de dos formas: primero
se comportaran como secretarios privados y en cuanto surja una impureza
la respiración dejará de ser normal y empezara a gritarnos: "¡Algo
va mal!". Y como no podemos regañar a la respiración
tenemos que aceptar el aviso. De igual forma también las sensaciones
nos dirán que algo va mal. Tras habernos avisado podemos empezar
a observar la respiración, a observar las sensaciones y nos daremos
cuenta de que la impureza desaparece enseguida.
Este fenómeno físico - mental es como una moneda, en una
cara están los pensamientos y las emociones que surgen en la mente
y en la otra: la respiración y las sensaciones del cuerpo. Todos
los pensamientos y emociones, todas las impurezas mentales que surgen
se manifiestan en la respiración y en las sensaciones de ese momento.
Por eso, al observar las sensaciones o la respiración estamos
observando, de hecho, las contaminaciones mentales. En vez de huir del
problema nos enfrentamos a la realidad tal y como es, las negatividades
ya no nos arrastrarán como hicieron en el pasado y si perseveramos
terminarán por desaparecer y permaneceremos felices y en paz.
De esta forma la técnica de la auto-observación nos muestra
los dos aspectos de la realidad: el interno y el externo. Antes sólo
mirábamos al exterior perdiendo la verdad interna; buscábamos
en el exterior la causa de nuestra desgracia culpado siempre a algo o
a alguien e intentábamos cambiar la realidad externa. Al ignorar
la realidad interna, no comprendíamos que la causa del sufrimiento
se encuentra en nuestro interior, en nuestras reacciones ciegas hacia
las sensaciones agradables o desagradables.
Ahora, al adiestrarnos, podemos ver la otra cara de la moneda, podemos
ser conscientes de nuestra respiración y también de lo
que ocurre en nuestro interior. Sea lo que sea, respiración o
sensación, aprendemos a observar sin desequilibrar la mente. Dejamos
de reaccionar y de multiplicar nuestra desdicha y permitimos que las
contaminaciones se manifiesten y desaparezcan.
Las negatividades se disuelven más deprisa cuanto más
se practica esta técnica. Poco a poco la mente se libera de las
contaminaciones y se hace pura. Una mente pura está siempre llena
de amor, amor desinteresado hacia los demás, llena de compasión
hacia el sufrimiento y las faltas ajenas, llena de alegría al
ver los triunfos y la felicidad de otros, llena de ecuanimidad en cualquier
situación.
Al llegar a este estado nuestra conducta habitual cambia, ya no es posible
cometer actos físicos o verbales que puedan perturbar la paz y
la felicidad ajenas. Una mente equilibrada esta llena de paz e impregna
el ambiente que la rodea de paz y de armonía que también
afectan a los demás ayudándoles.
Al aprender a mantenernos equilibrados haciendo frente a lo que experimentamos
en nuestro interior, desarrollamos también el desapego hacia todo
lo que nos deparen las situaciones externas. Pero este desapego no es
escapismo o indiferencia hacia los problemas del mundo. Quienes practican
Vipassana con regularidad se sensibilizan más a los sufrimientos
de los demás, y hacen cuanto pueden para aliviar el sufrimiento
en la forma que puedan, sin agitación, con la mente llena de amor,
compasión y ecuanimidad. Aprenden la santa indiferencia, aprenden
a entregarse por completo, a ocuparse totalmente de ayudar a los demás,
manteniendo simultáneamente el equilibrio mental. Así permanecen
llenos de paz y de felicidad mientras trabajan por la paz y la felicidad
de los demás.
Esto es lo que el Buda enseñó: un arte de vivir. No fundó una
religión, un "ismo", ni enseñó ritos o
rituales ni ninguna fórmula vacía a quienes se acercaban
a él, sino que les enseñó a observar la naturaleza
tal y como es, observando la realidad interna. Debido a nuestra ignorancia
reaccionamos constantemente de manera que nos dañamos o dañamos
a los demás, pero cuando surge la sabiduría, - la sabiduría
de observar la realidad tal y como es -, desaparece el hábito
de reaccionar y cuando dejamos de reaccionar a ciegas somos capaces de
realizar actos verdaderos, actos que emanan de una mente equilibrada,
de una mente que ve y comprende la verdad. Un acto así, sólo
puede ser positivo, creativo, capaz de ayudarnos a nosotros y a lo demás.
Por eso es necesario "conocerse a sí mismo", consejo
que dan todos los sabios. Conocerse no sólo intelectualmente en
el nivel de ideas y teorías, no sólo emocional o devocionalmente
aceptando a ciegas lo que hemos visto u oído, tal conocimiento
no es suficiente, mas bien debemos conocer la realidad a través
de la experiencia. Debemos experimentar directamente la realidad de este
fenómeno físico - mental, pues es lo único que nos
ayudará a liberarnos de las contaminaciones, a liberarnos del
sufrimiento.
Se llama meditación Vipassana a esta experiencia directa de nuestra
realidad, a esta técnica de auto -observación. En el idioma
que se utilizaba en la India en la época del Buda "passana" significaba
ver las cosas en la forma corriente, con los ojos abiertos; pero "vipassana" es
observar las cosas tal y como son, no como parecen ser. Hay que penetrar
a través de la verdad aparente hasta llegar a la verdad última
de la estructura mental y física. Al experimentar esta verdad
aprendemos a dejar de reaccionar ciegamente, a dejar de generar contaminaciones,
y de forma natural las contaminaciones antiguas van erradicándose
poco a poco. Así nos liberamos de la desdicha y experimentamos
la felicidad auténtica.
En un Curso de meditación Vipassana. se dan tres pasos. El primer
paso es abstenerse de cualquier acto físico o verbal que pueda
perturbar la paz y la armonía de los demás. No podemos
liberarnos de nuestras contaminaciones mentales si continuamos realizando
actos de obra o de palabra que están multiplicando estas contaminaciones.
Por eso el primer paso de esta práctica es un código moral.
Nos comprometemos a no matar, no robar, no tener una conducta sexual
inadecuada, no mentir y no tomar intoxicantes. Al abstenerse de estos
actos permitimos a la mente que se serene lo suficiente como para poder
continuar.
El segundo paso es aprender a controlar nuestra mente salvaje adiestrándola
para que se concentre en un único objeto: la respiración.
Intentamos mantener la atención en la respiración el mayor
tiempo posible. Este no es un ejercicio de respiración porque
no intentamos regularla, sino que la observamos tal y como es, de forma
natural, tal y como entra, tal y como sale. De esta forma aumentamos
la serenidad de la mente para que no se deje arrastrar por negatividades
intensas y al mismo tiempo vamos concentrándola y haciéndola
más afilada, más penetrante, más capaz de trabajar
internamente.
Estos dos primeros pasos, vivir con moralidad y controlar la mente son
muy necesarios y beneficiosos en sí mismos pero conducen a la
represión a menos que demos un tercer paso que consiste en purificar
la mente de las contaminaciones, desarrollando la visión cabal
de nuestra propia naturaleza. Esto es Vipassana, la experimentación
de nuestra propia realidad, observando en nosotros mismos de forma sistemática
y desapasionada este fenómeno de mente y materia en constante
cambio que se manifiesta en sensaciones. Esta es la culminación
de la enseñanza del Buda: la auto - purificación a través
de la auto - observación, algo que puede ser practicado por todos
y cada uno de nosotros. Todos nos enfrentamos al problema del sufrimiento,
es una enfermedad universal que requiere un remedio universal, no un
remedio sectario. Cuando sentimos ira no es una ira budista, una ira
hinduista, o una ira cristiana. La ira es ira. Cuando a resultas de esta
ira nos sentimos agitados, la agitación no es una agitación
cristiana, judía o musulmana. La enfermedad es universal y el
remedio debe ser universal.
La Vipassana es este remedio. Nadie puede objetar a un código
de vida que respeta la paz y la armonía de los demás. Nadie
puede objetar el desarrollo del control sobre la mente. Nadie puede objetar
al desarrollo de la visión cabal de nuestra propia naturaleza
para posibilitar la liberación de la mente de sus negatividades.
La Vipassana es un sendero universal.
Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, uno
se conoce a sí mismo directamente a través de la experiencia.
Con la práctica nos liberamos de la desdicha que acarrean las
contaminaciones. Partiendo de la verdad externa, burda y aparente, penetramos
en la verdad última de la mente y la materia. Esto también
terminan por trascenderse y se experimenta una verdad que esta más
allá de la mente y la materia; más allá del tiempo
y del espacio, más allá del campo condicional de la relatividad:
la verdad de la liberación total de todas las contaminaciones,
de todas las impurezas, de todo el sufrimiento. No importa el nombre
que se de a esta verdad última, es la meta final de todos nosotros.
¡Ojalá que experimentes esta verdad última! ¡Ojalá que
todos se liberen de las contaminaciones y de la desdicha! ¡Ojalá que
todos gocen de una paz autentica, una paz real, una armonía real!
PUEDAN TODOS LOS SERES SER FELICES
De vez en cuando todos experimentamos agitación, irritación,
falta de armonía, sufrimiento; y cuando padecemos la agitación,
no guardamos esta miseria limitada en nosotros, sino que continuamente
la distribuimos a los demás. Una persona desdichada impregna el
ambiente que le rodea de agitación, y quienes estén cerca
de ella también se alteran, se irritan. Ciertamente, ésta
no es la manera adecuada de vivir.
Tenemos que vivir en paz con nosotros mismos y en paz con los demás
porque, en definitiva, los seres humanos somos seres sociales que vivimos
dentro de una sociedad interrelacionada. ¿Pero como vivir en la
paz y armonía internas, y mantenerlas para que los demás
puedan también vivir en paz y armonía?
Para poder librarnos de nuestra agitación, tenemos que conocer
la razón básica de la misma, la causa del sufrimiento.
Al investigar este problema, nos damos cuenta que nos sentimos agitados
en cuanto generamos negatividades o contaminaciones en la mente. La negatividad,
la contaminación o la impureza mental, no pueden coexistir con
la paz y la armonía.
¿Cómo empezamos a generar negatividades? También
ahora nos damos cuenta, al investigar, de que nos sentimos desdichados
cuando estamos con alguien que se comporta de una manera que no nos gusta
o cuando sucede algo que nos desagrada. Cuando ocurre algo que no deseamos,
surge tensión en nuestro interior y también surge cuando
no ocurre o existen obstáculos para que se cumpla algo que deseamos,
y con todo ello empezamos a atar nudos en nuestro interior. Y como durante
toda la vida van a suceder cosas que no queremos y las queridas puede
que sucedan o puede que no sucedan, no cesamos en este proceso de reacción
de atar nudos - nudos gordianos - que hacen que toda la estructura física
y mental esté en tensión, llena de negatividades, convirtiendo
nuestra vida en continua desdicha.
Una manera de resolver este problema sería arreglárnoslas
para que en nuestra vida no ocurra nada no deseado, para que todo sea
tal como deseamos. Para lograrlo deberíamos desarrollar en nosotros
mismos el poder o bien conseguir que venga en nuestra ayuda alguien que
lo tenga, para que las cosas no deseadas no sucedan y solo sucedan las
cosas deseadas. Pero eso es imposible. No existe nadie en el mundo que
pueda satisfacer todos sus deseos, en cuya vida todo transcurra como
quiere, sin que pase algo no deseado. Constantemente ocurren cosas que
van en contra de nuestros deseos y querencias, de ahí la pregunta
oportuna: ¿Cómo podemos dejar de reaccionar ciegamente
cuando debamos enfrentarnos a situaciones que no nos gustan? ¿Cómo
podemos dejar de generar tensión y permanecer llenos de paz y
de armonía?
Tanto en la India como en otros países hubo personas santas y
sabias que estudiaron este problema - el problema del sufrimiento humano
-, y encontraron una solución: cuando ocurre algo no deseado y
empezamos a reaccionar con ira, miedo o cualquier negatividad, hay que
dirigir lo antes posible la atención a cualquier otra cosa, por
ejemplo te levantas, coges un vaso de agua y empiezas a beber; de esta
manera la ira no solo no se multiplicará sino que empezara a disminuir:
O empiezas a contar: uno, dos, tres, cuatro... O repites una palabra,
o una frase, o un mantra, o quizá el nombre de una persona santa
hacia la que sientas devoción. Así desviamos la mente y
hasta cierto punto nos liberamos de la negatividad, de la ira.
Esta solución era útil, funcionaba y aun funciona; practicándola,
la mente se siente libre de agitación. No obstante solo funciona
en el nivel de la mente consciente porque lo que de hecho hacemos al
desviar la atención es empujar la negatividad a lo mas profundo
del inconsciente donde sigues generándola y multiplicándola.
Hay paz y armonía en la superficie, pero en las profundidades
de la mente hay un volcán dormido de negatividad reprimida que
antes o después entrará en erupción con una gran
explosión.
Hubo otros exploradores de la verdad interna que llegaron algo más
allá en su búsqueda, y que tras experimentar en su interior
la realidad de la mente y de la materia se dieron cuenta de que desviar
la atención es solo huir del problema. Escapar no es una solución,
hay que enfrentarse al problema; cuando surja una negatividad en la mente,
obsérvala, hazle frente y tan pronto como empieces a observar
la contaminación mental, empezará a perder fuerza y poco
a poco se irá marchitando y podrá ser arrancada de raíz.
Es una buena solución que evita los dos extremos: represión
y dar rienda suelta. Enterrar la negatividad en el inconsciente no la
erradicará y permitirle manifestarse con un acto físico
o verbal dañino solo creará más problemas. Pero
si te limitas a observarla, la contaminación desaparece y habrás
erradicado esa negatividad, estarás libre de esa contaminación.
Esto suena muy bien, pero ¿es practicable en la realidad? ¿Resulta
fácil para una persona corriente enfrentarse a las contaminaciones?
Cuando surge la ira, nos coge tan de sorpresa que ni siquiera nos damos
cuenta de ello. Arrastrados por la ira cometemos actos físicos
o mentales que nos dañan a nosotros y a los demás. Poco
después, al desaparecer la ira, empezamos a llorar y a arrepentirnos,
pidiendo perdón a los demás o pidiendo perdón a
Dios: "Oh, he hecho un error, perdóname". Pero la próxima
vez que nos encontremos en una situación semejante volveremos
a reaccionar igual. Este arrepentimiento no nos habrá servido
para nada.
La dificultad estriba en que no somos conscientes del momento en el
que comienza esta contaminación. Empieza en las profundidades
de la mente inconsciente y cuando llega al consciente ha tomado tal fuerza
que nos arrastra y no podemos observarla.
Supongamos por un momento que empleo un secretario privado para que
me avise cuando surja la ira diciéndome: "Mire, va a aparecer
la ira". Pero como no sé cuando va a surgir la ira tengo
que emplear tres secretarios haciendo tres turnos que cubran las veinticuatro
horas del día. Supongamos que puedo mantener ese gasto y aparece
la ira. Inmediatamente mi secretario diría: "Mire, la ira
ha comenzado". Lo primero que haría sería darle una
mala contestación: "¿ Eres tonto, crees que te pago
para que me lleves la contraria?". La ira me arrastraría
de tal forma que un buen consejo no podría ayudarme.
Supongamos que prevalezca la sabiduría y que no le regaño
sino que le digo: "Muchas gracias, ahora debo sentarme y observar
mi ira". Pero, ¿acaso es eso posible? Nada más cerrar
los ojos para observar la ira, y el objeto de mi ira, ya sea una persona
o un incidente, surge de inmediato en mi mente y ya no observo la propia
ira sino meramente el estímulo externo de aquella emoción,
lo cual, sólo conducirá a la multiplicación de la
ira y por tanto, no es una solución. Es muy difícil observar
una negatividad abstracta, una emoción abstracta divorciada del
objeto exterior que la originó.
Sin embargo, hubo alguien que habiendo llegado a la verdad última
encontró una solución auténtica. Descubrió que
al surgir una contaminación en la mente ocurren dos cosas simultáneamente
al nivel físico: la respiración pierde su ritmo normal,
- es fácil observar que respiramos más fuerte cuando surge
una negatividad - y en niveles más sutiles se inicia en el cuerpo
una reacción bioquímica que da lugar a una sensación.
Todas las contaminaciones generan algún tipo de sensación
en el cuerpo.
Esto nos ofrece una solución practica: una persona corriente
no puede observar las contaminaciones abstractas: miedo, ira o pasión,
pero con un adiestramiento adecuado y practicando es fácil observar
la respiración y las sensaciones del cuerpo, y ambas están
relacionas directamente con las contaminaciones mentales.
La respiración y las sensaciones ayudan de dos formas: primero
se comportaran como secretarios privados y en cuanto surja una impureza
la respiración dejará de ser normal y empezara a gritarnos: "¡Algo
va mal!". Y como no podemos regañar a la respiración
tenemos que aceptar el aviso. De igual forma también las sensaciones
nos dirán que algo va mal. Tras habernos avisado podemos empezar
a observar la respiración, a observar las sensaciones y nos daremos
cuenta de que la impureza desaparece enseguida.
Este fenómeno físico - mental es como una moneda, en una
cara están los pensamientos y las emociones que surgen en la mente
y en la otra: la respiración y las sensaciones del cuerpo. Todos
los pensamientos y emociones, todas las impurezas mentales que surgen
se manifiestan en la respiración y en las sensaciones de ese momento.
Por eso, al observar las sensaciones o la respiración estamos
observando, de hecho, las contaminaciones mentales. En vez de huir del
problema nos enfrentamos a la realidad tal y como es, las negatividades
ya no nos arrastrarán como hicieron en el pasado y si perseveramos
terminarán por desaparecer y permaneceremos felices y en paz.
De esta forma la técnica de la auto-observación nos muestra
los dos aspectos de la realidad: el interno y el externo. Antes sólo
mirábamos al exterior perdiendo la verdad interna; buscábamos
en el exterior la causa de nuestra desgracia culpado siempre a algo o
a alguien e intentábamos cambiar la realidad externa. Al ignorar
la realidad interna, no comprendíamos que la causa del sufrimiento
se encuentra en nuestro interior, en nuestras reacciones ciegas hacia
las sensaciones agradables o desagradables.
Ahora, al adiestrarnos, podemos ver la otra cara de la moneda, podemos
ser conscientes de nuestra respiración y también de lo
que ocurre en nuestro interior. Sea lo que sea, respiración o
sensación, aprendemos a observar sin desequilibrar la mente. Dejamos
de reaccionar y de multiplicar nuestra desdicha y permitimos que las
contaminaciones se manifiesten y desaparezcan.
Las negatividades se disuelven más deprisa cuanto más
se practica esta técnica. Poco a poco la mente se libera de las
contaminaciones y se hace pura. Una mente pura está siempre llena
de amor, amor desinteresado hacia los demás, llena de compasión
hacia el sufrimiento y las faltas ajenas, llena de alegría al
ver los triunfos y la felicidad de otros, llena de ecuanimidad en cualquier
situación.
Al llegar a este estado nuestra conducta habitual cambia, ya no es posible
cometer actos físicos o verbales que puedan perturbar la paz y
la felicidad ajenas. Una mente equilibrada esta llena de paz e impregna
el ambiente que la rodea de paz y de armonía que también
afectan a los demás ayudándoles.
Al aprender a mantenernos equilibrados haciendo frente a lo que experimentamos
en nuestro interior, desarrollamos también el desapego hacia todo
lo que nos deparen las situaciones externas. Pero este desapego no es
escapismo o indiferencia hacia los problemas del mundo. Quienes practican
Vipassana con regularidad se sensibilizan más a los sufrimientos
de los demás, y hacen cuanto pueden para aliviar el sufrimiento
en la forma que puedan, sin agitación, con la mente llena de amor,
compasión y ecuanimidad. Aprenden la santa indiferencia, aprenden
a entregarse por completo, a ocuparse totalmente de ayudar a los demás,
manteniendo simultáneamente el equilibrio mental. Así permanecen
llenos de paz y de felicidad mientras trabajan por la paz y la felicidad
de los demás.
Esto es lo que el Buda enseñó: un arte de vivir. No fundó una
religión, un "ismo", ni enseñó ritos o
rituales ni ninguna fórmula vacía a quienes se acercaban
a él, sino que les enseñó a observar la naturaleza
tal y como es, observando la realidad interna. Debido a nuestra ignorancia
reaccionamos constantemente de manera que nos dañamos o dañamos
a los demás, pero cuando surge la sabiduría, - la sabiduría
de observar la realidad tal y como es -, desaparece el hábito
de reaccionar y cuando dejamos de reaccionar a ciegas somos capaces de
realizar actos verdaderos, actos que emanan de una mente equilibrada,
de una mente que ve y comprende la verdad. Un acto así, sólo
puede ser positivo, creativo, capaz de ayudarnos a nosotros y a lo demás.
Por eso es necesario "conocerse a sí mismo", consejo
que dan todos los sabios. Conocerse no sólo intelectualmente en
el nivel de ideas y teorías, no sólo emocional o devocionalmente
aceptando a ciegas lo que hemos visto u oído, tal conocimiento
no es suficiente, mas bien debemos conocer la realidad a través
de la experiencia. Debemos experimentar directamente la realidad de este
fenómeno físico - mental, pues es lo único que nos
ayudará a liberarnos de las contaminaciones, a liberarnos del
sufrimiento.
Se llama meditación Vipassana a esta experiencia directa de nuestra
realidad, a esta técnica de auto -observación. En el idioma
que se utilizaba en la India en la época del Buda "passana" significaba
ver las cosas en la forma corriente, con los ojos abiertos; pero "vipassana" es
observar las cosas tal y como son, no como parecen ser. Hay que penetrar
a través de la verdad aparente hasta llegar a la verdad última
de la estructura mental y física. Al experimentar esta verdad
aprendemos a dejar de reaccionar ciegamente, a dejar de generar contaminaciones,
y de forma natural las contaminaciones antiguas van erradicándose
poco a poco. Así nos liberamos de la desdicha y experimentamos
la felicidad auténtica.
En un Curso de meditación Vipassana. se dan tres pasos. El primer
paso es abstenerse de cualquier acto físico o verbal que pueda
perturbar la paz y la armonía de los demás. No podemos
liberarnos de nuestras contaminaciones mentales si continuamos realizando
actos de obra o de palabra que están multiplicando estas contaminaciones.
Por eso el primer paso de esta práctica es un código moral.
Nos comprometemos a no matar, no robar, no tener una conducta sexual
inadecuada, no mentir y no tomar intoxicantes. Al abstenerse de estos
actos permitimos a la mente que se serene lo suficiente como para poder
continuar.
El segundo paso es aprender a controlar nuestra mente salvaje adiestrándola
para que se concentre en un único objeto: la respiración.
Intentamos mantener la atención en la respiración el mayor
tiempo posible. Este no es un ejercicio de respiración porque
no intentamos regularla, sino que la observamos tal y como es, de forma
natural, tal y como entra, tal y como sale. De esta forma aumentamos
la serenidad de la mente para que no se deje arrastrar por negatividades
intensas y al mismo tiempo vamos concentrándola y haciéndola
más afilada, más penetrante, más capaz de trabajar
internamente.
Estos dos primeros pasos, vivir con moralidad y controlar la mente son
muy necesarios y beneficiosos en sí mismos pero conducen a la
represión a menos que demos un tercer paso que consiste en purificar
la mente de las contaminaciones, desarrollando la visión cabal
de nuestra propia naturaleza. Esto es Vipassana, la experimentación
de nuestra propia realidad, observando en nosotros mismos de forma sistemática
y desapasionada este fenómeno de mente y materia en constante
cambio que se manifiesta en sensaciones. Esta es la culminación
de la enseñanza del Buda: la auto - purificación a través
de la auto - observación, algo que puede ser practicado por todos
y cada uno de nosotros. Todos nos enfrentamos al problema del sufrimiento,
es una enfermedad universal que requiere un remedio universal, no un
remedio sectario. Cuando sentimos ira no es una ira budista, una ira
hinduista, o una ira cristiana. La ira es ira. Cuando a resultas de esta
ira nos sentimos agitados, la agitación no es una agitación
cristiana, judía o musulmana. La enfermedad es universal y el
remedio debe ser universal.
La Vipassana es este remedio. Nadie puede objetar a un código
de vida que respeta la paz y la armonía de los demás. Nadie
puede objetar el desarrollo del control sobre la mente. Nadie puede objetar
al desarrollo de la visión cabal de nuestra propia naturaleza
para posibilitar la liberación de la mente de sus negatividades.
La Vipassana es un sendero universal.
Observar la realidad tal y como es, observando la verdad interior, uno
se conoce a sí mismo directamente a través de la experiencia.
Con la práctica nos liberamos de la desdicha que acarrean las
contaminaciones. Partiendo de la verdad externa, burda y aparente, penetramos
en la verdad última de la mente y la materia. Esto también
terminan por trascenderse y se experimenta una verdad que esta más
allá de la mente y la materia; más allá del tiempo
y del espacio, más allá del campo condicional de la relatividad:
la verdad de la liberación total de todas las contaminaciones,
de todas las impurezas, de todo el sufrimiento. No importa el nombre
que se de a esta verdad última, es la meta final de todos nosotros.
¡Ojalá que experimentes esta verdad última! ¡Ojalá que
todos se liberen de las contaminaciones y de la desdicha! ¡Ojalá que
todos gocen de una paz autentica, una paz real, una armonía real!
PUEDAN TODOS LOS SERES SER FELICES
No hay comentarios:
Publicar un comentario