viernes, 19 de agosto de 2016

Blog Sin Dioses: El mundo fanático de los judíos ultraortodoxos.

Blog Sin Dioses: El mundo fanático de los judíos ultraortodoxos.: Los grupos sectarios no son exclusivos del cristianismo y de sistemas de filosofía oriental, como los Hare Khrisna. también dentro del judaí...












































miércoles, 13 de enero de 2010






El mundo fanático de los judíos ultraortodoxos.


Los
grupos sectarios no son exclusivos del cristianismo y de sistemas de
filosofía oriental, como los Hare Khrisna. también dentro del judaísmo
hay un grupo de creyentes con un fuerte rechazo por el mundo secular, y
un marcado aislacionismo: Son los haredíes o jaredíes.

Seiscientas
trece leyes les dictan a los judíos ultraortodoxos como comer, vestirse
y hasta la puesta de los zapatos. No ven televisión, la internet es
pecado, y las fotografías de mujeres están prohibidas.

El sábado
se guarda de forma tan estricta, que hasta podría asombrar a la fanática
señora Elena G. de white -cofundadora del adventismos del séptimo día.
Los haradíes, como se conocen a estos judíos "al extremo" viven en un mundo tan aislado, que muchos jovenes que salen de esta comunidad se sienten sobrecogidos por el mundo secular.

Este es un reportaje de Heather Sharp para la BBC,
que reproducimos para nuestros lectores con el fin que conozcan los
efectos de la religión en la sociabilización de los individuos:

El precio de dejar de ser judío ortodoxo

"Los niños, ese es el precio más alto", dice convencido Ido Lev, de 30 años de edad, quien no ha visto a sus dos hijos desde 2005.

Es
difícil creer que este estudiante de ingeniería de software, que viste
pantalones vaqueros y una camisa a cuadros, jamás haya lucido el traje
negro y el sombrero del judío ultraortodoxo.

Han pasado
siete años desde que se fue de casa, se cortó los rulos en un baño
público, y pasó una semana entera durmiendo en un centro comercial.

Los
judíos ultraortodoxos, también conocidos como Haredim, representan el
10% de la población israelí. La mayoría vive en aislamiento voluntario
del "mundo secular".

Los hombres suelen pasar
sus días estudiando las sagradas escrituras, que son el centro de los
programas educativos tanto para ellos como para ellas.

En
las calles, las novedades y noticias de la comunidad se anuncian en
afiches, puesto que muchos residentes prefieren rehuir la influencia de
la radio y la televisión.

Las fotografías de mujeres
están prohibidas, y en algunas áreas, los coches que circulan en Sabbath
corren el riesgo de ser apedreados.

La vida se rige por reglas estrictas, hasta el ínfimo detalle; Lev dice que "incluso está previsto cómo calzarse los zapatos".

Rechazo airado

Quienes escogen abandonarlo todo saben muy poco del mundo en el que están ingresando.
"Son como extraterrestres", dice Irit Paneth de la organización Hillel, que ofrece consejos prácticos a antiguos Haredim.

Muchas
veces no saben cómo abrir una cuenta en el banco, usar internet,
encontrar trabajo u alquilar un piso, dice, y mucho menos cómo moverse
en un círculo social externo al que dejaron.

Además,
pueden sufrir el rechazo airado de la comunidad que han abandonado. Lev
explica que la familia de su esposa le prohibió mantener contacto con
sus hijos, por miedo a que los persuadiera de dejar el culto.

Sin embargo, dice no estar arrepentido y todavía lucha por la tenencia compartida.
Su matrimonio había sido convenido por su familia; ahora tiene una novia. "Descubrí lo que es el amor. Lo vuelve todo muy complicado, pero mucho más feliz", afirma.

En los primeros meses tras abandonar, dice haberse sentido "como un borracho de tanta libertad".

Otro
miembro de Hillel, Chani Ovadya, de 28 años, dice que ella y sus padres
no se hablaron durante un año, luego de que resolviera dejar la vida
religiosa.

Antes de irse, en secreto, alquiló un apartamento y comenzó a mudar de a poco su ropa.
"Fue el año más difícil de mi vida, y no tenía a mis padres o a mi familia querida, así que era peor", dice.

Polleras
largas y modestas a un lado, viste una camisa apretada con escote,
tacones altos y pantalones. Conduce una motocicleta y estudia
ingeniería.

"Como mujer religiosa, lo máximo que puedes llegar a ser es maestra", explica. "Ahora estoy cumpliendo mis sueños", dice.

"Entre dos mundos"

Paneth
insiste en que Hillel no persuade a la gente para que deje de ser
Haredim, sino que simplemente brinda información práctica a quienes
resuleven hacerlo por sí mismos.

"Durante años, muchos viven entre dos mundos", afirma.

Paneth
cree que los cerca de 2.000 ex Haredim que su organización ha ayudado
en la última década son apenas la "punta de un iceberg", ya que los
números se han disparado con el acceso creciente a internet y con él la
cercanía del mundo secular.

La antropóloga Sarit Barzilai
ha estudiado a antiguos Haredim. Explica que tras la fundación de
Israel, se crearon áreas cerradas porque los residentes inmigrantes
querían preservar sus formas de vida.

Su miedo a la
sociedad secular es tan grande que si un hijo o hija decide dejar la
comunidad, para los padres puede llegar a ser "el fin del mundo".

Si
un hijo abandona, puede afectar las perspectivas de matrimonio de sus
hermanos y hermanas, o influir en otros que estén considerando la
posibilidad de dejar, señala.

Barzilai sabe de un caso en que un padre dijo a su hija que prefería matarla antes que verla "secularizada". La chica acabó suicidándose.

"Un dilema imposible"
"Rompe el corazón de la gente",
dice el rabino Noson Weisz, quien da clases en Aish haTorah, un
seminario ultraortodoxo cercano al Muro de los Lamentos, uno de los
sitios sagrados para el judaísmo.

Para él es un "dilema imposible" el que enfrentan los padres cuando un hijo resuelve dejarlos.
"Cada
uno de los hijos es mi hijo, y lo amo... Pienso: si pudiera
concentrarme en éste sólo, superaría cualquiera sea el problema que
tiene, pero mientras eso sucede, si lo tengo en casa, ¿qué clase de
influencia será para el resto?"
.

De todas formas, dice que jamás aconsejaría a un padre cortar la relación por completo.
Weisz
afirma que la sociedad ultraortodoxa es más amplia que la imagen
estereotipada que de ella se da, y que incluye a muchas personas que
trabajan en profesiones del mundo secular.

Si existen personas que la abandonan, es que la comunidad les ha fallado.

Dice
que en tres décadas de trabajo apenas ha conocido cuatro o cinco casos
de miembros que han dejado, mientras que los judíos que optan por un
estilo de vida religioso los cuenta de a miles.
En el salón de
plegarias del seminario, un grupo de jóvenes se balancea hacia delante y
hacia atrás sobre sus libros de oraciones, mientras otros debaten
pasajes de la escritura.

Para ellos, hay un estilo de
vida enriquecedor, centrado en la familia, la comunidad y el sentido
trascendental, que encuentran aquí.

"Hay 613 leyes que rigen nuestra vida, pero yo las llamaría 613 posibilidades o formas de conectar con Dios", dice el estudiante británico Michael Mann.

Lev coinciden en que ciertamente la vida del ultraortodoxo es muy valiosa para algunas personas.

"Quizá para los extraños parezca una secta, un tanto primitiva", dice, pero "puede ser una comunidad feliz", "un lugar muy agradable".

"Claro que si no tienes la fe dentro, es como una cárcel", apostilla.

¿Qué opinión le merece el anterior reportaje?









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