Apología 2.1
Entiende y defiende tu fe en el siglo 21
El canon bíblico del Antiguo Testamento
Algunos
acusan a Constantino de haber fijado el canon bíblico en Nicea y de
haber manipulado los libros del Nuevo Testamento para adaptar el
cristianismo a sus intereses. Esta acusación solo puede venir de los
ateos, pues todos los cristianos y paraprotestantes aceptan el Nuevo
Testamento tal cual es. Y sobre la falsedad de esa acusación hemos
hablado en este artículo
que pertenece a la serie de Constantino y Nicea. Pero hay otra polémica
en torno al canon bíblico que proviene de los protestantes y que afecta
al Antiguo Testamento. Aquí trataremos sobre este tema y veremos por
qué los protestantes han rechazado varios de los libros del canon
bíblico del Antiguo Testamento y si ese rechazo está o no justificado.
acusan a Constantino de haber fijado el canon bíblico en Nicea y de
haber manipulado los libros del Nuevo Testamento para adaptar el
cristianismo a sus intereses. Esta acusación solo puede venir de los
ateos, pues todos los cristianos y paraprotestantes aceptan el Nuevo
Testamento tal cual es. Y sobre la falsedad de esa acusación hemos
hablado en este artículo
que pertenece a la serie de Constantino y Nicea. Pero hay otra polémica
en torno al canon bíblico que proviene de los protestantes y que afecta
al Antiguo Testamento. Aquí trataremos sobre este tema y veremos por
qué los protestantes han rechazado varios de los libros del canon
bíblico del Antiguo Testamento y si ese rechazo está o no justificado.
Los libros que los protestantes han
rechazado son 7: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Macabeos
1 y 2. Además de estos libros, también han rechazado fragmentos de
otros dos: Ester y Daniel. Como vimos en el anterior artículo, Lutero
intentó eliminar varios libros del Nuevo Testamento pero no lo
consiguió. Sin embargo sí consiguió eliminar los últimos libros del
Antiguo Testamento porque pensó que el canon judío era más fiable que el
preservado por la Iglesia Católica. Lutero no tenía toda la información
histórica que hoy tenemos, aunque tampoco fue una decisión del todo
carente de fundamento. Veamos cómo surgen ambos cánones y por qué Lutero
se pasa al canon judío.
rechazado son 7: Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc, Macabeos
1 y 2. Además de estos libros, también han rechazado fragmentos de
otros dos: Ester y Daniel. Como vimos en el anterior artículo, Lutero
intentó eliminar varios libros del Nuevo Testamento pero no lo
consiguió. Sin embargo sí consiguió eliminar los últimos libros del
Antiguo Testamento porque pensó que el canon judío era más fiable que el
preservado por la Iglesia Católica. Lutero no tenía toda la información
histórica que hoy tenemos, aunque tampoco fue una decisión del todo
carente de fundamento. Veamos cómo surgen ambos cánones y por qué Lutero
se pasa al canon judío.
LA SEPTUAGINTA O BIBLIA DE LOS SETENTA
En
el siglo III a.C. la mayoría de la comunidad judía, que vivía fuera de
Palestina, hablaba griego, así que en Alejandría, capital de la cultura
por entonces, se decide la muy necesaria tarea de comenzar a traducir
por primera vez la Biblia al griego para hacerla más accesible a los
judíos de habla griega, que en su mayoría ya no la podían entender bien
en su idioma original. Esa será la llamada Septuaginta o Biblia de los 70 (por el número aproximado de sabios que se decía habían participado en la traducción); también se la conoce como el canon griego o el canon alejandrino.
el siglo III a.C. la mayoría de la comunidad judía, que vivía fuera de
Palestina, hablaba griego, así que en Alejandría, capital de la cultura
por entonces, se decide la muy necesaria tarea de comenzar a traducir
por primera vez la Biblia al griego para hacerla más accesible a los
judíos de habla griega, que en su mayoría ya no la podían entender bien
en su idioma original. Esa será la llamada Septuaginta o Biblia de los 70 (por el número aproximado de sabios que se decía habían participado en la traducción); también se la conoce como el canon griego o el canon alejandrino.
En esos momentos el canon judío estaba
casi fijado, y el consenso era más o menos total desde el Génesis hasta
Esdras, que narra la vuelta del Exilio (538 a.C.) y la subsecuente
reconstrucción de la nación de Israel. Pero en cuanto a los libros
posteriores había algunas diferencias de opinión. Los judíos de
Alejandría eran tan ortodoxos como los demás, pero cuando tradujeron al
griego sus libros sagrados, algunos de ellos pertenecían a ese grupito
de libros sobre los que el consenso no era pleno, aunque sí eran
aceptados por buena parte de la comunidad judía en general.
casi fijado, y el consenso era más o menos total desde el Génesis hasta
Esdras, que narra la vuelta del Exilio (538 a.C.) y la subsecuente
reconstrucción de la nación de Israel. Pero en cuanto a los libros
posteriores había algunas diferencias de opinión. Los judíos de
Alejandría eran tan ortodoxos como los demás, pero cuando tradujeron al
griego sus libros sagrados, algunos de ellos pertenecían a ese grupito
de libros sobre los que el consenso no era pleno, aunque sí eran
aceptados por buena parte de la comunidad judía en general.
Cuando aparezca el cristianismo y se
extienda por el imperio nos encontramos bien pronto con que la mayoría
de los cristianos son de habla griega, así que como es lógico usaban los
escritos del Antiguo Testamento en la versión griega de la Septuaginta.
Por eso mismo es también normal que los textos del N.T., que están
todos en griego, usen la Septuaginta en sus citas y referencias al A.T.
Del mismo modo los demás textos escritos por la Iglesia primitiva
(además de los incluidos luego en el N.T.), son escritos en griego en su
mayoría, y por tanto manejan en sus referencias la versión griega de la
Septuaginta. Por todo eso podemos entender que el cristianismo desde el
principio utiliza mayoritariamente la Septuaginta griega como la
versión “oficial” de facto del A.T. Puesto que el canon alejandrino era
el usado por la Iglesia Primitiva, la clasificación, el orden y el
nombre de los libros del Antiguo Testamento cristiano siempre ha sido el
de ese canon. Incluso los que posteriormente defendieron el canon
hebreo, incluidos los actuales protestantes, han mantenido siempre esa
estructura alejandrina, una prueba más de que ese canon fue la base del
A.T. cristiano.
extienda por el imperio nos encontramos bien pronto con que la mayoría
de los cristianos son de habla griega, así que como es lógico usaban los
escritos del Antiguo Testamento en la versión griega de la Septuaginta.
Por eso mismo es también normal que los textos del N.T., que están
todos en griego, usen la Septuaginta en sus citas y referencias al A.T.
Del mismo modo los demás textos escritos por la Iglesia primitiva
(además de los incluidos luego en el N.T.), son escritos en griego en su
mayoría, y por tanto manejan en sus referencias la versión griega de la
Septuaginta. Por todo eso podemos entender que el cristianismo desde el
principio utiliza mayoritariamente la Septuaginta griega como la
versión “oficial” de facto del A.T. Puesto que el canon alejandrino era
el usado por la Iglesia Primitiva, la clasificación, el orden y el
nombre de los libros del Antiguo Testamento cristiano siempre ha sido el
de ese canon. Incluso los que posteriormente defendieron el canon
hebreo, incluidos los actuales protestantes, han mantenido siempre esa
estructura alejandrina, una prueba más de que ese canon fue la base del
A.T. cristiano.
Y mientras los cristianos están usando el
canon griego de la Septuaginta, los judíos aún no se han puesto de
acuerdo al 100% sobre cuáles son exactamente los libros sagrados de su
Biblia. A finales del siglo primero o principios del segundo,
posiblemente en la ciudad de Yavné, los judíos terminan por llegar a un
consenso y fijan su canon. No tiene nada de extraño que ese canon no
coincida del todo con el canon alejandrino de la Septuaginta, pues este
nuevo canon judío, llamado también el canon palestino o canon hebreo,
es fijado unos dos siglos más tarde. Pero esa decisión judía es ya
posterior a Cristo, así que no debería afectar a los cristianos, que en
su mayoría siguen fieles al canon de la Septuaginta sin sentirse
reflejados en las decisiones de unas autoridades que ya no son las
suyas.
canon griego de la Septuaginta, los judíos aún no se han puesto de
acuerdo al 100% sobre cuáles son exactamente los libros sagrados de su
Biblia. A finales del siglo primero o principios del segundo,
posiblemente en la ciudad de Yavné, los judíos terminan por llegar a un
consenso y fijan su canon. No tiene nada de extraño que ese canon no
coincida del todo con el canon alejandrino de la Septuaginta, pues este
nuevo canon judío, llamado también el canon palestino o canon hebreo,
es fijado unos dos siglos más tarde. Pero esa decisión judía es ya
posterior a Cristo, así que no debería afectar a los cristianos, que en
su mayoría siguen fieles al canon de la Septuaginta sin sentirse
reflejados en las decisiones de unas autoridades que ya no son las
suyas.
EL NUEVO PUEBLO DE DIOS
En
realidad no es correcto decir, como a veces se dice, que el Pueblo de
Dios cambia de miembros, que pasa de judíos a cristianos, sino que Dios
establece una nueva alianza y, como siempre, quienes aceptan el pacto
siguen dentro del Pueblo de Dios (o entran en él si estaban fuera), y
quienes lo rechazan voluntariamente se salen de ese Pueblo. Veamos esto
con un ejemplo actual: Cuando Facebook cambia las condiciones de uso los
usuarios son notificados, si en el plazo indicado rechazan las nuevas
condiciones entonces pierden la membresía y quedan fuera, pero si lo
aceptan siguen como estaban, miembros de ese servicio web, y a partir de
ese momento quienes quieran acceder al servicio por primera vez pueden
hacerlo pero aceptando las nuevas condiciones, no las antiguas. Nadie
diría que
Facebook ha abandonado a sus usuarios y se ha buscado otros nuevos,
simplemente ha ocurrido que Facebook ha cambiado su contrato, y los
usuarios son libres de aceptar las nuevas reglas o abandonar. Sería
surrealista pensar que los usuarios que se han salido de Facebook
pudieran tomar decisiones que afectasen contractualmente a quienes han
permanecido en él. Utilizando ese mismo símil podemos decir que, con la
llegada de Jesús, Dios actualizó el contrato y así se lo notificó a los
usuarios, a través de la predicación de Jesús y luego de sus discípulos.
La firma de aceptación de las nuevas condiciones de uso fue, y es, el
bautismo.
realidad no es correcto decir, como a veces se dice, que el Pueblo de
Dios cambia de miembros, que pasa de judíos a cristianos, sino que Dios
establece una nueva alianza y, como siempre, quienes aceptan el pacto
siguen dentro del Pueblo de Dios (o entran en él si estaban fuera), y
quienes lo rechazan voluntariamente se salen de ese Pueblo. Veamos esto
con un ejemplo actual: Cuando Facebook cambia las condiciones de uso los
usuarios son notificados, si en el plazo indicado rechazan las nuevas
condiciones entonces pierden la membresía y quedan fuera, pero si lo
aceptan siguen como estaban, miembros de ese servicio web, y a partir de
ese momento quienes quieran acceder al servicio por primera vez pueden
hacerlo pero aceptando las nuevas condiciones, no las antiguas. Nadie
diría que
Facebook ha abandonado a sus usuarios y se ha buscado otros nuevos,
simplemente ha ocurrido que Facebook ha cambiado su contrato, y los
usuarios son libres de aceptar las nuevas reglas o abandonar. Sería
surrealista pensar que los usuarios que se han salido de Facebook
pudieran tomar decisiones que afectasen contractualmente a quienes han
permanecido en él. Utilizando ese mismo símil podemos decir que, con la
llegada de Jesús, Dios actualizó el contrato y así se lo notificó a los
usuarios, a través de la predicación de Jesús y luego de sus discípulos.
La firma de aceptación de las nuevas condiciones de uso fue, y es, el
bautismo.
Desde el punto de vista teológico, quienes aceptan el nuevo pacto pasarán a llamarse la Iglesia, del griego “ecclesia“, palabra que no es un concepto nuevo sino que ya se utilizaba en la Septuaginta para traducir el hebreo “qahal“, que significa “congregación
[de Israel]” o “Pueblo de Dios”. Por tanto Iglesia y Pueblo de Dios son
en realidad una misma palabra en diferentes idiomas, no hay
discontinuidad. El Antiguo Testamento habla de Qahal porque está escrito
en hebreo, y el Nuevo Testamento habla de Iglesia porque está escrito
en griego, pero ambos se refieren al mismo concepto: El Pueblo de Dios.
[de Israel]” o “Pueblo de Dios”. Por tanto Iglesia y Pueblo de Dios son
en realidad una misma palabra en diferentes idiomas, no hay
discontinuidad. El Antiguo Testamento habla de Qahal porque está escrito
en hebreo, y el Nuevo Testamento habla de Iglesia porque está escrito
en griego, pero ambos se refieren al mismo concepto: El Pueblo de Dios.
Tras
Jesús el término Iglesia (Qahal, Pueblo de Dios) será usado ya
solamente para referirse a la comunidad que lo aceptó como Mesías, los
cristianos, y no para el resto de judíos, así que la protección del
Espíritu para preservar la verdad permanece dentro de los miembros de
esa Iglesia, y no en una asamblea de autoridades judías formada por la
porción del Pueblo de Dios que quedó fuera de la nueva alianza. No
entraremos aquí a considerar en qué lugar queda ese resto del pueblo
judío con respecto al pacto nuevo, pero está claro que los judíos ya no
tienen nada que opinar sobre las doctrinas o libros sagrados de los
cristianos, del mismo modo que los cristianos nada tienen por qué
influir en las decisiones que los judíos tomasen entonces o ahora.
Nosotros, espiritualmente, somos herederos y continuación de los judíos
anteriores a Jesús, pero la llegada de Jesús supone una nueva etapa en
la que el testigo queda en manos de los judíos y gentiles que aceptan a
Jesús como Mesías, los cristianos, y el camino que a partir de ese
momento vayan siguiendo el resto de judíos es ya su camino, no el nuestro.
Jesús el término Iglesia (Qahal, Pueblo de Dios) será usado ya
solamente para referirse a la comunidad que lo aceptó como Mesías, los
cristianos, y no para el resto de judíos, así que la protección del
Espíritu para preservar la verdad permanece dentro de los miembros de
esa Iglesia, y no en una asamblea de autoridades judías formada por la
porción del Pueblo de Dios que quedó fuera de la nueva alianza. No
entraremos aquí a considerar en qué lugar queda ese resto del pueblo
judío con respecto al pacto nuevo, pero está claro que los judíos ya no
tienen nada que opinar sobre las doctrinas o libros sagrados de los
cristianos, del mismo modo que los cristianos nada tienen por qué
influir en las decisiones que los judíos tomasen entonces o ahora.
Nosotros, espiritualmente, somos herederos y continuación de los judíos
anteriores a Jesús, pero la llegada de Jesús supone una nueva etapa en
la que el testigo queda en manos de los judíos y gentiles que aceptan a
Jesús como Mesías, los cristianos, y el camino que a partir de ese
momento vayan siguiendo el resto de judíos es ya su camino, no el nuestro.
Y así quedan las cosas a comienzos del
siglo segundo, por un lado tenemos a los cristianos, que utilizan el
antiguo “canon alejandrino”, y por otra tenemos ahora a los judíos, con
su recién definido “canon hebreo”. Entre ambos cánones hay solo unos
cuantos libros de diferencia (presentes en el canon cristiano pero
rechazados en canon judío) y cada pueblo seguirá con su canon durante
siglos… Hasta que en el siglo XVI Lutero reflexiona sobre la
situación. Puesto que Lutero rechaza la Tradición y la considera falsas
adiciones doctrinales de la Iglesia Católica, igualmente considera que
los libros “de más”, según él, presentes en las biblias cristianas son
igualmente adiciones erróneas de la Iglesia, pues la Biblia judía no
posee tales libros como sagrados, y no olvidemos que por entonces se
consideraba erróneamente que el canon judío era el más antiguo. Por lo
tanto decide sacarlos del canon. Ya vimos que también del N.T. intentó
sacar varios libros que no se ajustaban bien a sus ideas, pero sin
éxito. En el A.T., sin embargo, su decisión de rechazar el canon
alejandrino para adherirse al canon hebreo sí tuvo éxito entre sus
seguidores. El resultado es que la Biblia protestante no es fiel a la
Tradición de la Iglesia primitiva, sino que equivocadamente acepta la
decisión de la asamblea judía de finales del siglo I o II como si el
Espíritu hubiera guiado a esa asamblea judía en lugar de guiar a las
comunidades y concilios de la propia cristiandad.
siglo segundo, por un lado tenemos a los cristianos, que utilizan el
antiguo “canon alejandrino”, y por otra tenemos ahora a los judíos, con
su recién definido “canon hebreo”. Entre ambos cánones hay solo unos
cuantos libros de diferencia (presentes en el canon cristiano pero
rechazados en canon judío) y cada pueblo seguirá con su canon durante
siglos… Hasta que en el siglo XVI Lutero reflexiona sobre la
situación. Puesto que Lutero rechaza la Tradición y la considera falsas
adiciones doctrinales de la Iglesia Católica, igualmente considera que
los libros “de más”, según él, presentes en las biblias cristianas son
igualmente adiciones erróneas de la Iglesia, pues la Biblia judía no
posee tales libros como sagrados, y no olvidemos que por entonces se
consideraba erróneamente que el canon judío era el más antiguo. Por lo
tanto decide sacarlos del canon. Ya vimos que también del N.T. intentó
sacar varios libros que no se ajustaban bien a sus ideas, pero sin
éxito. En el A.T., sin embargo, su decisión de rechazar el canon
alejandrino para adherirse al canon hebreo sí tuvo éxito entre sus
seguidores. El resultado es que la Biblia protestante no es fiel a la
Tradición de la Iglesia primitiva, sino que equivocadamente acepta la
decisión de la asamblea judía de finales del siglo I o II como si el
Espíritu hubiera guiado a esa asamblea judía en lugar de guiar a las
comunidades y concilios de la propia cristiandad.
Aunque algunos eruditos protestantes (en
especial G W Anderson) han puesto en duda esta imagen, aduciendo que el
canon alejandrino no contenía todos los libros adicionales que la
Iglesia primitiva “incorporó” a la Septuaginta, los recientes hallazgos
de los rollos del Qumrán han demostrado que al menos bastantes de esos
libros sí eran utilizados también por los judíos de Palestina a
principios del siglo primero, lo cual es una prueba más de que algunos
de los libros que finalmente no fueron sancionados dentro del llamado
canon hebreo sí eran considerados libros sagrados por los judíos
palestinos de la época de Jesús, no solo por los de la diáspora, y por
tanto resta toda credibilidad a la idea de que los primeros cristianos
añadieran a la biblia judía libros que todos los judíos rechazaban. Y
desde el punto de vista teológico, si pudiera demostrarse que aquellos
cristianos realmente incorporaron libros nuevos, eso simplemente
mostraría que el Espíritu Santo les guió para incorporar a su canon
libros sagrados del mismo modo que les guió para elegir correctamente
aquellos libros sagrados que debían configurar el N.T. Se mire como se
mire, no tiene sentido ignorar la decisión de la comunidad cristiana
primitiva en favor de la decisión posterior de una comunidad judía que
ya no formaba parte (al menos en plenitud) del Pueblo de Dios.
especial G W Anderson) han puesto en duda esta imagen, aduciendo que el
canon alejandrino no contenía todos los libros adicionales que la
Iglesia primitiva “incorporó” a la Septuaginta, los recientes hallazgos
de los rollos del Qumrán han demostrado que al menos bastantes de esos
libros sí eran utilizados también por los judíos de Palestina a
principios del siglo primero, lo cual es una prueba más de que algunos
de los libros que finalmente no fueron sancionados dentro del llamado
canon hebreo sí eran considerados libros sagrados por los judíos
palestinos de la época de Jesús, no solo por los de la diáspora, y por
tanto resta toda credibilidad a la idea de que los primeros cristianos
añadieran a la biblia judía libros que todos los judíos rechazaban. Y
desde el punto de vista teológico, si pudiera demostrarse que aquellos
cristianos realmente incorporaron libros nuevos, eso simplemente
mostraría que el Espíritu Santo les guió para incorporar a su canon
libros sagrados del mismo modo que les guió para elegir correctamente
aquellos libros sagrados que debían configurar el N.T. Se mire como se
mire, no tiene sentido ignorar la decisión de la comunidad cristiana
primitiva en favor de la decisión posterior de una comunidad judía que
ya no formaba parte (al menos en plenitud) del Pueblo de Dios.
FIJACIÓN DEL CANON HEBREO
Es
clave entender que cuando los judíos deciden fijar definitivamente su
canon ya han sido expulsados de Palestina, su capital y su Templo están
arrasados, y necesitan más que nunca reforzar su identidad para no
desaparecer como nación en la dispersión. Por eso su decisión sobre qué
libros componen el canon está muy condicionada por su necesidad de
reafirmarse étnica, cultural y religiosamente como judíos frente a sus
dos principales rivales que amenazan con asimilarles y por tanto
hacerles desaparecer como nación: la religión cristiana y la cultura
griega. Teniendo esto en cuenta entendemos mejor cuáles son las
condiciones que los eruditos judíos de esta época (siglo II d.C.)
pusieron para aceptar a un libro como canónicos:
– Concordancia con la ley mosaica (los libros del Pentateuco)clave entender que cuando los judíos deciden fijar definitivamente su
canon ya han sido expulsados de Palestina, su capital y su Templo están
arrasados, y necesitan más que nunca reforzar su identidad para no
desaparecer como nación en la dispersión. Por eso su decisión sobre qué
libros componen el canon está muy condicionada por su necesidad de
reafirmarse étnica, cultural y religiosamente como judíos frente a sus
dos principales rivales que amenazan con asimilarles y por tanto
hacerles desaparecer como nación: la religión cristiana y la cultura
griega. Teniendo esto en cuenta entendemos mejor cuáles son las
condiciones que los eruditos judíos de esta época (siglo II d.C.)
pusieron para aceptar a un libro como canónicos:
– Haberse escrito en Palestina y antes de la muerte de Esdras (s. V a.C.)
– Que hubiera una copia del libro en cuestión que se supiera que fue
escrita antes del año 300 (cuando la helenización llegó a Palestina, con
los problemas culturales y religiosos subsecuentes)
– Que dichas copias estuvieran escritas en hebreo o cuando menos arameo
(no griego, la lengua y cultura invasora y la lengua de los escritos
Cristianos)
– Que tuviera un mensaje considerado como inspirado o dirigido al pueblo de Dios (Judío).
Estas condiciones, indirectamente
asumidas por Lutero al suscribir este canon hebreo, son las causantes de
que los libros deuterocanónicos, que sí se hallaban en el canon
alejandrino, fueran luego excluidos del canon hebreo, junto con los
fragmentos de Ester, Daniel y Jeremías que solo se conservaban en
griego. Señalemos también que si aplicásemos esas mismas condiciones a
los libros del N.T. tendríamos que rechazar todos ellos, pues todas y
cada una de las condiciones (al menos las 4 primeras) dejarían al N.T.
fuera del canon.
asumidas por Lutero al suscribir este canon hebreo, son las causantes de
que los libros deuterocanónicos, que sí se hallaban en el canon
alejandrino, fueran luego excluidos del canon hebreo, junto con los
fragmentos de Ester, Daniel y Jeremías que solo se conservaban en
griego. Señalemos también que si aplicásemos esas mismas condiciones a
los libros del N.T. tendríamos que rechazar todos ellos, pues todas y
cada una de las condiciones (al menos las 4 primeras) dejarían al N.T.
fuera del canon.
Lo curioso es que los mismos judíos
decidieron hacer una excepción con el libro de Daniel, pues aunque
consideraban que se escribió después de Esdras, las profecías que hace
contra el opresor helenista Antíoco Epifanes los seleucidas griegos en
general les parecían dignas de ser consideradas de inspiración divina,
algo que encaja perfectamente con la idea que expresamos de que al
definir su canon pretendían también reafirmarse como nación frente al
enorme desafío de la Diáspora. También es significativo que a pesar de
rechazar esos libros, una de sus fiestas sagradas siga basándose en
ellos: Hanuka (libro de Macabeos).
decidieron hacer una excepción con el libro de Daniel, pues aunque
consideraban que se escribió después de Esdras, las profecías que hace
contra el opresor helenista Antíoco Epifanes los seleucidas griegos en
general les parecían dignas de ser consideradas de inspiración divina,
algo que encaja perfectamente con la idea que expresamos de que al
definir su canon pretendían también reafirmarse como nación frente al
enorme desafío de la Diáspora. También es significativo que a pesar de
rechazar esos libros, una de sus fiestas sagradas siga basándose en
ellos: Hanuka (libro de Macabeos).
EL SILENCIO DE DIOS
Esta perspectiva ofrecía a los
desterrados judíos dos grandes ventajas, una era aumentar su
nacionalismo rechazando todo escrito redactado en griego o conservado
solo en traducción griega (como Macabeos, que fue escrito en hebreo pero
solo se conserva la traducción griega). Y la segunda era que de este
modo se cerraba el período de revelación siglos antes de la venida de
Jesús, buscando así distanciarse del pujante cristianismo y para que no
pareciera, como ocurre, que había sido Jesús el que había puesto fin a
la continua revelación de Dios. O cerraban la revelación mucho antes de
Jesús o la tendrían que cerrar mucho después, por eso cerraron el canon
con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías
(433 a.C.) y no aceptaron ningún libro posterior al s. V a.C. Así
dejaron fuera del canon los últimos siete libros anteriormente
reconocidos por el canon judío alejandrino y de ese modo Jesús parecía
un elemento tardío y lejano, ajeno a la historia de la revelación
divina, sin conexión con el Antiguo Testamento, como un pegote muy
posterior.
desterrados judíos dos grandes ventajas, una era aumentar su
nacionalismo rechazando todo escrito redactado en griego o conservado
solo en traducción griega (como Macabeos, que fue escrito en hebreo pero
solo se conserva la traducción griega). Y la segunda era que de este
modo se cerraba el período de revelación siglos antes de la venida de
Jesús, buscando así distanciarse del pujante cristianismo y para que no
pareciera, como ocurre, que había sido Jesús el que había puesto fin a
la continua revelación de Dios. O cerraban la revelación mucho antes de
Jesús o la tendrían que cerrar mucho después, por eso cerraron el canon
con los profetas Esdras (458 a.C.), Nehemías (445 a.C.), y Malaquías
(433 a.C.) y no aceptaron ningún libro posterior al s. V a.C. Así
dejaron fuera del canon los últimos siete libros anteriormente
reconocidos por el canon judío alejandrino y de ese modo Jesús parecía
un elemento tardío y lejano, ajeno a la historia de la revelación
divina, sin conexión con el Antiguo Testamento, como un pegote muy
posterior.
La
revelación es progresiva, va preparando al Pueblo de Dios poco a poco
para la llegada de Jesús, y resulta que justo los siglos anteriores a
Cristo ¿Dios no tiene nada que decir? El Exilio supuso un enorme punto
de inflexión en la evolución de Israel, la manera de entender a Dios y
de relacionarse con él da un enorme giro en cuestión de una sola
generación, aparece la sinagoga y surge lo que ahora llamamos “el
judaísmo”, se refuerza enormemente la esperanza en la próxima llegada de
un mesías. Los israelitas pasan a ser judíos. ¿Y es precisamente en esa
fase tan interesante e importante cuando Dios se calla y no dice nada?
No resulta creíble ni lógico. Gracias a los libros escritos entre el
siglo V a.C. y la llegada de Jesús podemos percibir esa continuidad de
la revelación y comprender mejor el contexto histórico, cultural y
doctrinal en el que aparece Jesús. Para un judío moderno, el hecho de
que Jesús llegue siglos después de haberse cerrado el libro de la
Revelación divina es una prueba más de que el mensaje de Jesús está
fuera y alejado de esa revelación, pero para un cristiano la revelación
es continua hasta que muere el último de los apóstoles, no puede ser que
la Revelación nos describa paso a paso todo lo ocurrido desde David
hasta el exilio (500 años) y de repente calle durante varios siglos
para, ploff, colocar a Jesús en la tierra como si en esos siglos no
hubiera ocurrido nada digno de comentar, como si nada hubiera cambiado
en todo ese tiempo.
revelación es progresiva, va preparando al Pueblo de Dios poco a poco
para la llegada de Jesús, y resulta que justo los siglos anteriores a
Cristo ¿Dios no tiene nada que decir? El Exilio supuso un enorme punto
de inflexión en la evolución de Israel, la manera de entender a Dios y
de relacionarse con él da un enorme giro en cuestión de una sola
generación, aparece la sinagoga y surge lo que ahora llamamos “el
judaísmo”, se refuerza enormemente la esperanza en la próxima llegada de
un mesías. Los israelitas pasan a ser judíos. ¿Y es precisamente en esa
fase tan interesante e importante cuando Dios se calla y no dice nada?
No resulta creíble ni lógico. Gracias a los libros escritos entre el
siglo V a.C. y la llegada de Jesús podemos percibir esa continuidad de
la revelación y comprender mejor el contexto histórico, cultural y
doctrinal en el que aparece Jesús. Para un judío moderno, el hecho de
que Jesús llegue siglos después de haberse cerrado el libro de la
Revelación divina es una prueba más de que el mensaje de Jesús está
fuera y alejado de esa revelación, pero para un cristiano la revelación
es continua hasta que muere el último de los apóstoles, no puede ser que
la Revelación nos describa paso a paso todo lo ocurrido desde David
hasta el exilio (500 años) y de repente calle durante varios siglos
para, ploff, colocar a Jesús en la tierra como si en esos siglos no
hubiera ocurrido nada digno de comentar, como si nada hubiera cambiado
en todo ese tiempo.
Pero en realidad no hubo un “silencio
bíblico” (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al
nacimiento de Jesús. No pudo haberlo. Aquella era la última etapa de
revelación justo antes de la venida del Mesías. La Biblia, de uno u otro
modo, nos presenta la historia de salvación como una historia
ininterrumpida que comienza con la creación del mundo y acaba con la
venida de Jesús, sin espacios en blancos. Las frecuentes genealogías que
encontramos en la Biblia (en el Antiguo y Nuevo testamento) son un
claro esfuerzo por mostrarnos que esa historia es un continuum desde Noé
hasta Jesús, sin interrupciones ni saltos en el vacío. Algunas épocas
aparecen narradas con detalle y otras muy de pasada, pero nunca hay
etapas “desaparecidas” de la narración. Por lo tanto, suponer que la
Palabra de Dios calla durante medio milenio, desde el siglo V a.C. hasta
la llegada del siglo I d.C., sería una seria anomalía, una interrupción
de la revelación divina que solo podría favorecer las tesis judías de
que Jesús no tiene nada que ver con la Revelación. Para los cristianos
de la Iglesia Católica, tal silencio no existe y la revelación se
muestra como un continuum ininterrumpido desde la Creación hasta la
Redención. Para los protestantes, la revelación es como un río que fluye
continuamente desde la Creación hasta Nehemías, y entonces, antes de
llegar al mar, desaparece, y de un salto nos encontramos de repente en
su desembocadura, sin saber ni cómo hemos podido llegar hasta allí.
bíblico” (una ausencia de Revelación) en los siglos precedentes al
nacimiento de Jesús. No pudo haberlo. Aquella era la última etapa de
revelación justo antes de la venida del Mesías. La Biblia, de uno u otro
modo, nos presenta la historia de salvación como una historia
ininterrumpida que comienza con la creación del mundo y acaba con la
venida de Jesús, sin espacios en blancos. Las frecuentes genealogías que
encontramos en la Biblia (en el Antiguo y Nuevo testamento) son un
claro esfuerzo por mostrarnos que esa historia es un continuum desde Noé
hasta Jesús, sin interrupciones ni saltos en el vacío. Algunas épocas
aparecen narradas con detalle y otras muy de pasada, pero nunca hay
etapas “desaparecidas” de la narración. Por lo tanto, suponer que la
Palabra de Dios calla durante medio milenio, desde el siglo V a.C. hasta
la llegada del siglo I d.C., sería una seria anomalía, una interrupción
de la revelación divina que solo podría favorecer las tesis judías de
que Jesús no tiene nada que ver con la Revelación. Para los cristianos
de la Iglesia Católica, tal silencio no existe y la revelación se
muestra como un continuum ininterrumpido desde la Creación hasta la
Redención. Para los protestantes, la revelación es como un río que fluye
continuamente desde la Creación hasta Nehemías, y entonces, antes de
llegar al mar, desaparece, y de un salto nos encontramos de repente en
su desembocadura, sin saber ni cómo hemos podido llegar hasta allí.
ENTRANDO MÁS EN DETALLE
Pero
si en vez de la visión general queremos descender mucho más en los
detalles, las cosas no son tan simples como hemos expuesto aquí, y en
esta página intentamos ser siempre lo más fieles a la verdad posible. Lo
cierto es que no podemos saber con total certeza qué libros son
exactamente a los que Jesús se refiere cuando dice “Las Escrituras”,
pues en esos años el canon judío aún no estaba del todo fijado e incluso
en la misma Palestina algunos libros eran aceptados como Palabra de
Dios por unos pero no por otros. Aunque sí hay indicios (ver ejemplos en
el Apéndice B al final), no está del todo claro que Jesús citara libros
deuterocanónico (los del canon alejandrino que no se encuentran en el
canon hebreo), pero igualmente hay muchos otros libros del canon hebreo
que Jesús tampoco cita (Josué, Jueces, Cantares, Lamentaciones, etc) y
sin embargo sabemos que sí eran considerados por todos como Escrituras
sagradas. Jesús Incluso cita como Escritura algunos pasajes cuyo origen
se desconoce, y Pablo cita varios libros judíos que no fueron recogidos
ni en el canon alejandrino ni en el hebreo, todo lo cual demuestra que
en esos años no había aún unanimidad absoluta sobre qué grupo de libros
formaban la Biblia y que el argumento protestante de que Jesús no cita
este o aquel libro cae por su propio peso, pues si solo consideramos
sagrados los libros citados por Jesús o Pablo, nos veríamos obligados a
quitar del Antiguo Testamento otros libros e incluso tendríamos que
incorporar algunos libros nuevos. Recordemos una vez más que la ausencia
no equivale a negación, o quienes eso defienden deberían reducir el
Antiguo Testamento aún más.
si en vez de la visión general queremos descender mucho más en los
detalles, las cosas no son tan simples como hemos expuesto aquí, y en
esta página intentamos ser siempre lo más fieles a la verdad posible. Lo
cierto es que no podemos saber con total certeza qué libros son
exactamente a los que Jesús se refiere cuando dice “Las Escrituras”,
pues en esos años el canon judío aún no estaba del todo fijado e incluso
en la misma Palestina algunos libros eran aceptados como Palabra de
Dios por unos pero no por otros. Aunque sí hay indicios (ver ejemplos en
el Apéndice B al final), no está del todo claro que Jesús citara libros
deuterocanónico (los del canon alejandrino que no se encuentran en el
canon hebreo), pero igualmente hay muchos otros libros del canon hebreo
que Jesús tampoco cita (Josué, Jueces, Cantares, Lamentaciones, etc) y
sin embargo sabemos que sí eran considerados por todos como Escrituras
sagradas. Jesús Incluso cita como Escritura algunos pasajes cuyo origen
se desconoce, y Pablo cita varios libros judíos que no fueron recogidos
ni en el canon alejandrino ni en el hebreo, todo lo cual demuestra que
en esos años no había aún unanimidad absoluta sobre qué grupo de libros
formaban la Biblia y que el argumento protestante de que Jesús no cita
este o aquel libro cae por su propio peso, pues si solo consideramos
sagrados los libros citados por Jesús o Pablo, nos veríamos obligados a
quitar del Antiguo Testamento otros libros e incluso tendríamos que
incorporar algunos libros nuevos. Recordemos una vez más que la ausencia
no equivale a negación, o quienes eso defienden deberían reducir el
Antiguo Testamento aún más.
(en los apéndices A y B al final de
este artículo puede encontrar ejemplos de referencias a esos libros
hechas en el N.T. y también por parte de autores cristianos de la
Iglesia primitiva)
este artículo puede encontrar ejemplos de referencias a esos libros
hechas en el N.T. y también por parte de autores cristianos de la
Iglesia primitiva)
Por lo que sabemos, lo más probable es
que los libros considerados sagrados por los primerísimos cristianos,
que eran de Palestina, se parecieran más al canon hebreo que al
alejandrino (sin coincidir plenamente con ninguno de los dos), pero en
poco años, en cuanto el cristianismo se extendió fuera de Palestina, fue
el canon alejandrino el que se usó en la Iglesia naciente. Todo parece
indicar que una vez asumido el canon griego, los cristianos no hicieron
ninguna distinción entre la sacralidad de unos y otros libros,
considerando a todos ellos por igual Palabra de Dios, incluso es
probable que compartieran el criterio del filósofo judío Filón de
Alejandría (10a.C-50d.C), a quien los cristianos consideraron casi uno
de los suyos, y pensaran que incluso la misma traducción griega en sí
misma era tan inspirada como los originales hebreos y arameos, idea que
defienden hasta hoy en día los ortodoxos. Fue más tarde, a finales ya
del siglo segundo, cuando algunos grupos cristianos empiezan a
considerar que el canon hebreo debería ser más fiable, pues es el de los
judíos. Esta idea probablemente provenga del mismo error que la
reflexión que siglos más tarde haría Lutero: si el A.T. es judío, la
versión conservada por los judíos debe de ser la más auténtica. En
cualquier caso, esa postura no pasó de ser minoritaria y la Iglesia
siguió mayoritariamente usando la Septuaginta griega hasta el punto de
que cuando decida declarar oficialmente el canon cristiano en el siglo
IV, en cuanto al A.T. se limita a refrendar el canon alejandrino usado
hasta entonces.
que los libros considerados sagrados por los primerísimos cristianos,
que eran de Palestina, se parecieran más al canon hebreo que al
alejandrino (sin coincidir plenamente con ninguno de los dos), pero en
poco años, en cuanto el cristianismo se extendió fuera de Palestina, fue
el canon alejandrino el que se usó en la Iglesia naciente. Todo parece
indicar que una vez asumido el canon griego, los cristianos no hicieron
ninguna distinción entre la sacralidad de unos y otros libros,
considerando a todos ellos por igual Palabra de Dios, incluso es
probable que compartieran el criterio del filósofo judío Filón de
Alejandría (10a.C-50d.C), a quien los cristianos consideraron casi uno
de los suyos, y pensaran que incluso la misma traducción griega en sí
misma era tan inspirada como los originales hebreos y arameos, idea que
defienden hasta hoy en día los ortodoxos. Fue más tarde, a finales ya
del siglo segundo, cuando algunos grupos cristianos empiezan a
considerar que el canon hebreo debería ser más fiable, pues es el de los
judíos. Esta idea probablemente provenga del mismo error que la
reflexión que siglos más tarde haría Lutero: si el A.T. es judío, la
versión conservada por los judíos debe de ser la más auténtica. En
cualquier caso, esa postura no pasó de ser minoritaria y la Iglesia
siguió mayoritariamente usando la Septuaginta griega hasta el punto de
que cuando decida declarar oficialmente el canon cristiano en el siglo
IV, en cuanto al A.T. se limita a refrendar el canon alejandrino usado
hasta entonces.
El error de quienes consideraban el canon
hebreo “más auténtico” gozó posteriormente de cierta influencia hasta
el punto de que se acuñó el nombre de “deuterocanónicos” para referirse a
los libros del canon alejandrino que no aparecen en el hebreo. La
palabra griega “deuterocanónico” significa literalmente “segundo canon”,
porque erróneamente se llegó a pensar que el canon hebreo era el
auténtico (pensando que el canon hebreo había sido fijado siglos antes
del cristianismo) y por tanto el canon alejandrino sería el segundo
canon. Hoy sabemos perfectamente que fue al contrario, que primero fue
el canon alejandrino y el canon hebreo no llegó hasta muchos años
después de la resurrección de Jesús. Pero no podemos olvidar que ese
malentendido no estaba presente en la Iglesia Primitiva, que conocía la
situación. El término “deuterocanónico” no fue acuñado hasta después de
Lutero, en 1556, por Sixto de Siena, teólogo católico de origen judío
que pensó, como Lutero y tantos otros por entonces, que el canon hebreo
había sido fijado mucho antes que el alejandrino. Los protestantes
suelen preferir para estos libros el término de “apócrifos”, dándole el
sentido de “no canónicos” o incluso “falsos”. Pero estrictamente
hablando deberíamos llamar a estos libros “protocanónicos“, o
sea, “del primer canon”, pues son los 7 libros que dos o tres siglos más
tarde desaparecerán del segundo canon, o sea, el canon hebreo.
hebreo “más auténtico” gozó posteriormente de cierta influencia hasta
el punto de que se acuñó el nombre de “deuterocanónicos” para referirse a
los libros del canon alejandrino que no aparecen en el hebreo. La
palabra griega “deuterocanónico” significa literalmente “segundo canon”,
porque erróneamente se llegó a pensar que el canon hebreo era el
auténtico (pensando que el canon hebreo había sido fijado siglos antes
del cristianismo) y por tanto el canon alejandrino sería el segundo
canon. Hoy sabemos perfectamente que fue al contrario, que primero fue
el canon alejandrino y el canon hebreo no llegó hasta muchos años
después de la resurrección de Jesús. Pero no podemos olvidar que ese
malentendido no estaba presente en la Iglesia Primitiva, que conocía la
situación. El término “deuterocanónico” no fue acuñado hasta después de
Lutero, en 1556, por Sixto de Siena, teólogo católico de origen judío
que pensó, como Lutero y tantos otros por entonces, que el canon hebreo
había sido fijado mucho antes que el alejandrino. Los protestantes
suelen preferir para estos libros el término de “apócrifos”, dándole el
sentido de “no canónicos” o incluso “falsos”. Pero estrictamente
hablando deberíamos llamar a estos libros “protocanónicos“, o
sea, “del primer canon”, pues son los 7 libros que dos o tres siglos más
tarde desaparecerán del segundo canon, o sea, el canon hebreo.
LOS ROLLOS DEL QUMRÁN ARROJAN NUEVA LUZ
El canon alejandrino fue el primer canon
judío y se completó décadas antes del nacimiento de Cristo. El canon
hebreo no se decidió hasta alrededor de un siglo después de Cristo y la
redacción actual que conservamos de sus textos proviene del llamado canon masorético,
que fue redactado principalmente entre los siglos IV y X de nuestra
era. La elección del canon hebreo o el alejandrino encierra un asunto
aún más complejo, pues no solo se trata de qué libros forman parte del
canon, sino que también existen algunas diferencias en la redacción de
los textos.
judío y se completó décadas antes del nacimiento de Cristo. El canon
hebreo no se decidió hasta alrededor de un siglo después de Cristo y la
redacción actual que conservamos de sus textos proviene del llamado canon masorético,
que fue redactado principalmente entre los siglos IV y X de nuestra
era. La elección del canon hebreo o el alejandrino encierra un asunto
aún más complejo, pues no solo se trata de qué libros forman parte del
canon, sino que también existen algunas diferencias en la redacción de
los textos.
En el cristianismo moderno, hasta hace
poco, cuando encontrábamos diferencias entre el texto hebreo y el
alejandrino se suponía que el texto hebreo era el original y el
alejandrino una mala traducción tardía o un error del copista. El
descubrimiento de los rollos del Qumrán, hallados junto al Mar Muerto a
mediados del siglo XX, nos trajo una sorpresa inesperada. Allí se
encontraron muchos libros bíblicos enteros o en fragmentos (escritos en
hebreo y arameo) que son los más antiguos que se conservan (siglos III-I
a.C.). Hasta entonces, los textos hebreos más antiguos conservados eran
textos masoréticos del siglo X, y se consideraba que ellos mostraban
las fuentes originales de los libros bíblicos, algo de lo cual Lutero
(como muchos otros) estaba convencido. En griego, sin embargo, las
biblias con el canon alejandrino casi completo más antiguo conservadas
(Codex Vaticanus y Codex Sinaíticus) databan del siglo IV, seis siglos
más de antigüedad, sin contar libros sueltos o fragmentos mucho más
antiguos, y contienen los libros deuterocanónicos (protocanónicos), pero
como se trata de una traducción al griego, se consideraba que el
masorético era fiel al original y el alejandrino una traducción no
siempre correcta.
poco, cuando encontrábamos diferencias entre el texto hebreo y el
alejandrino se suponía que el texto hebreo era el original y el
alejandrino una mala traducción tardía o un error del copista. El
descubrimiento de los rollos del Qumrán, hallados junto al Mar Muerto a
mediados del siglo XX, nos trajo una sorpresa inesperada. Allí se
encontraron muchos libros bíblicos enteros o en fragmentos (escritos en
hebreo y arameo) que son los más antiguos que se conservan (siglos III-I
a.C.). Hasta entonces, los textos hebreos más antiguos conservados eran
textos masoréticos del siglo X, y se consideraba que ellos mostraban
las fuentes originales de los libros bíblicos, algo de lo cual Lutero
(como muchos otros) estaba convencido. En griego, sin embargo, las
biblias con el canon alejandrino casi completo más antiguo conservadas
(Codex Vaticanus y Codex Sinaíticus) databan del siglo IV, seis siglos
más de antigüedad, sin contar libros sueltos o fragmentos mucho más
antiguos, y contienen los libros deuterocanónicos (protocanónicos), pero
como se trata de una traducción al griego, se consideraba que el
masorético era fiel al original y el alejandrino una traducción no
siempre correcta.
Los libros hallados entre los rollos del
Mar Muerto incluyen fragmentos de casi todos los libros del actual canon
hebreo, excepto Ester y Nehemías. También incluyen fragmentos de los
deuterocanónicos, como Tobías, Eclesiástico, Baruc y partes
deuterocanónicas de Daniel, así que podemos contrastar casi todo el A.T.
Comparando esas antiguas versiones del Mar Muerto con los textos del
canon alejandrino y del canon hebreo masorético vemos que la traducción
griega del canon alejandrino es más fiel a esos antiguos textos que la
traducción masorética. Por tanto el canon alejandrino no solo es más
antiguo que el hebreo, sino también más fiel al texto original, en
contra de lo que hasta hace poco se creía.
Mar Muerto incluyen fragmentos de casi todos los libros del actual canon
hebreo, excepto Ester y Nehemías. También incluyen fragmentos de los
deuterocanónicos, como Tobías, Eclesiástico, Baruc y partes
deuterocanónicas de Daniel, así que podemos contrastar casi todo el A.T.
Comparando esas antiguas versiones del Mar Muerto con los textos del
canon alejandrino y del canon hebreo masorético vemos que la traducción
griega del canon alejandrino es más fiel a esos antiguos textos que la
traducción masorética. Por tanto el canon alejandrino no solo es más
antiguo que el hebreo, sino también más fiel al texto original, en
contra de lo que hasta hace poco se creía.
La razón por la cual los textos del
actual canon hebreo son menos fiables se debe a que el alfabeto hebreo
no tenía vocales y por tanto algunas palabras escritas se podían
interpretar de varias maneras. En época de Jesús en Palestina se hablaba
el hebreo (sobre todo en el sur), el arameo (sobre todo en el norte) y
el griego como lengua franca, por lo que mucha gente (también Jesús) era
bilingüe o trilingüe. Tras la Diáspora judía del siglo primero, el
idioma hebreo se fue perdiendo y llegó un momento en que los judíos ya
no eran capaces de leer correctamente sus libros sagrados. Por ello
decidieron poner a trabajar a un grupo de expertos que reconstruyeran
los textos bíblicos introduciendo en ellos las vocales que faltaban, de
modo que se supiera con claridad el significado de las palabras dudosas y
también permitiera leer los textos correctamente. Estos eruditos,
llamados “masoretas”, tuvieron que hacer una cierta labor de
interpretación. Imagínese la situación en castellano, si tuviéramos
escrita la palabra “gst” podríamos interpretarla como “gasto”, “gesto”,
“gusto” o incluso “agosto”, y el contexto no siempre aclararía por
completo la elección.
actual canon hebreo son menos fiables se debe a que el alfabeto hebreo
no tenía vocales y por tanto algunas palabras escritas se podían
interpretar de varias maneras. En época de Jesús en Palestina se hablaba
el hebreo (sobre todo en el sur), el arameo (sobre todo en el norte) y
el griego como lengua franca, por lo que mucha gente (también Jesús) era
bilingüe o trilingüe. Tras la Diáspora judía del siglo primero, el
idioma hebreo se fue perdiendo y llegó un momento en que los judíos ya
no eran capaces de leer correctamente sus libros sagrados. Por ello
decidieron poner a trabajar a un grupo de expertos que reconstruyeran
los textos bíblicos introduciendo en ellos las vocales que faltaban, de
modo que se supiera con claridad el significado de las palabras dudosas y
también permitiera leer los textos correctamente. Estos eruditos,
llamados “masoretas”, tuvieron que hacer una cierta labor de
interpretación. Imagínese la situación en castellano, si tuviéramos
escrita la palabra “gst” podríamos interpretarla como “gasto”, “gesto”,
“gusto” o incluso “agosto”, y el contexto no siempre aclararía por
completo la elección.
Los traductores del canon alejandrino,
que conocían bien ambos idiomas, no tendrían mucho problema, pero los
muy posteriores redactores masoretas, que ya no hablaban ese idioma, y
que además no se encontraban bajo la protección divina (que por entonces
estaba en la Iglesia cristiana) pudieron cometer errores de
interpretación. Incluso San Jerónimo, en su traducción en Palestina de
los textos hebreos al latín (la Vulgata), podía estar más cerca del
sentido original, pues fue justo en esa época cuando el hebreo dejó de
hablarse normalmente y pasó a ser solo lengua de culto, por lo que
muchos judíos aún podían entender sin problemas los textos bíblicos.
Pero después del siglo IV la comunidad judía de la Diáspora se alejó
cada vez más del hebreo y pasó con el tiempo a hablar principalmente
yiddish (basado en el alemán) o sefardí (castellano arcaico), además de
la lengua de su país de asentamiento.
que conocían bien ambos idiomas, no tendrían mucho problema, pero los
muy posteriores redactores masoretas, que ya no hablaban ese idioma, y
que además no se encontraban bajo la protección divina (que por entonces
estaba en la Iglesia cristiana) pudieron cometer errores de
interpretación. Incluso San Jerónimo, en su traducción en Palestina de
los textos hebreos al latín (la Vulgata), podía estar más cerca del
sentido original, pues fue justo en esa época cuando el hebreo dejó de
hablarse normalmente y pasó a ser solo lengua de culto, por lo que
muchos judíos aún podían entender sin problemas los textos bíblicos.
Pero después del siglo IV la comunidad judía de la Diáspora se alejó
cada vez más del hebreo y pasó con el tiempo a hablar principalmente
yiddish (basado en el alemán) o sefardí (castellano arcaico), además de
la lengua de su país de asentamiento.
Es por eso que la antigua traducción
griega es más fiel a los textos originales, pues fue realizada por
hombres bilingües que hablaban el hebreo y el griego y que por tanto no
necesitaron hacer interpretaciones para decidir lo que el texto quería
decir. Por eso, cuando en una frase encontramos una diferencia entre el
texto masorético del canon hebreo y el texto griego del canon
alejandrino, al contrario de lo que antes se creía, resulta que la
versión de confianza es la griega, tal como han demostrado los rollos
del Mar Muerto. Esos rollos a veces utilizan vocales (a diferencia del
hebreo estándar). Además también tienen traducciones de muchos de esos
libros al arameo y a veces también al griego, lo que nos aclara mejor el
sentido original de esas palabras, pues hemos de recordar que los
judíos de esa época usaban esos tres idiomas y por tanto sus
traducciones eran fiables. Los masoretas, sin embargo, tuvieron que
interpretar palabras de un idioma que ya no era el suyo y sin más ayuda
que el texto consonántico.
griega es más fiel a los textos originales, pues fue realizada por
hombres bilingües que hablaban el hebreo y el griego y que por tanto no
necesitaron hacer interpretaciones para decidir lo que el texto quería
decir. Por eso, cuando en una frase encontramos una diferencia entre el
texto masorético del canon hebreo y el texto griego del canon
alejandrino, al contrario de lo que antes se creía, resulta que la
versión de confianza es la griega, tal como han demostrado los rollos
del Mar Muerto. Esos rollos a veces utilizan vocales (a diferencia del
hebreo estándar). Además también tienen traducciones de muchos de esos
libros al arameo y a veces también al griego, lo que nos aclara mejor el
sentido original de esas palabras, pues hemos de recordar que los
judíos de esa época usaban esos tres idiomas y por tanto sus
traducciones eran fiables. Los masoretas, sin embargo, tuvieron que
interpretar palabras de un idioma que ya no era el suyo y sin más ayuda
que el texto consonántico.
Por eso se puede decir que si bien ambas
versiones han conservado un alto nivel de fiabilidad, la versión griega
en realidad es más fiable, pues al tener vocales podemos estar seguros
de que ha sido trasmitida fielmente, mientras que la versión hebrea, al
añadirse las vocales siglos después, no se puede garantizar que la
elección de vocales fuera siempre la correcta. Incluso dentro de los
textos masoréticos del siglo X encontramos dos grandes tendencias, la
escuela de Aaron ben Moses y la de Moshe ben Naftali. Los textos de
ambas escuelas prácticamente coinciden en cuanto a las consonantes, pero
en muchos casos difieren en cuanto a las vocales añadidas (lo cual
puede cambiar del todo una palabra). Así que si la introducción de
vocales creó diferencias incluso entre los propios textos masoréticos,
cuánto mayores serían esas diferencias con respecto al significado
original de los textos hebreos, lengua que los masoretas ya no hablaban.
Sin embargo la traducción griega no tuvo ese problema y pudo preservar
las palabras originales a través de los siglos sin necesidad de
cuestionarse si tal palabra era esta o en realidad otra.
versiones han conservado un alto nivel de fiabilidad, la versión griega
en realidad es más fiable, pues al tener vocales podemos estar seguros
de que ha sido trasmitida fielmente, mientras que la versión hebrea, al
añadirse las vocales siglos después, no se puede garantizar que la
elección de vocales fuera siempre la correcta. Incluso dentro de los
textos masoréticos del siglo X encontramos dos grandes tendencias, la
escuela de Aaron ben Moses y la de Moshe ben Naftali. Los textos de
ambas escuelas prácticamente coinciden en cuanto a las consonantes, pero
en muchos casos difieren en cuanto a las vocales añadidas (lo cual
puede cambiar del todo una palabra). Así que si la introducción de
vocales creó diferencias incluso entre los propios textos masoréticos,
cuánto mayores serían esas diferencias con respecto al significado
original de los textos hebreos, lengua que los masoretas ya no hablaban.
Sin embargo la traducción griega no tuvo ese problema y pudo preservar
las palabras originales a través de los siglos sin necesidad de
cuestionarse si tal palabra era esta o en realidad otra.
Vemos también que algunas de esas
diferencias consisten en que el texto griego a veces es más
“imperfecto”, en el sentido de que está menos pulido y brillante que el
texto hebreo masorético, otro rasgo que antes se atribuía a la mala
traducción, pero ahora vemos en los rollos del Mar Muerto que los textos
hebreos de los que procede la versión griega muestran esas mismas
característica, lo cual demuestra ahora lo contrario, que la versión
hebrea masorética ha sido algo pulida con el tiempo mientras que la
griega muestra los textos más en bruto, más primitivos, como eran
originalmente. Estas variaciones suelen afectar a la forma más que al
contenido del mensaje, pero son una prueba más de que la versión griega
refleja mejor la original que la masorética, la cual sufrió siglos de
debate y pulido e importantes correcciones de estilo.
diferencias consisten en que el texto griego a veces es más
“imperfecto”, en el sentido de que está menos pulido y brillante que el
texto hebreo masorético, otro rasgo que antes se atribuía a la mala
traducción, pero ahora vemos en los rollos del Mar Muerto que los textos
hebreos de los que procede la versión griega muestran esas mismas
característica, lo cual demuestra ahora lo contrario, que la versión
hebrea masorética ha sido algo pulida con el tiempo mientras que la
griega muestra los textos más en bruto, más primitivos, como eran
originalmente. Estas variaciones suelen afectar a la forma más que al
contenido del mensaje, pero son una prueba más de que la versión griega
refleja mejor la original que la masorética, la cual sufrió siglos de
debate y pulido e importantes correcciones de estilo.
Podemos decir que si la Iglesia
primitiva, que estaba inspirada por Dios, usaba la versión griega, en
caso de variaciones deberíamos pensar que la forma griega es la más
verdadera. Podríamos incluso decir que la traducción griega de los 70
fue una maravillosa herramienta que Dios nos dejó para asegurarnos de
que su Palabra quedaba preservada para el futuro sin el peligro de error
que la versión original hebrea sin vocales inevitablemente tendría que
padecer una vez que el hebreo dejara de hablarse. En los planes divinos
no quedan nudos sin atar. Así lo entiende la Iglesia Ortodoxa, que
considera la traducción griega de los 70 como inspirada por Dios, y
visto lo visto, muy probablemente tengan razón.
primitiva, que estaba inspirada por Dios, usaba la versión griega, en
caso de variaciones deberíamos pensar que la forma griega es la más
verdadera. Podríamos incluso decir que la traducción griega de los 70
fue una maravillosa herramienta que Dios nos dejó para asegurarnos de
que su Palabra quedaba preservada para el futuro sin el peligro de error
que la versión original hebrea sin vocales inevitablemente tendría que
padecer una vez que el hebreo dejara de hablarse. En los planes divinos
no quedan nudos sin atar. Así lo entiende la Iglesia Ortodoxa, que
considera la traducción griega de los 70 como inspirada por Dios, y
visto lo visto, muy probablemente tengan razón.
SITUACIÓN ACTUAL
Es
justo reconocer que la diferencia entre ambos cánones produjo durante
los siglos frecuentes posturas distintas sobre si los libros
deuterocanónicos tenían el mismo nivel doctrinal que los demás o menos,
aun siendo todos considerados canónicos. Según las épocas se
consideraron más de una u otra forma, y puesto que la versión oficial
que se impuso en Occidente fue la traducción latina de San Jerónimo (la
llamada Vulgata) y éste consideraba dichos libros como “menos sagrados”,
por decirlo de alguna forma, esa opinión suya influyó constantemente a
muchos teólogos católicos posteriores en la Iglesia de Occidente. Cuando
a esta situación se unió la reacción de Lutero sacando a esos libros
directamente del canon sagrado, la Iglesia consideró que era necesario
aclarar el asunto definitivamente. Y lo hizo en el Concilio de Trento
(1546), donde declara como igualmente sagrados todos los libros que
forman la Biblia católica, incluyendo los deuterocanónicos en igualdad
de consideración. Puesto que Jesús prometió que no abandonaría a su
Iglesia y que el Espíritu Santo la preservaría siempre del error para
que “las puertas del infierno no prevalecieran contra ella”, esta
decisión del concilio debe considerarse inspirada (Mateo 16:18).
justo reconocer que la diferencia entre ambos cánones produjo durante
los siglos frecuentes posturas distintas sobre si los libros
deuterocanónicos tenían el mismo nivel doctrinal que los demás o menos,
aun siendo todos considerados canónicos. Según las épocas se
consideraron más de una u otra forma, y puesto que la versión oficial
que se impuso en Occidente fue la traducción latina de San Jerónimo (la
llamada Vulgata) y éste consideraba dichos libros como “menos sagrados”,
por decirlo de alguna forma, esa opinión suya influyó constantemente a
muchos teólogos católicos posteriores en la Iglesia de Occidente. Cuando
a esta situación se unió la reacción de Lutero sacando a esos libros
directamente del canon sagrado, la Iglesia consideró que era necesario
aclarar el asunto definitivamente. Y lo hizo en el Concilio de Trento
(1546), donde declara como igualmente sagrados todos los libros que
forman la Biblia católica, incluyendo los deuterocanónicos en igualdad
de consideración. Puesto que Jesús prometió que no abandonaría a su
Iglesia y que el Espíritu Santo la preservaría siempre del error para
que “las puertas del infierno no prevalecieran contra ella”, esta
decisión del concilio debe considerarse inspirada (Mateo 16:18).
En
cuanto a los protestantes, algunas iglesias descartan dichos libros por
completo y otras los incluyen en sus biblias en un apartado especial
(entre el A.T. y el N.T.) considerándolos libros edificantes pero sin
valor doctrinal, aunque algunas de ellas incluso los utilizan también en
sus liturgias. También entre las iglesias ortodoxas hay disparidad de
criterios y, al contrario que los católicos, no han tomado ninguna
decisión oficial sobre el grado de canonicidad de tales libros, aunque
en la práctica suelen emplearse como parte plena del canon.
cuanto a los protestantes, algunas iglesias descartan dichos libros por
completo y otras los incluyen en sus biblias en un apartado especial
(entre el A.T. y el N.T.) considerándolos libros edificantes pero sin
valor doctrinal, aunque algunas de ellas incluso los utilizan también en
sus liturgias. También entre las iglesias ortodoxas hay disparidad de
criterios y, al contrario que los católicos, no han tomado ninguna
decisión oficial sobre el grado de canonicidad de tales libros, aunque
en la práctica suelen emplearse como parte plena del canon.
Como pueden comprobar, el canon exacto
del Antiguo Testamento es un asunto complejo, pero para los católicos y
ortodoxos toda esta polémica en ningún momento ha supuesto ninguna
amenaza sobre la auténtica verdad de la Palabra de Dios, pues al ser la
Biblia fruto de la Tradición y no a la inversa, nunca ha existido el
peligro de que estas controversias pudieran afectar a la auténtica
doctrina cristiana. Es en el protestantismo donde este asunto resulta
crucial, pues al basarse en la Sola Scriptura, ninguna doctrina
puede ser admitida a menos que esté recogida en algún libro de la
Biblia, por lo que admitir o no cierto libro supone admitir o no ciertas
doctrinas.
del Antiguo Testamento es un asunto complejo, pero para los católicos y
ortodoxos toda esta polémica en ningún momento ha supuesto ninguna
amenaza sobre la auténtica verdad de la Palabra de Dios, pues al ser la
Biblia fruto de la Tradición y no a la inversa, nunca ha existido el
peligro de que estas controversias pudieran afectar a la auténtica
doctrina cristiana. Es en el protestantismo donde este asunto resulta
crucial, pues al basarse en la Sola Scriptura, ninguna doctrina
puede ser admitida a menos que esté recogida en algún libro de la
Biblia, por lo que admitir o no cierto libro supone admitir o no ciertas
doctrinas.
Cuando describimos el modo en que los antiguos cristianos fijaron el canon del Nuevo Testamento (ver artículo)
vimos que un factor fundamental para aceptar un libro en el canon era
el hecho de que ese libro reflejara fielmente las doctrinas católicas y
que no hubiera en él nada que las contradijera. Ese mismo factor se
puede aplicar a los libros deuterocanónicos, y vemos que en ellos no hay
nada que contradiga las doctrinas cristianas defendidas por la Iglesia
Católica (en su versión romana y ortodoxa) así que no hay motivo para
que sean sacadas del canon o consideradas “escrituras sagradas de
segunda categoría”. Si a ello unimos la mencionada decisión del
concilio, inspirada por el Espíritu Santo (como todos los concilios) y
en sintonía con la Iglesia de las catacumbas, entonces podemos
considerar para nosotros la polémica totalmente zanjada.
vimos que un factor fundamental para aceptar un libro en el canon era
el hecho de que ese libro reflejara fielmente las doctrinas católicas y
que no hubiera en él nada que las contradijera. Ese mismo factor se
puede aplicar a los libros deuterocanónicos, y vemos que en ellos no hay
nada que contradiga las doctrinas cristianas defendidas por la Iglesia
Católica (en su versión romana y ortodoxa) así que no hay motivo para
que sean sacadas del canon o consideradas “escrituras sagradas de
segunda categoría”. Si a ello unimos la mencionada decisión del
concilio, inspirada por el Espíritu Santo (como todos los concilios) y
en sintonía con la Iglesia de las catacumbas, entonces podemos
considerar para nosotros la polémica totalmente zanjada.
CONCLUSIÓN
Hasta el siglo III los judíos (y
samaritanos) consideraban canónico el Pentateuco (los 5 primeros libros
de la Biblia), lo que llamaban, y aún llaman, la Torah, lo que Jesús
llama “la Ley”. Y hasta ahí llegaba el consenso. El segundo pilar de las
Escrituras, lo que Jesús llamaba “los Profetas”, estaba más o menos
definido, y el tercero, “los Escritos” (a los que Jesús llama “los
Salmos”, Lucas 24:44,
quizá por ser el libro más largo de ellos) era el que menos consenso
alcanzaba. La primera vez que el pueblo judío decide hacer una
recopilación de los escritos sagrados, o sea, un canon de facto, es al
elaborar la Biblia de los Setenta (canon alejandrino). Este canon no fue
universalmente aceptado íntegramente, pero fue ampliamente usado y
asumido hasta el siglo II, momento en el que los judíos, ya en la
Diáspora, se replantean la necesidad de fijar un mismo canon para todos,
pero limpiando de él todo elemento que pueda traer ecos de la cultura
griega o de la religión cristiana. Por eso podemos afirmar que el canon
hebreo no solo es un canon creado muchos años después de Cristo, y por
tanto ajeno al cristianismo, sino que además es un canon que se crea no
solo al margen de, sino como reacción en contra del cristianismo y de la
lengua griega, que es también la lengua de las comunidades cristianas
de esa época y de sus escritos. Es por eso que abandonar el canon
alejandrino de la época de Jesús y la Iglesia naciente para asumir un
canon posterior y en parte hostil al cristianismo es comprensible cuando
se trata del pueblo judío, pero incomprensible cuando se trata de un
movimiento cristiano.
samaritanos) consideraban canónico el Pentateuco (los 5 primeros libros
de la Biblia), lo que llamaban, y aún llaman, la Torah, lo que Jesús
llama “la Ley”. Y hasta ahí llegaba el consenso. El segundo pilar de las
Escrituras, lo que Jesús llamaba “los Profetas”, estaba más o menos
definido, y el tercero, “los Escritos” (a los que Jesús llama “los
Salmos”, Lucas 24:44,
quizá por ser el libro más largo de ellos) era el que menos consenso
alcanzaba. La primera vez que el pueblo judío decide hacer una
recopilación de los escritos sagrados, o sea, un canon de facto, es al
elaborar la Biblia de los Setenta (canon alejandrino). Este canon no fue
universalmente aceptado íntegramente, pero fue ampliamente usado y
asumido hasta el siglo II, momento en el que los judíos, ya en la
Diáspora, se replantean la necesidad de fijar un mismo canon para todos,
pero limpiando de él todo elemento que pueda traer ecos de la cultura
griega o de la religión cristiana. Por eso podemos afirmar que el canon
hebreo no solo es un canon creado muchos años después de Cristo, y por
tanto ajeno al cristianismo, sino que además es un canon que se crea no
solo al margen de, sino como reacción en contra del cristianismo y de la
lengua griega, que es también la lengua de las comunidades cristianas
de esa época y de sus escritos. Es por eso que abandonar el canon
alejandrino de la época de Jesús y la Iglesia naciente para asumir un
canon posterior y en parte hostil al cristianismo es comprensible cuando
se trata del pueblo judío, pero incomprensible cuando se trata de un
movimiento cristiano.
Una
vez dicho todo esto, en el contexto de la doctrina católica el problema
de la definición del canon bíblico (pese a su larga y complicada
historia) admite una solución que básicamente es muy sencilla: la
Iglesia fundada por Cristo y asistida por el Espíritu Santo tenía
autoridad suficiente para determinar el canon bíblico, es decir para
discernir cuáles libros están inspirados por Dios y cuáles no. Con esa
autoridad e inspiración le dio Dios discernimiento para señalar qué
libros debían conformar el Nuevo Testamento, y con la misma autoridad e
inspiración le dio Dios también discernimiento para señalar qué libros
debían conformar el Antiguo Testamento. Pensar que acertó en un canon
pero se equivocó en el otro supondría rechazar su infalibilidad, y por
tanto poner en duda también todo el canon del Nuevo Testamento.
vez dicho todo esto, en el contexto de la doctrina católica el problema
de la definición del canon bíblico (pese a su larga y complicada
historia) admite una solución que básicamente es muy sencilla: la
Iglesia fundada por Cristo y asistida por el Espíritu Santo tenía
autoridad suficiente para determinar el canon bíblico, es decir para
discernir cuáles libros están inspirados por Dios y cuáles no. Con esa
autoridad e inspiración le dio Dios discernimiento para señalar qué
libros debían conformar el Nuevo Testamento, y con la misma autoridad e
inspiración le dio Dios también discernimiento para señalar qué libros
debían conformar el Antiguo Testamento. Pensar que acertó en un canon
pero se equivocó en el otro supondría rechazar su infalibilidad, y por
tanto poner en duda también todo el canon del Nuevo Testamento.
¿Cómo sabe el protestante que la carta a
los Romanos o el evangelio según San Juan es un libro inspirado por
Dios? ¿Porque lo dice Lutero? ¿Quién dio a Lutero autoridad para decidir
esa cuestión? ¿Y quién le dio autoridad para decidir que los siete
libros mal llamados “deuterocanónicos” no son inspirados por Dios?
Cuando nos enfrentamos al canon bíblico no tenemos más remedio que
admitir que esa Biblia que fue recopilada y transmitida por los
cristianos de siglo en siglo, fue definida y sancionada por la autoridad
de la Iglesia Católica (bajo inspiración divina). Si un protestante
rechaza esa autoridad y cuestiona sus elecciones, puede acudir a la
autoridad humana del pueblo judío para justificar su canon del A.T. (un
pueblo judío que ya no formaba parte del Pueblo de Dios, no lo
olvidemos, y por tanto no cuenta con la infalibilidad del Espíritu
Santo), pero ¿a qué autoridad puede acudir para justificar su canon,
nuestro canon, del N.T.? Ni siquiera un protestante puede considerar a
Lutero infalible, pues entonces se verían obligados a admitir muchas
doctrinas de Lutero que hoy ningún protestante acepta (como la idea de
que María es madre de Dios o que el Apocalipsis tampoco es un libro
canónico). Es ese un callejón sin salida en el que ha caído el
protestantismo por intentar encontrar sinceramente la verdad pero sin el
soporte de la Tradición.
los Romanos o el evangelio según San Juan es un libro inspirado por
Dios? ¿Porque lo dice Lutero? ¿Quién dio a Lutero autoridad para decidir
esa cuestión? ¿Y quién le dio autoridad para decidir que los siete
libros mal llamados “deuterocanónicos” no son inspirados por Dios?
Cuando nos enfrentamos al canon bíblico no tenemos más remedio que
admitir que esa Biblia que fue recopilada y transmitida por los
cristianos de siglo en siglo, fue definida y sancionada por la autoridad
de la Iglesia Católica (bajo inspiración divina). Si un protestante
rechaza esa autoridad y cuestiona sus elecciones, puede acudir a la
autoridad humana del pueblo judío para justificar su canon del A.T. (un
pueblo judío que ya no formaba parte del Pueblo de Dios, no lo
olvidemos, y por tanto no cuenta con la infalibilidad del Espíritu
Santo), pero ¿a qué autoridad puede acudir para justificar su canon,
nuestro canon, del N.T.? Ni siquiera un protestante puede considerar a
Lutero infalible, pues entonces se verían obligados a admitir muchas
doctrinas de Lutero que hoy ningún protestante acepta (como la idea de
que María es madre de Dios o que el Apocalipsis tampoco es un libro
canónico). Es ese un callejón sin salida en el que ha caído el
protestantismo por intentar encontrar sinceramente la verdad pero sin el
soporte de la Tradición.
Pero
si dejamos a un lado esos 7 libros de la discordia y volvemos a pensar
en Nicea, los protestantes, que afirman que sólo en la Biblia está la
verdad y toda la verdad, tienen que aceptar que fue precisamente esa
Iglesia Católica –a la que muchos llaman apóstata y fabricada en Nicea–
la que preservó y decidió de modo infalible en qué libros se encontraba
la palabra de Dios. El Nuevo Testamento protestante es, guste o no,
íntegramente católico, y eso muy a pesar de los intentos de Lutero por
mutilarlo. El mismo Lutero, en su comentario sobre San Juan, lo reconoce
sin ambages:
si dejamos a un lado esos 7 libros de la discordia y volvemos a pensar
en Nicea, los protestantes, que afirman que sólo en la Biblia está la
verdad y toda la verdad, tienen que aceptar que fue precisamente esa
Iglesia Católica –a la que muchos llaman apóstata y fabricada en Nicea–
la que preservó y decidió de modo infalible en qué libros se encontraba
la palabra de Dios. El Nuevo Testamento protestante es, guste o no,
íntegramente católico, y eso muy a pesar de los intentos de Lutero por
mutilarlo. El mismo Lutero, en su comentario sobre San Juan, lo reconoce
sin ambages:
“Estamos obligados a reconocer a los
papistas que son ellos los que tienen la Palabra de Dios, que la hemos
recibido de ellos, y que sin ellos no tendríamos ningún conocimiento de
ésta.”
Claro, que eso lo dijo Lutero al
principio de la Ruptura, antes de que cambiara de opinión y decidiera
que una parte de esa Palabra de Dios recibida de los católicos debía
dejar de ser considerada Palabra de Dios. Igualmente intentó sacar del
canon cristiano parte del Nuevo Testamento como el Apocalipsis y la muy
católica epístola de Santiago, para lo cual adujo estas razones:
principio de la Ruptura, antes de que cambiara de opinión y decidiera
que una parte de esa Palabra de Dios recibida de los católicos debía
dejar de ser considerada Palabra de Dios. Igualmente intentó sacar del
canon cristiano parte del Nuevo Testamento como el Apocalipsis y la muy
católica epístola de Santiago, para lo cual adujo estas razones:
“… La Epístola de Santiago es una epístola llena de paja, porque no contiene nada evangélico.” (Prefacio al Nuevo Testamento de Lutero)“… A mi parecer [el Libro de
Revelaciones o Apocalipsis] no tiene ningún indicio de carácter
apostólico o profético… Cada quien puede formar su propio juicio de este
libro; personalmente, le tengo antipatía, y para mí eso es razón
suficiente para rechazarlo.” (Sammtliche Werke, 63, pp. 169-170)
Es una suerte para los protestantes que
estas opiniones de Lutero no lograran romper el canon del Nuevo
Testamento. Es una desgracia para ellos, sin embargo, que su opinión
sobre el canon hebreo y el alejandrino sí lograra romper el canon del
Antiguo Testamento, lo que ha privado a nuestros hermanos protestantes
de una parte importante de la Palabra de Dios al rechazar esos 7 libros
que faltan en su nuevo canon.
Si desea leer nuestro artículo sobre el canon del N.T. vaya a: El canon bíblico del Nuevo Testamento.estas opiniones de Lutero no lograran romper el canon del Nuevo
Testamento. Es una desgracia para ellos, sin embargo, que su opinión
sobre el canon hebreo y el alejandrino sí lograra romper el canon del
Antiguo Testamento, lo que ha privado a nuestros hermanos protestantes
de una parte importante de la Palabra de Dios al rechazar esos 7 libros
que faltan en su nuevo canon.
APÉNDICE A
ALGUNAS REFERENCIAS A LOS DEUTEROCANÓNICOS POR PARTE DE LA IGLESIA PRIMITIVA
- La Didaché (hacia 60-90 D.C.) 4,5 alude al Eclesiástico 4:31. También Didaché 5,2 se refiere a Sabiduría 12:7.
- Clemente de Roma (hacia 80 D.C.) aduce el ejemplo de Judit y la fe
de Ester. También alude al libro de la Sabiduría y al Eclesiástico. - Ignacio de Antioquia (35-107 D.C.) alude al libro de Judit 16:14 en su Epístola a los Efesios.
- El Pastor de Hermas (hacia 130 D.C.) tiene bastantes alusiones a
diversos libros Deuterocanónicos: al Eclesiástico, a Tobías, a 2
Macabeos y a Sabiduría. - San Justino (+165 D.C.), en su Diálogo con Trifón acusa a los judíos
de rechazar de la versión griega de los Setenta las Escrituras que
testificaban en favor de Cristo. - Clemente de Alejandría (150-215 D.C.) conoce todos los libros y
pasajes Deuterocanónicos y los considera como sagrados y canónicos.
APÉNDICE B
ALGUNAS CITAS Y REFERENCIAS A LOS DEUTEROCANÓNICOS EN EL N.T.
- Apocalipsis 8:2: “Vi entonces a los siete ángeles que están en pie delante de Dios”.
Tobías 12:15: “Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor”.
La primera vez que descubrimos que son 7 los ángeles que se hallan en la
presencia de Dios es en Tobías, ningún otro libro del A.T. lo afirma.
En el Apocalipsis Juan nos cuenta que vio a los 7 ángeles que están en
la presencia de Dios ¿Cómo puede Apocalipsis revelar una verdad que
pertenece al misterio insondable de Dios y que algún hombre pueda
inventar? Eso lo podían saber sólo por la revelación.
- Juan 10:22: “Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación…” La instauración de esta fiesta se encuentra en 1 Macabeos 4:59: “Judas,
de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó
que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del
veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el
aniversario de la Dedicación del altar.”
- Judith 13:18: “¡Benditas seas, hija del Altísimo más que todas
las mujeres de la tierra! Y bendito sea Dios, el Señor, creador del
cielo y de la tierra”
Lucas 1:42: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno”
La expresión en Judith de Benditas seas más que todas las mujeres
de la tierra es una expresión que más tarde Lucas la va a poner en los
labios de Isabel saludando a María.
- El consejo de Eclesiástico 5:11: “Sé pronto para escuchar; y tardo en responder” se repite en Santiago 1:19: “Que cada uno sea diligente para escuchar y tardo para hablar”.
- Hebreos 11:35: “…Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor.” El único lugar en el Antiguo Testamento en que encuentras referencia a esto es en 2 Macabeos 7:1-29.
Si no tienes 2 Macabeos esta afirmación se tendría que referir a un
hecho desconocido, pero Pablo está hablando del A.T. así que tiene que
ser un hecho narrado en las Escrituras.
- Hebreos 11:38: “Ya que el mundo no era digno de ellos, tuvieron que vagar por desiertos y montañas, refugiándose en cuevas y cavernas.” Puesto que aquí Pablo sigue hablando de personajes del A.T., dicha descripción parece referirse a 1 Macabeos 2:28-30: “Y
abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a
las montañas. Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el
derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí con sus
mujeres, sus hijos y sus ganados, porque la desgracia se había
desencadenado sobre ellos.” Y lo mismo se nos cuenta en 2 Macabeos 5:27: “Mientras
tanto, Judas, llamado el Macabeo, formó un grupo de unos diez hombres y
se retiró al desierto. Allí vivía entre las montañas con sus
compañeros, como las fieras salvajes, sin comer nada más que hierbas,
para no incurrir en ninguna impureza.“
- Romanos 9:20-21: “Pero tú, ¿quién eres para discutir con Dios?
¿Puede el objeto modelado decir al que lo modela: Por qué me haces
así?¿No es el alfarero dueño de su arcilla, para hacer de un mismo
material una vasija fina o una ordinaria?” Esta imagen se encontraba ya en Sabiduría 15:7: “Así
un alfarero amasa laboriosamente la tierra blanda y modela cada uno de
los objetos que usamos. Con la misma arcilla modela indistintamente
objetos destinados a un uso noble y otros que tendrán un destino
contrario; pero es el alfarero el que decide cuál será la función de
cada uno de ellos.”
- Apocalipsis 21:18: “El material de esta muralla es jaspe y la ciudad es de oro puro semejante al vidrio puro.”, etc. Esta revelación ya se encontraba en Tobías 13:16-17: “Las
puertas de Jerusalén serán hechas de zafiro y esmeralda, y todos sus
muros, de piedras preciosas; las torres de Jerusalén serán construidas
de oro, y sus baluartes, de oro puro. Las calles de Jerusalén serán
pavimentadas de rubíes y de piedras de Ofir“. ¿Podría una imagen
revelada sobre la Nueva Jerusalén ser por casualidad del mismo tipo que
una imagen de ella inventada anteriormente por mente humana?
- 1 Corintios 15:29: “De no ser así ¿a qué viene el bautizarse por
los muertos? Si los muertos no resucitan en manera alguna ¿por qué
bautizarse por ellos?” Aquí San Pablo tenía en mente 2 Macabeos 12:44: “porque
si no hubiera esperado que los caídos en la batalla iban a resucitar,
habría sido inútil y superfluo orar por los difuntos.”
- Marcos 14:61-62: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y dijo Jesús: “Sí, yo soy”. Se encuentra en Sabiduría 2:13: “El se gloría de poseer el conocimiento de Dios y se llama a sí mismo hijo del Señor.“.
Esta frase de Sabiduría es claramente una referencia a Jesús, el Hijo
de Dios, algo que difícilmente habría adivinado un judío anterior sin
inspiración divina.
- Lucas 24:4: “…se presentaron dos hombres con vestidos resplandecientes.” Se encuentra en 2 Macabeos 3:26: ” También
se le aparecieron otros dos jóvenes de extraordinario vigor,
resplandecientes por su hermosura y vestidos espléndidamente“. La descripción de esos dos ángeles de 2 Macabeos concuerda con la que nos dará Lucas en la resurrección de Jesús.
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Si desea profundizar mucho más en
detalles, citas y pruebas sobre el asunto del canon del A.T. puede leer
este artículo: mucha información en: Debate sobre los libros deuterocanónicos
detalles, citas y pruebas sobre el asunto del canon del A.T. puede leer
este artículo: mucha información en: Debate sobre los libros deuterocanónicos
También puede leer este librito online sobre el tema: Historia del Canon Bíblico.
todos los sentidos, lo que nos hace falta, a mi parecer, es un corazón
humilde que sea capaz de dejarse corregir y que abandone su obstinación
en el error, para que busque con sinceridad verdades como estas que se
mencionan aquí, las acepte o por lo menos las tome en cuenta. Gracias
Cristian.
La Paz del Señor.
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